REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Yo no pretendo controlar los activos de la gente; quiero controlar sus mentes.
Adolf Hitler
Cuando en 1982, producto las reformas de Reagan, los EEUU emergieran de las cavernas keynesianas iniciarían un periodo de crecimiento económico nunca visto y solamente interrumpido por un leve bache que le costara la reelección a Bush I, para entregarle a Clinton un país que en el último trimestre de su mandato de nuevo crecía a un ritmo de casi un 6%. Esta agresiva ola de prosperidad enfrentaría su Waterloo en el verano del 2000, cuando los manejos equivocados del FED desrielara el proceso.
Los países latinoamericanos se colgaban de ese tren para iniciar una serie reformas que lucían no solo prometedoras, sino históricas. Escuchábamos del Milagro Mexicano, Costa Rica sería el nuevo Silicón Valley, Colombia un nuevo tigre asiático, Brasil retaría a los EU como el poder económico del hemisferio. Pero una vez más seríamos visitados por las catástrofes institucionalizadas: Hiperinflación, falla de los programas de estabilización, devaluaciones, fuga de capitales. Al inicio del siglo XXI, nos encontramos en la fase depresiva de algo que siempre tiende a repetirse.
La lista de motivos del fracaso de América Latina es interminable. Al inicio del siglo XIX se culpaba a la herencia española y su intolerable catolicismo. A mediados del siglo las armas se apuntaban hacia el peso demográfico de una población nativa indolente y opuesta al progreso. A principios del siglo XX era la injusta distribución de la riqueza y los campesinos sin tierra. Luego el turno sería del imperialismo yankee. En los años 50 y 60 se decidió el problema era la debilidad de nuestros gobiernos, condición que era corregible convirtiéndolos en los motores del desarrollo transformando a los políticos en empresarios para tomar control total de la economía.
Durante la década de los años 80 la realidad nos explotaba en la cara provocando una ola de crisis que azotaran todo el Continente. El impresionante desarrollo de países como Corea, Taiwán, Singapur, Chile era la prueba más clara de la falta de habilidad de los nuestros para entender la ruta hacia la prosperidad. Ello nos regresaba a la vieja pregunta: ¿Quién es el culpable?
Son tantos los desbocados jinetes del Apocalipsis que han pisoteando América Latina, que las masivas cargas de Gengis Kann lucirían como inocentes paseos en los volantines de los circos.
Pero hoy expongo una nueva versión de tan malévolos jinetes en nuestra vecindad “moldeando la mente colectiva de los mexicanos”. Vargas Llosa lo ha gritado a los cuatro vientos; mientras no se modifique nuestra cultura que—como dice mi tocayo Medina Macías—ha devaluado el saber de los mexicanos, no seremos capaces de abandonar nuestro doloroso subdesarrollo. Entre los caballistas modernos que más han contribuido para cincelar esa devaluación mental, tenemos: La Religión; Los Partidos, Los Sistemas Educativos; Las Artes, y muy especial, La Media. Pero en esta ocasión me quiero ocupar de éste último jinete; la Media. Afirmaba Jefferson que era mejor tener un periódico sin gobierno, que un gobierno sin periódico. Con ello elaboraba la importancia de la prensa libre para mantener gobiernos frenados.
Pulitzer definía un buen periódico: “Debe siempre luchar por la reforma y el progreso; nunca tolerar injusticia o corrupción; enfrentar siempre a los demagogos de todos los partidos y nunca pertenecer a ninguno; oponerse siempre a las clases privilegiadas por el establecimiento y a los estafadores públicos; permanecer devoto al bien de la sociedad; nunca estar satisfecho sólo reportando noticias; ser siempre drásticamente independiente; nunca temer el atacar la maldad provocada ya sea de los depredadores de la plutocracia, o depredadores de la pobreza”. Sin embargo, hace unos meses un libro del periodista Bernard Goldberg sacudía a la sociedad americana denunciando un complot de la media con su muy particular agenda.
Cuando las ideas liberales iniciaron su expansión durante el siglo XVIII, los poderes tradicionales—la monarquía, la nobleza, el clero—confiando en sus instrumentos de represión, no sintieron la amenaza. Nunca consideraron necesario el combatir esas ideas con armas intelectuales y acudieron a su violenta maquinaria de represión. Con horror se darían cuenta el que la nueva ideología les arrebataba las armas conquistando las mentes de sus súbditos. La derrota de viejo régimen mostraría la verdad en toda su pureza: no hay nada más poderoso que ideologías e ideólogos, y solamente con ideas, se puede combatir ideas. Sería dos siglos más tarde cuando contraatacaran.
En 1995 se reunía el súper secreto grupo Bildenberg en Alemania. David Rockefeller arengaba a las cabezas de los principales diarios del mundo: “Hubiera sido imposible para nosotros el elaborar un plan global sin la participación de ustedes.” Ese control sobre la media de la elite mundial tiene antecedentes añejos. En Febrero de 1917 nacía lo que se conocería como: “La combinación periodística.” El cartel de J. P. Morgan y sus aliados activaban un plan para dominar la media del mundo. Lograrían el control de los 25 periódicos más influyentes del planeta y de esa forma, compraban su política editorial. A cada uno de ellos le fue proporcionado un editor para supervisar la información.
El ponzoñoso enemigo que identifica esa elite mundial, es el individuo de mente libre. El diario Los Ángeles Times nos acaba de dar una muestra. Tratando de impedir la elección de Schwarzenegger no se detuvieron ante nada mostrando su parcialidad y falta de ética, que hoy los exhibe ante la comunidad. La humanidad aun ante la resistencia tradicional, cruza ya el umbral del aposento de un individuo liberado y el Estado debilitado.
Para que una economía sea eficiente y el proceso político sea funcional, sus actores deben de portar el conocimiento adecuado para que oferta y demanda se encuentren a campo abierto, ejerzan también su participación ciudadana armados con hechos reales. La prensa debe ser una de esas fuentes y si no cumple su responsabilidad, aporta al potaje de lo que Harrison define como; “Subdesarrollo es un Estado Mental”. La media en Mexico al igual que el sistema judicial, se ha convertido en instrumento de lo que debe de combatir y en palabras de Allen: “Opresores y esclavos cooperan en ignorancia, y aun cuando en apariencia se agreden unos a otros, en realidad se agraden a sí mismos.”
La media colonial parece no entender que así como hace 500 años la revolución de la pólvora destruyó el monopolio de la iglesia, ahora la revolución de la informática destruye el monopolio del Estado, para regresar el poder a la sociedad civil. Desgraciadamente algunos de los medios distorsionando su función, luchan todavía para transportarnos a la época del feudalismo religioso en una lucha que ya está definida.
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