Monday, October 17, 2016

La economía del Prozac





“Hace casi 200 años Henry David Thoreau escribió: “La mayoría de la gente vive en medio de una silenciosa desesperación.” Pero nunca imaginó que hacía una importante afirmación económica. Esa callada desesperación que doblega a la mayoría de los seres humanos, actúa como una grieta en la estructura de un barco que lentamente lo inunda para hacerlo naufragar.”
RICARDO VALENZUELA
Estados Unidos se encuentra en medio de un remolino económico que nadie parece entender y, ante la impotencia para identificar las causas, sus líderes se dan a la tarea de simplemente curar la cruda en lugar de, armados con el diagnostico real, implementar las verdaderas soluciones. Después de casi 25 años de agresivo crecimiento, sólo interrumpido por una leve recesión que le costó la Presidencia a Bush I, el país inició otra más severa la segunda parte del año 2000. Pero el problema se complicó aún más con los ataques terroristas y el inicio de la guerra con Irak.

Sin embargo, después de los recortes de impuestos implementados por la presente administración, la maquinaria económica del país tomaba de nuevo la ruta del crecimiento para, de improviso, toparse con el muro misterioso de las amenazas recesivas que provocan el pánico de las naciones. Los economistas se jalan los cabellos tratando de encontrar explicaciones cuando el termómetro más popular para medir la temperatura del paciente, el mercado de valores, se encuentra como Mike Tyson después de su última pelea gritando “esquina bajan.”
 
Al inicio del día, después de leer los diarios, visitar los canales de TV especialistas en asuntos financieros, portales de los economistas más prestigiados del mundo, terminamos todavía más confundidos y alarmados. Es un hecho el que la economía numero uno del mundo vivió un proceso deflacionario que abriera las puertas al FED para, con sus irracionales y crueles manipuleos, inundar el mundo de papel provocando las burbujas que hoy la postran. Sin embargo, hay una nueva corriente de pensamiento que ha agregado un interesante ingrediente a este potaje de confusión: Depresión; y no, no hablamos de la gran Depresión de 1929, hablamos de la gran depresión mental y emocional que sufren los estadounidenses.

Importantes organizaciones de salud y de negocios, han alzado la voz de alarma afirmando que la depresión generalizada de la fuerza de trabajo está causando un serio impacto en la productividad de la economía americana. En esta nueva economía de servicios, de información a base de creatividad la cual requiere a sus participantes estar alerta, enérgicos y motivados para responder ágilmente a los estímulos, la salud mental es de importancia fundamental. Novedosas investigaciones nos indican que el costo de la melancolía laboral a la economía americana, es de más de 150 billones de dólares al año. Pero otras más recientes y sofisticadas nos informan que las pérdidas producidas por empleados trabajando atrapados por la depresión, pueden ser 10 veces mayor que el ausentismo.

Al tener acceso a esta información, de inmediato vino a mi mente el título de la obra magna de ese gran economista VonMises; “La Acción Humana.” Me parece que entre las olas de tecnología, de movilización instantánea de capitales, sofisticación de los instrumentos financieros y nuevas fórmulas de manejos de capital como hedgefunds, hemos olvidado que finalmente lo que cincela las economías del mundo es eso, La Acción Humana. En las inversiones que hacen empresas y países en capital humano, parece hemos olvidado que el activo más importante de la gente es su sanidad mental.

Larry Kudlow, un prestigiado economista liberal, afirma el que la economía ya ha recibido los estímulos monetarios y fiscales requeridos. Lo que ahora demanda el mercado es que el Presidente Bush “de la cara muy seguido asegurando que todo estará bien y calmar las ansiedades.”  

Hace casi 200 años Henry David Thoreauescribió: “La mayoría de la gente vive en medio de una silenciosa desesperación.” Pero nunca imaginó que hacía una importante afirmación económica. Esa callada desesperación que doblega a la mayoría de los seres humanos, actúa como una grieta en la estructura de un barco que lentamente lo inunda para hacerlo naufragar. Una sociedad deprimida porta una pequeña herida que poco a poco la desangra para finalmente provocarle la muerte. Pero algo aún más grave, es que personas que ocupan importantes posiciones de liderazgo sufren de esa silenciosa depresión cuando desarrollan sus responsabilidades, contagiando a sus tropas para provocar las tormentas de pesimismo.

Los periodos de comportamiento económico más negativos de los EU, han sido aquellos en los cuales los Presidentes eran hombres que sufrían de profundas depresiones: Lyndon Johnson (1963-1968), Richard Nixon(1968-1974), Jimmy Carter(1976-1980), siendo este último quien, en uno de sus estados depresivos, condenó al país a la negra Malasie que él veía e invitaba a los ciudadanos a prepararse y aceptar una vida de privaciones y al inicio de su decadencia. Fue tal el periodo depresivo de Carter, que los EU eran sentenciados por el mundo entero a iniciar una caída similar a la del Imperio Romano.

Cuando una sociedad es atrapada en lo que Keynes llamaba olas de pesimismo, entramos al laberinto de las expectativas racionales en el cual esa conciencia colectiva de la sociedad atrapada por el miedo, provoca suceda eso mismo que tanto teme.

Ese era el panorama de los EU en 1980. Pero solamente un hombre armado con una gran visión y un optimismo contagiante como Ronald Reagan, pudo no sólo evitar esa caída que el mundo entero sentenciaba, sino rescatar al país de las sombras depresivas de los años 60 y 70 para llevarlo de nuevo a la grandeza. Hay datos muy interesantes indicando que, cada vez que Reagan, utilizando sus dones de gran comunicador se dirigía a la nación, la demanda de antidepresivos se reducían de forma impresionante y las oficinas de psiquiatras y terapeutas permanecían vacías. 

Reagan tenía una habilidad especial. Procesar sus ideas para exponerlas con simplicidad y subyugadora pasión utilizando palabras cargadas de un gran poder. Y cuando las palabras fallaban, el ejemplo tomaba su lugar para comunicarse a través de sus acciones y su personalidad. En esta era mundial de zozobra y ansiedad, las soluciones no están en las farmacias ni en el Prozac. Las soluciones permanentes están en la emergencia de una sociedad formada por seres libres y responsables. Pero más importante, una sociedad que haya redescubierto la fe, el optimismo y la esperanza como la recuperara EU al arribo de RonaldReagan a la presidencia.

Por lo pronto en México, dejemos el Prozac, los frenos atravesados, las pialeras y las espuelas afiladas alzados en las galeras para alguna emergencia como la que se presentara hace unos días, cuando una manada de mulas broncas desfilaran por las calles del DF montadas en sus tractores.

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