Tuesday, November 8, 2016

Democracia cadáver

Carlos Rodríguez Braun señala que la repetida idea de que las empresas controlan al Estado resulta muy extraña dado que ese mismo Estado les cobra impuestos cada vez más altos.

Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Su blog se encuentra en www.carlosrodriguezbraun.com y su cuenta de Twitter es @rodriguezbraun.
Recuerdo que hace tiempo leí este mismo titular en El País. Precedía a la entrevista que Pablo Ordaz le hizo al filólogo italiano Luciano Canfora, que dijo: “Se ha desarrollado y consolidado un fortísimo poder supranacional, no electivo, de carácter tecnocrático y financiero que tiene en los organismos europeos los instrumentos para gobernar toda la comunidad, dando a un país más importante que los demás, Alemania, el papel para dictar las reglas…la democracia ha muerto…quien decide realmente lo hace sin contar con el parlamento”.



La famosa frase de que hay que repetir mil veces una mentira hasta que parezca que es verdad es de Lenin. De él la tomó Goebbels, que admiraba al comunista ruso. Y los nazis, como los fascistas, tomaron de los comunistas la imagen de Marx de que el Estado es un mero títere de la burguesía. Pablo Iglesias y Pedro Sánchez avisando del peligroso poder del Ibex 35, por tanto, no han inventado nada.
Este argumento se parece a la antigua idea liberal de Adam Smith, que denunció las presiones de muchos empresarios ante los Estados, para obtener privilegios, financiación y protección frente a la competencia. Los liberales han mantenido esa denuncia hasta nuestros días, y, como Smith, la utilizan para criticar el poder político y reclamar un intervencionismo menor.
Los socialistas, en cambio, la emplean como un argumento a favor de un Estado mayor, independiente, realmente coactivo y…dirigido por ellos. En caso contrario siempre han alegado que el Estado está en manos de algún “fortísimo poder”, capitalista, o, si es político, supranacional, como la Unión Europea, o de algún país extranjero, preferiblemente grande y antipático: ahora es Alemania.
Redondean esta fantasía alegando que, en realidad, si no se produce eso que anhelan, no hay democracia. Es interesante cómo se han apropiado de la palabra, y llegado a la insolencia de que, como se recordará, cuando había dos Alemanias y una de ellas era una dictadura, el nombre que le pusieron los comunistas fue “Democrática”.
Puede que la repetición de un bulo lo vuelva verosímil, pero a los críticos nos anima aún más a la resistencia. Así, frente a los lamentos, como el del profesor Canfora, de que los Estados ya no mandan, hay que recordar que nunca los Estados han sido más grandes, y nunca su coacción sobre la economía y la sociedad ha sido más extensa y profunda. Todo esto, al revés de lo que sostiene el profesor italiano, se ha producido en democracia: hay más democracia hoy que nunca antes.
Por fin, la tan repetida idea de que las empresas mandan sobre el poder va en contra de lo que el poder hace, y que todos podemos ver. El Estado español, para colmo en manos de la derecha supuestamente capitalista y liberal, esclava del Ibex 35, ha decidido subirles los impuestos a esas mismas empresas que supuestamente los controlan.
Suelo decir, por volver a la frase de Marx, que si el Estado es un títere de la burguesía, es un títere sumamente curioso, porque obliga a pagar al titiritero

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