“Los Padres Fundadores le tenían pavor a la tiranía de las mayorías y, por eso, se aseguraron que la Constitución fuera un documento para gobernar al Estado, no a la gente.”
RICARDO VALENZUELA
Debido a la respuesta a mi nota de la semana pasada, “Caída de quienes se creyeron dioses”, comento ahora los experimentos que tanto han afectado el desarrollo de la humanidad. Iniciamos con la democracia.
La experiencia EU
El nacimiento de EU ha sido un evento verdaderamente admirable. Sus fundadores, repudiando los sistemas autocráticos de Europa, establecían un esquema de libertad en el cual la gente tuviera elementos para controlar al gobierno, protegiendo sus derechos individuales. Las pinceladas finas fueron para evitar los vicios de sistemas europeos, en donde el poder solamente residía en las monarquías, iglesias y ejércitos. El nuevo país sería una “República Comercial”, no una democracia.
Los fundadores no simpatizaban con la democracia y, por ello, en ningún documento que le diera vida a la nación, aparece esa palabra. Jefferson la describía así: “Democracia no es más que el mandato de la plebe, donde una mayoría de 51% se da a la tarea de infringir los derechos de la minoría del 49%”. Madison advertía en el congreso continental: “Las democracias siempre han sido espectáculos de turbulencia, incompatibles con la seguridad personal y los derechos de propiedad; han tendido corta vida y han muerto violentamente.”
Los Padres Fundadores le tenían pavor a la tiranía de las mayorías y, por eso, se aseguraron que la Constitución fuera un documento "para gobernar al Estado, no a la gente". Al inicio de los EU, eran muy pocos lo que tenían derecho a votar. No consideraban justo que el voto de quienes pagaban impuestos, tuviera igual valor de los que recibían beneficios de parte de los causantes, sin pagar.
Los creadores de la constitución, pensaban que el propósito del Estado era proteger los derechos de John Locke: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Todos escribieron con asertividad refiriéndose al tema. Sobre la propiedad, John Adams imprimía: “Al momento en que la sociedad admita la idea, que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, y no hay un estado de Derecho que la proteja, se inicia la tiranía”.
La Constitución fue diseñada para promover la causa de la libertad, no de la democracia. Para lograr eso, protegía los derechos de los individuos frente a las transgresiones del Estado, pero también de sus conciudadanos. Con ese propósito establecía reglas claras que salvaguardaran esos derechos. Como estrategia, las funciones y el tamaño del Estado fueron agresivamente limitados. La libertad económica, requisito base para el crecimiento y la prosperidad, fue consagrada como uno de los objetivos supremos.
La Constitución sería un documento de procedimientos que indicara quién o quiénes deberían ejercer el poder y cómo lo deberían ejercer. Con gran claridad resaltaba la separación de poderes y los pesos y contrapesos del sistema. No se trataba de una fórmula para practicar ingeniería social, sino un escudo para proteger a la gente del Estado. En pocas palabras, fue diseñada para gobernar y controlar al Estado, no a la gente.
La Carta de Derechos (Bill of Rights) establecía esos derechos frente a violaciones por parte del Estado. Lo único que los ciudadanos podían exigir del Estado, listado en la Carta de Derechos, era un juicio con un jurado. El resto del contenido eran protecciones frente a ese Estado. Durante más de un siglo la propiedad privada, los contratos y el libre comercio doméstico e internacional, fueron sagrados. La responsabilidad y el tamaño del Estado permanecieron sumamente restringidos. Todo consistente con el concepto de libertad.
Sin embargo, a partir de la guerra de secesión en 1861, el esquema de los fundadores iniciaba su derrumbe. Dicen que la historia la escriben los victoriosos, y es el caso de los EU. El venerado Lincoln, al asumir la presidencia iniciaba un proceso similar al de Santana en México, concentrando el poder en el ejecutivo a su cargo. Los estados del sur, tan autónomos como las colonias originales fueran frente a Inglaterra, se rebelaban y se iniciaba la carnicería que costara casi un millón de vidas. La abolición de la esclavitud, no fue la verdadera causa de la guerra. Al disiparse el humo de la metralla, los EU eran menos libres. Se iniciaba el derrumbe republicano.
Pero ¿Cuál es la diferencia entre república y democracia?
