Thursday, September 8, 2016

No todas las políticas malas son socialistas


Beware, Pickpockets
No todas las críticas de los mercados o los derechos de propiedad son socialistas. Esto podría ser evidente, pero a menudo se pierde en las redes sociales en las incesantes peleas a gritos que rodean la política económica. En círculos de libre mercado, prácticamente cualquier intervención pública se rechaza en estos días por ser “socialista”, con el resultado predecible de que el término haya perdido mucho de su significado.



En cierto sentido, es una desgracia que el socialismo ya no tenga tanto peso como palabra crítica. Si lo tuviera, podría haber hecho algún bien a la hora de compensar la reciente ola de entusiasmo por el “socialismo democrático”. Pero la falta de actitudes críticas hacia la propia palabra socialismo debería en realidad servir como una llamada de atención, un recordatorio de que una sociedad libre no puede defenderse simplemente usando el tipo de argumentos de culpabilidad por asociación que invocamos gritando indiscriminadamente y y el “¡socialismo!” cada vez que alguien propone aumentar los impuestos.
En otras palabras, las etiquetas no son argumentos, y calificar a una política como “socialista” no es lo mismo que criticarla.
Primero, usar la palabra socialismo de una forma acrítica y despectiva disminuye su eficacia. De hecho el abuso del término por parte de los críticos probablemente sea parte de las razones por las que ya no molesta, especialmente entre los jóvenes interesados por el socialismo democrático.
Segundo, el problema no es solo que el abuso del término sea una mala estrategia: también es inapropiada. Para que el socialismo signifique algo, tenemos que restringir su definición y limitar las formas en que lo aplicamos. Sí, eso sí significa sacrificar algunos momentos ocasionales de “¡te pillé!”, pero la recompensa por centrarse menos en las palabras es que podemos a menudo concentrarnos más en las ideas sustanciales que representan.
Por ejemplo, probablemente la idea más común asociada con el socialismo sea el igualitarismo, especialmente las políticas de redistribución de riqueza. De hecho, a menudo parece que los defensores de los mercados libres definan simplemente el socialismo como un tipo de redistribución de riqueza. Pero hay formas importantes en las que dichas políticas no son socialistas (aunque sean objetables desde otra perspectiva).
Una fuente útil sobre este tema es la sección del libro de Mises Socialismo, que explica sistemas económicos “pseudosocialistas”. Estos sistemas incluyen “varias propuestas de expropiación” que pretenden lograr una distribución más igualitaria de la riqueza. Con respecto a estas políticas, Mises señala que:
Los movimientos [históricos] para la reforma la propiedad generalmente culminan con la demanda de igualdad de la riqueza. Todos deberían ser igualmente ricos, nadie debería poseer más o menos que los demás (…) Está claro que esto no es socialismo (…) El socialismo no quiere dividir los medios de producción en absoluto y quiere hacer más que meramente expropiar: quiere producir sobre la base de la propiedad común de los medios de producción. Por tanto, todas esas propuestas, que solo pretendan expropiar los medios de producción no han de considerarse como socialismo; en el mejor de los casos sólo pueden ser propuestas para una vía al socialismo (Mises, 1951, pp. 266-267; cursivas añadidas).
Mises está sugiriendo que la redistribución de riqueza está relacionada con el socialismo, pero no lo abarca completamente. Por supuesto, hay muchos enlaces entre socialismo y políticas de redistribución, pero el núcleo del socialismo es la cuestión de cómo organizar y llevar a cabo la producción cuando los factores de producción son de propiedad pública. Es posible que la redistribución de riqueza sea parte de una estrategia mayor para instituir el socialismo, pero no es eso lo que quieren decir normalmente los economistas cuando discuten políticas económicas socialistas. El punto de vista de Mises en realidad se suma a nuestra comprensión, al darnos un modo más detallado de pensar acerca de cómo interactúan diferentes tipos de políticas y  sistemas económicos.
Por supuesto, podríamos desperdiciar un montón de espacio discutiendo sobre qué significan “realmente” términos como socialismo. Pero no quiero decir que haya una definición correcta del socialismo que deba usarse en todo momento y en todo contexto (aunque sí encuentro que la definición de Mises es la más útil). Por el contrario, estoy sugiriendo que tenemos que evitar usar estas palabras tan ampliamente que se aplican casi universalmente.
Además, deberíamos tener cuidado con las definiciones que elegimos. Aplicar los términos coherentemente significa que debemos a veces refrenarnos y a la hora de usarlos cuando hacerlo puede hacernos ganar puntos retóricos. Al mismo tiempo, nos anima a pensar acerca de los asuntos más profundos implicados. También es importante que nos evita trivializar ejemplos importantes, al igualarlos con otros menores.
Utilizar palabras como socialismo coherente y moderadamente asegura que tendrán más peso cuando necesitemos invocarlas. Es también una respuesta eficaz para oponentes que usen mal su propia terminología, por ejemplo, definiendo términos como “mercado libre” como “todo lo que no me gusta del mundo”.

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