EL REGRESO DEL AVE
PHOENIX
Este mensaje en
principio fue confeccionado para dirigirlo a mis muy cercanos e íntimos amigos,
pero debido a una serie de acontecimientos recientes y
Dios me ha favorecido
con tres hijas maravillosas que si las hubiera ordenado por catálogo, no me las
podría haber enviado más acorde a la medida de lo que considero mi gran tesoro
y más grande orgullo. Tengo ya un rincón de jardín en el que he sembrado
no-uno, muchos árboles que me han dado frutos a veces amargos, pero la mayor
parte han sido muy dulces. Aun cuando siento ser un hombre relativamente joven,
hace tiempo tomé la decisión de iniciar la escritura de mis memorias pensando
que al comunicar mi historia, pudo contribuir a dejar una condición social
redimida. No afirmo esto con arrogancia, no, lo hago con toda humildad de
alguien que si a algo no tiene derecho, es a eso; la arrogancia, pero también
con la seguridad que me da él haber vivido una vida que alguien por ahí
calificó como; “realmente intensa. , sobre todo, ante la insistencia de muchos
de ellos de abrir mas la circunferencia de mis vivencias como una fórmula de
activar la conciencia de otros revelando mi verdadero carácter, me han
convencido y acepto este reto; el reto de desnudarme ante todos pues al fin
desnudos nacimos. De esta forma sólo trato de rebatir a quien afirmó: “El
hombre nunca revela mejor y más claramente su carácter, que cuando describe el
de otros.”
En la vida de todo ser
humano hay momentos en los que siente la necesidad de extender una mano
buscando a un amigo, no para pedir ayuda, consejo, ni soporte emocional, no,
solamente ese contacto; y ese es mi sentimiento en estos momentos. Desde hace
tiempo me embarqué en una rara e interesante aventura y que hoy quiero
compartir. Escribió un gran pensador que el hombre no debe de abandonar este
mundo sin haber logrado tres cosas que marquen la trascendencia de su vida;
haber engendrado un hijo, haber sembrado un árbol, y haber escrito un libro.
También R.W. Emerson afirmó que parte de la definición de éxito es, al iniciar
nuestra jornada infinita; Dejar a la posteridad un hijo sano, un rincón de
jardín, y una condición social redimida.
”
He querido contar mi
historia porque la considero especial y diferente. Es una historia llena de
éxitos y fracasos; pero sobre todo, es la historia de un hombre en busca de lo
que Víctor Frank llamó; “significado de la vida.” Es una historia que corre de
los años 60s cuando siendo yo realmente un niño, fui enviado a mis escasos 16
años-- con un cargamento de problemas emocionales-- a un mundo diferente y
desconocido. Fui literalmente arrancado de mi ambiente natural en un rancho
ganadero en mi tierra; Sonora—en donde me había formado como adolescente—para
transportarme a los corredores del Tecnológico de Monterrey e iniciar mi
educación profesional. Al llegar al Tec. No sabía quien era el presidente de
México, pero a caballo podía lazar un novillo bronco en medio de un espinoso
mezquital. No sabía que existía la ONU, pero podía amansar un potro salvaje con
la destreza del mejor vaquero del estado. Era tal mi estado salvaje y montaraz
que mis amigos me bautizaron como “el chero.”
Es la historia de un
chamaco alto, atlético y bien parecido, que se derretía de timidez e
inseguridad ante los muy seguidos coqueteos de las regiomontanas, hasta que una
noche descubrió el remedio contra esas enfermedades; una cerveza bohemia, y al
ingerirla, por arte de magia desaparecieron todos mis temores e inseguridades y
esa misma noche, de regreso al internado del Tec, conscientemente tomé la decisión
de que esa era la forma que me quería sentir por el resto de mi vida. Ahí se
gestaba el alcoholismo que me azotaría durante los siguientes mas de 20 años.
Es la historia de un muchacho quien durante su época en esa gran Universidad,
no se distinguiría tanto por sus brillantes estudios como por sus pleitos,
conquistas, escándalos, borracheras que lo harían famoso en esa ciudad de
Monterrey.
Es mi historia. Es la
historia de agresivos enfrentamientos de un hijo “travieso” y rebelde atrapado
entre la severidad de un padre quien parecía haber salido de la sagrada
inquisición, y un abuelo terrateniente y millonario que todo le festejaba pero
luego le faltaría, que dejaron profundas grietas en la formación de mi
personalidad y se agravarían con el correr de los años. Es la narración de cómo
después de uno de esos enfrentamientos con mi padre, simplemente empaqué mi
maleta para dirigirme a la ciudad de México en busca de nuevos horizontes,
armado con un deseo incontrolable de demostrarle que, contrariamente a lo que
él pensaba, yo podía triunfar. Pero armado también con un arsenal de temores,
dudas, complejos e inseguridades de las que yo no tenía la menor idea. Pero
sobre todo, armado con algo letal; un doloroso y destructivo complejo de culpa
que me atormentaría durante casi el resto de mi vida, y su antídoto; la botella
de vodka.
Esta es la historia de
una vida apresurada. Narro en ella como llegando al DF con un equipaje de
ilusiones y de temores; en escasos 8 años me había convertido en Director General
del banco regional más importante del Noroeste de México, en la cabeza de banco
mas joven en la historia de la banca mexicana y, al año siguiente, del primer
banco múltiple en México. Mi participación en la formación del Grupo Financiero
Empresarial más excitante de los años 70s y 80s. Cómo a mis escasos 30 años
estaba convertido en uno de los hombres mas prestigiados y poderosos del
Noroeste del país, y también como me sentía in merecedor de eso y un impostor.
Narro también la forma en que ese sentimiento me llevó a mi entrega descarada y
total al alcohol y al sexo de la misma forma que siempre había vivido; con
incontrolable compulsión.
La primera caída de un
largo calvario que iniciaba antes de mis 35 años, al haberme separado del Grupo
en medio de una gran controversia y un mortal enfrentamiento con uno de los
hombres que yo mas había idolizado, mi primo Arcadio Valenzuela. Cómo mi
separación del grupo fue motivada por una fatal poción de mis anhelos de
libertad, dignidad—mis valores mas importantes—y una mezcla de rebeldía y
oposición a los manejos que se hacían en el grupo, un choque de egos y
personalidades con mi primo Arcadio y, sobre todo, mi ya gran dependencia del
alcohol y las decenas de aventuras sexuales que ya en esos momentos mantenía
prácticamente en todos los rincones de México y de los EU. Pero principalmente
y en el fondo, el saboteo inconsciente de mi propio éxito ante el sentimiento
de “no merecer” lo que tenía.
Mi exilio a los EU en
medio de una gran depresión y los sentimientos más negativos que un ser humano
pudiera cobijar ante la pérdida de los que yo consideraba mi vida; le Dirección
del Grupo Financiero. Mi decisión consciente de al no tener lo que perdía,
dedicarme, palabras textuales; “a vivir la dolce vita.” A divertirme, a
entregarme sin recatos ni controles al otro campo que me apasionaba; el alcohol
y las mujeres. Cómo mi reputación de niño prodigio me seguiría para, aun y a
pesar de mis excesos, construir una de las empresas de inversiones más grandes
del sur de los EU. Mi entrega fatal paso a paso al alcoholismo, a mi adicción
al sexo, y finalmente a las fatales combinaciones de alcohol con drogas
recetadas como Valium, Halcion en las noches, anfetaminas en las mañanas, que
finalmente me costaron mi familia, mi fortuna, mi reputación, mis amigos,
dinero a mis inversionistas, y casi me cuestan la vida.
Mi rendición y entrega
provocado por un acontecimiento en el que casi pierdo eso; la vida. Mi dolorosa
lucha contra todos esos demonios en el programa de rehabilitación. El entender
y aceptar que no era un hombre malo tratando de ser bueno, era un hombre
enfermo tratando de curarme. El espinoso viaje que tuve que hacer hacia mi
interior porque como dice él filosofo: “Aquel que se atreva a hacer ese viaje,
vale mas que vaya bien armado.” El descubrimiento de mis verdaderos problemas y
sus causas. La rendición de mi vida ante esa fuerza superior a mí para que
tomara control de ella. La lucha frontal
ante mi diabólico enemigo y la entrega de mi vida a la rehabilitación. Mi enfrentamiento
al mundo de las realidades sin el alcohol y las pastillas por primera vez en mi
vida. El ver claramente y ya desintoxicado, el dolor, el sufrimiento y la
devastación que había provocado.
El sangrante y agotado
finalmente haber llegado a entender las sabias palabras del filosofo; “Hasta
que tus ojos hayan quedado secos de las lagrimas de sangre derramadas
suficientes para lavar tus pies; entonces estarás listo para presentarte ante
el Maestro quien dulcemente te preguntará: ¿Has logrado matar tu ego y
ambición? ¿Has entendido que cuando el mal y lo perverso prevalece, aparezco
sobre la tierra de forma sangrienta? Y de tu respuesta dependerá el destino y
el futuro del resto de tu vida. Te ha tomado tiempo el lavar y limpiar tu ego
para lograr la verdadera mente receptiva y despertar tu alma. Estaba tan
cubierta de lodo. Pero ya nunca mas caerás en la confusión porque cualquiera
que tiene verdadera devoción y fe, toma control de sus sentidos, y se elevará a
ese sitio de profunda paz y tranquilidad.”
El inicio de la
reconstrucción de mi nueva vida pero ya no con la ilusión de cuando salía de la
Universidad; no, ahora con un cargamento de desventajas que me acompañarían
para siempre. La sangrienta lucha que tuve ---y todavía tengo que librar---con
ese ego interior que me pide siempre más de lo mismo. El reaprender a vivir sin
alcohol y pastillas en un mundo desconocido para mí. Él reinicio de una nueva
vida profesional en el campo que había abandonado años antes; Las finanzas
internacionales, que me llevó a visitar las ciudades y países más exóticos del
mundo, a conocer gente increíble, y a vivir las experiencias más interesantes
de mi vida en lugares como Nueva York, Londres, Hong Kong, Tokio, Ginebra,
Buenos Aires, Santiago de Chile, siempre buscando el abrir ese camino para
México hacia los mercados mundiales de capital.
El casi naufragio de mis
anhelos e ilusiones al chocar en mis intentos con un mundo hostil y rencoroso
que no estaba dispuesto a tan fácilmente darme otra oportunidad. Él darme cuenta
de que lo que recita la Biblia: “Por ver la paja en el ojo ajeno no ves la viga
en el tuyo,” era una de las verdades más crueles que enfrentaría. El entender
que para mucha gente, incluyendo multitud de mis amigos y parientes, tenia ya
una etiqueta para el resto de mi vida que listaba mis pecados cometidos bajo el
influjo de los demonios que me controlaron durante tantos años. El darme cuenta
de que todos escuchan pero no entienden, otro precepto bíblico: “Con la vara
que midas serás medido.”Mi encuentro con la espiritualidad y la intelectualidad
para dedicar gran parte de mi vida a eso; al espíritu y al mundo las ideas.
Mi encuentro con el
liberalismo económico y político el cual, a pesar de mis antecedentes sociales,
educacionales, financieros e intelectuales, realmente no conocía pero
curiosamente presentía. Cómo ese mismo espíritu inquieto y rebelde me gritaba
que lo que había conocido en México, no era el camino hacia la justicia y
prosperidad de los mexicanos, que debería de haber algo más. Cómo buscando en
una vieja librería me encuentro empolvado el gran libro de Mises; “La Acción
Humana” y al abrirlo, descubrí una ventana hacia un nuevo y excitante mundo por
el cual ahora lucho, pero en un campo de batalla diferente al de mis famosos
pleitos de la juventud; En el campo de las ideas y los ideales. Ya no armado
con mis puños, armado ahora con la verdad, la lógica y la razón. El reencuentro
con mis hijas. La paz.
Es también la historia
económica y su interpretación del México que me ha tocado vivir. Desde los
míticos beneficios del Desarrollo Estabilizador, cruzando por la entrega de
Echeverría al socialismo, populismo, y la devastación que en conjunto con López
Portillo causaron. Los tibios intentos de un buen hombre para provocar cambios;
Miguel de la Madrid. Mis predicciones de la apertura del país y la caída del
PRI. La agresiva toma seudo liberal de Salinas y el saboteo de sus esfuerzos
usando como cabeza de playa el asesinato de mi paisano Luis Donaldo Colosio. La
maquiavélica confección del error de Diciembre y todos sus participantes, por
lo cual seguimos pagando. Mi primer encuentro con Vicente Fox años atrás. Mi
anuncio de su avenida como Presidente en el año 2000, y lo más importante; el
México que yo visualizo y deseo a futuro para nuestros hijos y descendientes, y
cómo podemos construirlo.
La continuación de mi
sendero con el moto que siempre lo había guiado; “caminante no hay camino, se
hace camino al andar.” Esto no es una confesión, un mea culpa, no es un
mensaje, no es especialmente una justificación ni explicación de algo que ya
hecho está, no puedo regresar al pasado y el pasado debe ser solo la canasta de
las cenizas, hay que dejar que los muertos entierren a los muertos, las hojas
secas se las llevará el viento; es sólo el relato de mi vida que repito, ha
sido una vida apresurada, vivida por
adelantado y con una gran intensidad. No, no tengo editor, editorial,
publicista, representante etc, solo tengo una historia, una historia que nos
deba de enseñar que finalmente “el sufrimiento tiene su función y es la de
purificar, quemar lo que es inútil e impuro.” Es solamente una historia, pero
es mi historia.
“Es mejor intentar y
lograr grandes cosas, alcanzar triunfos gloriosos, aunque en el camino nos
encontremos con el fracaso. Que permanecer en las filas de aquellos pobres
espíritus que nunca sufrieron ni gozaron; porque nunca abandonaron aquella zona
gris que no conoce triunfo ni derrota.”
Teodoro
Rossevelt.
II
Nací en Hermosillo
Sonora un 23 de Diciembre recién finalizada la segunda guerra mundial. Soy
entonces de la generación que en los EU se le llama “baby boomers,” es decir,
los nacidos entre el final de la segunda guerra mundial hasta aproximadamente
1960. Nací en lo que en esa época se podría considerar una familia de clase
alta. Mi padre, originario de Sahuaripa, Sonora, un hombre sumamente culto y
educado, hizo la mayor parte de sus estudios en Europa, entre Bruselas e
Inglaterra, en donde vivió más de 15 años. En la Universidad Libre de Bruselas
obtuvo Doctorados en Leyes, y Filosofía y Letras, en el London School of
Economics hizo estudios de economía y ciencias políticas en donde fuera alumno
del gran Hayek. Mi madre, originaria de La Colorada Sonora, hija de uno de los
más importantes ganaderos y empresarios de la época, hizo solamente estudios
comerciales que era la costumbre y el destino para las mujeres en los años 40.
