“Al abandonar la oposición los palacios del poder, el ISIS mexicano y sus verdugos de siempre, han regresado con sus guadañas afiladas para continuar la carnicería. Y lo más ridículo y triste, regresan ungidos por nuestra nueva democracia.”
RICARDO VALENZUELA
En nuestro castellano hay una palabra que expresa las desgracias de regiones que han sido azotadas por fenómenos naturales y no tan naturales, para dejarlas colgantes del hilo de su desgracia y convertirlas en pacientes de cuidados intensivos: “Devastación.” Europa y Japón estaban devastados después de la segunda guerra mundial. México conoció la devastación entre los escombros, primero, de nuestra “revolución liberadora.” Después serían “70 años de revolucionarios” encargados de consolidar la devastación moderna.
Cuando las fuerzas aliadas izaban las banderas de la victoria en Irak, lo hacían ante un país devastado por de una banda de asesinos, ladrones y déspotas que, inspirados en las tácticas de la Cosa Nostra, se aferraban al poder ante la desesperación de su gente. Era tal la devastación, que se le tuvo que trasplantar su moderno McArthur para rescatarlo de sus desgracias. En Mayo del 2003 finalmente arribaba a Irak el hombre que sería identificado como el McArthur del medio oriente, Paul Bremer.
Ante un México devastado y tantas similitudes con Irak y, sobre todo, un México sin una sociedad civil vigorosa y ciudadanos acostumbrados al cabresteo de “ese líder”, se requiere analizar los puntos de referencia con Irak, para diagnosticar y luego aplicar los cuidados intensivos que urgen a nuestro país. El moderno McArthur, Paul Bremer, ya incrustado en Bagdad, señalaba la ruta para llevar a ese país del punto comatoso postrado por Hussein, hacia ese destino que abriera una avenida de oportunidades para sus ciudadanos en un ambiente de justicia y libertad.
Bremer resaltaba la importancia de la liberación, y he ahí la primera similitud. México requiere ser liberado totalmente de la plaga que todavía lo ronda y lo exprime. Afirmaba el que para que esa liberación sea completa, su economía debería ser transformada y he ahí la segunda; la economía de México requiere de un exorcismo plagado de libertad. Proseguía Bremer; “En el futuro de Irak el motor principal de esa transformación debe ser un vibrante sector privado”—tercera similitud. En nuestro país debe renacer ese moribundo sector hoy día entregado al mercantilismo y dependencia de un Estado escogiendo ganadores y perdedores.
El primer requisito que exigía Bremer, era el establecimiento del estado de derecho, y en ello encontramos la cuarta similitud. El sistema judicial de México siempre ha sido el brazo ejecutor de lo que debe defender. Si algo hay que temer en nuestro país, es ese sistema judicial siempre a la espera de las órdenes para decidir quién será al premiado con la justicia del momento, o quien será agredido con la injusticia de todos los días. El sistema judicial de México, en lugar de procurar justicia, promueve corrupción, inseguridad y el miedo de la sociedad.
En Irak se daba reversa a décadas de estructura Estalinista en la cual el Estado fue siempre regente del caos. La coordinación de esa mágica ecuación, oferta—demanda, en Irak como en México, fue siempre responsabilidad del estado y no de empresas privadas buscando satisfacer las demandas de un mercado competitivo. Una economía a cargo de una burocracia sin enfrentar los rigores del mercado, siempre transforma a sus participantes en destructores en lugar de creadores de valor. Una economía basada en precios artificiales o precios mentirosos, como le llaman los Chicago Boys, está siempre condenada al fracaso.
México aprisionado en las redes de ese fatal estímulo estatal de “actividades estratégicas,” de contratistas plantados en las antesala de los recintos del poder político, de monopolistas cuidando sus cotos, de buscadores de rentas a través de contactos políticos en lugar de las ganancias tradicionales, se ha convertido en una enorme región devastada y descapitalizada. En un nido de negociantes que no satisfacen al mercado sino al Estado, perdiendo así la noción de lo que debe ser un empresario dispuesto y preparado para competir en una economía abierta.
