Wednesday, December 21, 2016

Decadencia moral, intelectual y programática

Víctor Pavón explica la importancia de los partidos políticos para la vigencia de una democracia liberal que limite el poder de los gobernantes.

Los partidos políticos son los hijos directos del constitucionalismo porque fueron concebidos para defender la ley fundamental, entendida como una declaración de principios que limita el poder de los gobernantes. Esta es una evidencia histórica. Así ocurrió con los dos partidos tradicionales de nuestro país, el Liberal y la Asociación Nacional Republicana, partido Colorado.


En el año 1887, la Constitución de 1870 estaba en plena vigencia y los fundadores de aquellas nucleaciones políticas sabían que el mejor modo de encontrar el camino hacia la restauración del país luego de la hecatombe de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) estaba en garantizar la libertad, la paz y la justicia, para hacer posible el buen gobierno.
El logro de esos cometidos requería estampar en letras aquellos ideales del liberalismo republicano en boga como una idea que se extendía por el mundo civilizado y que hasta a la fecha son un faro que ilumina a las naciones. No fue fácil para aquella generación de compatriotas surgida del dolor, en particular para las mujeres denominadas Las Residentas y de los hijos de éstas que escucharían por años las más terribles ignominias hacia sus padres que nunca más volvieron a sus hogares.
Con sus luces y sus sombras, no obstante y en plena reconstrucción del país, también emergió una generación de colorados y liberales, que supo mantener intacto el precioso legado constitucional republicano; y fue así que la epopeya del Chaco (1932-1935) se constituyó para el Paraguay en su hora más gloriosa cuando un ejército apartidario dirigido por un gobierno austero, honesto y pródigo por servir a la nación, como lo fue el de Eusebio Ayala, es reconocido como el presidente de la victoria.
Esa hora gloriosa del Paraguay construido sobre la base del constitucionalismo liberal y republicano no fue un producto del azar; fue el resultado de la altura moral e intelectual de sus protagonistas. Muchos de aquellos hombres eran genuinamente servidores públicos, sin haber llevado moneda alguna hacia sus bolsillos y haber sido sepultados en una simple y humilde caja mortuoria, como muestra de integridad y acrisolada honestidad.
La decadencia moral, intelectual y programática sobrevino apenas culminada la gloriosa gesta del Chaco. Los dos líderes, uno civil y otro militar, fueron exiliados como la primera muestra de la ingratitud de una nueva generación preparada para cohabitar con el poder de las fuerzas de las armas.
Influenciados por los poderosos incentivos que de cualquier poder desorbitado emergen, ya sean cargos, sueldos y privilegios, el constitucionalismo fue dejado de lado para convertirse en un ideal expuesto a la coyuntura. La Constitución se convirtió en un cascarón vacío de contenido, expuesto a las veleidades y violaciones más detestables.
De ese modo la Carta Política (1940) llevó al genio estratega militar del Chaco, José Félix Estigarribia, a convertirse en el hombre providencial. Este documento, sin embargo, estaba viciado en su mismo fundamento debido a que se inspiraba en el autoritarismo emergente en el viejo continente. Con la decadencia moral, intelectual y programática de los miembros de los partidos políticos que ya no comprendían ni les interesaba los ideales del constitucionalismo de antaño, el Paraguay cayó en tal desgracia que, los antiguos camaradas —sin importar si eran liberales o colorados— y que habían luchado en las trincheras como hermanos en memorables batallas, apenas doce años después (1947) se perseguían y mataban entre sí.
Sin duda que las dictaduras afectan el tejido moral de la nación. Fue así que durante la larga noche política (1954- 1989) los partidos Liberal y Colorado fueron presa de tremendos cambios en su apreciación de la sociedad y el poder. Antes el partido político era una sociedad de hombres libres e idealistas que aspiraban el poder para devolverlo al pueblo; hoy, el partido es el poder mismo sustentado en listas cerradas, sábanas, que premian a los seguidores más abyectos de las camarillas dominantes y para servirse del pueblo.
El año 1992, con la puesta en marcha de la nueva Constitución, se inició un proceso político en el país del cual hoy se pueden visualizar sus fortalezas y debilidades. Pero lo que no resulta aceptable es cambiar la Constitución para adecuarla a la coyuntura de los resultados electorales, dado que esto sería contradictorio con lo que propone el moderno constitucionalismo, más aun en las sociedades del siglo XXI.
La voluntad indisimulada de seguir en el poder, ya sea provenga del presidente de la República y de los miembros del Congreso cualquiera sea (hoy éstos últimos pueden ser reelectos sine die, y esto se debe reformar) es un reflejo de la decadencia intelectual, moral y programática en la que los partidos políticos han caído para así empantanar el futuro de miles de jóvenes, entre los que pueden estar y por qué no, un Cecilio Báez, Eligio Ayala, Manuel Gondra, Fulgencio R. Moreno, Ignacio A. Pane, Blas Garay y otros; los nuevos lideres que el país necesita bajo la consigna de Libertad y Buen gobierno

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