Pero era una mujer muy inteligente, y portadora de una personalidad y un
carácter que provocara yo la llamara, doña Bárbara, haciendo referencia a la
película de María Félix.
Nací en una época en la
que México trataba de sanar las heridas de su revolución, y se debatía entre el
socialismo implantado por Lázaro Cárdenas que lo hundía en lo más profundo de
la pobreza, lo aislaba de la comunidad internacional debido a las
expropiaciones tan bárbaras e ilegales de parte de su gobierno de empresas y
activos de inversionistas extranjeros—entre los que se contaba el petróleo, los
ferrocarriles, explotaciones agrícolas en La Laguna, el Valle del Yaqui,
Michoacán etc-- lo había ahora empujado al país a involucrarse en una
conflagración mundial afortunadamente del lado de los vencedores, y el nuevo
estilo moderador del Presidente Ávila Camacho quien tenía ante su vista esa neurálgica
tarea de desactivar todo el aparato nacionalista, colectivista, corporativista
y, sobre todo, el desmembrar el sistema de educación socialista recién
implantado por Tata Lázaro, que desafortunadamente ya había sembrado la semilla
cultural que cosecharíamos las generaciones que en esos años nacíamos, y
mantendría al país estancado durante muchos años.
Mis padres eran famosos
en Hermosillo de los 40s, 50s y 60s—como alguien que los conoció en esa época
me lo decía muchos años después—por varias cosas; me decía esta persona que ambos
eran miembros de las familias más distinguidas de Sonora, la pareja más bonita
de la ciudad, ante los ojos de la sociedad tenían un matrimonio perfecto y,
sobre todo, sus diarias largas caminatas después de la cena cuyo itinerario era
la calle Juarez, la calle Serdan hasta llegar al Hotel San Alberto, luego la
Plaza Zaragoza y de ahí regresar por el mismo sendero. Efectivamente, mis
padres físicamente eran bellos. Mi padre un hombre alto, muy blanco de
facciones casi perfectas y aspecto distinguido—tanto que cuando hacíamos viajes
a EU, nadie creía que era mexicano. Recuerdo que todavía en sus 60s algunas
muchachas jóvenes lo abordaban para decirle lo guapo que era. Mi madre era sin
duda también una hermosa mujer; alta, morena clara y de una belleza legendaria.
La gente decía que parecía gemela de la Elsa Aguirre.
Tengo realmente muy
pocos recuerdos de mi niñez—algunos buenos pero no son abundantes, aunque sí
algunos no tan buenos. Recuerdo que vivíamos en la calle Yucatán enfrente del
Sanatorio Olivares. Recuerdo también cuando hice mi arribo al kinder del
Colegio Lux a los 4 años, y la Chagua, mi nana, tuvo que permanecer conmigo
unos días pues no quería quedarme solo. Luego recuerdo vagamente mis primeros
años de primaria en el Colegio del padre Javier, que en aquella época se ubicaba
enseguida de la vieja cervecería de los Hoeffer cerca de la Plaza Zaragoza.
Inicié mi vida estudiantil con un grupo de amigos que lo serían durante el
resto de nuestras vidas. De los que más recuerdo; mi primo el Manuel el Froy
Torres, el Buby Mazon, el Jayo Acosta, Pepe “Casero,” el Guaty Yberri, Luis
Carlos Soto, el Memo Tapia, los cuates Bloch, Nacho Gaxiola, Luis Hoeffer,
Alberto Encinas, Manuel Quiroga, los Hnos Iribe etc.
Mis verdaderos recuerdos
hermosos de la niñez, son aquellos al lado de mi abuelo materno, con quien
afortunadamente pasé gran parte de ella. Desde que mis recuerdos asoman, me
miro pasando todas las vacaciones, Navidad, semana santa y el verano entero, al
lado de mi abuelo en su rancho, Las Calaveras. Y aunque no llevaba su apellido
en primera estancia, siempre fui su nieto consentido. El mismo día que se
terminaba el año escolar, ya uno de los choferes del rancho esperaba para
llevarme a ese paraíso de mi niñez.
Esa cercanía a mi abuelo
materno, Manuel P. Torres, provocó que yo me desarrollara de una forma muy
especial. Desde le edad de 4 a 5 años yo ya campeaba todos los días con los
vaqueros del rancho aprendiendo, desde esa tierna edad, todas las habilidades
de esos hombres que yo tanto admiraba, los vaqueros, tanto que, tal vez al
inicio de mi segunda década en este mundo, ya era un hábil vaquero que lazaba,
pialaba, castraba becerros, curaba animales enfermos y, en su momento, a los 15
años de edad, mi abuelo me permitió amansar mi primer potro salvaje. Ese amor por la vida de rancho que mi abuelo
me instalara, fue lo que años después hizo que mis amigos me bautizaran con el
sobre nombre de El Chero, palabra con la que en Sonora, se identifica a los
vaqueros salvajes.
En el rancho aprendería
muchas cosas, aprendí a bailar con las hijas de los vaqueros, a manejar cuando
el mecánico del rancho se convirtiera en mi instructor. En el rancho me dieron
mi primer beso, cortesía de una bella muchacha que, debido a la enfermedad de
mi abuelo, gran parte de las mujeres que lo atendían en la casona estaban en
Hermosillo, por lo que se contrataba a esta bella chamaca llamada Elma, para
que nos atendiera a mí y a mis primos, el Froy Torres y el Peque Torres, ese
verano. Ella, a los tres nos enseño a besar y tuvimos la primera experiencia
sexual. Yo creo tenía 14 años, la Elma debe de haber tenido unos 20, era alta,
morena clara, hermosa como igualmente hermosa fue la experiencia. Confieso que
la primera vez que sorpresivamente me dio ese dulce beso, entré en pánico y
corriendo fui a contarle a mi primo el Peque, y los dos fuimos a la iglesia del
rancho a rezar y pedir perdón.
Pero al regresar tristemente
a mi casa al final de las vacaciones, ya me esperaba mi padre para proceder a
instalarme una mente inquieta por el conocimiento, la cual satisfacía a base de
lectura interminable, mi amor por los libros, las ideas, la historia, siempre
dirigido por ese hombre de cultura expansiva como él lo era. A veces me parecía
que ambos hombres, mi abuelo y mi padre, establecían una competencia en cuanto
a mi formación. Yo, desde el primer día de regreso del rancho, ya contaba los
que faltaban para las siguiente vacaciones y regresar a ese lugar que tanto
amaba, el rancho. Era tanto mi amor por esa vida, que lejos de ofenderme que
mis amigos me llamaran El Chero—palabra despectiva de la gente de la ciudad
para describir a los vaqueros incultos y salvajes—me sentía realmente orgulloso
y era música para mis oídos.
Después mi padre me
involucraría en otra actividad que me llegaría a apasionar casi como el rancho,
y cambiaria mi vida. El boxeo. Dese los 11 años inicié mi desarrollo como
boxeador bajo la tutela de un hombre extraordinario, Chucho Llanes. Y lo describo como extraordinario porque no
solo se ocupaba en enseñarme la técnica física del boxeo, era también un gran
motivador que constantemente me cubría con afirmaciones positivas que yo tanto
necesitaba y mi padre nunca me diera. Eran tan bueno en esa técnica del boxeo,
que durante mi último año en Hermosillo, antes de partir a Monterrey, cambiaba
golpes con boxeadores profesionales como Tony Pérez, Pancho Cancio, Federico
Payan, que siempre se quejaban que no era parejo pues ellos eran welters y yo,
a mis 16 años, era ya peso completo.
REFLEXIONES LIBERTARIAS
Estoy herido pero
todavía puedo pelear (TERCERA PARTE)
Ricardo Valenzuela
Finalmente, a mis 16
años de edad, terminaba la preparatoria y como siempre, me iba a pasar todo el
verano al rancho. Sin embargo, a pesar de todo lo que me ofrecía ese
maravilloso lugar de mis sueños, ya no era lo mismo. Mi amado abuelo había
sufrido un derrame cerebral que lo imposibilitaba para continuar viviendo en el
rancho. Ahora extrañaba aquel hombre extraordinario que representaba tanto para
mí. Aquel hombre de un valor indomable que lo llevara a combatir a los feroces
yaquis y apaches que merodeaban por todo el estado hasta la primera década del
siglo 20. Aquel hombre que, por su gran amistad y leadad para con Álvaro Obregón,
estuviera cerca de ser fusilado cuando explotaba el Plan de Agua Prieta, y la
hegemonía sonorense marchaba contra Venustiano Carranza.
Un hombre que se había
iniciado como minero en La Colorada y platicaba, eran tan ricas las minas de
oro, que cada día al terminar su jornada, fabricaba lodo y se lo untaba en todo
el cuerpo. Al llegar a su casa, se duchaba para luego colar el lodo y
apareciera ese preciado metal, el oro. Con eso se haría de hasta 20 carros de
mulas jaladas por 6 caballos cada una, y lograr el contrato para surtir de leña
a las minas. Trabajando y ahorrando, compraría se primer rancho ganadero; Las
Calaveras, y continuando con ese ritmo, llegara a ser propietario de 15 ranchos
y una superficie de 100,000 hectáreas. Uno de los ganaderos más importantes del
país, fundador y segundo presidente de la Unión Ganadera Regional de Sonora.
Fundador del Banco Ganadero y Agrícola y consejero hasta su muerte. Accionista
de los proyectos más importantes de esa era. Pero sobre todo, un hombre que
siempre tendía la mano a los más necesitados por lo cual era enormemente
respetado y querido.
Ese verano prácticamente
lo pasé solo en la vieja casona. Una hermosa casa con más de 100 años de
antigüedad, con una huerta de por lo menos media hectárea con frondosos árboles
de Zapote, yucatecos, naranjos, ubalamas, grandes higueras y en cierta época
del año, hasta uvas nos daba. Una casona tipo hacienda con techos muy altos,
arcos, pisos de madera, gruesas paredes de adobe que todavía mostraban las
troneras (agujeros para apuntar los rifles a los apaches, yaquis y cualquier
tipo de asaltantes. La casa no tenia electricidad, nos alumbrábamos con
lámparas de petróleo, obviamente no había teléfono, ni televisión. Al arribar
me sentía transportado al siglo 19
Muy seguido caminaba por
la huerta de noche, sintiendo transitaba en al mismo edén y me transportaba a
la vieja época que tan bien llegara a conocer de boca de mi abuelo, y algunas
de boca de su novia. La compañera de mi abuelo, era una hermosa mujer más de 30
años menor que él, era alta, muy blanca, de cabello muy negro y hermosos ojos
verdes. Se llamaba Esperanza y realmente cuidaba a mi abuelo y, creo yo, lo hacía
feliz porque, a pesar de la diferencia de edades, lo amaba. Ella era una buena
mujer y sería una segunda madre para mí. Pero ella estaba en Hermosillo por la
enfermedad de mi abuelo, y su familia, su madre y tres hermanas que formaban el
personal de la casona, se habían regresado a su pueblo y yo las extrañaba. Y
aunque había nuevo personal, tres mujeres para mi desconocidas, de edad madura
no muy atractivas, no lograban disipar mi nostalgia recordando cuando mi
abuelo, al regresar con los vaqueros de una larga campeada, me esperaba en el
porche con una cerveza hight life bien helada, para que luego le platicara de
la cabalgada.
Extrañaba la rica cena
que cocinaba la Perfeta, madre de la Esperanza, después servida por la
Francisca, hermana de la Esperanza, una muchacha joven y casi tan bella como su
hermana mayor con la cual, a pesar de solo tener 12 o 13 años, coqueteaba con
ella y de vez en cuando le daba sus nalgaditas sin que protestara. Procedíamos
a cenar en un largo y bello comedor con una enorme ventana a través de la cual
se podía disfrutar la vista de la sierra de Mazatan. Como mi abuelo cenaba
ligero pero sus nietos éramos bien tragones, aprovechaba para leernos obras de Thomas
Paine, John Locke, Alexis de Tocqueville y otros de sus preferidos. Al
principio pensábamos; ya va a empezar mi tata con sus lecturas enfadosas. Pero
después de un tiempo, cuando menos yo, esperaba con ansias que se iniciara ese
rito.
Al terminar la cena, el
yaqui Rafai y el carebola Julio, los encargados de la huerta y otros menesteres
de la casona, sacaban al llano unas sillas para mi abuelo y El Churi, mayordomo
de los ranchos, para luego sumergirse en largas pláticas de los asuntos del
rancho, y pasar luego a invocar recuerdos de historias que me parecían fascinantes.
Las diferentes ocasiones que atacaron los yaquis y como en uno de esos ataques
matarían a un hermano de la Perfeta. Cuando el jefe apache Gerónimo pasara por
el rancho perseguido por las tropas, después de haber atacado unos ranchos en
las cercanías de Soyopa. La llegada de Pancho Villa en su retirada después que Obregón
lo derrotara en Hermosillo y, al ver la foto de Porfirio Díaz en la oficina de
mi abuelo, sonriendo le dijera; “Torres, usté anda atrasado de noticias”. Las
visitas de Lázaro Cárdenas cuando, siendo un joven comandante de un puesto
militar cercano al rancho, llegaba sin avisar solo para ver y platicar con mi
abuelo
Extrañaba todo eso y a
pesar de que pasaba el día entero con los vaqueros en sus menesteres, al llegar
a la casona ya casi anocheciendo, me sentía solo y presentía que los tiempos
estaban cambiando y aquel mundo en el cual me había creado y no quería abandonar,
estaba falleciendo y mi vida estaba a punto de sufrir un cambio radical. Mi
abuelo como gran liberal, siempre había estado en contra de la revolución. En
la inmensidad de terreno en donde desarrollaba su operación ganadera, había
construido un paraíso de libertad que casi se podría asimilar a un pequeño
país. Era un oasis en medio del desierto, un refugio en medio de una tempestad.
Ahí había escuelas, pero no del gobierno, servicios de salud sin costo para las
familias, una tienda en donde se les proporcionaban productos abajo del costo
de la hacienda, a cada familia se les prestaba tres vacas paridas para que
tuvieran leche y fabricaran sus quesos.
El nunca quiso que el
gobierno contaminara las mentes de la gente que quería, incluyendo los vaqueros
y sus familias. Esa estructura protectora del gobierno y al mismo tiempo
liberal, la volvería atestiguar, proporción guardada, al llegar al Tecnológico
y conocer el Grupo Monterrey y, sobre todo, al conocer a Don Eugenio Garza
Sada, quien tuvo conmigo la grandeza de alma, de pacientemente explicarle a un
chamaco de 22 años, todo el concepto y filosofía de ese grupo admirable, en los
aventones que me daba cada semana, cuando el asistía a la junta de consejo del
Tec, y yo un travieso estudiante castigado sin carro, lo que me permitió
cabalgar con don Eugenio durante un semestre.