La República es un gobierno representativo regido por la ley. Democracia es el gobierno colectivo de las masas y es regido por eso; las masas. La República reconoce los derechos individuales e inalienables protegidos por un gobierno pequeño y acotado, mientras que a la democracia sólo le preocupa las necesidades de las masas, formando la burocracia profesional que, arropando a la gente con regulaciones, venden caro sus favores. Por eso, durante los últimos 80 años, las organizaciones que más han crecido a nivel mundial, son las burocracias de los gobiernos.
En la República, legislar requiere aprobación de las tres ramas del gobierno, la Suprema Corte y jurados individuales. En democracia es un proceso de aprobación de parte de esa mayoría a través de protestas callejeras, encuestas, referéndums. La democracia se autodestruye cuando las mayorías improductivas se dan cuenta tienen el poder para votar, y recibir golosinas de parte de la minoría productiva. Por eso eligen candidatos que prometan el círculo vicioso impuestos—gastos, para el reparto de los dulces.
Le tomaría cien años a los EU, bajo el esquema republicano, emerger como el país más poderoso del mundo. Al inicio del siglo 20, el país no tenía deuda, el gasto público era menos del 2 por ciento del PIB, el 99 por ciento de la población no pagaba impuestos. El impuesto sobre la renta era el nuevo invento, pero la tasa más alta era de 7 % y se aplicaba a ingresos que excedían los $500,000. Menos del 1% de la fuerza laboral era empleada por el gobierno. La regulación de los mercados de capitales y de trabajadores no existía, igual que en la producción y distribución agrícola.
Sin embargo, en la Primera Guerra Mundial surge una ruptura violenta con el espíritu de la Constitución. Los derechos de propiedad fueron violados a gran escala. Hubo nacionalizaciones de ferrocarriles, telefonía, telegrafía y de las embarcaciones navales. El presidente Wilson logró todo esto con los poderes de emergencia que el Congreso le concedió en 1916. Se iniciaba la segunda etapa para el derrumbe del concepto republicano.
Las “crisis” posteriores como La Gran Depresión y la segunda guerra mundial, fueron pretextos utilizados para socavar la libertad de la gente y expandir los tentáculos del gobierno. Así, arribamos al siglo 21 y a un EU diferente. Un país ahogándose en deuda, con menos libertad, sin crecimiento económico, con una constitución en harapos, gran parte de la población improductiva y dependiendo del gobierno. Y ahora equivocados pensando que democracia y libertad son intercambiables, se alistan para continuar el derrumbe republicano cuando las masas se preparan para, “democráticamente”, elegir a su nuevo carcelero.
Debido a la respuesta a mi nota de la semana pasada, “Caída de quienes se creyeron dioses”, comento ahora los experimentos que tanto han afectado el desarrollo de la humanidad. Iniciamos con la democracia.
La experiencia EU
El nacimiento de EU ha sido un evento verdaderamente admirable. Sus fundadores, repudiando los sistemas autocráticos de Europa, establecían un esquema de libertad en el cual la gente tuviera elementos para controlar al gobierno, protegiendo sus derechos individuales. Las pinceladas finas fueron para evitar los vicios de sistemas europeos, en donde el poder solamente residía en las monarquías, iglesias y ejércitos. El nuevo país sería una “República Comercial”, no una democracia.
Los fundadores no simpatizaban con la democracia y, por ello, en ningún documento que le diera vida a la nación, aparece esa palabra. Jefferson la describía así: “Democracia no es más que el mandato de la plebe, donde una mayoría de 51% se da a la tarea de infringir los derechos de la minoría del 49%”. Madison advertía en el congreso continental: “Las democracias siempre han sido espectáculos de turbulencia, incompatibles con la seguridad personal y los derechos de propiedad; han tendido corta vida y han muerto violentamente.”
Los Padres Fundadores le tenían pavor a la tiranía de las mayorías y, por eso, se aseguraron que la Constitución fuera un documento "para gobernar al Estado, no a la gente". Al inicio de los EU, eran muy pocos lo que tenían derecho a votar. No consideraban justo que el voto de quienes pagaban impuestos, tuviera igual valor de los que recibían beneficios de parte de los causantes, sin pagar.
Los creadores de la constitución, pensaban que el propósito del Estado era proteger los derechos de John Locke: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Todos escribieron con asertividad refiriéndose al tema. Sobre la propiedad, John Adams imprimía: “Al momento en que la sociedad admita la idea, que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, y no hay un estado de Derecho que la proteja, se inicia la tiranía”.
