“México requiere lo que ofrece China a lo largo de sus costas atlánticas: Libertad económica y estado de derecho, lo que aparentemente la clase política mexicana no está dispuesta a entregar y permanecemos ahí, en la mediocridad.”
RICARDO VALENZUELA
Desde que tengo uso de razón siempre me intrigó la infinita diferencia entre nuestros países; México y Estados Unidos. Cómo oriundo de un estado fronterizo tuve la oportunidad de comparar ocupando asiento en la primera fila del espectáculo. A tantos años de distancia, sigo manteniendo la misma lucha para encontrar respuestas que cada día cambian su fisonomía.
Esa interrogante me persiguió durante los primeros 30 años de mi vida. Finalmente me propuse encontrar respuesta; ¿porque los EU son tan ricos y México es tan pobre? Esa búsqueda me llevó a los lugares y con las personas más interesantes que yo jamás haya conocido. Me ha llevado a una serie de análisis y conclusiones, desde aspectos políticos, religiosos, antropológicos, de educación y, sobre todo, nuestras herencias mentales.
En esa intensa exploración he encontrado infinidad de argumentos, sin embargo, pienso que el más convencedor de ellos lo rescaté en un par de
libros del autor Lawrence Harrison titulados: “El sueño Panamericano,” y “Subdesarrollo es un Estado Mental.”
Harrison acaba de publicar la segunda versión de uno de sus libros: “Subdesarrollo es un Estado Mental,” puesto que la primera edición se originó en 1985 y es sumamente interesante el analizar los resultados del regreso de la pluma inquisidora de este extraordinario autor para crucificar nuestros resultados, ante un mundo que cada día se funde y se confunde con de las actitudes mentales que llevaron a nuestro continente latinoamericano al subdesarrollo en que nos encontramos.
En sus obras originales Harrison hace causa común con Octavio Paz para explicar el contraste entre las dos Américas; la heredera de Inglaterra, y la heredera de España y Portugal, cuando afirma: “Una, en la que se habla inglés, es la hija de la tradición que fundó el mundo moderno; La Reforma, con sus consecuencias sociales y políticas, democracia y capitalismo. La otra, en la que se habla español y portugués, es la hija de la monarquía católica universal y de la contra Reforma.” Los legados Anglo protestantes e Ibero católicos. Es decir-- identificaba las causas del progreso y desarrollo en una, y el subdesarrollo en otra----con la herencia protestante Calvinista y la democracia inventada por los padres de la patria americana por un lado, y en la herencia católica---enemiga del capitalismo---y la autocracia política de la corona de España.
En pocas palabras; Mientras los EU se embriagaban de mercados con base a las ideas de Adam Smith y John Locke e implementadas por Jefferson y todos los presidentes elegidos democráticamente de los últimos dos siglos; En México nos envolvíamos en una serie de sangrientas guerras entre militares sedientos de poder que nos produciría la dictadura Porfirista, y después la revolución que arruinó el país. Mientras en los EU los partidos demócrata y republicano iniciaban una competencia política feroz, en México el PRI establecía su dictadura perfecta en la que el estado escogería a los ganadores y perdedores, y que sería la piedra en el cuello del país durante los siguientes casi 100 años.
Sin embargo, el libro de Harrison fue publicado hace 25 años, el mundo luce muy diferente en estos momentos. La Unión Soviética ya no existe. La mayoría de los países de América Latina son ahora “tiránicas democracias.” En México, especialmente, podemos comparar la época en la que Echeverría constantemente insultaba a los EU, con esta nueva era en la que nos hemos convertido en socios y, en estos momentos, ya hemos tenido presidentes democráticamente electos ajenos al fatídico pacto de Calles, aunque copados para actuar.
A veinte y cinco años de distancia la gran duda para el autor era si realmente México había resuelto su problema más importante que le impedía lograr un verdadero desarrollo económico, político, social, “sus estructuras mentales”. En un país como el nuestro en el cual la producción, la política, y la educación habían sido estructuradas para mantener al partido en el poder, en el cual una medieval iglesia católica participa en la formación mental de la sociedad, realmente se dudaba que esas estructuras hubieran cambiado.
A veinte y cinco años de distancia ¿México luce realmente diferente? Una nueva generación se volcó a las urnas para demostrar al mundo nuestro cambio de actitudes mentales. Pensamos haber logrado nuestra liberación, que la sociedad civil había despertado, había salido de su letargo. Nos sacudimos el oxidado sistema político que había coartado nuestro desarrollo. Creímos haber roto la camisa de fuerza que representaba el viejo control draconiano del PRI. Que la viejas estrategias establecidas para controlar, no para prosperar, estaban enterradas. A veinte y cinco años de distancia tenemos ante nosotros un país nuevo y diferente. ¿Es ahora la gran oportunidad para despegar?
