Wednesday, October 26, 2016

Conversaciones con el tío Gilberto. Un liberal mexicano (XVIII)




“Ante el fracaso de nuestra campaña, yo tuve que abandonar el país puesto que Calles ya fusilaba a los Generales y líderes militares que habían logrado apresar. Y al que más ganas de fusilar tenía Calles, era Gilberto Valenzuela.”


 RICARDO VALENZUELA
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 En mi siguiente reunión con Don Gilberto, llevaba yo ya una clara idea de los sucesos que agredían al liberalismo al inicio del Siglo XX. Un parte aguas en esta contra ofensiva sería la creación del Fondo de la Reserva Federal en los EU, luego que el cartel de banqueros encabezados por J. P. Morgan se reunieran en una isla en la costa de Georgia en 1913 para establecer la estrategia y convencer al Congreso de la necesidad de un banco central, cuando la realidad era crear un arma para eliminar la competencia. En esa reunión nacería el FED se conocería por muy pocos como; La Creatura de Jekyll Island.


 
Ahora entendía con más claridad la famosa parábola de la piñata del tío Gilberto en la cual, al romperse, los niños mas grandotes eran los que se hacían de la mayoría de las golosinas. El liberalismo era, como inclusive Marx lo había definido, una gran maquinaria de creación de riqueza pero, siendo algo novedoso, no existían los marcos para que el juego fuera justo y parejo, por lo cual, manipulando sus esquemas, esa riqueza se concentraba en muy pocas manos creando los grandes capitales de la era: Morgan, Rockefeller, Rothschild, Warburg, Kuhn—Loeb en al área de la banca mundial, y en otras como la del petróleo, el mismo Rockefeller llegó prácticamente a tener el monopolio mundial, puesto que, las reservas de Arabia todavía no eran descubiertas.
Entre el compulsivo deseo del viejo establishment de recuperar control que perdían con el liberalismo y esa concentración de riqueza provocada por la ausencia de reglas, creaban un campo muy fértil para las agresiones que se preparaban en contra de esas nuevas libertades civiles. Se creaban, como consecuencia, dos bandos; los redentores de los abandonados por ese liberalismo que ahora calificaban de cruel, y los que identificaban la oportunidad de una vez más apropiarse del poder. Los segundos utilizarían diferentes estrategias, pero una de ellas, era el identificarse como los del bando contrario, redentores de los desvalidos y de esa forma, su mensaje cobraría una fuerza descomunal. Los nuevos capitalistas, ya fueran parte del cartel amafiado o realmente auténticos empresarios, se convertían en los culpables de todos los males de la humanidad.
Así me presento a la siguiente reunión con el tío quien sonriendo me recibe preguntando; ¿Descubriste algo? Creo que sí, le respondo, aunque también se me presentan infinidad de dudas. A ver, me dice don Gilberto, exponlas. En primer lugar, no entiendo por qué al arribar el liberalismo, se formó esa concentración de riqueza en muy pocas manos. Piensa por unos segundos e inicia: “Ya hemos hablado de que el liberalismo era algo novedoso y por lo mismo, aun en pañales. La base de esta filosofía, el mercado, realmente no existía como tal después de siglos de feudalismo, mercantilismo y economías totalmente controladas y manipuladas por los diferentes estilos de gobierno. Pero es importante aclarar el que a pesar de esa concentración, la población en general prosperaba, pues algo le salpicaba de esa nueva riqueza. Cuando la marea sube, todos los botes suben con ella.
En una economía moderna siempre ese tipo de hombres emprendedores son necesarios, y siempre, óyelo bien, siempre, habrá cierta concentración de riqueza puesto que, son ellos los que la están creando. Ahora, la función de un buen gobierno debe ser el crear las avenidas para esa formación y nunca, óyelo bien igual, vestirse de redentor invadiendo ese campo que tanto ha perjudicado a la humanidad; la redistribución de la riqueza, porque es cuando los gobiernos se convierten en esos entes de la demagogia con el poder para destruir decidiendo quien es merecedor de esa riqueza y, sobre todo, quienes deben ser los ganadores o los perdedores. Pero además, en ese proceso de transferencia, se forman las inmensas burocracias dedicadas a ello, y en el tránsito, lo que les llega a los necesitados es tal vez el 10% de lo expropiado.
Ante la nueva avenida del liberalismo, se reunieron dos de las pasiones más poderosas del hombre, por un lado la ambición que en sí, es el motor que impulsa las economías libres, pero llevada a ciertos extremos y sin las avenidas legales para darle curso, es cuando se pierde la proporción de las realidades y, como la calificara Ayn Rand, se convierte en egoísmo irracional. En la otra cara de la moneda y ante esos nuevos millonarios, nacía la envidia de los que no tenían lo más elemental, e inclusive, de los que si lo tenían pero compulsivamente deseaban mucho más. El poder de esos nuevos capitalistas, llegaba a tales niveles que rivalizaba con el de los gobiernos, y ello, se convertía en el gran dolor de cabeza para la clase política que no quería compartirlo.
Los representantes clásicos de esa nueva fuerza, eran primero, John D. Rockefeller, quien prácticamente llegaba a tener el monopolio del petróleo a nivel mundial, y segundo, J.P. Morgan, quien llegaba a controlar los mercados financieros de tal forma que se convertía en el perpetuo salvador del gobierno de los EU en sus crisis financieras, cuando él mismo orquestaba sus rescates. Se convertían también en los hombres más odiados, no solo de los EU, sino del mundo. Sin embargo, a 60 años de distancia de esos acontecimientos, yo ahora los observo como un proceso natural de algo que iniciaba y debía construir sus avenidas. Pero al inicio del siglo, el potaje estaba listo para la gran ofensiva en su contra.
En México, la situación era muy diferente, puesto que, al no haber participado en la Revolución Industrial, no se creaba la riqueza de la forma que lo hacían los EU, y por ello, el problema era más grave. La economía feudal, que existía desde la época de la colonia, creaba la concentración de la poca riqueza existente, y sobre todo, la concentración de la tierra. Sin embargo, de ello se culpaba al “liberalismo” de la dictadura Porfirista que nada tenía de liberal.
Ahora, si nos trasladamos a 1929, cuando Calles iniciaba la estructura política para el control total del país, nos daríamos cuenta de que coincidía con el estallido de la Gran Depresión iniciada en EU que tomara proporciones mundiales. La idea de Calles era aglutinar a todos los segmentos de la población en el partido, para de esa forma, evitar la emergencia de una verdadera sociedad civil, y así, identificar el Estado como el padre amoroso a cargo de todas las necesidades de sus hijos. Ya el estado controlaba la tierra a través del ejido, ahora con esta nueva tenaza, se proponía controlar el resto de la actividad económica, y por supuesto, concentrar todo el poder político en su persona.
Por ello fue que nos rebelamos contra lo que Calles cocinaba; la dictadura de un partido, pero controlado por él, y eso era la dictadura de Calles que le diera vida al sistema político de la autocracia que actualmente tenemos. Pero nuestro movimiento fue ferozmente aniquilado por las fuerzas del ejército regular muy superiores, cuando el mismo Calles asumiera la Secretaría de Guerra. De esa forma nacía el Maximato y la dictadura de Calles, para luego convertirse en la dictadura del PRI. Ante el fracaso de nuestra campaña, yo tuve que abandonar el país puesto que Calles ya fusilaba a los Generales y líderes militares que habían logrado apresar. Y al que más ganas de fusilar tenía Calles, era Gilberto Valenzuela.

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