Sunday, October 23, 2016

CUANDO UN AMIGO SE VA



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
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“Pobre Mexico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” solía afirmar Porfirio Diaz. Poderosa frase que durante más de cien años ha cabalgado por todos los rincones de nuestra geografía, con un impacto similar a los bravos vientos de las tormentas de verano y al inicio del siglo y el tercer milenio, continua acosándonos y a través de la infinidad de las dramáticas interpretaciones que le damos, empaña la multitud de canciones, corridos, películas con las que participamos en ese gran deporte nacional: El declararnos victimas de algún grandote--abusón, de un destino desbocado e incontrolable y luego declarando nuestra incapacidad para modificarlo, nos dedicamos entonces a buscar villanos a quien culpar.


La relación entre nuestros dos países en sus casi 200 años de vida independiente, ha sido tal, que es realmente complicado encontrar las palabras para sin parcialidad y con justicia definirla. No tengo espacio para describir estos casi 200 años de historia, pero si puedo afirmar con buena puntería el que, después de los primeros 150 de iniciada y ante la actitud mexicana de esposa ultrajada, a finales de los 70s después de años de con insistencia invitarnos al baile, la estrategia de los EU se modificaba radicalmente para simplemente ignorar nuestros arrebatos, en esas fechas representados por Echeverría.

Aun cuando los EU abandonaba ese “capitalismo salvaje” que tanto se odia en los medios políticos mexicanos. Ni las figuras del emergente estatismo americano como Roosevelt, Johnson, Nixon eran capaces de sintonizar una melodía capaz de afinar la relación entre la apasionada pareja y, sobre todo, pensar en la posibilidad de conjuntar una orquesta verdaderamente afinada para futuros conciertos. En esos momentos la vieja “inteligenza” del mundo decidía aplicar a Mexico la diplomacia de José Alfredo Jimenez de: “Y te solté la rienda.” Pero de inmediato la bravucona respuesta de Lopez Portillo sería en el mismo tono de: “A mi me importa una pura y dos con sal”…nos ahogamos en petróleo, y nos preparamos para manejar nuestra riqueza.

Pero al momento de las húmedas y tequileras despedidas estilo película de Pedro Infante, surge la poderosa voz de Robert Bartley editor del diario más influyente del mundo en aspectos financieros y económicos; el Wall Street Journal, pidiendo cordura. Bob Bartley falleció el pasado 6 de Diciembre y hace unos días, Anastasia O’Grady publica un emotivo artículo titulado: “América Latina Pierde a un Amigo.” El documento es una pieza exquisita de periodismo editorial, sin embargo, pienso que lo que le da más fuerza y lo define con cristalina claridad, es su título. Mexico especialmente ha perdido un gran amigo.

El establishment de los EU ante los exabruptos de Echeverría, la toma de Nicaragua por parte de los sandinistas, Alan Garcia en Perú y luego los desafíos altaneros de Lopez Portillo, simplemente decidían que los latinoamericanos no éramos merecedores de ese dulce elixir de la libertad y, era hora de abandonarnos a los caprichos del oscuro destino que durante mas de cien años habíamos perseguido. En esos momentos Bob Bartley publicaba un explosivo editorial afirmando el que, todos los seres humanos tienen derecho a la libertad pues la naturaleza humana es la misma. Inicia en esos momentos una cruzada para mantener el tema de América Latina y México en especial, en las oficinas de Washington y del mundo entero.

Si México tiene alguna deuda, es con Bob Bartley. Si alguien es responsable de que Mexico no fuera abandonado a los caprichos de hombres como Lopez Portillo o el Negro Durazo y, además no le cerraran las compuertas por las cuales han escapado las presiones de esa olla que, ante las más flagrantes manifestaciones de ineptitud se prepara para explotar; fue Bob Bartley. Si alguien fue responsable de evitar el naufragio del TLC cuando los demócratas expulsaran a Bush I de la Casa Blanca y, Ross Perot con todos sus billones arremetiera contra él; fue Bob Bartley. Si alguien siempre defendió a los migrantes mexicanos definiéndolos como gente buena y hambrienta de oportunidades que, se convertían en un gran activo para los EU, fue Bob Bartley.

Fue Bartley quien desde su poderosa trinchera promovió con la nueva generación de economistas liberales mexicanos encabezados por Pedro Aspe, la estabilidad del peso y la erradicación del fatal vicio de con “pequeñas” depreciaciones hacernos mas competitivos, mientras hundíamos al resto de los mexicanos en la pobreza. El Dr. Aspe es el primero en reconocer la gran influencia de Bartley para salvar el TLC y algo mas: lograr la autonomía del Banco de Mexico para rescatar el manejo de las finanzas mexicanas de esa cueva de ineptitud y rapiña; Los Pinos.

Hasta el dia de su muerte Bob Bartley permaneció como uno de los grandes admiradores de las reformas de Carlos Salinas de Gortari, coincidencia que provocó tuviera yo la gran oportunidad de conocerlo en el verano de 1996, en una comida en Nueva York a la cual asistían también Peter Kann, Presidente del Consejo y Paul Staiger Vicepresidente del Dow Jones and Co. Durante esa impresionante reunión, Bartley se quejó amargamente de la forma en que se saboteaban las reformas de Salinas afirmando: “Esto le aplica un freno de mano de más de 20 años el desarrollo de Mexico.”

A finales de Septiembre del año que acabamos de despedir, Bartley publicó un extraordinario artículo de algo que dominaba como el mejor de los maestros; política monetaria. Al mismo tiempo anunciaba su retiro como editor del diario. Lo llamé para felicitarlo sin tener la menor idea de que su vida ya se apagaba. Platicamos de todo, bromeamos, nos acordamos de nuestro mutuo amigo Art Laffer. Al despedirnos como lanzándome un rompecabezas me dice: “A ver ahora quien pelea las batallas de los mexicanos.” Algo me movió en esos momentos y le digo; gracias por la nueva avenida económica que has abierto en mi conciencia, tú y Art son los responsables de mi conversión al Supply—Side. “Esa es la verdadera responsabilidad del comunicador,” me revira.

El dia que con sorpresa me entero de su muerte, me invadió un sentimiento de orfandad recordando las últimas palabras que me dirigió; ¿Quién peleará ahora las batallas de los mexicanos? ¿Quién será ahora nuestro defensor contra algo más fatal que el cáncer que cegara esta extraordinaria vida? La cojudéz de nuestros políticos. ¡Mexico ha perdido un gran amigo!

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