Pero ante una inesperada panorámica nacional y mundial, es hora de bajar la temperatura de nuestra euforia. No hay duda que hemos cambiado pero el camino a recorrer aun es largo. El país sigue estacionado en la mediocridad, cortesía de las nuevas luchas políticas, mientras China, Chile, Brasil y la India despegan hacia el primer mundo.
El autor asegura que si en México no se presenten estas siete condiciones que siempre habían sido saboteadas por el establishment que lo ha controlado y lo sigue controlando, se mantendrá en ese vergonzoso limbo de la mediocridad:
1) La creación de un ambiente en el cual la gente espere y reciba un tratamiento justo. Desaparezca la familia revolucionaria. Desaparezca la visible mano del Estado para escoger ganadores y perdedores.
2) Un sistema educativo efectivo y accesible: uno que ofrezca herramientas intelectuales y vocacionales básicas; nutra la curiosidad e inquietud intelectual, las facultades criticas, el disentir, y la creatividad; y sobre todo, le de a la gente las herramientas para resolver sus propios problemas, para de esa forma deshacernos de las cadenas del estatismo y la dependencia.
3) Un sistema de salud que proteja a la gente de las enfermedades que debilitan su intelecto y matan. Un sistema de salud preventivo que realmenteproteja nuestro capital más importante, el capital humano.
4) La creación de un ambiente que promueva la experimentación y la crítica. Un ambiente que promueva la formación de exploradores, que promueva la formación de tomadores de riesgos.
5) La creación de un ambiente en el que se ayude a la gente a descubrir sus talentos, sus intereses, y conjugarlos con una actividad profesional adecuada que tenga la demanda que sólo los mercados libres producen.
6) Mediante la creación de un sistema de incentivos que premie el mérito y los logros, y castigue nepotismo, irresponsabilidad, la dependencia etc.
7) La creación de la estabilidad y la continuidad que haga posible el planear el futuro con confianza.
En pocas palabras, México requiere lo que ofrece China a lo largo de sus costas atlánticas: Libertad económica y estado de derecho, lo que aparentemente la clase política mexicana no está dispuesta a entregar y permanecemos ahí, en la mediocridad.
Desde que tengo uso de razón siempre me intrigó la infinita diferencia entre nuestros países; México y Estados Unidos. Cómo oriundo de un estado fronterizo tuve la oportunidad de comparar ocupando asiento en la primera fila del espectáculo. A tantos años de distancia, sigo manteniendo la misma lucha para encontrar respuestas que cada día cambian su fisonomía.
Esa interrogante me persiguió durante los primeros 30 años de mi vida. Finalmente me propuse encontrar respuesta; ¿porque los EU son tan ricos y México es tan pobre? Esa búsqueda me llevó a los lugares y con las personas más interesantes que yo jamás haya conocido. Me ha llevado a una serie de análisis y conclusiones, desde aspectos políticos, religiosos, antropológicos, de educación y, sobre todo, nuestras herencias mentales.
En esa intensa exploración he encontrado infinidad de argumentos, sin embargo, pienso que el más convencedor de ellos lo rescaté en un par de
libros del autor Lawrence Harrison titulados: “El sueño Panamericano,” y “Subdesarrollo es un Estado Mental.”
Harrison acaba de publicar la segunda versión de uno de sus libros: “Subdesarrollo es un Estado Mental,” puesto que la primera edición se originó en 1985 y es sumamente interesante el analizar los resultados del regreso de la pluma inquisidora de este extraordinario autor para crucificar nuestros resultados, ante un mundo que cada día se funde y se confunde con de las actitudes mentales que llevaron a nuestro continente latinoamericano al subdesarrollo en que nos encontramos.
En sus obras originales Harrison hace causa común con Octavio Paz para explicar el contraste entre las dos Américas; la heredera de Inglaterra, y la heredera de España y Portugal, cuando afirma: “Una, en la que se habla inglés, es la hija de la tradición que fundó el mundo moderno; La Reforma, con sus consecuencias sociales y políticas, democracia y capitalismo. La otra, en la que se habla español y portugués, es la hija de la monarquía católica universal y de la contra Reforma.” Los legados Anglo protestantes e Ibero católicos. Es decir-- identificaba las causas del progreso y desarrollo en una, y el subdesarrollo en otra----con la herencia protestante Calvinista y la democracia inventada por los padres de la patria americana por un lado, y en la herencia católica---enemiga del capitalismo---y la autocracia política de la corona de España.
