Wednesday, July 20, 2016

Venezuela y la destrucción populista

Recientemente la revista digital Actuall, dio a conocer la carta que un joven venezolano que huye por hambre, le dirige a su país.

Retomo algunas de sus principales reflexiones.

“Querida Venezuela, Comienzo disculpándome, pues no resulta fácil despedirme de quien ha sido mi hogar durante 27 años. Para ti, 27 años serán sólo un instante. Para mí, es todo lo que tengo:
…Hoy en tus playas paradisiacas asesinan a los turistas que te visitan. Le quitan los dólares, los relojes, los celulares y la vida.


…Ya no tienes ni siquiera comida. Los venezolanos esperan hasta ocho horas bajo el sol… para quedar con las manos vacías.

Los venezolanos no tienen electricidad. El Estado la raciona hasta cuatro horas al día, pero ello no impide que la luz esté ausente 12 horas. En los hospitales hacen cirugías a la luz de la pantalla de un celular mientras el paciente lucha entre la vida y la muerte…

…Incluso hoy las maternidades se parecen a cementerios.

…Las únicas neveras repletas son las de la morgue…”

Esto es la Venezuela de Nicolás Maduro. La Venezuela donde el autoritarismo, la demagogia y el populismo llevado al extremo, han arrasado con todas las libertades y derechos ciudadanos.

En días recientes veíamos a decenas de miles de venezolanos cruzando la frontera con Colombia para comprar productos de la canasta básica, y fue un grupo de mujeres quienes con su valentía y determinación echaron abajo esa línea fronteriza para cruzar a un territorio que, a diferencia del suyo, goza de libertad.

En Venezuela hay desabasto de certeza jurídica, de libertades, de respeto a los más elementales derechos humanos. Hay desabasto de seguridad y de justicia. Y por supuesto hay desabasto de bienes básicos para sobrevivir, como comida, medicinas y el papel que hace ya rato dejó de existir para el sistema educativo.

Los problemas del sector educativo permean todos los niveles. La federación venezolana de maestros estima que entre 30 y 40 por ciento de los maestros abandonan sus aulas cada día para buscar comida o medicinas.

María Arias, de 14 años, relata lo que se vive en su escuela: puso sus cuadernos en su mochila junto a una banana para compartir con sus dos hermanos pequeños y se encaminó a su escuela secundaria. No tuvo la clase de arte de las 7:00 a.m. porque el profesor estaba enfermo, la de Historia se canceló. No hubo Gimnasia porque el maestro fue asesinado a tiros días antes.

Por la tarde, el profesor de Español regresó a los chicos a sus casas, acatando el toque de queda impuesto por las pandillas. “Te sientes atrapada. Tú esperas y esperas y esperas durante horas. Pero hay que venir para salir de aquí”, afirma la niña.

Apenas en abril y mayo pasados se suspendieron las clases producto de los cortes y racionalización de la energía eléctrica.

El incremento de la delincuencia ha llevado a que Caracas, la capital, fuera considerada la ciudad más violenta del mundo en 2015. Y ya desde 2014 el índice de mercados emergentes de JPMorgan indicaba que Venezuela ostentaba el riesgo país más elevado del mundo.

Hoy en Venezuela el desabasto de inversión y la salida de todo tipo de empresas es el único pan de todos los días.

El torrente de petrodólares que entró al país durante la larga bonanza petrolera de 2003-2014 se vio amplificado por un masivo endeudamiento que hoy llega a 185 mil millones de impagables dólares. El dinero se usó con dos propósitos: subsidiar el consumo de las clases populares, y la corrupción de la oligarquía chavista. Mientras tanto, la economía real se desbarrancaba de la mano de las más mínimas certezas.

Los momentos aciagos empero, suelen sacar a relucir lo mejor de las personas; frente a toda esta infame realidad, no han sido pocas las muestras de verdadero heroísmo de mujeres y hombres venezolanos que luchan todos los días por recuperar sus derechos y sus libertades.

Lo que hoy se vive en Venezuela es también un recordatorio para la región y especialmente para México, de que la destrucción de las instituciones y la pérdida de la tranquilidad están a la vuelta de la esquina. La amenaza del populismo irresponsable nos acecha, toca a nuestra puerta, y está en nosotros, en cada uno de nosotros, dejarla entrar con nuestra indiferencia o rechazarla con determinación.

Como menciona Moisés Naím: “el régimen chavista ha perdido su máscara: su militarismo, autoritarismo, corrupción y desprecio por los pobres están a la vista”.

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