Wednesday, June 22, 2016

Más allá de la atrocidad, entendamos al enemigo

ataques paris enemigo 
La masacre terrorista en París el 13 de noviembre del 2015 fue un acto de guerra. Los ataques coordinados, por los cuales el Estado Islámico se atribuyó responsabilidad, refutan la idea de que ISIS, el enemigo, había sido “contenido” (el término que Barack Obama usó en una entrevista en televisión sólo unas horas antes de que comenzaran las explosiones y los tiroteos). No es ni mucho menos la primera vez que el presidente americano ha subestimado el problema. Además, al realizar esos ataques en el corazón de Europa, lejos de su cuasi-estado en el Medio Oriente, ISIS ha rebatido la premisa de que es sobre todo una amenaza regional. Pero la falta de comprensión que tenemos de ese grupo va más allá de simplemente captar su capacidad militar operativa.


Lo que esencialmente le da a ese grupo su atractivo y le permite tener esa ambición de crecimiento tan insólita es su pretensión de estar fomentando un ideal moral (aunque sea perverso). El Estado Islámico es una facción líder dentro de un movimiento más amplio: el totalitarismo islámico. Ese movimiento – que incluye Al Qaeda, Hamas, Hezbolá e Irán, entre otros – está unificado por el mandato religioso de conquistar y dominar. Sus seguidores creen que la palabra de Alá debe controlar todas las facetas de la vida de un individuo, y de toda la humanidad. El subyugar a la gente sólo en un rincón del planeta no es suficiente para ellos; los “justos” deben actuar hasta conseguir que la gente le obedezca a Alá, y sólo a Alá, en todas partes. Para el yihadista, ningún acto de salvajismo puede ser descartado como inmoral, siempre y cuando tenga lugar en el camino de Alá. Los asesinos de París, como tantos otros antes que ellos, estaban aplicando su propia comprensión de la doctrina religiosa islámica, castigando a los no creyentes en una ciudad impía.
Podríamos haber acabado con esa amenaza hace mucho tiempo. Todavía podemos.
El presidente de Francia, François Hollande, ha prometido destruir el Estado Islámico. Ojalá lo esté diciendo en serio. Ese será un buen primer paso, pero no puede ser el único paso. Acabar con la amenaza yihadista requiere que les demostremos a sus seguidores que su causa es inútil.
En mi libro Cómo ganar la guerra imposible de ganar propongo cómo hacerlo. Hemos de reconocer en qué forma nuestros varios enfoques políticos (antes del 11 de septiembre y a partir de esa fecha) no han sido más que una auto-inmolación y una incoherencia. Nuestro fracaso para acabar con ese movimiento – y no digamos nada de las políticas que lo hicieron posible – ha animado a sus seguidores a imaginar que su visión es, de alguna forma, factible. Pero si tomamos las medidas necesarias, sí podemos derrotar al movimiento yihadista.
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Artículo de Elan Journo

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