A medida que avanzaba el
verano, como la canción de Cantoral, reloj no marques las horas, sentía que ese
hermoso capítulo de mi vida estaba terminando y me resistía. Los planes que mi
abuelo tenia para mi, ya no se llevarían a cabo. El pretendía al terminar la
preparatoria, enviarme a los EEUU para aprender inglés para luego asistir a la
Universidad de California a estudiar una carrera relacionada con la ganadería,
para regresar y hacerme cargo de toda su operación ganadera. Algo que provocaba
celos y preocupación entre la familia y había ya tenciones. “No quiero que seas
empleado de nadie”. Me afirmaba, esto es tuyo y lo debes de manejar porque yo
ya me estoy haciendo viejo y dentro de poco ya no voy a poder.
Yo ya no tendría la
oportunidad de llevar a cabo con él, aquellas largas caminatas todas las tardes
siguiendo el camino real, escuchando las historias de su vida que me parecían
una película de Hollywood dirigida por John Ford. Escuchar sus nítidas ideas
liberales que lo llevaran a ser admirador de Porfirio Díaz. Sus agresivas críticas
a la revolución y su apasionada defensa de la libertad, de la propiedad
privada, del estado de derecho. Su gran frustración y rabia contra uno de los
peores abortos de esa fallida revolución; la reforma agraria. Pero el tiempo se
me acababa.
IV
Estoy herido pero aun
puedo pelear (cuarta parte)
Ricardo Valenzuela
Era la última semana de
Agosto y ya estaba planeado mi viaje a la ciudad de Monterrey para los primeros
días de septiembre, puesto que ya había sido aceptado en el Tecnológico de
Monterrey para iniciar mis estudios profesionales. Sumergido en mis
pensamientos procedo a recordar el último año de mi vida, por lo que retrocedo
hasta el verano del año anterior cuando, como siempre, lo pasaba en el rancho
en compañía de mis primos, el Froy y el Peque Torres, en el cual la bella Elma,
nos enseñara tantas cosas de la vida
Aquel verano había sido
muy especial y diferente, no solo por la participación de la bella Elma en
nuestro despertar sexual. Para mi había sido el inicio del primer ciclo de mi
madurez, en el cual transitaría de niño
adolecente arribando al inicio de la etapa que me convertiría en un joven
inquieto y aventurero. Un joven en el cual se despertaba, con la fuerza de un
huracán, una atracción casi enfermiza por las mujeres, que en el futuro me
provocara infinidad de problemas. Físicamente durante ese verano mi madurez
sería impresionante. Durante esos tres meses, de un poco mas de 1.70 mts de
estatura, regresaría a Hermosillo habiendo rebasado ampliamente el 1.85 Mts y
con casi 10 Kilos de peso adicional, tanto que mucha gente no me reconocía.
Pero no solo maduraba
físicamente, lo hacía también intelectualmente. Durante ese verano había
iniciado la lectura de algunos de los libros que mi abuelo guardaba con su gran
tesoro, y eso me abría una perspectiva muy diferente cuando despertaran un
interés casi maniático, en temas que hacía solo unos meses me aburrían sobre
manera. Ello me abría una ventana de luz sobre asuntos que infinidad de gente
los abordaban con una ignorancia difícil de creer. En los libros de mi abuelo
encontré respuestas diferentes a las clásicas de los publicados por el
gobierno, o de maestros entrenados en los círculos educativos de la burocracia.
Yo tenía un especial interés de conocer la verdadera historia del país después
de terminada la famosa revolución. Así me pude enterar claramente de cómo de
forma sistemática se destruían los viejos vestigios liberales, tan bellamente
enunciados en la constitución de 1857, para dar vida a un socialismo especial
dictado por la nueva constitución de 1917. El nuevo partido político, PNR, la
creatura de Calles, claramente se identificaba como socialista y su misión primordial
sería, preparar al pueblo para la imposición de eso, el socialismo.
Cada noche agotado por
las diarias campeadas, luego sumergirme en la lectura hasta altas horas de la
noche, al apagar la lámpara de petróleo y colocar la cabeza sobre la almohada
lo único que quería era dormir, pero rápidamente sentía como el hermoso cuerpo de
la Elma se deslizaba bajo mis sabanas, para proseguir con otro tipo de
entrenamiento que igualmente marcaria mi vida. Al despertar antes de las 5 de
la mañana, de inmediato aparecía mi compañera de noche con una gran taza de
café de talega muy cargado. Al darle el primer sorbo, me invadía esa energía
casi cósmica, para luego abrazar a la Elma, y meterla a la cama para los buenos
días. Y solo tenía 15 años de edad.
Durante ese mi último
año en Hermosillo, ya mi personalidad compulsiva emergía y devoraba ahora
libros de la biblioteca de mi padre, que
me darían una panorámica del mundo que muy poca gente tenía. Eran los años 60
y, ante mi ya próxima salida a Monterrey, el mundo presentaba un panorama
confuso y complicado.
EU había tenido un
periodo aceptable en el comportamiento de su economía desde finales de la
segunda guerra mundial. Pero en 1960 ya presentaba síntomas de cansancio que
preocupaba al mundo entero. Ello llevaría a la presidencia a un joven político,
John Kennedy, en unas elecciones manchadas por la participación de la mafia
comprando votos para él, todo orquestado por su padre y operado por Frank
Sinatra, hombre muy cercano al capo de tuti. América Latina se sumergía cada
vez más en las profundidades del estatismo, mercantilismo y las fatales recetas
de la CEPAL.
Europa continuaba
atrapada en sus viejos esquemas nacionalistas y abuso de sus sistemas de
bienestar, que la hacían lucir vieja y rumatosa. Ya se escuchaba la posibilidad
de una unión europea, con clara oposición de parte del Reino Unido. Pero en
oriente se iniciaba el cocinado de un fenómeno que impresionaría al mundo
entero. Mientras que sus amos coloniales se hundían en ese socialismo light,
Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Japón, se abrían a los mercados
libres para iniciar periodos de prosperidad nunca vistos. Años después
contagiarían a Nueva Zelanda y Australia para seguir la misma ruta.
Rusia con todos sus
satélites, se mantenía cerrada, amenazadora y promotora de su comunismo por
todos los rincones del mundo. Al igual que en 1950, cuando provocaran la guerra
de Corea con la invasión del Norte al Sur, en las oficinas de sus
planificadores se preparaba un evento similar en Viet Nam, que explotaría en
una sangrienta guerra que, por primera vez en su historia, los EU perderían con
el sacrificio de más de 50,000 vidas de jóvenes soldados, cerca de dos millones
de vietnamitas, con costos que alcanzaran los trillones de dólares que, como
siempre, acabarían en los cofres de la industria militar y los banqueros
internacionales. El evento provocaba que la guerra fría se intensificara y
hasta se calentara. Muy pocos observadores pudieron detectar como la economía
de Rusia, en su carrera armamentista contra EU, poco a poco se encaminaba al
precipicio donde se pagan esas faltas. El precipicio de la quiebra.
Cuba había ya declarado
abiertamente el establecimiento del comunismo en la isla, y Fidel Castro se
convertía en el dictador de por vida de un pueblo que muy pronto sufriría la pérdida
de su libertad, de sus propiedades, de su identidad y lo llevaría a sufrir
hambre y miseria. Muy pronto también, Cuba seria protagonista en un conflicto
que estaría a punto de encender la llama de otra conflagración mundial y
nuclear. La sociedad de Cuba con la Unión Soviética, seria la causante de gran
inestabilidad en América Latina, cuando Castro, apoyado por los soviéticos, se
dedicara a promover su revolución por todo el continente
En Mexico la
administración de López Mateos se acercaba a su final. Después de tres
administraciones que habían ofrecido un entorno para los negocios no tan
adverso como la de Lázaro Cárdenas. López Mateos de nuevo orientaba el país
hacia el agrarismo, sindicalismo, reforzaba el proteccionismo, pero habiendo
mantenido a Ortiz Mena en la Secretaria de Hacienda, el país lentamente
navegaba las borrascosas aguas del entorno mundial.
Es interesante analizar
cómo la fisonomía de Mexico ha sido la misma desde la época de los Aztecas,
después los españoles, luego los modernos mexicanos. Cuando arribara Hernán
Cortes, el sistema económico y político se había desarrollado como una
teocracia imperial y opresivo. La elite de los Aztecas financiaban sus
extravagantes estilos de vida, extrayendo tributo de otros, conquistando otros
pueblos como los Mixtecas, Mayas y Zapotecas. Los sacerdotes y burócratas
moraban en elegantes palacios con cientos de sirvientes, todo a expensas de las
villas agrarias comunales.
Pero lo que los mexicas
consideraban su salvación, los españoles, de inmediato también se daban a la
tarea de extraer dolosos impuestos, incluyendo trabajo forzado, tributos y
después, un impuesto de 8% sobre importaciones y exportaciones. Muy pronto,
como Moctezuma, los conquistadores empezaron a crear monopolios gubernamentales
y cargar precios ridículos a los consumidores. Así, el sistema regulatorio e
impositivo, así como la distribución de propiedad y privilegios, simplemente se
estableció a imagen y semejanza del sistema de España. Un sistema que, cuando
los reyes católicos Fernando e Isabel de Castilla, tomaron control de las
cortes, nulificaron los esfuerzos liberales de Valencia, Aragón y Catalonia.
De esa forma el futuro
económico de España y de América Latina, se forjarían bajo los precursores del
socialismo, el mercantilismo, el feudalismo y las ambiciones imperiales de
Castilla, quien había financiado el descubrimiento de América, y establecía un
control total sobre el nuevo mundo. Ahora entendía con gran claridad, por que
la gran diferencia entre el crecimiento y desarrollo de Mexico y los EEUU.
V
Estoy herido pero
todavía puedo pelear (quinta parte)
Ricardo Valenzuela
Era ya finales de Agosto
y sentía me aproximaba al cadalso. Ese día aparece en el rancho uno de los
choferes de Almacenes Laval, la empresa nacida de una sociedad entre las
familias Valenzuela y Laborín. Al bajar de del auto sonriendo me dice: “Me
manda tu papá para llevarte a Hermosillo y, palabras textuales, si no quiere,
pide ayuda a los vaqueros para que lo lacen, lo pialen, y te lo traigas
empalmado”. Era Pedro Córdova, un muchacho originario de Cobachi, un pueblo
cercano al rancho a quien yo conocía desde hacía años. Lo había frecuentado
mucho cuando, en una ocasión en la secundaria que reprobara física, mi castigo fue
no dejarme ir al rancho durante las primeras semanas de vacaciones, para tomar
clases especiales con el Prof. Peterson de 7 a 9 de la mañana. Durante el resto
del día debía trabajar en el Laval, normalmente cargando el pick up que
piloteaba Pedro, para luego acompañarlo en las entregas a domicilio por toda la
ciudad.
Recojo mis pertenencias,
las subo al auto tripulado por Pedro y, cuando me dispongo al abordaje, aparece
El Churi, el viejo mayordomo del rancho, el hombre que me enseñara todos los
artes de la vaquereada desde que tengo uso de razón. Un hombre que, a pesar de
no saber leer ni escribir, era un hombre muy sabio al que mucho le aprendí. Me
da un abrazo y me dice:
“No te pongas triste, te
llevan ahora a potreros más grandes, con mucho zacate liebrero y pamita pa que
puedas retozar sin que tengas que testerear los alambres, y si los tienes que
testerear, de una vez túmbalos pa que el potrero se haga más grande. Acuérdate
siempre de todo lo que te enseñó tu tata, nunca lo olvides pa que seas un buen
hombre como él. Tu tata no tuvo mucha educación y mira todo lo que hizo. Y lo
hizo sin echarse enemigos y ayudando siempre a mucha gente. Mantén siempre la
rienda corta pa que la vida no se te desgorrete, y si el potro de la vida se te
cuelga reparando, clávale las espuelas en las paletas, pégale unos reatazos
entre las orejas, dóblalo pa los dos lados y, óyeme muy bien, nunca te apees, y
si te tumba, porque a veces nos tocan potros muy mañosos, vuélvele a subir,
jala la jáquima hasta que agarre el paso y luego la andadura”.
Aparece luego su mujer,
la Chu, quien había sido una de mis nanas, y con los ojos llorosos me entrega
un clásico envoltorio del “lonchi” que le amarran a los vaqueros si la campeada
va a ser larga. Casi llorando me dice; “aquí te amarré de lonchi unos burros de
frijoles y cuajada, también unos tamales de elote que te gustan tanto, y pal
dulce unos pedazos de panocha con cacahuate y un poco de batarete. La campeada
va ser muy larga, pero aquí tienes pa que la empieces sin hambre, por ultimo
mijito, a ti como a tu tata, te gustan mucho las muchachas, ten cuidado con las
mulas broncas de por allá, patalean muy juerte”. Le doy un fuerte abrazo y con
los ojos llenos de agua me subo al auto y le grito a Pedro, vámonos guizari,
antes de que me arrepienta y agarre monte como los novillos mostrencos alzados
que se amogotan en la sierra de Mazatán.
Cuando Pedro acelera el
auto, entre la comitiva que salía a despedirme, veo la cara llorosa de una
joven muchachita llamada Liba, que era hija de uno de los vaqueros estacionado
en otro de los ranchos de mi abuelo. Ellos vivían en Los Robertos, rancho
ubicado a unos 15 kilómetros al norte de las calaveras. La había conocido a
principios del verano en una ocasión que fui a ese rancho llevando vacunas para
el ganado. Había una puerta de fierro para llegar a las casas y ese día, al ir
arribando, en la distancia veo que alguien ya se adelantaba para abrir la
puerta. Al llegar me doy cuenta era una hermosa muchacha, muy alta, de piel muy
blanca, cabello casi rubio y un cuerpo escultural. ¿Quién eres? Le pregunto al
estar abriendo la puerta. Soy hija de Ramón, me responde. Empieza el coqueteo
de inmediato que luego se convertiría en una fogosa relación que, por lo menos
dos veces por semana, cabalgaba de noche los 15 Km para que nadie se diera
cuenta, la veía en un arroyo cerca de las casas. Dábamos rienda suelta a esa
pasión de adolecentes, y casi de madrugada regresaba a Las Calaveras.
