Ricardo Valenzuela
Durante los primeros 19 siglos de la era cristiana, Europa sin duda fue el centro económico, político, cultural, científico del mundo. Pero a partir de principios del siglo XX, los caprichos de la historia precipitaron dos guerras mundiales que le dejaron literalmente destruida; la avenida del comunismo devoró la mitad del Continente, y finalmente el socialismo controlaría el resto de la región hasta principios de los años 80s. Estos eventos dieron origen de su estancamiento para que los EU tomaran ese liderazgo que hasta la fecha mantienen. Con la caída del comunismo y el desprestigio del socialismo, surgió la Europa unificada presentado ahora una confusión del rumbo que daba tomar el viejo Continente.
Sin embargo, muy cerca de las costas de Inglaterra en un pequeño país al que nadie presta atención, se ha estado desarrollando una callada y discreta revolución durante los últimos casi 20 años, que tiende ahora a convertirse en el milagro económico del nuevo Siglo y un ejemplo para todos las naciones del mundo. Esta ha sido una revolución sin selvas ni guerrilleros, pero que ha sacado a millones de la pobreza en solo dos décadas y se está llevando a cabo en Irlanda. Hace tiempo un conocido intelectual mexicano comparaba a México e Irlanda en el sentido que hasta hace unos años ambos eran países católicos, pobres y subdesarrollados, con poderosos vecinos ricos y protestantes.
El rechazo del tratado de Niza ha ubicado a Irlanda en el centro del debate en relación al futuro de la expansión en la Unión Europea. Cuando el humo de la frustración desaparezca, Irlanda habrá proporcionado una importante lección política y económica para el resto de las naciones miembros de la comunidad Europea. Este pequeño país que solo representa el 1% de la actividad económica de la Europa unificada, ha elevado exitosamente los niveles de vida de sus habitantes a las alturas de los países más desarrollados del mundo en unos cuantos años. Aun cuando su ubicación geográfica la coloca lejos del Continente, está proporcionado un modelo a seguir para el resto de los aspirantes.
En estos momentos hay infinidad de opiniones en relación al rechazo del tratado y se le cuelgan una serie de motivos, pero la realidad nos muestra que el principal reactor de la actitud de Irlanda, ha sido la serie de mediadas intrusivas que Bruselas ha tratado de imponer en el manejo de sus finanzas, para de alguna forma reducir el acelerado crecimiento que ha experimentado ya durante años muy por encima del resto de los países de Europa. La Unión Europea como todos los “clubes” tiene sus reglas. Las reglas macroeconómicas están contenidas en su pacto de estabilidad y crecimiento a través del cual controlan “el mal comportamiento” de sus miembros.
Sin embargo, el problema con Irlanda no ha sido el que se haya “portado mal,” todo lo contrario, el problema es que se ha “portado demasiado bien” y la disputa con Bruselas ha sido en el sentido de cómo responder y “actuar” ante lo que la burocracia Europea considera el agresivo crecimiento del país, dado el deseo de tener más coordinación de las políticas de desarrollo entre los miembros de la Unión. Entonces, Irlanda con su crecimiento ejemplar, su baja inflación, su delicada seducción para atraer la inversión internacional, superávit en su presupuesto, sus bajas cargas impositivas, sus finanzas en orden; “se ha convertido en patito feo y el mal ejemplo” de la nueva Europa.
Por otra parte Irlanda ha sido también fuertemente criticada por sus políticas impositivas Supply—Side importadas de los EU, y que han atraído cantidad de empresas a nivel mundial. Los burócratas de Bruselas están ahora tratando de forzarla para que establezca un sistema fiscal semejante a los opresivos del resto de Europa, y además, que de alguna forma comparta el superávit de su presupuesto, puesto que según ellos ese dinero proviene de todos los ciudadanos de la Unión Europea. El sistema impositivo ha sido la columna vertebral de la estrategia económica de Irlanda---misma que los países candidatos a formar parte de la Unión ahora estudian con gran interés.
Después de años de errores y correcciones del rumbo, Irlanda ha logrado establecer una estrategia especial para los retos del nuevo milenio. Los gobiernos de los últimos años han podido lograr un acuerdo para construir una política basada en bajos impuestos y una tenue regulación, dejando los mercados seguir su curso, lo que ha creado un clima de negocios muy especial convirtiendo al país en un magneto para la inversión internacional. Ahora, la inclusión de Irlanda en este nuevo mercado unificado con los atractivos que presenta, así como su reciente inclusión en el proyecto de unificación monetaria, ha hecho que su magneto de atracción cobre más poder.
Este diminuto país que es famoso más que por su milagro económico, por su hambruna del siglo XIX que provocó la gran inmigración de sus habitantes a ese nueva nación llamada los EUA, o por sus sangrientas guerras religiosas entre protestantes y católicos, es ahora la admiración del mundo al haber catapultado el ingreso per cápita de sus habitantes a más de $20,000 dólares en unos cuantos años. Irlanda con menos del 5% de territorio que México y con menos del 4% de nuestra población, tiene un PIB equivalente casi al 20% del nuestro, y el poder de compra de sus ciudadanos es prácticamente el triple que el de los mexicanos. Durante los últimos diez años ha controlado su inflación a menos de 3%, abajo inclusive que la de EU.
El “mal comportamiento” de este pequeño país está abriendo un interesante debate entre el resto de los países europeos sobre el tipo de modelo económico que deben de manejar dado la “competencia” que representa. Irlanda ha abrazado el antiguo modelo Anglo Sajón de mercados libres sin intervención gubernamental rescatado por la Thatcher y ahora reforzado por Blair. El rechazo del tratado de Niza ha causado gran consternación en Bruselas y ha centrado la atención en las reglas económicas del club, pero tal vez se convierta en una verdadera bendición no solo para Europa, sino para el mundo entero.
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