Una economía más libre con un sistema tributario más sencillo, contribuiría más a la reducción de la pobreza que millones de pesos redistribuidos por el Gobierno
Esta situación representa un problema que afecta a los mexicanos en su totalidad, ya que por un lado genera, en las personas que la padecen, distintos tipos de ansiedad, depresión, inseguridad; y por otro lado, es el principal motor de situaciones indeseables como la delincuencia organizada, suicidios, violencia familiar y un sinfín de adicciones.
La solución que por años ha venido planteando el Gobierno mexicano a través de los diversos órganos que lo conforman, ha sido el gasto social a través de los llamados “programas sociales”. Año tras año surgen nuevas iniciativas, y millones de pesos son asignados en recursos gubernamentales para “dignificar y mejorar las condiciones de vida de los mexicanos más necesitados”.
Algunos de los ejemplos más recientes son la cruzada contra el hambre, el subsidio de la leche Liconsa, y el apoyo para la transición a la televisión digital.
Pero entonces, ¿por qué si año tras año el presupuesto para dichos programas aumenta, la cantidad de pobres, lejos de disminuir, también continúa aumentando? Aquí se verán algunas respuestas:
- Mayor carga tributaria: para un mayor nivel de gasto social, se requiere de un mayor nivel de recolección de impuestos. El Estado no es un ente productivo, y por lo tanto no existe ninguna otra forma de financiar dichos programas que no sea castigando a aquellas personas que sí son productivas.
- Semilleros de corrupción: miles de contratos se llevan a cabo por encima de los precios del mercado, y son asignados a amigos y/o socios de funcionarios en puestos públicos.
- Falta de incentivos: contrario a lo que sucede en los entes privados, el Gobierno y sus trabajadores carecen de incentivos para ser realmente efectivos cuando de alcanzar metas se trata. Cumplan sus metas o no, los funcionarios públicos seguirán recibiendo su paga cada mes.
- Politización de apoyos y paternalismo: a los gobernantes y políticos en general, les conviene que existan los pobres, de esta manera cada vez que se presentan como benefactores sociales generan mayor dependencia hacia sus programas y pueden lucrar más fácilmente con las lealtades políticas de los ciudadanos.
- Ineficiencia: por cada 100 pesos que pagamos de impuestos, tan solo 40 llegan a destinarse en lo que se supone deberían ir. El resto se va perdiendo a lo largo del proceso redistributivo en burocracia, corrupción, inflación artificial de precios, desviación de recursos, etc.
Hoy resulta necesario efectuar un cambio en la forma en que concebimos los roles tanto del Gobierno como de los ciudadanos.
Tenemos que entender y eventualmente hacer entender a los políticos que no necesitamos redistribuir la riqueza, sino generarla. La única solución a la pobreza es la productividad. Solo a través del emprendedurismo, educación, inversión, trabajo y ahorro se va a lograr un verdadero empoderamiento ciudadano que permita a aquellos que viven en la pobreza, tener posibilidades de salir adelante de manera justa y sostenible.
Si llamamos a las cosas como son, entonces los programas sociales no son más que semilleros de corrupción y, por paradójico que parezca, también son semilleros de pobreza. Son la herramienta de trabajo favorita de políticos corruptos y, hablando metafóricamente, las migajas de las que se alimentan millones de posibles panaderos en México. Bien dice el dicho, “dale un pescado a un hombre y lo alimentarás un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para toda la vida.”
Una economía más libre con un sistema tributario más sencillo, parejo y delgado contribuiría más a la reducción de la pobreza en nuestro país (a través de la inversión extranjera y el nacimiento de nuevas pequeñas y medianas empresas locales) que miles de millones de pesos recaudados y redistribuidos por el Gobierno.
No es responsabilidad del Gobierno ni de sus programas sociales cambiar la realidad mexicana, sino de todos y cada uno de nosotros mediante la construcción de los cimientos para vivir en una sociedad más libre. Con el simple hecho de pensar así, estaremos dando un importantísimo primer paso para construir un país más próspero y justo, donde cada quien tenga oportunidad de salir adelante y luchar por los sueños que haya elegido como motor de vida.
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