El camino del rancho a
Hermosillo se me hacia eterno y me invadía un sentimiento de pérdida, pero sin
saber por qué y, sobre todo, no tenía claro que era lo que perdía. Muchos años
después lo entendería perfectamente. Pasaban por mi mente todos los recuerdos
de mi niñez, siempre al lado de mi abuelo y en ese lugar que tanto representaba
para mí. Las cabalgadas a la sierra para traer uvalamas y nadar en las cañadas
siempre corriendo. Las aventadas de ganado que hacíamos del represo de la
duraznilla hasta Las Calaveras, un tramo de cerca de 20 Km al galope empujando
el ganado y sin detenernos.
El día ultimo de ese mes
de Agosto, mi padre, mi madre y yo, nos encontrábamos en el aeropuerto de
Hermosillo con mi tío, Manuel Torres, su esposa, la tía Eva, y mi primo el Froy
Torres. Nuestros padres, considerando estábamos muy chamacos y muy verdes, nos
llevaban de la guía a Monterrey para dejarnos instalados. Después de una
pernocta en Mazatlán, poco después del medio día abordábamos un viejo DC3 de Aeroméxico
con ruta Durango, Torreón y finalmente Monterrey. Como a las 7 de la noche aparecía
ante mí la vista de Monterrey que me provocaba una mezcla de sentimientos.
Excitación por una parte, nerviosismo o tal vez temor, ante lo que me esperaba
en ese mar de luces que observaba por la ventana del avión. Minutos después
aterrizábamos para luego penetrar la vieja terminal aérea.
Ya en la sala de
equipaje, un hombre joven y bien plantado aborda a mi padre para decirle; “Licenciado,
que gusto tenerlo por aquí”. Se saludan con un genuino afecto y mi padre
procede a presentarlo cuando le dice a mi tío, Manuel; te presento a Roberto
Gonzales Barrera, es hijo de un buen amigo y proveedor de Almacenes Laval.
Ellos son los propietarios de una exitosa fábrica de harina de maíz llamada, Maseca. Jamás
me imaginé tener ante nosotros a quien, en unos años se le llegara a conocer
como, El Maseco, uno de los hombres más ricos de Mexico, con inversiones por
todo el mundo, y propietario de BANORTE. Le dice a mi tío Manuel, “mucho gusto
don Manuel, y además de las flores que nos acaba de echar el Licenciado, voy a
ser su guía de turistas durante los días que decidan pasar en Monterrey”.
Después de disfrutar una
agradable cena con el Maseco en el famoso restaurante El Tío, nos lleva al
hotel y nos informa que un chofer nos llevaría al día siguiente al campus del Tecnológico,
para proceder con nuestra inscripción. A las 8 de la mañana abordábamos una
elegante camioneta y nos dirigíamos al sureste de la ciudad. Minutos después
aparece ante nosotros el impresionante campus que ya hervía con la cantidad de
muchachos inscribiéndose. Seguimos todos los tramites, y después los arreglos
para nuestra residencia en los dormitorios del campus.
Días después mis padres
y mis tíos parten a la ciudad de Mexico dejándonos bien acomodados en los
dormitorios. El día de su partida, el Froy y yo fuimos al hotel a despedirnos.
El Maseco los llevaría al aeropuerto y cuando ya estaban por abordar la
camioneta, el Maseco viene ante mí y me dice, “aquí está mi tarjeta, cualquier
cosa que necesiten llámame. También, yo tengo hijos e hijas de sus edades, me
gustaría presentárselos para que los relacionen aquí en Monterrey”. Le reviro,
gracias don Roberto, y nosotros nos reportamos con usted. Jamás le llamamos y
años después, alguien me decía, esa ha sido la peor pifia de tu vida. Te podrías
haber casado con una de sus hijas.
Habiendo naufragado los
planes de mi abuelo para mi, a mis 16 años me inscribía en la rama de contabilidad,
economía y administración, en donde los primeros 5 semestres eran iguales para
ya en el sexto, iniciar la separación de las tres carreras. De seguro no sería
contador, pero me debatía entre economía o administración. Pero tenía 5
semestres para tomar esa decisión. Era la primera noche que el Froy y yo
pasábamos en el dormitorio, y nos invadía cierta nostalgia. Después de todo,
éramos solo un par de chamacos de 16 y 17 años de edad.
Al día siguiente se
iniciaban las clases y puntualmente invadíamos el salón indicado en el
programa. Ello sería también el inicio de grandes amistades que hasta la fecha
perduran. Ahí se encontraban Alejandro Canelos de Culiacán, Eugenio Elorduy de
Mexicali, el Lico Gallego también de Mexicali, el bigotón Arroyo de Guadalajara,
su familia propietaria de la cadena de Farmacias Guadalajara, Nicolás Madauar
de Mérida, Carlos el chapo Acosta de Huatabampo, Arturo Ortega de Hermosillo.
El profesor de la primera asignatura, con el propósito de conocernos, procede a
preguntarnos el nombre, procedencia y edad. Al final de este ejercicio el Cano
Canelos emergía como el más viejo del grupo con 21 años de edad, y yo me
llevaba el título del más joven a mis 16 años.
Iniciábamos nuestra
educación universitaria en un Mexico en el cual se le presagiaban graves
problemas. Se le presentaban las facturas por sus males comportamientos del
pasado. El camino que seguía el país, aunque oculto en la demagogia, era muy
claro, especialmente en el manejo de sus políticas fiscales. Desde finales de
la segunda guerra mundial, Mexico establecía políticas impositivas repelentes
incrementando impuestos en todos los niveles y actividades. Sin embargo, cada
vez que se establecía un aumento de impuestos, eran correspondidos con fugas de
capital que presionaban el valor del peso e incrementaban la dependencia del
endeudamiento externo.
Nuestros líderes no
entendían que las fugas de capital son causadas por impuestos abusivos sobre
dividendos, ingresos por intereses cobrados, otros ingresos corrientes,
ganancias de capital, especialmente cuando los niveles de inflación ubican a la
gente en niveles más altos para ser ejecutados con la guadaña de Hacienda. Esas
medidas son siempre golpes mortales para dos de los conceptos más importantes
en economía, creación de riqueza y formación de capital. Sin ellos, no hay
prosperidad ni oportunidades para nadie
Incertidumbre en el valor de la moneda,
abusivas políticas fiscales y económicas en general, también promueven esas
fugas. En 1965, cuando EU reducía impuestos para poder competir con Alemania y Japón,
el nuevo presidente de México, Díaz Ordaz, reducía el impuesto más alto del
país a un 35%, para curar el daño del 50% establecido en 1960. El crecimiento
económico se aceleró y la naturaleza de ese crecimiento fue transformada. En
lugar de tratar activar la economía a base de gasto del gobierno en obras públicas,
financiadas con deuda externa, hubo un surgimiento de inversión privada sin
precedentes.
Pero en el momento que
nosotros vivíamos al inicio de nuestros estudios, una serie de crecientes
inseguridades creaban gran preocupación en el sector privado, premoniciones de
una grave crisis de la economía. El gobierno se encontraba en el proceso de
implementar una serie de cambios en las políticas impositivas, que introducían
medidas de corte socialista, especialmente sobre el impuesto sobre ingresos
personales. Solamente esas medidas serian suficientes para generar masivas
fugas de capital, en busca de oportunidades más seguras en el extranjero. Pero
los “políticos” permanecían ciegos ante ese panorama.
Nos esperaría un triste horizonte
cuando, al terminar nuestros estudios profesionales, nos darían una tétrica
bienvenida al mundo empresarial, que era el destino hacia donde nos dirigíamos.
En 1972 el promedio impositivo se incrementaría un 42%, en 1975 se llevaría a
50%, y para cerrar con broche la docena trágica, en 1979 se incrementaría a un 55%,
y además un impuesto adicional de un 10% para causantes con altos ingresos.
Se sentaban las bases del
peor ataque a la economía de México, tal vez en su historia.
Estoy Herido pero
todavía puedo pelear (VI)
Al DF en busca de mi
destino
Ricardo Valenzuela
Después de cinco años de estudios, parrandas, conquistas,
famosos pleitos, e, inclusive, a escondidas de mi padre 12 peleas como boxeador
profesional, todas ganadas noqueando. Después de un año en San Francisco
estudiando ingles, parrandas, e infinidad de aventuras amorosas, hippies, un
año en mi ciudad natal de Hermosillo con la intención de quedarme. A base de
presiones había conseguido mis padres me apoyaran en un importante negocio de
compra—venta de ganado, y este ciclo llegaba a su final. Los graves
enfrentamientos con ambos, mi padre y mi madre, eran cada vez más intensos, fue
cuando decidí era hora de liquidar mi ganado y apuntar mi proa hacia otros
mares.
A mis 23 años había
manejado una compra—venta de ganado financiada por un importante banco, y ahora
vendía el ganado para exportación, como siempre había sido el plan, y el
proyecto me dejaba una ganancia de más de $50,000 dólares, que a fines de los
años 80 era una cantidad considerable, especialmente para un chamaco fiestero.
El último enfrentamiento con mi padre había sido causado cuando, en el pueblo
de Mazatán muy cercano a nuestros ranchos, me agarrara a balazos con los
hermanos de una dama con la cual había tenido un largo idilio, y ellos no
estaban contentos de la forma que se terminaba pretendiendo chantajearme. Mi
presencia en Hermosillo ya olía mal, e inclusive, muchos de mis amigos me
aconsejaban largarme.
AQUÍ LE CEDIA LA PALABRA
A MI BUEN AMIGO BOLIVIANO, CARLOS MOGRO, QUIEN GENTILMENTE SE OFRECIO PARA
AYUDARME EN ESTA INTRIGANTE AVENTURA, COMO REDACTOR Y EDITOR. DESGRACIADAMENTE
CARLOS FALLECIO Y ELLO ME OBLIGO A TOMAR DE NUEVO ESA RESPONSABILIDAD A LA
MITAD DE ESTE PROYECTO.
Eran los primeros días
de Enero 1989, Ricardo ya había vendido todo su ganado en la operación de
compra venta que le tomara todo el año pasado, y con una buena suma de dinero,
ya tenía sus planes bien estructurados para iniciar la nueva aventura de su
vida; El trasladarse a la ciudad de Mexico para establecerse en esa bella
metrópoli, y al mismo tiempo para hacer una maestría en la UNAM. Los últimos
meses del año recién terminado, habían sido de mucho trabajo, pero también de
muchas fiestas y parrandas. La relación con su padre era ya insostenible pues
prácticamente no podían estar en el mismo lugar. Debía de marcharse, y pronto.
Ricardo súbitamente
irrumpe en el clásico y aburrido medio día de la familia Valenzuela, pasa con
una pequeña maleta de viaje entre sus dos padres que en esos momentos
descansaban en la estancia casera. Su madre le pregunta; ¿a donde vas? Ricardo
le responde; a México. Lo interroga de nuevo Doña Celia; ¿de vacaciones? No,
responde Ricardo, voy a iniciar mi verdadera vida. Doña Celia y Don Ricardo se
miran con extrañeza pero sin decir una palabra continúan con sus lecturas. Eran
los primeros días de Enero de 1969. Ya en la calle en un auto esperaban a
Ricardo dos de sus buenos amigos para llevarlo al aeropuerto en donde se
encontraría con otro de ellos; Ernesto Yberri, su compañero de aventuras
durante los siguientes dos años en la ciudad de Mexico.
Ernesto y Ricardo se
saludan en el aeropuerto con el estilo bromista que siempre había caracterizado
su relación, desde que estudiaron en el Tecnológico de Monterrey solo unos años
atrás. Se dirigían precisamente a Monterrey en donde Ernesto había dejado su
automóvil al terminar sus estudios de maestría, y de esa ciudad planeaban
trasladarse a la gran metrópoli de México D. F., en donde iniciarían sus vidas
profesionales. El vuelo de Hermosillo a la ciudad de Monterrey les tomaría (y
se tomarían algunos tragos) aproximadamente dos horas, con una escala en
Chihuahua. Durante todo ese tiempo los dos jóvenes profesionistas harían planes
con gran entusiasmo, de cómo conquistar ese gran trofeo del Distrito
Federal.
Al despegar el avión del
viejo aeropuerto de Hermosillo, Ricardo se asoma por la ventanilla para
observar su querida ciudad, y a los pocos minutos al este de la misma, tiene
también la oportunidad de ver el rancho familiar que tanto representaba para
él. Lo invade nostalgia y algo de tristeza. El último problema con su padre,
Don Ricardo, había alcanzado proporciones ya serias, tanto que Don Ricardo le
había expresado su arrepentimiento de haberle dado su mismo nombre. Se sentía
triste también al pensar que dejaba atrás a su novia, Suzette, una hermosa
muchacha de Nogales, Arizona, con la cual ya había formalizado su noviazgo con
el anillo de compromiso que le entregó solamente unos días antes durante la
Navidad. Él sentía que tal vez la estaba haciendo perder tiempo, pues su futuro
en ese momento era incierto.
Se sentía triste y
frustrado puesto que los últimos meses habían sido de gran desorden, parrandas,
escándalos, enfrentamientos con su padre. Pero más frustrado que triste al
haberse dado cuenta que la promesa de su primo Arcadio Valenzuela, quien ahora
encabezaba el Banco Ganadero, de darle una oportunidad en el mismo, no se había
concretado. Esto lo afectaba en forma especial porque su primo Arcadio era uno
de los héroes de su niñez, alguien a quien siempre había admirado
profundamente. El pensamiento de que su primo lo hubiera engañado, lo hacía sentirse
decepcionado y triste. Sin embargo, Ricardo no tenía idea del papel tan
importante que representaría su primo en el futuro que ya lo esperaba, entre
las sombras de ese horizonte al ahora iba a su encuentro.
La pareja de amigos
cruzaban el país en este vuelo casi de costa a costa, en medio de un México que
se preparaba a despedir la década de los 60s que tantos cambios habían
acarreado consigo a nivel mundial, y que desafortunadamente para nuestro país,
marcaría el final de una etapa que durante los siguientes 15 años los mexicanos
recordaríamos con gran frustración y nostalgia. El Presidente Díaz Ordaz se
encontraba en la última etapa de su administración que desde el punto de vista
económico era a luces de todo mundo, un rotundo éxito. La inflación permanecía
controlada prácticamente a los niveles de la de los EU; el crecimiento de la
economía se situaba en 7%, los intereses razonables, desempleo inexistente, el
peso firme, la deuda externa era de 3 billones de dólares, en fin, el
“desarrollo estabilizador” en todo su apogeo.
