Friday, July 8, 2016
El extraño caso de la Reforma Tributaria en Chile
Durante el año 2014 se discutió en Chile una reforma tributaria, que implicaba un aumento de los impuestos en diversas áreas, destacándose el mercado inmobiliario, automotriz y crediticio.
Durante la tramitación de este proyecto de Ley en el Congreso, hubo muchas voces expertas que advertían de los impactos negativos de un aumento de los impuestos, las que, como suele ocurrir, no fueron escuchadas por las autoridades.
Así, entre otras prevenciones, se sostuvo que respecto a la aplicación de impuestos a la venta habitual de viviendas, esta generaría un aumento en el precio de las mismas (lo que resulta bastante obvio), afectando principalmente a los sectores medios, que con este aumento de precio verían mermada su posibilidad de acceder a una casa propia. Además, se argumentaba que como efecto secundario, al aumentar el precio de los bienes raíces, el mercado inmobiliario se resentiría, bajando su producción, y por ende afectando la tasa de empleo.
Esta misma crítica puede hacerse a todo aumento de impuestos, como efectivamente se planteó durante la discusión parlamentaria en Chile.
No bastando todos estos efectos negativos denunciados, importantes centros de estudio advirtieron sobre el impacto que esta reforma tendría en el crecimiento económico. Así se sostuvo que esta reforma frenaría las inversiones, congelaría el crecimiento de mercados importantes (como el inmobiliario), aumentaría la tasa de desocupación, y terminaría por aniquilar el crecimiento de nuestro país.
Por supuesto que todos estos expertos fueron catalogados de extremistas, exagerados, y se acusó a la oposición de realizar una campaña del terror para bajar la aprobación presidencial. Sin embargo, durante 2015, una vez aprobada la reforma tributaria, todas estas predicciones se fueron cumpliendo cual presagio de Nostradamus; claro está que ayudados por la baja en el precio del cobre (principal producto exportado por el país).
Así, el crecimiento se ha reducido desde un 4,3% en 2014, a un 2% en 2015; el mercado inmobiliario se ha visto sensiblemente resentido, y los precios han aumentado de manera sorprendente para una economía tan estable y vigorosa como la chilena. Esto también ha repercutido en la recaudación fiscal, que no ha estado ni cerca de los presupuestado, lo que ha llevado al gobierno chileno a endeudarse en el extranjero, cosa que no había ocurrido en varios años; es decir, no solo se han agotado las reservas que desde el gobierno de Ricardo Lagos se guardaban sagradamente, sino que hemos tenido que salir a endeudarnos para sustentar la maquinaria estatal.
Como guinda para esta desabrida torta, el mismo gobierno que antes catalogaba de exagerados a los expertos, ahora planea presentar un proyecto de ley que modifique algunos aspectos de la Reforma Tributaria, lo que se ha llamado la “reforma a la reforma”.
Toda esta situación no debiese sorprendernos, ya que los efectos negativos de la aplicación de impuestos son ampliamente conocidos; el caso chileno sólo es uno más entre muchos.
En resumen, el gobierno de Bachelet planteó una reforma tributaria muy criticada, sin embargo se aprobó; las críticas fueron acertadas y la mayoría de las predicciones se cumplieron; la recaudación fiscal es más baja de lo esperado y el Estado chileno tuvo que salir a endeudarse al extranjero. Finalmente, asumiendo su error, se ha planteado una “reforma a la reforma”.
Toda esta situación se podría resumir en las palabras de ese refrán: “Si no está roto, no lo arregles”.
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