La Constitución fue diseñada para promover la causa de la libertad, no de la democracia. Para lograr eso, protegía los derechos de los individuos frente a las transgresiones del Estado, pero también de sus conciudadanos. Con ese propósito establecía reglas claras que salvaguardaran esos derechos. Como estrategia, las funciones y el tamaño del Estado fueron agresivamente limitados. La libertad económica, requisito base para el crecimiento y la prosperidad, fue consagrada como uno de los objetivos supremos.
La Constitución sería un documento de procedimientos que indicara quién o quiénes deberían ejercer el poder y cómo lo deberían ejercer. Con gran claridad resaltaba la separación de poderes y los pesos y contrapesos del sistema. No se trataba de una fórmula para practicar ingeniería social, sino un escudo para proteger a la gente del Estado. En pocas palabras, fue diseñada para gobernar y controlar al Estado, no a la gente.
La Carta de Derechos (Bill of Rights) establecía esos derechos frente a violaciones por parte del Estado. Lo único que los ciudadanos podían exigir del Estado, listado en la Carta de Derechos, era un juicio con un jurado. El resto del contenido eran protecciones frente a ese Estado. Durante más de un siglo la propiedad privada, los contratos y el libre comercio doméstico e internacional, fueron sagrados. La responsabilidad y el tamaño del Estado permanecieron sumamente restringidos. Todo consistente con el concepto de libertad.
Sin embargo, a partir de la guerra de secesión en 1861, el esquema de los fundadores iniciaba su derrumbe. Dicen que la historia la escriben los victoriosos, y es el caso de los EU. El venerado Lincoln, al asumir la presidencia iniciaba un proceso similar al de Santana en México, concentrando el poder en el ejecutivo a su cargo. Los estados del sur, tan autónomos como las colonias originales fueran frente a Inglaterra, se rebelaban y se iniciaba la carnicería que costara casi un millón de vidas. La abolición de la esclavitud, no fue la verdadera causa de la guerra. Al disiparse el humo de la metralla, los EU eran menos libres. Se iniciaba el derrumbe republicano.
Pero ¿Cuál es la diferencia entre república y democracia?
La República es un gobierno representativo regido por la ley. Democracia es el gobierno colectivo de las masas y es regido por eso; las masas. La República reconoce los derechos individuales e inalienables protegidos por un gobierno pequeño y acotado, mientras que a la democracia sólo le preocupa las necesidades de las masas, formando la burocracia profesional que, arropando a la gente con regulaciones, venden caro sus favores. Por eso, durante los últimos 80 años, las organizaciones que más han crecido a nivel mundial, son las burocracias de los gobiernos.
En la República, legislar requiere aprobación de las tres ramas del gobierno, la Suprema Corte y jurados individuales. En democracia es un proceso de aprobación de parte de esa mayoría a través de protestas callejeras, encuestas, referéndums. La democracia se autodestruye cuando las mayorías improductivas se dan cuenta tienen el poder para votar, y recibir golosinas de parte de la minoría productiva. Por eso eligen candidatos que prometan el círculo vicioso impuestos—gastos, para el reparto de los dulces.
Le tomaría cien años a los EU, bajo el esquema republicano, emerger como el país más poderoso del mundo. Al inicio del siglo 20, el país no tenía deuda, el gasto público era menos del 2 por ciento del PIB, el 99 por ciento de la población no pagaba impuestos. El impuesto sobre la renta era el nuevo invento, pero la tasa más alta era de 7 % y se aplicaba a ingresos que excedían los $500,000. Menos del 1% de la fuerza laboral era empleada por el gobierno. La regulación de los mercados de capitales y de trabajadores no existía, igual que en la producción y distribución agrícola.
Sin embargo, en la Primera Guerra Mundial surge una ruptura violenta con el espíritu de la Constitución. Los derechos de propiedad fueron violados a gran escala. Hubo nacionalizaciones de ferrocarriles, telefonía, telegrafía y de las embarcaciones navales. El presidente Wilson logró todo esto con los poderes de emergencia que el Congreso le concedió en 1916. Se iniciaba la segunda etapa para el derrumbe del concepto republicano.
Las “crisis” posteriores como La Gran Depresión y la segunda guerra mundial, fueron pretextos utilizados para socavar la libertad de la gente y expandir los tentáculos del gobierno. Así, arribamos al siglo 21 y a un EU diferente. Un país ahogándose en deuda, con menos libertad, sin crecimiento económico, con una constitución en harapos, gran parte de la población improductiva y dependiendo del gobierno. Y ahora equivocados pensando que democracia y libertad son intercambiables, se alistan para continuar el derrumbe republicano cuando las masas se preparan para, “democráticamente”, elegir a su nuevo carcelero.
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