Sin embargo, la obra de
Díaz Ordáz desafortunadamente se teñía de sangre ante los acontecimientos del
año anterior. El gobierno federal había reprimido el movimiento estudiantil
encabezado por el Consejo Nacional de Huelga, en los eventos que culminaron con
la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de
Tlatelolco. El Consejo Nacional de Huelga—a quien todo mundo identificaba como
camorristas de la UNAM--- había iniciado un movimiento de protesta que
amenazaba con desestabilizar el país, e inclusive ponía en duda la celebración
de los juegos olímpicos de ese año que se deberían de llevar a cabo en nuestro
país. Aun cuando los orígenes y los líderes de tal movimiento eran de ideología
marxista tan de moda en esos años, se identificaba también con el deseo
nacional reprimido por una apertura democrática que definitivamente en México
no existía.
Ricardo no se imaginaba
el mundo tan diferente que le esperaba, a lo que él en esos momentos percibía
después de haber hecho todos sus estudios en colegios privados, y al haber
recibido títulos en economía y administración de empresas en tal vez la
Universidad mas exclusiva y conservadora del país; el Tecnológico de Monterrey.
La década que estaba por terminar se había distinguido por una revolución
cultural y cambios drásticos en los valores de las sociedades a nivel mundial.
Era la década de la guerra de Viet Nam que tanto dividía a los americanos y al
mundo en general, la década del asesinato del Presidente Kennedy y su hermano
Bobby, cuando él también buscaba la presidencia. Era la década de The New
Society de Johnson en los EU, que lanzaba a ese país a una irresponsable espiral
socialista que años después se tendría que corregir con gran dolor, solo para
repetir el regreso al socialismo una y otra vez.
Sin embargo, en los EU
en unos cuantos días tomaría posesión como el nuevo presidente, Richard Nixon,
el primer mandatario republicano después de dos administraciones demócratas. La
guerra de Viet Nam había destrozado al presidente Johnson, física y moralmente
de tal forma que, no había aceptado ofrecer su candidatura para un segundo
término. El asesinato tan cuestionado—en cuanto a sus investigaciones—del
presidente Kennedy, había provocado una nueva actitud en la sociedad americana
de pérdida total de la confianza en su gobierno, y muy particularmente en el
partido demócrata. Nixon, era ahora la gran esperanza de reconciliación, pero
sobre todo, la gran esperanza para finalizar el doloroso conflicto de Viet Nam
que ya costaba más de 50,000 vidas y varios trillones de dll.
Después del largo vuelo,
finalmente los dos amigos arribaban a la ciudad que los había acogido en sus
años de universitarios y a la que tanto querían. Monterrey se presentaba ante
sus ojos esa noche, con su gran resplandor de lo que era; una gran metrópoli y
tal vez el único bastión del verdadero capitalismo—un capitalismo tan especial
como Ricardo años después descubriría—en un México que ya se enfilaba hacia los
años 70, años que pondrían a prueba el alma y la reciedumbre de todos los
mexicanos. Ricardo siempre había admirado la labor de los regiomontanos y muy
particularmente al Patriarca de la ciudad; Don Eugenio Garza Sada, a quien
había tenido la oportunidad de conocer en sus años de estudiante, en los que
seguido se iba a las instalaciones del Tec. de aventón con Don Eugenio cuando
este asistía a las juntas de Consejo. Le impresionaba como siempre lo reconocía
y lo llamaba por su nombre. Ese semestre en el cual don Eugenio una vez a la
semana le daba aventón al Tec, los recordaría Ricardo como más productivos que
sus 5 años de estudios profesionales
La estancia de dos días
en Monterrey le permitió a Ricardo recordar los felices tiempos de estudiante.
Recorrió de punta a punta la ciudad y los lugares que tantos recuerdos le
traían. El centro con su flamante Plaza Zaragoza, el café de Sanborn’s en donde
tantas horas había dedicado a sus platicas de café con sus amigos, el Hotel
Ancira en donde seguido se reunía también con sus amigos, pero para ingerir
cantidades industriales de cerveza Bohemia. Ya no existía el Bar Imperial,
sitio de su primera parranda cuando arribó a la ciudad apenas a sus escasos 16
años. En compañía de Ernesto recorrieron durante una tarde entera el barrio del
Obispado, con sus consiguientes vueltas a la Plaza de la Purísima que ya no era
lo que ellos habían conocido. Finalmente cerraron su corta estancia en esa
imponente ciudad, con una buen milanesa del restaurante Flores que tanto los
favoreció como estudiantes.
Al día siguiente los dos
jóvenes profesionistas se enfilan en el auto de Ernesto hacia su destino; la
ciudad de México. Ambos, según ellos, zarpaban con un arsenal sin duda
suficiente para conquistar esa babel que era el centro del poder de un México
ya viejo y cansado de tantos años de patriarquismo, del monótono avanzar del
priismo revolucionario. Ambos eran jóvenes, inteligentes, portaban títulos del
Tecnológico de Monterrey, eran altos—, eran bien parecidos, sus nombres eran
reconocidos en cualquier parte del país como de “familias conocidas de Sonora,”
y aun cuando en esa época no existía el término, a estos jóvenes aventureros se
les podría haber etiquetado como YUPIS, palabra para hoy en día describir a la
mayoría de ejecutivos de Wall Street como jóvenes, solteros, profesionales y
con gran futuro.
Les tomó prácticamente
todo el día el recorrer la distancia de mas de 1000 Km. que separan a la ciudad
de Monterrey del Distrito Federal. Durante las más de 10 horas de viaje, los
dos esbozaban uno al otro sus agresivos planes para conquistar el mundo.
Después de haber recorrido los estados de San Luis Potosí y Querétaro,
finalmente, desde una loma a la entrada del Valle de México, divisan la
imponente ciudad. Ambos jóvenes sienten un fuerte escalofrío recorrerles el
cuerpo, la respiración se torna mas agitada, el corazón les palpita con mas
rapidez. Finalmente el sueño de su niñez, después de su adolescencia y la primera
parte de su juventud—el arribar y conquistar la misteriosa ciudad de México—ha
iniciado la primera etapa de su desarrollo. Hacen un alto en el camino para
poder realmente apreciar el panorama, sonríe uno al otro, se dan la mano e
inician la etapa final del ansiado viaje.
Estoy herido pero
todavía puedo pelear (VIII)
Bienvenidos a la Zona
Rosa
Ricardo Valenzuela
Iniciaron la entrada a
la ciudad en una noche de viernes. El tráfico de inmediato los desconcierta. El
anillo periférico de la ciudad se encontraba plagado de automóviles que
circulaban en ambas direcciones en una marcha frenética y anárquica. Después de
casi media hora en esa vía, logran salir en una de sus escapatorias para de
lleno entrar a la avenida Reforma a la altura del bosque de Chapultepec. Los
jóvenes se quedan atónitos con la belleza del lugar. El clima era frío en esa
noche de Enero y el lago emitía una pequeña bruma que hacia el panorama aun más
bello. Aun cuando tanto Ricardo como Ernesto en otras ocasiones habían tenido
la oportunidad de visitar brevemente la ciudad, nunca la habían apreciado con
tal esplendor. Al llegar al monumento de la
Diana, de nuevo se miran uno al otro para afirmar; México, agárrate que aquí
vengo con la rienda floja.
Se dirigían ahora a la
zona rosa en donde dos de sus buenos amigos; Hector Dávila de Hermosillo, y
Fernando Noriega de Mexicali, ya se encontraban establecidos en un confortable
apartamento de cuatro recamaras, y a donde habían sido invitados para
compartirlo. La zona rosa esa noche de viernes se confundía con un manicomio;
automóviles circulando por las pequeñas avenidas a velocidades indescriptibles,
infinidad de gentes tanto turistas como nacionales, caminado desordenadamente
al dirigirse a los restaurantes, bares, boutiques, hoteles, y todo tipo de
comercios. Después de recorrer las diferentes calles aledañas a su destino,
identifican un espacio para estacionar el auto, y se dirigen a la dirección
escrita en un pequeño papel que Ernesto había recabado de Hector en Hermosillo.
Ernesto le dice a Ricardo; “oye Chabelo, vamos a estar en el corazón del
desmadre en esta ciudad, ve nomas el cuererio por todos lados.” (Los amigos mas
íntimos de Ricardo lo llamaban Chabelo, haciendo referencia al famoso cómico de
esa época, ya que Ricardo desde los 15 años de edad media casi 1.90 y pesaba
cerca de 100Kg.)
Luego de algunas vueltas,
finalmente encuentran la pequeña callecita en la que se ubicaba el
departamento. Se quedan admirados de la infinidad de gente caminando por tan
pequeño callejón, pero sobre todo, la infinidad de hermosas mujeres que se
dirigen a uno de los lugares más populares de la calle; el café del Gatolote,
un agradable café—bar cuya propietaria era la esposa de Manolo Fábregas y
popular centro de reunión de actores. La pequeña calle era hermosa; Llena de
boutiques, comercios, galerías de arte, restaurantes, hoteles, y mucha gente
distinguida. Finalmente encuentran la dirección, trepan por una vieja escalera
hasta el tercer piso, para ahí ser recibidos por sus viejos amigos y ex compañeros
del Tecnológico de Monterrey, que ya se encontraban trabajando en la ciudad.
Después de los clásicos abrazos y saludos, Hector desenfunda una botella de
escocés etiqueta negra, y propone un brindis por la buenaventura de los recién
llegados.
Luego de tomarse un par
de copas, todos deciden descansar un rato pues era todavía temprano, darse un
buen baño, y salir a celebrar la llegada de los dos amigos al escenario de su
nueva aventura. Ricardo entra a la pequeña habitación que sería se recamara, se
recuesta en una sencilla cama, cierra los ojos y respira profundamente. La
ansiedad y el nerviosismo todavía lo acompañaban, pues a pesar del inventario
de su famoso arsenal para conquistar el mundo, no dejaba de ser un muchacho de
23 años, tímido, inseguro y podríamos decir con una serie de problemas de auto
estima, producto de una muy mala relación con sus padres, y muy particularmente
con su padre. Ricardo muy en el fondo de su ser, no sentía que tener las
“verdaderas” herramientas para la conquista que tanto anunció a sus amigos,
pero estaba decidido de morir en la batalla. No había más, la alternativa de
arrendarse, no existía en su menú.
Sin embargo, el alcohol
como siempre lo había reconfortado, lo hacia olvidar sus temores e
inseguridades, lo hacia sentirse “bien.” Como se había adueñado de la botella,
le da un fuerte sorbo a pico y sin agua, respira de nuevo profundamente. El
alcohol de inmediato hace su efecto, se siente motivado, eufórico, lleno de
energía, se levanta ágilmente para de inmediato meterse a la ducha. Los cuatro
amigos se dedican a recorrer los mejores lugares de la zona rosa consumiendo
tragos y cigarros al por mayor. Escuchan los mariachis del bar en el Hotel
Aristos, coquetean con hermosas mujeres en el Hotel María Isabel, y finalmente
se dirigen al bar del Hotel Presidente para escuchar a Cuco Sánchez. Ricardo,
como siempre le sucede, alimenta su hambriento ego con la infinidad de mujeres
que le coquetean, pues es de todos sabido su éxito con ellas. Finalmente ya a altas
horas de la madrugada, todos se retiran al apartamento.
El resto del fin de
semana transcurre igual, pero con escenarios diferentes en medio de
celebraciones, bares, copas, brindis, y ya el contacto con algunas guapas
muchachas que habitaban ese mismo entorno de superficial parranda. Finalmente,
el primer lunes en la gran ciudad es para Ricardo una premonición de muchos
otros que vendrán. Se despierta a temprana hora con un terrible malestar
producto de la cruda luego de tres días de intensa parranda. Como siempre, se
siente terriblemente culpable, sentimiento que no lo abandonaría durante muchos
años y, sin duda, la fuente de graves conflictos que lo arrastrarían a navegar
aguas por demás borrascosas en los siguientes años de una vida que, al
iniciarse, ya estaba destinada a llevar a este joven inquieto, por los senderos
del alcoholismo, las adicciones, y desesperación.
Ricardo y Ernesto se
preparan para iniciar el plan que los deba de establecer en la gran ciudad como
dos de los nuevos jóvenes ejecutivos, recién graduados, y demandados por
infinidad de empresas en busca de talento. Ricardo siempre había manifestado su
intención de convertirse en un gran banquero. Era un sueño que albergaba desde
que en su niñez, cuando acompañaba a su abuelo al Banco Ganadero, del cual era
uno de sus fundadores y accionista importante. Sus compañeros de apartamento
les habían dado información valiosa. El Tecnológico de Monterrey mantenía una
red de ex alumnos que se ayudaban entre ellos, y especialmente se dedicaba a
orientar a los nuevos compañeros al llegar a la ciudad buscando oportunidades.
De inmediato ambos se dirigieron a la oficina de ex alumnos en donde fueron
recibidos con entusiasmo, y después el encargado procede a organizarles
entrevistas con otros ex alumnos ya en importantes posiciones en las diferentes
empresas líderes en sus ramos. Ricardo, a través de dicha red, de inmediato
organiza entrevistas en los dos grandes bancos que a el le interesaban como
alternativas para el inicio de su carrera en el mundo de las finanzas; Banamex
y Bancomer. Sin embargo, debido a sus inseguridades, había decidido
entrevistarse también con otras empresas que no fueran bancos como una forma de
protegerse ante la eventualidad de no ser contratado por alguno de los colosos
financieros. Sus entrevistas con ambos bancos transcurren con gran cordialidad,
hasta que le notifican la necesidad de presentar las pruebas psicológicas y,
sobre todo, las de coeficiente intelectual. Ricardo siempre había considerado
que, definitivamente la inteligencia no era su principal atributo. En realidad
se consideraba muy por debajo de lo normal. Años después descubriría cómo había
arribado a esa trágica conclusión que marcaría su vida de una forma
dramática.
Tanto Banamex como
Bancomer tenían lo que a Ricardo le parecía un sueño; los famosos grupos de
desarrollo de ejecutivos, en donde se reclutaban a jóvenes prospectos graduados
de las mejores Universidades del país y del extranjero, para someterlos a un
entrenamiento intensivo de casi dos años recorriendo todo el sistema, y al
final ofrecerles una posición ya de cierto nivel. El joven profesionista soñaba
cada noche con esa oportunidad, pero estaba seguro que el resultado de sus
pruebas—sobre todo, las de inteligencia—se la negarían. Desde que tenía uso de
razón, siempre había estado convencido de que él era de una inteligencia
mediocre, y en algunas ocasiones inclusive llegó a pensar que era tonto. Eso
había provocado que en la escuela primero, y en la Universidad después, al
enfrentar una materia difícil y creyéndose incapaz de entenderla, simplemente
no le prestara atención con sus consecuentes resultados al pasar de panzazo.
