Tuesday, August 9, 2016

Por qué un “dólar” solo debería ser un nombre para una unidad de oro



Antes de 1933, el nombre “dólar” se usaba para referirse a una unidad de oro que tenía un peso de 23,22 granos [1,5 gramos]. Como hay 480 granos en una onza, esto significa que la palabra dólar también significaba 0,048 onzas de oro. Por tanto, a su vez, una onza de oro valía 20,67$.
Ahora bien, 20,67$ no es el precio de una onza de oro en términos de dólares, tal y como se piensa popularmente, pues no existe la entidad dólar. Dólar  es solo un nombre para 0,048 onzas de oro. Sobre esto, Rothbard escribía:
Nadie imprime dólares en el mercado puramente libre, porque, de hecho, los dólares no existen: son solo productos, como el trigo, los automóviles y el oro.


Igualmente, los nombres de otras divisas se referían a una cantidad fija de oro. La costumbre de considerar estos nombres como una entidad distinta del oro apareció con la aplicación del patrón papel.
Con el tiempo, al asumir el papel moneda una vida propia, se volvió aceptable establecer el precio del oro en términos de dólares, francos, libras, etc. (Lo absurdo de todo esto llegó a nuevos niveles con la introducción del sistema de divisas flotantes).
En un mercado libre, las divisas no flotan entre sí. Se intercambian de acuerdo con una definición fija.
Si la libra británica vale 0,25 onzas de oro y el dólar vale 0,05 onzas de oro, una libra británica se intercambiará por cinco dólares.
Este intercambio deriva del hecho de que 0,25 onzas es cinco veces mayor que 0,05 onzas y esto es lo que significa el intercambio de 5 a 1.
En otras palabras, el tipo de cambio entre los dos se fija en su peso proporcional en oro, es decir, una libra británica = cinco dólares de EEUU.
Lo absurdo de un sistema de divisas flotantes  no es distinto de la idea de tener un precio fluctuante de mercado para dólares en términos de centavos.
Cuántos centavos equivalen a un dólar no es algo sometido a fluctuaciones. Está fijado eternamente por definición.
El presente sistema de de tipo fluctuante de cambio es un subproducto del sistema previamente desacreditado de tasa fijas de cambio de divisas de Bretton Woods, que estuvo funcionando entre 1944 y 1971.
Dentro del sistema de Bretton Woods, el $US servía como divisa de reserva internacional sobre la que todas las demás podían acumular su dinero y crédito.
El dólar a su vez estaba ligado al oro a 35$ la onza. A pesar de esta supuesta relación con el oro, solo los gobiernos y bancos centrales extranjeros podían cambiar sus dólares por oro.
Un catalizador importante del colapso del sistema de Bretton Woods fueron las políticas monetarias laxas  del banco central de EEUU, que llevaron el precio del oro en su mercado por encima de los 35$ por onza oficiales.
El precio, estaba en 35$/onza en enero de 1970, saltó a 43$ en agosto de 1971, un aumento de casi el 23%.
El margen creciente entre el precio del mercado del oro y los 35$ oficiales por onza creó una enorme oportunidad de beneficio, que algunos bancos centrales europeos decidieron aprovechar reclamando al banco central de EEUU que convirtiera dólares en oro.
Como los estadounidenses no tenían oro suficiente para respaldar todos los dólares impresos, tuvieron que anunciar la quiebra efectiva y eliminar cualquier enlace entre dólar y oro en agosto de 1971.
Para salvar el sistema quebrado, los políticos han adoptado la receta de Milton Friedman de permitir un patrón de flotación libre.
Mientras que en el marco del sistema de Bretton Woods, el dólar tenía alguna relación con el oro y todas las demás divisas se basaban en el dólar, todo eso ha desaparecido. En el marco flotante, no hay más limitaciones a la impresión de dinero. Según Murray Rothbard:
Un virtud de los tipos fijos, especialmente bajo el oro, pero también hasta cierto punto bajo el pale, es que suponen un control sobre la inflación nacional de los bancos centrales. La virtud de los tipos fluctuantes (que impiden crisis monetarias repentinas debido a las divisas valoradas arbitrariamente) es una virtud incompleta, porque esas crisis al menos proporcionaban una limitación muy necesaria sobre la inflación nacional.
A través de políticas de coordinación, los bancos centrales mantienen una inyección monetaria sincronizada para mantener las fluctuaciones en el tipo de cambio tan estables como sea posible.
Evidentemente, en el proceso esas políticas ponen en marcha un proceso persistente de empobrecimiento a través del consumo que no está respaldado por la producción de riqueza real.
Además, dentro de este marco, si un país trata de aprovechar y depreciar su divisa por medio de una postura monetaria relativamente más laxa, se genera el riesgo de que otros países hagan lo mismo.
Consecuentemente, la aparición de devaluaciones competitivas es una manera segura de destruir la economía de mercado y sumir al mundo en un periodo de crisis.
Mises escribía sobre esto en La acción humana:
Una aceptación general de los principios del patrón flexible debe generar por tanto una carrera entre naciones para superarse. Al final de esta competencia está la destrucción completa de los sistemas monetarios de todas las naciones.

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