“Los chinos sigilosamente continúan su jornada de libertad que deba de convertir a ese país en el milagro del siglo XXI.”
Ricardo Valenzuela
Era Mayo de 1983 y, simulando un silencioso centinela, me paraba ante la puerta fronteriza entre Macao y la China continental, para observar la panorámica de esa misteriosa China Comunista la cual me parecía una fantasmal, inmensa y desolada región. El camino real apuntando hacia una lejana aldea apenas visible, me parecía un amenazante embudo listo para succionar sus presas hacia un mundo de infamia y miseria.
Días antes había tenido la oportunidad de observar ese gran milagro en boca de todos los economistas del mundo: Japón Inc. Durante un fin de semana pude atestiguar la impresionante maquinaria nipona que tomaba el mundo por asalto amenazando la hegemonía de los EU.
Ahora en ese pequeño estrecho conectando Macao y la China comunista, con más claridad comprobaba la diferencia entre libertad y opresión. Sorprendido miraba cómo los residentes comunistas, mediante no se qué fórmula, en gigantescas parvadas cruzaban libremente hacia Macao para luego dócilmente regresar a su enorme prisión. Pero sus rostros delataban la tristeza que provoca la opresión, la miseria y la negrura de un destino que solo anunciaba las conductas y el futuro transitado durante sus últimos 30 años.
En esos días el mundo se contorsionaba de forma amenazante. México navegaba a la deriva después que, de forma vergonzosa, en septiembre de 1982 López Portillo entregara las ruinas de un país saqueado, endeudado, para luego declarar la banca rota ante el mundo. Curiosamente China y México contabilizaban PIB similares.
En los EU Ronald Reagan libraba una galante lucha para levantar a un gigante que, cortesía de las ineptitudes de Jimmy Carter, se encontraba arrodillado y, en la opinión de muchos, a punto de sucumbir. Los Revisionistas anunciaban el final del capitalismo americano ante las avalanchas del MITI, su política industrial y el capitalismo de estado japonés, presionando al presidente para invadir la misma trinchera.
Luego de dos días en Macao, montado en el singular ferri navegaba de regreso a Hong Kong. Durante la trayectoria de más de dos horas permanecía en silencio sumergido en mis pensamientos. De repente, mi compañera de viaje, Cathy Devling, me dice: Snap out of it and look this (regresa a la realidad y mira esto). En esos momentos aparece la impresionante ciudad de Hong Kong la que, en medio de una clara noche, resaltaba su esplendor y su impresionante belleza.
Me dirijo entonces a Cathy para casi gritando afirmarle: No es posible que China y Hong Kong sean piezas del mismo rompecabezas. No es posible que el PIB de una ciudad sea superior al de un gigantesco país como China. No es posible que más de 1,000 millones de seres humanos sufran pobreza y opresión, mientras sus hermanos en Hong Kong naveguen en la opulencia y libertad.
Me revira entonces Cathy: “Pero lo más triste es que en unos años se termina el acuerdo entre China e Inglaterra y Hong Kong regresa a sus amos. Eso será el espectáculo más doloroso de la historia moderna cuando el mundo atestigüe el desmantelamiento de lo que ha sido el milagro económico del Siglo XX.”
Al estar sumergidos en nuestra conversación, escuchamos una voz que en perfecto inglés nos dice: “Estimados amigos, eso jamás va a suceder”. Giramos nuestras miradas para encontrar a un hombre impecablemente vestido y portando un enorme portafolios. Antes que pudiéramos reaccionar nos dice: “Permítanme presentarme, mi nombre es Ben Chan y soy un empresario chino con residencia en Hong Kong”.
Luego de corresponder su presentación, el hombre prosigue: “Hace ya más de cinco años del fallecimiento del Chairman Mao, y en este periodo China ha iniciado un sigiloso cambio histórico”. Todavía sorprendido le pregunto, Pero ¿Qué clase de cambio? El desconocido me mira fijamente y responde: “China tiene ya un nuevo liderazgo integrado por reformistas. El elemento más sobresaliente de ese grupo es un hombre sumamente pragmático que con frecuencia utiliza una frase”: “No importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que atrape los ratones.”
El Sr. Chan hablaba del legendario Deng Xiaoping. Después del fallecimiento de Mao, la histórica lucha por el poder arreciaba y los enemigos de este hombre, corto de estatura pero grande en sus visiones, lo denunciaban como promotor del capitalismo logrando exiliarlo. Durante su juventud Deng había vivido en Francia en donde, por milagros de la providencia, tuvo acceso a las obras de Federico Bastiat provocándole una serie de inquietudes y tormentas interiores que siempre lo acompañaban.
Hacia finales de los años 70, Deng asumía el liderazgo de China para iniciar una histórica jornada de reformas económicas descritas por uno de sus colaboradores: “No todos se pueden hacer ricos al mismo tiempo, algunos lo deben lograr primero para que los otros los sigan.” En esos momentos se iniciaba la sepultura de las políticas de Mao que arruinaran al país.
El proceso se intensificaba durante los años 80 privatizando y descentralizando segmentos importantes de la economía. Sin embargo, el gran acierto de los reformadores sería no solo evitar el desmantelamiento de Hong Kong cuando Inglaterra lo entregara en 1997. Tomando el exitoso experimento como ejemplo, lo repetían en ciudades ubicadas en las costas estructuradas como zonas libres, que de inmediato se convertían en magnetos para le inversión mundial. Esas zonas, al igual que Hong Kong, Singapur y Dubái, operan protegidas por los esquemas de la “British Commun Law” en lo que Paul Romer ha bautizado como Charter Cities.
Desde 1980, China ha establecido esos paraísos de libertad económica en 21 puntos de su geografía desde Guangdong hasta Shangai. En 1988 iniciaron su ampliación recorriendo las fronteras hacia su interior, permitiendo cada año rescatar de la pobreza a más de 200 millones de ciudadanos. Desde 1992 se han establecido como zonas libres todas las capitales de las provincias interiores y regiones autónomas.
¿Cuál ha sido el resultado de esta jornada de libertad? Durante los últimos 25 años la economía de China ha liderado al mundo creciendo a un ritmo superior al 10% anual. Hace días se anunció que China ha desplazado a Japón como la segunda economía del mundo con un PIB superior a los 5 Trillones de dólares. China se ha convertido en el exportador más grande del mundo y el segundo importador global. Habiendo iniciado en el mismo punto hace 30 años, la economía de México representa solo el 20% de la de China.
Mientras Obama estrangula cada vez más a los EU con impuestos, regulaciones, gastos y endeudamiento, Hugo Chavez se levanta con su diaria lista de expropiaciones o de líderes que insultará. Mientras Fidel Castro en su demencia senil pronostica el holocausto y bendice a López Obrador. Mientras los zetas cortan su cuota diaria de cabezas, Peña Nieto exhibe nuevo peinado y viejas trampas, Espino le saca la lengua a Calderón, un ofendido Ebrard demanda al cardenal. Los chinos sigilosamente continúan su jornada de libertad que deba de convertir a ese país en el milagro del siglo XXI.
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