Al igual que lo pretendido en Irak, el sector privado debe transformarse para que asuma la responsabilidad central del proceso. El tránsito de empresarios estatistas a creadores de riqueza y capital, se debe lograr estableciendo el ambiente ideal para la emergencia de empresas con gran agilidad para sumarse al proceso y, sobre todo, a la creación de empleo. Esto solo será posible archivando las prácticas de un estado escogiendo ganadores y perdedores, pero sobre todo, con reglas transparentes aplicadas por jueces honestos para asegurar un taste parejo, protegiendo siempre los derechos de propiedad. Y tal vez lo más importante, se requiere el establecimiento de libertad económica.
El esquema feudal con rastros hasta la época de los aztecas, se ha ido derrumbando y el poder, antes concentrado en el Rey en turno, fluye ahora en otras direcciones. En este nuevo escenario los gobernadores salen a la caza de ese producto ahora sin propietario, unos para establecer sus cotos, otros para establecer la tiranía que les ofrece el federalismo desempolvado. Pero no hay uno solo que se haya erigido como uno de los modernos McArthurs regionales. Se han convertido en cabezas de mafia para saquear los estados.
La gestión de Bremer fue muy exitosa en esa primera etapa. Pero al abandonar su responsabilidad junto con las tropas que vigilaban su gestión, como dicen los estadounidenses, “all hell broke loose”, desatando el infierno que vive el país hoy día. Ese abandono ha sido causa de un medio oriente ahora en llamas. Igualmente en México, al abandonar la oposición los palacios del poder, el ISIS mexicano y sus verdugos de siempre, han regresado con sus guadañas afiladas para continuar la carnicería. Y lo más ridículo y triste, regresan ungidos por nuestra nueva democracia.
Es hora de archivar para siempre a los verdugos del país que, al igual que en Irak, continúan sus ataques destruyendo cuanto encuentran a su paso. Yo recomiendo que la sociedad civil emita un juego de barajas con el rostro de los principales miembros de la banda, para que, ya identificados, se les arranque la ponzoña y se les ajuste cuentas. Luego se debe proceder a desenterrar los tesoros y ¡quién sabe! tal vez, al igual que en Bagdad, se tropiecen con miles de millones de dólares en sus palacios para abonar a la deuda. Si no, que espulguen los Papeles de Panamá y los bancos de Islas Caimán, y con ello alcanza para el pago total.
En nuestro castellano hay una palabra que expresa las desgracias de regiones que han sido azotadas por fenómenos naturales y no tan naturales, para dejarlas colgantes del hilo de su desgracia y convertirlas en pacientes de cuidados intensivos: “Devastación.” Europa y Japón estaban devastados después de la segunda guerra mundial. México conoció la devastación entre los escombros, primero, de nuestra “revolución liberadora.” Después serían “70 años de revolucionarios” encargados de consolidar la devastación moderna.
Cuando las fuerzas aliadas izaban las banderas de la victoria en Irak, lo hacían ante un país devastado por de una banda de asesinos, ladrones y déspotas que, inspirados en las tácticas de la Cosa Nostra, se aferraban al poder ante la desesperación de su gente. Era tal la devastación, que se le tuvo que trasplantar su moderno McArthur para rescatarlo de sus desgracias. En Mayo del 2003 finalmente arribaba a Irak el hombre que sería identificado como el McArthur del medio oriente, Paul Bremer.
Ante un México devastado y tantas similitudes con Irak y, sobre todo, un México sin una sociedad civil vigorosa y ciudadanos acostumbrados al cabresteo de “ese líder”, se requiere analizar los puntos de referencia con Irak, para diagnosticar y luego aplicar los cuidados intensivos que urgen a nuestro país. El moderno McArthur, Paul Bremer, ya incrustado en Bagdad, señalaba la ruta para llevar a ese país del punto comatoso postrado por Hussein, hacia ese destino que abriera una avenida de oportunidades para sus ciudadanos en un ambiente de justicia y libertad.
Bremer resaltaba la importancia de la liberación, y he ahí la primera similitud. México requiere ser liberado totalmente de la plaga que todavía lo ronda y lo exprime. Afirmaba el que para que esa liberación sea completa, su economía debería ser transformada y he ahí la segunda; la economía de México requiere de un exorcismo plagado de libertad. Proseguía Bremer; “En el futuro de Irak el motor principal de esa transformación debe ser un vibrante sector privado”—tercera similitud. En nuestro país debe renacer ese moribundo sector hoy día entregado al mercantilismo y dependencia de un Estado escogiendo ganadores y perdedores.