Durante los primeros
días de su estancia en el departamento, Ricardo conoce a una bella muchacha
quien era la dueña de la boutique a un costado del edificio de apartamentos.
Una tarde al estar esperando a sus compañeros de vivienda, puesto que había
olvidado la llave, Rosalía—que era el nombre de la chica—al verlo afuera le
pregunta que hacía ahí. Después de explicarle el problema, ella le invita un
café y esperarlos dentro del local, pues la tarde era fría. Platican largo y
tendido solo interrumpidos cuando entraba algún cliente. Ella queda realmente impresionada
con los antecedentes del joven. A la hora del cierre del establecimiento, ella
le pregunta si le apetecía un brandy. Cierra la puerta principal, prepara un
par de brandis que vierte de una botella de Terry español. Brinda ella por el
éxito del muchacho en su nueva aventura. Después de la tercera copa, ya despojados
de sus inhibiciones, casi sin darse cuenta se revolcaban entre las finas piezas
que la boutique exhibía. Ese fue el inicio de una aventura para Ricardo que
duró los primeros tres meses, y le fuera bastante conveniente aunque después,
no hallaba como salir de esa situación.
Rosalía era una muchacha
muy bella, una empresaria exitosa, al parecer, era miembro de la realeza del DF
pues claramente se veía en la clientela que tenía, y se había enamorado
locamente de Ricardo. Todas las noches, después de cerrar la boutique, Rosalía le
llamaba y el bajaba para iniciar le revolcada casi diaria, previa injerencia de
algunas copas del excelente brandy español que siempre Rosalía mantenía en su
hermosa boutique. El problema se presentaba cuando después de unas semanas,
Ricardo y Ernesto entraban al bar del hotel Aristos, y de inmediato ve a una
hermosa muchacha en compañía de una señora guapa y distinguida y otra muchacha
joven. La hermosa muchacha empieza a coquetearle con el claro permiso y
complacencia de sus compañeras. Pero como él arribaba sin el elixir que lo
convertía en súper hombre, el alcohol, no se atreve a responder al coqueteo.
Para su fortuna les dan una mesa cerca de las damas y, al momento que empiezan
hablar, la señora madura casi les grita; “muchachos, ustedes son de Sonora, ¿no?”
Así es le responde Ernesto, los invitan a la mesa y es cuando se enteran las
chicas eran nietas del Gral. Abelardo Rodríguez, ex presidente de Mexico y
originario de Sonora.
Minutos depuse ya
instalados en su mesa, Ricardo se empuja dos escoceses dobles en las rocas y se
inicia la magia. Se enteran la señora es la madre de las chicas y también
originaria de Sonora, miembro de una distinguida familia, los Platt y, en su
juventud, buena amiga de la madre de Ricardo y su padre, patriarca de los
Platt, muy amigo de su abuelo. Al abandonar el bar horas después, Ricardo con
su magia había ya conquistado a Fernanda Rodríguez Platt, una de las chicas más
populares del DF, e iniciaban un romance que provocara Ricardo, durante los
siguientes meses, se dedicara solo a ella, olvidándose de las otras tentaciones
y, desafortunadamente, también de Rosalía.
Fernanda llegaría a
cimbrar a Ricardo como pocas y Ricardo a ella igual. Lo introduciría, al igual
que la Chata en Monterrey, con la realeza del DF frecuentando con ella, bodas,
fiestas, exhibiciones de arte, y hasta juegos de Futbol. Algunas veces la
pareja de enamorados simplemente se iban a pasar el fin de semana en alguno de
esa infinidad de bellos lugares que hay alrededor del DF, como Cuernavaca,
Toluca, Puebla. Otras veces los pasaban en Valle de Bravo en una bella cabaña
de un amigo de la familia de Fernanda. Sin
embargo, cuando ella se enterara del compromiso de matrimoniarse de su príncipe
azul, terminaba la bella relación.
El departamento en donde
se habían acomodado estos dos jóvenes, se hacía muy popular entre los
sonorenses radicados en el DF, y también de sonorenses que llegaban a la ciudad
ya fuera de visita o de negocios. Ahí recalaban desde altos ejecutivos, hasta
artistas como Pancho Vega y su hermana la Isela, a veces con algunas de sus
amigas en ese mundo del espectáculo como; Emily Cranz, Angélica Chain y muchas
otras. Otros visitantes regulares eran Miguel Gállego y su esposa, la famosa
actriz, Ariane Welter (hermana de Linda Christian), quien había bautizado a
Ricardo como el Clint Eastwood mexicano, porque afirmaba se parecía mucho al
actor, a quien ella acababa de conocer puesto que filmaba una película en
Puebla. A Miguel lo habían conocido en el Tec en Monterrey y él, aunque
bastante menor que Ariane, se había enamorado y se casaron.
Ricardo en lo personal
había establecido una linda amistad con Ariane, y años después, al enterarse de
su suicidio, había penetrado a un laberinto de tristeza que no pudo abandonar
durante un par de años. El ambiente de ese departamento se empezaba a tornar
peligroso.
Estoy herido pero
todavía puedo pelear IX
Ricardo Valenzuela
El resto del mes de
Enero transcurre para nuestros jóvenes entre las entrevistas, el proceso de
conocer la ciudad, pero más que otra cosa, entre las salidas nocturnas de
copas, amigos, música, y mujeres bellas. Eran ya clientes asiduos y muy
conocidos de los principales bares de la zona rosa; pero gran parte de su
tiempo lo pasaban en el bar del Hotel Aristos que se ubicaba a solamente a una
cuadra del apartamento. Ricardo pensaba; “esto si es vida, una gran ciudad,
infinidad de mujeres bellas, lejos de mi padre. ¿Que más puedo pedir?” Lugo
pensaba; si esto es sin tener la tranquilidad de un ingreso constante, ya me
imagino con un buen trabajo y dinero fluyendo. En los primeros días de Febrero,
Ricardo recibe una llamada de las gentes que lo habían entrevistado en Banamex
solicitando su presencia en el banco. De inmediato se traslada sumamente
nervioso a las oficinas principales en el centro histórico de la ciudad. Era el
primer resultado de sus gestiones.
Es recibido por la plana
mayor de la División de Recursos Humanos del banco, y acto seguido le notifican
que el resultado de los exámenes ha sido muy satisfactorio, por lo cual están
dispuestos a contratarlo. Se queda bastante confuso y extrañado ante tal
afirmación, pues él estaba seguro de que el resultado de los mismos sería lo
que le impediría su entrada a uno de los exclusivos grupos de ejecutivos en
desarrollo. Ricardo con asombro y nerviosismo les pregunta. ¿Como estuvieron
mis exámenes de coeficiente intelectual? Rescatando unos documentos del
expediente, el encargado de ellas le responde; “excelentes, el resultado fue de
Superior +, es decir, es usted punto menos que genio.” Ricardo se pasa una mano
sobre la frente con incredulidad pensando y cuestionándose; ¿Se habrán
equivocado? ¿No serán los resultados de otra persona? ¡Esto no puede ser, estos
pendejos se equivocaron!
Acto seguido, totalmente
desconcertado, les notifica tener una serie de actividades pendientes, que no
le permitían en esos momentos tomar su decisión, por lo que les solicita unos
días para darles su respuesta. La realidad era que se encontraba tan
sorprendido y confundido por el resultado de los famosos exámenes—sobre todo el
de inteligencia—que no se sentía con el ánimo de decidir algo tan importante en
esos momentos. El jefe del departamento molesto le dice; “le estamos ofreciendo
una gran oportunidad y nos dice lo tiene que pensar, no entiendo ¿está usted
consciente de la cantidad de jóvenes profesionistas que matarían por una
oportunidad como esta?” Ricardo le responde, yo tampoco entiendo, se despide
cortésmente y se encamina pensativo al apartamento sumergido en sus
pensamientos. No podía aceptar el que su coeficiente de inteligencia fuera como
lo había descrito el Dr. Becerra; “el de punto menos que genio.” Al estar
dirigiendo su automóvil sobre la calle Reforma, por primera vez en su vida lo
ataca un pensamiento muy especial; “a lo mejor no soy tan pendejo como siempre
he creído.”
Esta reflexión tendría,
a partir de esos momentos, un efecto sumamente importante en su vida, porque
finalmente como él descubriría años después; “el ser humano es solo el
resultado de sus creencias y los pensamientos que lo controlan.” También la
afirmación de un gran filósofo; “si crees que puedes, o si crees que no puedes,
de las dos formas estas bien”.
Envuelto en sus
pensamientos llega al departamento ya pasadas las 6 de la tarde, por lo que el
resto del grupo ya había arribado de su trabajo. Le informan el haber recibido
una llamada, ahora de parte de Bancomer. Como los acontecimientos vividos en
Banamex unas horas antes lo confundían profundamente, busca el ordenar sus
pensamientos confiando sus inquietudes y sus dudas a su grupo de amigos.
Después de escucharlo todos con atención, Héctor, su amigo de toda la vida y
compañero de casa en Monterrey, de una manera drástica le afirma: “Mira Pinche Chavelo,
ese ha sido tu gran problema de toda la vida, siempre has creído que eres
pendejo, pero de pendejo no tienes nada, eres uno de los tipos más inteligentes
que yo he conocido.” Ricardo se queda pensativo.
Para aclarar sus
pensamientos y como solía hacerlo para todo, decide salir a tomarse un trago en
compañía de sus amigos. Después de recorrer sus bares favoritos, como ya era su
costumbre casi diaria, se regresan todos al apartamento y deciden irse temprano
a la cama, pues apenas era martes, la semana estaba iniciándose. Ya tendido
sobre sus espaldas, de nuevo se zambulle en sus pensamientos de lo ocurrido esa
tarde. Trata de recordar desde cuando era que esos pensamientos de escasa
inteligencia lo habían acompañado, pero sobre todo y lo más frustrante, en
donde se habían originado, cual era la verdadera causa de tales creencias.
Finalmente después de revisar el archivo de sus recuerdos durante casi una
hora, el sopor del alcohol le distorsiona su análisis y finalmente se queda
dormido.
Ese jueves de Febrero,
la ciudad de México y todo el Valle amanecían con un gran esplendor, el sol
brillaba con intensidad en el horizonte de su nacimiento. Ricardo había dormido
mal, el alcohol nunca le había servido como compañero de lecho. Finalmente, haciendo
un gran esfuerzo se levanta, recuerda de repente que ese día era su cita en
Bancomer, de inmediato se le ilumina la cara, desaparece el sopor del alcohol
dejando solo un pequeño malestar de la incipiente cruda. Saborea dos tasas de
café muy cargado, salta con alegría a la ducha, y mentalmente empieza a visualizar
la entrevista que le esperaba esa mañana (un ejercicio que el solo descubriera
y que le serviría infinitamente en el futuro, visualización). Bancomer sin duda
era su mejor alternativa. El banco más grande y moderno de América Latina. Se
enfunda ágilmente en su mejor traje, escoge bien su corbata, se da un último
vistazo en el espejo, queda satisfecho y sale del apartamento con alegría para
enfilarse a la cita que cambiaría su vida.
Lo recibe también la
plana mayor de la División de Recursos Humanos en las oficinas principales de
Bancomer, ubicado en la calle Simón Bolívar en el bello centro histórico de la
ciudad. El responsable del Grupo de Desarrollo de Ejecutivos, Enrique Estrada,
de inmediato le informa que pretenden contratarolo. El luego pregunta por el
resultado de sus exámenes que tanto lo preocupaban. El psicólogo también ahí
presente le informa que eran sumamente satisfactorios. No conforme respuesta,
específicamente ahora pregunta por el resultado de las pruebas de inteligencia.
El psicólogo Pineda le responde que el resultado había sido de Superior +, es
decir, confirmaban lo que ya los ejecutivos de Banamex le habían informado.
Ricardo piensa unos momentos, suspira profundamente, se dice a sí mismo; “A lo
mejor no soy pendejo.” Ahí mismo acepta la oferta de Bancomer para formar parte
de su exclusivo grupo de ejecutivos en desarrollo. Un grupo elite que no solo
era para muchachos graduados en las mejores universidades, con resultados
superiores en sus pruebas, también era refugio de hijos o parientes de importantes consejeros del banco en todo
México, puesto que se consideraba el entrenamiento era tan bueno, que se podía
aplicar en cualquier tipo de empresas.
Años después, al leer un
hermoso cuento Ricardo entendería su problema. El cuento narraba la aventura de
un indio americano que andando de cacería se encuentra un huevo de águila. Lo
recoge y lo lleva a su aldea y con cuidado lo acomoda junto con los huevos de
una gallina que él tenía. Pasan los días, los huevos se rompen y nace una serie
de pollitos y, por supuesto, la pequeña aguilita. Crecen todos juntos y la
pequeña águila siempre pensando que también era gallina y así, igual que ellas,
se dedicaba a comer gusanos rascando la tierra. Meses después cuando estaban en
su diario trabajo de rascar la tierra, la pequeña águila mira al cielo y ve un
majestuoso grupo de águilas volando. Le dice a uno de los pollitos; como
quisiera ser águila para poder volar a esas bellas alturas. El pollo responde;
cállate no seas pendejo, nosotros somos pollos y no podemos volar. El águila
agachó la cabeza para seguir rascando la tierra, y jamas hizo ya el intento de
volar. Nunca se daría cuenta que siempre había tenido la capacidad de volar
hasta la inmensidad de las alturas, pero no lo sabía.
Ricardo regresa al
apartamento ya pasada la tarde, pues había decidido comer con uno de sus amigos
quien había sido compañero de estudios en el Tec. de Monterrey, Memo Arana de
Torreón, y era ya miembro del grupo de ejecutivos en desarrollo, y de alguna
forma lo había orientado para manejar sus entrevistas con las gentes responsables
del Grupo. Después de la comida decide visitar algunas librerías del centro de
la ciudad, pues la lectura era algo que siempre lo apasionaba. Camina
largamente por las calles aledañas al zócalo recordando la primera vez que
visitó esta bella ciudad, allá en 1963 durante una semana santa con todo su
grupo de amigos sonorenses que estudiaban en el Tecnológico. Su excitación era
tal, que no se da cuenta de la hora y casi a las 7 de la noche, con su ego semi
reivindicado, con prisa enfila hacia el apartamento ansioso por dar la noticia
a sus amigos.