En pocas palabras; Mientras los EU se embriagaban de mercados con base a las ideas de Adam Smith y John Locke e implementadas por Jefferson y todos los presidentes elegidos democráticamente de los últimos dos siglos; En México nos envolvíamos en una serie de sangrientas guerras entre militares sedientos de poder que nos produciría la dictadura Porfirista, y después la revolución que arruinó el país. Mientras en los EU los partidos demócrata y republicano iniciaban una competencia política feroz, en México el PRI establecía su dictadura perfecta en la que el estado escogería a los ganadores y perdedores, y que sería la piedra en el cuello del país durante los siguientes casi 100 años.
Sin embargo, el libro de Harrison fue publicado hace 25 años, el mundo luce muy diferente en estos momentos. La Unión Soviética ya no existe. La mayoría de los países de América Latina son ahora “tiránicas democracias.” En México, especialmente, podemos comparar la época en la que Echeverría constantemente insultaba a los EU, con esta nueva era en la que nos hemos convertido en socios y, en estos momentos, ya hemos tenido presidentes democráticamente electos ajenos al fatídico pacto de Calles, aunque copados para actuar.
A veinte y cinco años de distancia la gran duda para el autor era si realmente México había resuelto su problema más importante que le impedía lograr un verdadero desarrollo económico, político, social, “sus estructuras mentales”. En un país como el nuestro en el cual la producción, la política, y la educación habían sido estructuradas para mantener al partido en el poder, en el cual una medieval iglesia católica participa en la formación mental de la sociedad, realmente se dudaba que esas estructuras hubieran cambiado.
A veinte y cinco años de distancia ¿México luce realmente diferente? Una nueva generación se volcó a las urnas para demostrar al mundo nuestro cambio de actitudes mentales. Pensamos haber logrado nuestra liberación, que la sociedad civil había despertado, había salido de su letargo. Nos sacudimos el oxidado sistema político que había coartado nuestro desarrollo. Creímos haber roto la camisa de fuerza que representaba el viejo control draconiano del PRI. Que la viejas estrategias establecidas para controlar, no para prosperar, estaban enterradas. A veinte y cinco años de distancia tenemos ante nosotros un país nuevo y diferente. ¿Es ahora la gran oportunidad para despegar?
Pero ante una inesperada panorámica nacional y mundial, es hora de bajar la temperatura de nuestra euforia. No hay duda que hemos cambiado pero el camino a recorrer aun es largo. El país sigue estacionado en la mediocridad, cortesía de las nuevas luchas políticas, mientras China, Chile, Brasil y la India despegan hacia el primer mundo.
El autor asegura que si en México no se presenten estas siete condiciones que siempre habían sido saboteadas por el establishment que lo ha controlado y lo sigue controlando, se mantendrá en ese vergonzoso limbo de la mediocridad:
1) La creación de un ambiente en el cual la gente espere y reciba un tratamiento justo. Desaparezca la familia revolucionaria. Desaparezca la visible mano del Estado para escoger ganadores y perdedores.
2) Un sistema educativo efectivo y accesible: uno que ofrezca herramientas intelectuales y vocacionales básicas; nutra la curiosidad e inquietud intelectual, las facultades criticas, el disentir, y la creatividad; y sobre todo, le de a la gente las herramientas para resolver sus propios problemas, para de esa forma deshacernos de las cadenas del estatismo y la dependencia.
3) Un sistema de salud que proteja a la gente de las enfermedades que debilitan su intelecto y matan. Un sistema de salud preventivo que realmenteproteja nuestro capital más importante, el capital humano.
4) La creación de un ambiente que promueva la experimentación y la crítica. Un ambiente que promueva la formación de exploradores, que promueva la formación de tomadores de riesgos.
5) La creación de un ambiente en el que se ayude a la gente a descubrir sus talentos, sus intereses, y conjugarlos con una actividad profesional adecuada que tenga la demanda que sólo los mercados libres producen.
6) Mediante la creación de un sistema de incentivos que premie el mérito y los logros, y castigue nepotismo, irresponsabilidad, la dependencia etc.
7) La creación de la estabilidad y la continuidad que haga posible el planear el futuro con confianza.
En pocas palabras, México requiere lo que ofrece China a lo largo de sus costas atlánticas: Libertad económica y estado de derecho, lo que aparentemente la clase política mexicana no está dispuesta a entregar y permanecemos ahí, en la mediocridad.
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