Sunday, December 4, 2016

Esto no termina... hasta que termina



“SON RAROS LOS PASAJES EN LA HISTORIA DE LOS VECINOS DISTANTES, MÉXICO Y LOS EU, QUE SE HAN LLEGADO ASEMEJAR DE FORMA CLARA. PERO EN LOS ÚLTIMOS 40 AÑOS ENCONTRAMOS UNA PELÍCULA QUE NOS DEJA REALMENTE SORPRENDIDOS.”


RICARDO VALENZUELA
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Son raros los pasajes en la historia de los Vecinos Distantes, México y los EU, que se han llegado asemejar de forma clara. Pero si recorremos el velo de los últimos 40 años, encontraremos una película que nos deba dejar realmente sorprendidos.

Los EU después del asesinato de Kennedy, iniciaban un declive que lo llevara al profundo pozo de la Stagflación por lo que, Nixon, al sentirse acorralado, procede al rompimiento de los acuerdos de Breton Woods para darle vida casino mas grande del planeta, y a la actual desestabilización monetaria. Después, establecía esquemas de burda agresión al mercado controlando precios y salarios cuando afirmaba; “ahora todos somos Keynesianos.”



A la crisis se sumaba la guerra de Viet Nam, para luego tornarse en caos ante su renuncia consecuencia de Water Gate. Pero el mandatario sustituto, Gerald Ford, demostraría su ineptitud ante la avalancha de problemas que ya arropaban todos los segmentos de la sociedad. Cuando, en 1976, Ronald Reagan fracasa en su intento para arrebatarle la nominación del partido Republicano, los EU se enfrentaban a una pavorosa realidad: La segura presidencia del inepto y peligroso Jimmy Carter.

Grandes segmentos de la sociedad americana, aceptando la terrible condena, se preparaban para la grave tempestad emergiendo en el horizonte. Sabían la forma en que Carter asomaría el país al abismo y la única estrategia que podían establecer, era la minimización de los daños que se provocarían y, algo más importante, iniciaban planes para la siguiente elección, misma que debería de surtirles un mecánico reparador.

Carter, nunca decepcionaría las expectativas llevando a los EU a la peor crisis económica desde la gran depresión. Ante los ojos del mundo, EU había llegado al final de su ciclo para ceder la supremacía mundial a un Japón, que ya invadía el mundo con bienes, servicios y su capital. Pero los años de la Malaise llegarían a su fin y gran comunicador emergía como el nuevo mandatario asumiendo un doble ropaje, redentor y desactivador de los 40 años en ruta hacia la servidumbre.

México, aquel mismo año de 1976, iniciaba un declive más espectacular que el sufrido por su vecino. Así como FDR se identificara como el reformador, Salinas de Gortari haría lo mismo pero con resultados similares; ninguno de los proyectos soportaría la prueba del añejo, y se derrumbaban. Al igual que a Kennedy, a Salinas le precederían oscuros hombres que ante la magnitud de la problemática, como Carter arriando la bandera derrotista, decidieran simplemente vestir el camuflaje cuando el país, igual que la era post Carter, se encontraba sumergido en una de sus peores depresiones coronada con una devaluación que ha costado más de 500 billones de dólares.

Pero la gran diferencia, fue que los EU al tocar el fondo de la Stagflación y asomarse al precipicio que hubieran habitado sólo 50 años atrás, reaccionaran con el coraje de una sociedad civil saludable para elegir a Ronald Reagan quien, al final de su mandato, habría cambiado, no sólo la estructura y fisonomía del país, la del mundo entero. México, al inicio de este 2006, en mucho se asemeja a los EU de 1976 cuando, una sociedad decepcionada por la tibieza de Gerald Ford, decidiera abordar el tren de la tragedia conducido por Jimmy Carter.

Sin haber aprendido, México apunta hacia un abismo ya recorrido. Ese abismo laborado por políticos revolucionarios y mercantilistas. Ayuda en la tarea el pueblo decepcionado por un gigante con piernas de barro. Se suman empresarios que extrañan los contratos, subsidios, y las “pequeñas devaluaciones.” Políticos que se aferran a sus cotos en peligro. Sindicatos que, con su vida, protegerán sus vampirescas succiones del presupuesto. Ejidatarios que no quieren la propiedad ni la responsabilidad. La iglesia, ante el pavor de la verdadera liberación del hombre. Jóvenes que no nacían cuando México inició su remolino, pero envenenados por nuestra educación pública, creen de nuevo en el Che Guevara y portan sus camisetas.

Ante ello vale el refrán: “Nunca le des una lupa a un ciego, porque jamás podrá ver.” Y la ceguera de los mexicanos es peor que nunca, pues eligiendo de los males el menor, es aun un mal lo elegido.

Pero ¿Qué hacer ante el rugiente Tsunami? Las cartas están echadas y es poco lo procedente pues cualquier combinación que arrojen, México pierde. Nos espera una larga noche arrullada con el ruido de los machetes. Con un estado de derecho archivado en los rincones de la demagogia y el cinismo. Con ese viento mortal de nuevo fluyendo por todos los rincones de la patria: la inflación. En pocas palabras, nos invade esa grave enfermedad contra la cual Jefferson previno al mundo: la tiranía de la Plebecracia.

Sin embargo, hay algo que sí podemos hacer. Una corta retirada, como la de McArthur, pero afirmando igual: “volveré.” Con una visión hacia el futuro, preparar los equipos de emergencia para rescatar lo que quede en el 20012. Prepararnos, emocionalmente, para atestiguar el intento de llevar el país al precipicio y, si es posible, evitar que la puñalada atraviese el corazón de la patria.

De algo podemos estar seguros. Esta vez México tocará el fondo de ese abismo pero, después de todo, tal vez no sea tan trágico. Tal vez sea, como lo afirmara Laffer en 1995, lo que México requiere para luego de su violenta agonía, reencarnar como país libre, moderno, justo, competitivo. Un país que al igual que Japón y Alemania al final la guerra que destruyera no sólo vidas y edificios, sino las redes que los aprisionaran durante más de cien años, bajo el comando de dos estadistas emergieran de las cenizas para convertirse en la segunda y tercera economías del mundo.

Iniciemos la búsqueda de nuestro McArthur para que arribe a recoger los escombros. Ese Ludwig Erhart quien, soportando presiones socialistas del New Deal, liberara la economía alemana para elevarla a la grandeza. Un hombre que lo haga en México; con las herramientas, dispuesto a que sus manos se cubran de callos; a que le escurra el sudor por todo el cuerpo; a ser impopular pero eficiente, y en especial, con el carácter para no recular. Un hombre terco pero inteligente y justo.

Ese hombre que despierte a esa sociedad civil irresponsable, que sea capaz de hacernos entender cómo la responsabilidad individual, la libertad, la competencia y los mercados libres…pagan y pagan bien. Que el gobierno no es la solución, sino que, de la forma estructurada en México, es el problema. Finalmente, no capitulemos, pues como afirmara Yogi Berra: “It ain’t overuntil is over.”

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