El resto de la semana
transcurre entre las celebraciones por la contratación de Ricardo de parte de
Bancomer, y la de Ernesto quien había aceptado una oferta de la Ford. En medio
de esas celebraciones, Ricardo decide que habiéndose dado cuenta finalmente de
que no era el pendejo que siempre había pensado, ahora definitivamente estudiaría
su maestría en Finanzas, programa ofrecido por la UNAM. Se antojaba una misión
por demás pesada el trabajar en Bancomer, estudiar una maestría y seguir la
vida de parranda que no estaba dispuesto a abandonar. Hacia fines de la semana
sus compañeros de apartamento deciden abandonar el festejo que ya duraba tres
días, por lo que él cierra sábado y domingo sumido en el tequila del Caballo Bayo,
ahora acompañado de la modelo Rebeca Mitchell, a quien había conocido en una
excursión que esta hizo a Hermosillo para una exhibición de modas en Mazón
Hermanos. Una muchacha escultural y que ya había logrado incursionar al cine y,
en palabras de nuestro protagonista, uno de los mejores brincos de su vida.
Platicaba el mismo que su madre había acudido a la exhibición con su grupo de
amigas. Cuando le informaron a Rebeca ahí estaba mi madre, asumía pasos
especiales enfrente de ella. Don Pepe Mazón entonces le dice; “mira Celia, esta
muchacha es tu nuera”. Mi madre con su conocida franqueza responde: “Todas las
cirqueras que llegan a Hermosillo de inmediato se convierten en mis nueras”.
El lunes Ricardo se
presenta orgullosamente por primera vez a su nuevo trabajo de Bancomer. Sin
embargo, se sentía realmente mal debido a la cruda provocada después de casi
una semana de parranda. Atraviesa el largo corredor del octavo piso del bello y
moderno edificio del banco, para encontrarse con las miradas inquisidoras de
infinidad de ejecutivos con antigüedad que siempre aspiraban incursionar al
grupo elite del banco, pero más importante, las coquetas miradas de las cientos
de muchachas que laboraban en ese piso. A este joven, el coqueteo de las
mujeres siempre le había servido como paliativo para los problemas de
inseguridades que durante toda su vida lo habían perseguido como lobos feroces.
Su cuerpo alto y atlético, semejante al de muchas luminarias de Hollywood,
realmente contrastaba con sus actitudes mentales, sus temores, e inseguridades.
Cuando llegaba al pequeño escritorio asignado a los jóvenes ejecutivos en
desarrollo para recibir correspondencia, siempre encontraba dos que tres
papelitos con números telefónicos.
Iniciaba así su carrera
bancaria en un México que ya se despedía de la década de los 60s, un México en
efervescencia por la sucesión presidencial que ese año se debería resolver. Un
México que a poco mas de la mitad de ese Siglo XX, ya presentaba las facturas
de los conflictos políticos que lo había abrazado durante más de cien años. Aun
cuando nos encontrábamos en medio del famoso desarrollo estabilizador, el país
se había rezagado y en esos momentos era una parodia de lo que a principios del
Siglo llegó a representar. Los EU durante todo el Siglo XX continuaban con esa metamorfosis que, durante el siglo 19, en tan
solo cien años lo habían convertido en la nueva potencia mundial desplazando a
Inglaterra y su Reino Unido, del lugar que habían ocupado durante varios siglos.
México sin embargo, con la revolución que lo destruyó, y después con sus
ensayos socialistas, había enviado el bienestar de sus ciudadanos a niveles de
países ya conocidos como terdermundistas.
El ser miembro del grupo
de ejecutivos en desarrollo, le daba a Ricardo otra interesante oportunidad en
un campo que amaba. Bancomer tenía, sin lugar a dudas, la mejor división de
estudios económicos de toda América Latina y, con su compulsivo interés de
sumergirse en el estudio de esa ciencia, se las había agenciado para, además de
su estancia en esa división como parte de su entrenamiento, le abrieran las
puertas ya no como miembro del grupo, sino como un ejecutivo con un interés
especial, e inclusive, puerta abierta con su Director, Manuel Sánchez Lugo,
para obtener no solo información económica, sino la forma en que se captaba y
preparaba esa información. Ese sería la continuación de un idilio con la
economía, que se iniciara en la preparatoria del Colegio Regis, con una charla
del Licenciado Ramón Corral Delgado, que hasta la fecha continua.
Desde entonces, a
nuestro joven economista lo asaltaría un deseo compulsivo por descifrar ese
gran misterio de la pobreza de Mexico, y
la riqueza de EE. UU. Ello lo llevaría a descubrir crueles verdades que los
mexicanos siempre han decidido ignorar.
IX
Esa bienvenida que el Lic.
Sánchez Lugo le daba a Ricardo, le permitiría explorar una rama de la economía
que él no conocía; la historia económica de Mexico. La estructura económica del
país es resultado de su pasado. Una telaraña de fuerzas políticas internas
emergiendo contra las olas de influencia extranjera de ideas y aptitudes. La
mayoría de ellas, al inicio de nuestra historia, conectadas con España y
Francia, y después con los EEUU durante los últimos dos siglos. Cuando Hernán
Cortes invadiera Mexico en 1519, descubría una civilización que mostraba un
admirable avance que habían mantenido durante 2,000 años. La ciudad de
Tenochtitlán era un asentamiento muy elaborado, y sobre ella se construyera
después la ciudad de Mexico, tenía una
población diez veces mayor que cualquier ciudad española, con excelentes
comunicaciones, acueductos y drenaje.
Pero cuando Cortez
invadiera Mexico, el sistema económico y político de los aztecas, se había
convertido en una Teocracia imperial abusiva y opresiva organizada de la misma
forma que surgiera la Nueva España, en esa abusiva ocupación de los españoles. Las
estructuras sociales de los Mexicas era una elite formada por la burocracia y
los nobles, que Vivian de explotar a sus súbditos y conquistar a otros pueblos.
Los sacerdotes y los burócratas moraban en grandes palacios con cientos de
sirvientes, a expensas de las villas agrarias comunales. La religión, como el
Mexico del siglo 19, era la fuerza cohesiva
en la sociedad. El individuo, a menos que fuera parte de la aristocracia
sacerdotal o política, no tenia significado alguno
Eran los primeros
informes que Ricardo exprimía de la División de Estudios económicos, y le daba
una buena visión de la fuente original que heredaba el país para terminar, en
estos años 60 a punto de entrar a los 70, en un cascajo habitado por una
sociedad explotada, sufriendo todas las carencias, corruptelas, injusticias que
les serbia una clase política aferrada al poder. Lo que ni los economistas de
Bancomer se imaginaban, es lo que le esperaba a Mexico en la década que estaba
por iniciarse, que lo cimbraría hasta lo más profundo de sus raíces.
Ricardo nunca había
comulgado con el estilo mexicano de gobernar. Tal vez su cercanía a su abuelo
materno quien por ser uno de los grandes ganaderos y terratenientes de Sonora
constantemente se tenía que enfrentar a las agresiones demagógicas y corruptas
de estructuras como la Reforma Agraria. Desde muy pequeño el muchacho había
sido testigo de los sufrimientos de su abuelo al verse simplemente despojado de
lo que era el fruto de su esfuerzo. El no entendía el por qué el gobierno les
arrebataba a unos el patrimonio de una vida de sudor y lagrimas, para dárselo a
otros. Ya como estudiante en la facultad de economía del Tec. en Monterrey,
había tenido la gran fortuna de conocer a uno de sus mentores; el Dr. Giorgio
Berni. Cuando el Dr. Berni le regaló una copia del libro de Von Mises; “La
Acción Humana”, al leer esa magna obra había quedado mas confundido pues no
entendía por qué no se aplicaba en ninguna parte del mundo.
Años después entendería
y vería muy claramente que en el Tecnológico mas que aprender liberalismo—que
llegaría a ser su religión—los enseñaban a jugar el juego del estabishment, el
juego del capitalismo crony, el del cepalismo que había controlado a toda
América Latina durante tantos años. Con horror comprendería cómo el
rompecabezas mexicano estaba armado de forma similar al mecano; el juego que tanto
le gustaba de niño. El Estado, el gobierno era el sol alrededor del cual
giraban todos los mexicanos en una sinfonía de complicidades en la cual cada
quien debía de tocar la melodía con las notas que se le entregaban. Ese sistema
aniquilaba la iniciativa y creatividad de la sociedad creando clusters de
grupos dependientes del gran poder; el Estado, que como en la época feudal
escogía a los ganadores y perdedores en medio de esa complicidad de los
agraciados, y la sumisión de un pueblo cada vez más pobre y harapiento.
Finalmente y después de
transitar por el largo pasillo, Ricardo llega a la oficina de Enrique Estrada
el responsable del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo. Luego de una larga
platica introductoria en la que se le informa en que consistirá el
entrenamiento de un año, en el cual deba de recorrer todo el banco, financiera,
hipotecaria y compañía de seguros, Estrada le notifica que el primer paso del
programa será en una sucursal, y normalmente se escoge la que se localice mas
cerca del domicilio del entrenado. Le informa que la sucursal asignada es la
que se ubica a solo media cuadra de su apartamento en el corazón de la zona
rosa. Ricardo sonríe de satisfacción, pues no sólo es sumamente conveniente y
funcional, pero esa oficina del Banco es a la que acuden todas las bellas damas
de esa zona de la ciudad, además de innumerables actrices, modelos etc.
Al día siguiente Ricardo
se presenta a lo que sería el primer paso de su largo entrenamiento. Lo recibe
un hombre maduro identificado como el gerente de la sucursal para después de
leer la carta del departamento de Recursos Humanos, proceder a presentarlo con
el resto de los empleados. Siendo esta una oficina de servicio mas que de
negocios, el 90% de los elementos que laboraban en ella eran muchachas jóvenes,
mismas que con picaras sonrisas daban la bienvenida al nuevo ejecutivo en
desarrollo. Las siguientes semanas serían para Ricardo de una gran intensidad,
tanto en el aspecto profesional de su entrenamiento que cada día más le
gustaba, como en el aspecto de su recepción de parte de todas las mujeres que
conformaban el grueso de la oficina. Tanto empleadas como clientas de inmediato
iniciaron el plan de conquistar el nuevo trofeo ante esa ya famosa complicidad
que caracterizaba el muchacho.
El segundo día en la
oficina de Bancomer de la zona rosa, a través del ventanal identifica a una
hermosa mujer de Monterrey que él conocía muy bien. Se trataba de Aida Cortez,
una ex reina del Tecnológico y ex miss Nuevo León. Sale apurado a saludarla y
cuando ella lo ve, se le ilumina la cara con una gran sonrisa y casi grita;
Chero. Se dan un abrazo y Ricardo antes de que ella pudiera reaccionar, le da
un beso en la boca. Aida finge evitarlo pero luego le corresponde
apasionadamente. Pregunta ella ¿Qué andas haciendo por aquí? Yo te ubicaba en
tu rancho trabajando de vaquero.
Ricardo le hace una
reseña rápida de cómo había llegado al DF. Aida siempre había gritado por todo
Monterrey que estaba enamorada de Ricardo. Sin embargo, con las diferentes
conquistas, entre ellas la de la Chata Garza T, el nunca había estado
disponible en aquella época de estudiante. Pero ahí estaba frente a ella
Durante un mes Ricardo
recorrió los diferentes departamentos de la sucursal asignada. Desde cartera,
mostrador múltiple, análisis de crédito, cajas, contraloría, subgerencia, y
finalmente la gerencia. Durante la mañana trabajaba arduamente tratando de
absorber toda la información que se le proporcionaba en cantidades exageradas
al tiempo que tomaba notas de todo. El personal de la oficina, pero en especial
el gerente, se impresionaban de la manera tan natural de Ricardo para
establecer contacto con todo tipo de gente. Al terminar el día y al cierre de
la oficina, procedía a resumir las notas de todo lo transcurrido durante la
jornada de trabajo y pasarlas a un diario. Normalmente a eso de las 3 de la
tarde se retiraba a comer a los diferentes restaurantes de la zona rosa y
siempre acompañado de alguna de las bellas empleadas, o hermosas clientes. El
resto de la tarde era de simplemente desarrollar el papel que tanto le gustaba,
el de la parranda y cacería de bellas mujeres.
Ese mismo mes, armado
con la nueva seguridad que la había proporcionado el resultado de los exámenes
de inteligencia servidos por los dos bancos, se enlista en el programa de
Maestría en Administración de la UNAM en donde para su sorpresa, fácilmente
pasa los exámenes de admisión. Logra convencer a Hector Dávila uno de sus
compañeros de apartamento para que también se enliste, y juntos inician el
programa que se extendía de las 6.00 PM hasta las 10.00 PM diariamente en las
instalaciones de la facultad de administración de la propia Universidad.
Ricardo y Héctor hacían el diario recorrido por toda la avenida Insurgentes
desde la zona rosa, hasta el campus universitario en el sur de la ciudad. Sin
embargo, el recorrido aunque largo, era agradable y les daba la oportunidad de
comentar los temas estudiados. Ricardo y
El Chapo, como cariñosamente llamaban sus amigos a Héctor, construirían una
gran amistad ya iniciada en Monterrey que perduraría toda la vida.
Al final del primer mes
del entrenamiento y ya encausado en el programa de maestría de la Universidad,
Ricardo se sentía totalmente realizado, tal vez por primera vez en su vida.
Estaba totalmente convencido de que su futuro era la banca, sin duda también
era su vocación. Ese sentimiento de bienestar era complementado con las cartas
que muy seguido recibía de su novia Suzette a través de las cuales le dada
ánimos y fortaleza para seguir adelante con sus planes. Por primera vez en su
vida no se sentía perdido. Poco a poco iba aclarando sus prioridades; sabía que
la banca era una de sus pasiones, ahora entendía que la economía era otra de
ellas, y siempre supo que los ranchos ganaderos eran su primer amor. Constantemente
recordaba los momentos felices de su niñez y adolescencia en el rancho de su
abuelo.
Pero en ese océano de
parabienes sin embargo, había algo que le incomodaba. Sentía cierta frustración
de que la oportunidad que en un momento dado su primo Arcadio le había ofrecido
para trabajar en el Banco Ganadero, no se hubiera materializado. Ese había sido
su sueño desde que muy pequeño y de la mano de su abuelo iba a ese banco.
Cuando su primo nunca lo volvió a llamar como le había prometido, realmente se
sintió decepcionado y muy frustrado. Ahora, tal vez impulsado por esos
sentimientos, Ricardo todas las mañanas al despertar hacia algo que después
descubriría era una de las técnicas más poderosas para programar nuestro
subconsciente. Cada mañana se visualizaba tomando posesión como Director
General del Banco Ganadero, el banco de su abuelo. Lo hacia con una gran
intensidad, pasión y disciplina. Ese ejercicio años después lo dejaría atónito.
