Sunday, October 16, 2016

Tortillilandia




“La tragedia no es que los más pobres protesten, la verdadera tragedia es que tengan que protestar cuando, cortesía de herencias revolucionarias, la tortilla sea el astro rey de sus vidas.”
RICARDO VALENZUELA
Al inicio del año, cuando noticias de trascendencia histórica acaparan la atención del mundo; cuando en EU los demócratas recuperan el control del congreso; Wal Mart se identifica como la gran fuerza económica del mundo; Steve Jobs al frente de Apple inicia una nueva etapa que nos debe de llevar a terrenos no imaginados, en México la media se ha concentrado en una espectacular noticia: El aumento del precio de las tortillas y nuestro Keynes mexicano,—Loret de Mola—vuelve a su carga ahora exponiendo su nueva teoría general de Las Tortillas.

Cuando los EU se aproximan a un PIB de 13 Trillones de dólares; el mundo apunta el suyo a los 40 trillones; China, con un PIB superior a los 7 Trillones, pasa a ocupar el lugar 2 del panorama económico mundial; la India, con uno de 5 Trillones, pasa al tercero; Hugo Chávez se tira a la nacionalización masiva de Venezuela invitando a la fiesta a todo el resto de América Latina, en México nos hemos empachado y enfermado de Tortillitis.
 
Si esto no fuera realmente una tragedia nacional, sería un tema ideal para comediantes profesionales. Sin embargo, la tragedia es que la tortilla sea esa gran tragedia—valga el pleonasmo. La tragedia no es que los más pobres protesten, la verdadera tragedia es que tengan que protestar cuando, cortesía de herencias revolucionarias, la tortilla sea el astro rey de sus vidas.

El que este aumento de precios provoque una emergencia nacional, es realmente triste, pero aun más triste es la reacción de los diferentes participantes en este Tsunami, todos con la brújula completamente desviada. Los periodistas, como de costumbre, levantan la voz de protesta para culpar al supremo gobierno. Proceden luego a exigir la visible mano del gobierno para que, como el chapulín colorado, aparezca exclamando; “no contaban con mi astucia,” y pasar a la solución del problema por decreto.

Saltan luego los líderes sindicales amenazando, si el gobierno no resuelve la dolorosa tragedia, iniciar un movimiento masivo para provocar un aumento general de salarios a nivel cósmico e histórico. Aparece luego el Honorable Congreso de la Unión para exigir la intervención del Chapulín Colorado, y salve la comatosa vida de la República tortillariana. Luego de la pasarela general, emerge el Presiente legítimo haciendo gala de su sabiduría económica y, retando al Dr. Loret de Mola en su búsqueda del premio Nobel en ese campo, culpa al gobierno de Calderón amenazando con arreciar su rebelión y, lo mas ridículo, en sociedad con el Comandante Cero, canta en afinado coro; subsidios, controles, muerte al neoliberalismo.

Ahora, yo me pregunto, si en lugar de este lamento nacional nos pusiéramos a reflexionar el por qué se presenta esta Felliniscasituación, ¿qué es lo que entonces sucedería? Si el Honorable Congreso, en lugar de rezar ante el altar del estado tratando de evitar la creativa destrucción de los mercados, se dieran a tomar unas cuantas clases de economía básica ¿Qué sucedería? Si llegaran a entender que el mercado no es ese feroz ser de ultratumba, sino que somos todos nosotros, el pueblo ¿Seguirían todavía reparando de lado con temblores en el lomo?

Tal vez entonces aprendieran que “el valor de las tortillas, una obra de arte, una hora de trabajo, o, de cualquier bien o servicio ofertado, es lo que otros participantes están dispuestos a ofrecer en un intercambio voluntario.” Es decir, cuando dos personas intercambian sin coerción externa, están fijando el valor de sus productos. Si para mí el pagar 10 pesos por un kilo de tortilla es un insulto, la solución debería de ser muy fácil, dejo de comprar tortilla y satisfago mi necesidad con otro producto ej. pan, tortilla de harina de trigo, galletas, péchita, etc. Así, en un mercado libre, ante la disminución de la demanda por tortillas de maíz, el precio se tiene que ajustar de forma natural. Lo que no debemos hacer, es poner en juego toda esa maquinaria burocrática para destruir el principio básico de economía; oferta—demanda.

Pero en México, durante los últimos 100 años, hemos abrazado la teoría marxista del concepto de valor. Es decir: “El valor es determinado por el costo de producción,” o, en otras palabras, “por la cantidad de trabajo vertida en el proceso.” Siguiendo esta demente teoría, un pastel de lodo y uno confeccionado con las más finas carnes molidas, deberían de tener el mismo valor puesto que ambos requirieron similar cantidad de trabajo. Y es cuando, ante estas ridículas situaciones, interviene el supremo gobierno para despojar al fabricante del pastel de carne y darle parte a quien fabricó el de lodo. Marxlo exponía aun mas claramente: “Viajar de la compensación a base de habilidades, a resultados y pagos de acuerdo a las necesidades” y si “el mercado falla,” ahí está el chapulín colorado nivelando el terreno, y los feroces pasteleros de carne no exploten al sufrido pueblo.

La economía opera, como lo afirmaba Von Mises, siguiendo su Praxeología que nos muestra cómo las acciones de los seres humanos son motivadas para mejorar sus condiciones de vida. Ello provoca un sistema de precios que se fija tomando en consideración: costo más establecimiento de precio. Es decir, todos los participantes en el mercado pretenden cubrir su costo de producción, y lograr una ganancia mediante un precio fijado por encima del costo. Pero el precio debe de fijarse de acuerdo a las demandas del mercado. Si mi costo de producción es superior al precio que fija el mercado, no se vale el acudir al chapulín colorado en busca de subsidios, controles, etc., pues lo único que provocan es la destrucción del aparato productivo agrediendo al consumidor.

El mejor remedio para los precios altos, son precios altos. Precios altos, en el corto plazo, estimulan incrementos en la producción lo que luego provoca la caída de esos precios en el mediano. Ahora, si los precios altos se han fijado por acuerdos monopólicos, debemos ver qué tanto ese monopolio se puede limitar por la sustitución. Si los tubos de cobre han sufrido una gran escalada de precio, el consumidor puede utilizar tubos de acero. Si la carne está muy cara, se puede consumir pollo. Si la tortilla ha escalado las nubes, no hagamos de ello una tragedia nacional y pasemos a consumir otros productos, pero sobre todo, no agradamos el aparato productivo, y vamos a estimular la producción.

Lo interesante de esta tragicomedia es que el presidente Calderón, lejos de asumir posturas demagogas, ha optado por intervenir importando maíz y de alguna forma aliviar el dolor. Aunque no es la función del gobierno, ante la patética situación, es entendible.
• Tortilla

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