El primer requisito que exigía Bremer, era el establecimiento del estado de derecho, y en ello encontramos la cuarta similitud. El sistema judicial de México siempre ha sido el brazo ejecutor de lo que debe defender. Si algo hay que temer en nuestro país, es ese sistema judicial siempre a la espera de las órdenes para decidir quién será al premiado con la justicia del momento, o quien será agredido con la injusticia de todos los días. El sistema judicial de México, en lugar de procurar justicia, promueve corrupción, inseguridad y el miedo de la sociedad.
En Irak se daba reversa a décadas de estructura Estalinista en la cual el Estado fue siempre regente del caos. La coordinación de esa mágica ecuación, oferta—demanda, en Irak como en México, fue siempre responsabilidad del estado y no de empresas privadas buscando satisfacer las demandas de un mercado competitivo. Una economía a cargo de una burocracia sin enfrentar los rigores del mercado, siempre transforma a sus participantes en destructores en lugar de creadores de valor. Una economía basada en precios artificiales o precios mentirosos, como le llaman los Chicago Boys, está siempre condenada al fracaso.
México aprisionado en las redes de ese fatal estímulo estatal de “actividades estratégicas,” de contratistas plantados en las antesala de los recintos del poder político, de monopolistas cuidando sus cotos, de buscadores de rentas a través de contactos políticos en lugar de las ganancias tradicionales, se ha convertido en una enorme región devastada y descapitalizada. En un nido de negociantes que no satisfacen al mercado sino al Estado, perdiendo así la noción de lo que debe ser un empresario dispuesto y preparado para competir en una economía abierta.
Al igual que lo pretendido en Irak, el sector privado debe transformarse para que asuma la responsabilidad central del proceso. El tránsito de empresarios estatistas a creadores de riqueza y capital, se debe lograr estableciendo el ambiente ideal para la emergencia de empresas con gran agilidad para sumarse al proceso y, sobre todo, a la creación de empleo. Esto solo será posible archivando las prácticas de un estado escogiendo ganadores y perdedores, pero sobre todo, con reglas transparentes aplicadas por jueces honestos para asegurar un taste parejo, protegiendo siempre los derechos de propiedad. Y tal vez lo más importante, se requiere el establecimiento de libertad económica.
El esquema feudal con rastros hasta la época de los aztecas, se ha ido derrumbando y el poder, antes concentrado en el Rey en turno, fluye ahora en otras direcciones. En este nuevo escenario los gobernadores salen a la caza de ese producto ahora sin propietario, unos para establecer sus cotos, otros para establecer la tiranía que les ofrece el federalismo desempolvado. Pero no hay uno solo que se haya erigido como uno de los modernos McArthurs regionales. Se han convertido en cabezas de mafia para saquear los estados.
La gestión de Bremer fue muy exitosa en esa primera etapa. Pero al abandonar su responsabilidad junto con las tropas que vigilaban su gestión, como dicen los estadounidenses, “all hell broke loose”, desatando el infierno que vive el país hoy día. Ese abandono ha sido causa de un medio oriente ahora en llamas. Igualmente en México, al abandonar la oposición los palacios del poder, el ISIS mexicano y sus verdugos de siempre, han regresado con sus guadañas afiladas para continuar la carnicería. Y lo más ridículo y triste, regresan ungidos por nuestra nueva democracia.
Es hora de archivar para siempre a los verdugos del país que, al igual que en Irak, continúan sus ataques destruyendo cuanto encuentran a su paso. Yo recomiendo que la sociedad civil emita un juego de barajas con el rostro de los principales miembros de la banda, para que, ya identificados, se les arranque la ponzoña y se les ajuste cuentas. Luego se debe proceder a desenterrar los tesoros y ¡quién sabe! tal vez, al igual que en Bagdad, se tropiecen con miles de millones de dólares en sus palacios para abonar a la deuda. Si no, que espulguen los Papeles de Panamá y los bancos de Islas Caimán, y con ello alcanza para el pago total.
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