Los siguientes meses
transcurren con una velocidad extraordinaria para Ricardo. Entre su intensivo
entrenamiento, el programa de maestría y sus infinitas parrandas, no le queda
tiempo ni siquiera para su pasatiempo favorito; la lectura. Sin embargo, se las
agencia para por lo menos una vez al mes darse una escapada a sus librerías
preferidas; las del Fondo de Cultura Económica. Sin darse cuenta el verano
llega con todo su esplendor de una ciudad de México que en esa época solamente
contaba con tal vez 5 millones de habitantes, sin los problemas de trafico de
hoy día, y definitivamente sin los efectos del smog y el crimen que en estos
momentos ya lo hacen realmente insoportable. En el mes de Julio su programa de
entrenamiento lo lleva a la División Internacional del banco, y es ahí en donde
descubre algo que lo apasionaría también por el resto de su vida; los servicios
financieros internacionales.
ESTOY HERIDO
Sin embargo, en medio de
este escenario que tanto le agradaba, había algo que ya lo empezaba a molestar.
El apartamento en donde él y sus amigos vivían se había convertido en el centro
de reunión de infinidad de sonorenses en el DF, exatecs de toda la República
que se encontraban ya trabajando también en la ciudad, y sobre todo, el centro
social y de parranda de ellos y de sus ya muchas amigas que consideraban ese lugar como el “centro de
reunión.” Era tal el problema que en algunas ocasiones había de 8 a 10 gentes
pernoctando en el pequeño lugar. Casi no había día en el cual Ricardo no se
levantara con el clásico malestar de la cruda que cada vez lo afectaba con más
intensidad. Ese verano por primera vez en su vida lo atacó un pensamiento; “la
posibilidad de que el alcohol empezara a ser un agente verdaderamente negativo
en su vida.” Él estaba hasta cierto punto consciente de que el alcohol era
“peligro” pero no quería pensar en ello.
A veces como no
queriendo desembarcar en esa playa, recordaba cómo sus borracheras habían
siempre sido la fuente de la mayoría de sus problemas. Desde sus pleitos en su
época de estudiante cuando rondaba por todos los burdeles de Monterrey
simplemente buscando donde iniciar uno, hasta los repetidos escandallos de los
que había sido protagonista en reuniones, bodas, celebraciones. Todos sus
amigos sabían de la transformación que él sufría con el alcohol. Los múltiples
enfrentamientos con su padre sin duda tenían en gran parte su origen en eso que
a veces pensaba fuera ya una adicción. Sin embargo, la idea de abandonar el
alcohol simplemente lo aterrorizaba. Había en esos momentos ya una parte
importante de su vida que en un gran porcentaje dependía del alcohol. A medida
de que el tiempo avanzara, tristemente se encontraría entregando su vida entera
a esa dependencia.
Ricardo sospechaba que
el tenia una personalidad compulsiva. Todo lo que este joven profesional hacía
era así; todo o nada. Lo era con la comida, sin duda el alcohol, con la ropa, y
definitivamente con al sexo que además de proporcionarle los placeres muy
especiales de la actividad, era una forma muy efectiva de hacer contrapeso a
sus problemas de inseguridades, complejos y una pobre auto estima. Cada
conquista de una hermosa mujer, era para él una inyección de cierta seguridad
para su deteriorado ego. Sin embargo, en estos momentos el alcohol se había
establecido como la prioridad de su compulsión. Había ocasiones en que él y
Ernesto tomaban durante todo el fin de semana a veces sin dormir durante más de
24 horas. Al segundo día caían rendidos para solamente continuar después de
unas cuantas horas de sueño. Después el lunes era para ellos un verdadero
calvario al presentarse a trabajar sintiendo que les faltaba aliento, con rudas
compulsiones, palpitaciones y un gran sentimiento de culpa.
333
Hacia finales del verano
Ricardo recibe una agradable sorpresa, su novia a quien no veía desde Enero
cuando abandonó Hermosillo, le había notificado el que lo visitaría por unas
semanas aprovechando que ella tenia un grupo grande de parientes con los que se
podía hospedar. Como es natural, al recibir la noticia se llenó de alegría pues
tenia muchas ganas de verla, pero además, él pensaba que con la presencia de
Suzette tendría que bajar el tono a sus escapadas, parrandas y borracheras, que
ya en algunas ocasiones—sobre todo los lunes—le preocupaban. No estaba seguro
si realmente se quería casar. El anillo de compromiso se lo había dado en una
borrachera para al día siguiente de la cruda pensar y preguntarse; ¿que hice?
Pero él racionalizaba sus actos pensando que era una buena muchacha, guapa,
inteligente, de buenas familias, amiga de sus hermanas, y además su familia era
encantadora y lo hacían sentir parte de ella.
En medio de esa
reflexión lo atacaría un elemento que a futuro definiría el rumbo de su vida de
una forma por demás negativa. Se sentía comprometido, se sentía culpable con el
sólo pensamiento de no cumplir con el compromiso que ya había establecido.
Sentía que Suzette lo había apoyado en momentos difíciles, lo había consolado
en sus tristezas, había sido su refugio siempre que en sus borracheras
provocaba algún conflicto, escándalo, y sobre todo, el doloroso enfrentamiento
con su padre que siempre lo hacia sentir como el ser más inmundo e infeliz
sobre la faz de la tierra. Su padre desde que el tenia uso de razón, lo había
agredido verbalmente y con ese resultado; Él hacerlo sentir mal: Tonto,
irresponsable, flojo, mentiroso, inmerecedor de las cosas que él pretendía,
incapaz de lograr sus sueños. Nunca lo agredía físicamente, tampoco lo
insultaba, sus agresiones eran mas bien desaprobando todo lo que hacia. Eran
reclamos y regaños sin fundamentos. Sin embargo, Suzette siempre estaba ahí
para consolarlo y animarlo.
No sabía si realmente
estaba enamorado. Él haber crecido en una familia en la cual el amor y sus
manifestaciones siempre habían estado ausentes; hacía para el muy difícil el
llegar a un diagnostico acertado de sus sentimientos. Desde que él recordaba,
su padre y su madre mantenían recamaras separadas, se hablaban con gran
solemnidad, nunca se decían algo positivo, por supuesto que jamas se confesaban
amor, jamas se dispensaban una caricia. Doña Celia para referirse a su esposo
siempre decía “el Licenciado,” o simplemente “Valenzuela.” Ese ambiente había
provocado que todos los miembros de la familia fueran muy fríos y no supieran
expresar sus sentimientos. Pero el caso de Ricardo era muy especial puesto que
su padre con su estilo frío, agresivo y acusatorio, a sus hermanas las ignoraba
desde siempre, lo cual lo había convertido en el blanco de sus frustraciones y
definitivamente de sus agresiones verbales que tanto daño le habían hecho.
Envuelto en esos
pensamientos se dirigía al aeropuerto a recibir a su prometida. Algo más le
inquietaba, hacía varios días había tenido un sueño por demás raro. Había
soñado que Suzette estaba saliendo con uno de sus viejos pretendientes. Un tipo
de Nogales Sonora al que siempre le había gustado la hermosa muchacha. No
encontraba explicación para su malestar, finalmente era solo un sueño. Después
de estacionar su flamante automóvil ultimo modelo, se introduce a la terminal
para dirigirse a la salida de los vuelos internacionales. Se sentía nervioso,
molesto, y no sabía el por qué. Luego de esperar varios minutos, finalmente
aparece Suzette en la terminal de desahogo de viajeros internacionales. Se dan
un abrazo y un beso que a Ricardo le parece frío. Ella se veía cansada,
ojerosa, seria y sin duda también molesta por algo. Después de recoger el
equipaje, se montan en el auto para iniciar la ruta que los llevaría al norte
de la ciudad, en donde se hospedaría ella con sus parientes.
¿Que tienes? Le pregunta
Ricardo sin rodeos. Ella le responde; mira ya estoy cansada y harta de esperar,
me diste el anillo hace casi un año y ni siquiera hablamos de matrimonio, ya no
digamos hacer planes de boda. Continúa; yo estoy allá en Nogales esperando
mientras tú te diviertes a lo grande aquí, porque no me vas a decir que te la
pasas encerrado. Es rumor general en todo el estado de Sonora que tu y Ernesto
son los nuevos play boys de la ciudad de México. Todo mundo los ha visto
parrandeando acompañados de bellas mujeres en diferentes lugares como El
Caballo Bayo, en bodas, en todos los bares de la zona rosa, y hasta en los
periódicos aparecen sus fotos con “amigas.” Esto no me parece justo, yo he
estado esperándote durante años, pero no estoy dispuesta a esperarte para
siempre. Ricardo un poco sorprendido le revira; “que curioso, hace unos días
tuve un sueño en el que te veía saliendo con Elías Saied aun con el anillo de
compromiso.”
Responde ella; “pues
definitivamente que es curioso, porque anoche cuando estaba empacando me llamó
Elías para pedirme que te regresara el anillo y que el se casaba conmigo de
inmediato.” Ricardo monta en furia como seguido lo hacia y le responde:
“perfecto, regrésate a Nogales y cásate con ese hijo de la chingada, y que seas
muy feliz.” Lo único que falta es que mi sueño se haya convertido en realidad.”
Suzette al verlo tan furioso retrocede en su actitud y responde: “Pero como
crees que yo me voy a fijar en alguien como ese después de estar contigo. Yo te
quiero a ti y contigo quiero pasar el resto de mi vida. Ahora, yo no puedo
evitar que gente como Elías me llame con esas tonterías.” Pero Ricardo o
todavía montado en cólera le repite; “No ya te lo dije, regrésate y cásate con
ese pendejo, olvídate de mí, a mi no me vas a chantajear de esta forma, esto se
acabó.”
Enseguida Suzette rompe
en llanto y le dice: No pudo creer lo que me dices. Si lo que buscas es un
pretexto, no lo busques mas, no lo necesitas, simplemente háblame con la verdad
y si no te quieres casar conmigo, solamente dímelo, I am a big girl, no sería
el fin del mundo. Ricardo algo desconcertado le responde; mira, estamos muy
sensibles los dos en estos momentos, estamos cansados, no creo sea buena idea
el resolver nada en este momento. Vamos reencontrandonos los próximos días,
vamos hablando, vamos exponiendo nuestros verdaderos sentimientos. Yo siento
que este tiempo en que no nos hemos visto, nos ha cambiado a los dos, a mí me
ha combiado profundamente. Las experiencias que he vivido en esta ciudad
durante los últimos meses, me han dado otra perspectiva de la vida. No hay duda
de que soy un hombre diferente.
Durante las siguientes
semanas Ricardo y Suzette se hacen inseparables. Eso permite que se aleje de
sus amigos y amigas de parranda que durante todo ese tiempo como antes, lo hace
sentir bien en compañía de su prometida. Siente que ella es una buena
influencia para él. Se siente tranquilo, calmado, no siente ese fuego en el
estomago que era clásico todos lo viernes antes de iniciar la parranda del fin
de semana. Se divierte haciendo con ella cosas sencillas como ir al cine, ir a
comer o cenar, o simplemente caminar por las bellas avenidas de la ciudad. Sin
embargo, un viernes después de llevar a Suzette a casa de sus familiares al
norte de la ciudad, al llegar al departamento Ricardo encuentra una fiesta en
todo su apogeo. Luego de que una de sus amigas favoritas insistiera, se toma la
primera copa de las muchas que tomará el resto del fin de semana.
Como siempre le sucedía
cuando algo lo preocupaba, bebió a su estilo sin límites y de forma compulsiva,
como si el mundo se fuera acabar.
Recorrió con el grupo sus guaridas preferidas y ya con muchos tragos en “la
panza” como el mismo describía, sus preocupaciones lo abandonaron, sus temores,
inseguridades, su personalidad introvertida y todos esos rasgos de su
personalidad que tanto le molestaban, como por arte de magia desaparecían. Se
había convertido en el audaz, intrépido, agresivo, asertivo hombre que siempre
él había soñado, y que solamente el alcohol era capaz de proporcionarle. En uno
de los bares que visitaron como era habitual, un grupo de bellas muchachas
inició el coqueteo específicamente con él. Con el valor prestado del alcohol,
de inmediato se presentó con ellas. Eran de Tamaulipas, y la más agresiva y
bella, de pronto le pide, llévame a oír mariachis. Ricardo y la muchacha
partieron hacia lo que seria una noche de locura y de placer.
Había pasado la noche
con la misteriosa dama en el hotel en que ellas se hospedaban en el centro de
la ciudad. Eran las 11 de la mañana y apenas se estaba despertando para
acordarse que había quedado de pasar por Susan a las 9 para desayunar y luego
un paseo por el castillo de Chapultepec. Se sentía muy mal, las crudas cada día
lo afectaban más, pero sobre todo, ya lo empezaba a invadir el sentimiento más
cruel que conocía; la culpa. Sudaba copiosamente, la respiración era irregular,
el corazón le palpitaba fuertemente. Al estar iniciando el clásico proceso de
tortura que lo seguía siempre después de una parranda, la bella dama abre los
ojos y dulcemente le dice; buenos días guapo. ¿Como dormiste? Ricardo inseguro
le responde, me supongo que muy bien, pues casi no me acuerdo de nada. Le
revira Rosa—que era su nombre—pues yo tampoco te pudo decir que tal dormiste,
pero si lo feliz que me hiciste toda la noche.
Como siempre le sucedía
en ese tipo de situaciones, el caudal de sentimientos negativos que lo atacaban
lo habían inmovilizado. Los síntomas físicos de la cruda se agravaban a cada
minuto. “Te vez mal mi amor le dice Rosa.” Le molesta que lo llame mi amor,
pero le responde; la cruda me está matando, necesito una cerveza. Pero que
falta de confianza le dice Rosa, solo hay que llamar al Room Service. Ella toma
el teléfono, ordena de inmediato y con carácter de urgente varias cervezas y
por qué no, también un par de bloody maries. A los pocos minutos aparece el
camarero con la preciada carga, le dirige una fuerte mirada a Rosa que todavía
estaba en su “ajuar de noche,”—y sin duda era una muy bella mujer. Deja la
charola sobre la mesa y se retira. Ricardo como alguien sediento en medio de un
desierto, prácticamente de un solo trago ingiere la primera cerveza. De
inmediato se siente mejor.
Después de la segunda
cerveza el alcohol empieza a despejarlo y le hace sentir sus efectos. Los
sentimientos negativos empiezan a ser substituidos por una suave euforia y
sentimiento de bienestar. Después de unos minutos no sólo ya no se siente mal y
culpable, se siente alegre y satisfecho de su conquista. Poco a poco le llegan
algunos destellos de la noche anterior. Se da cuenta de que la habitación tenía
dos camas y en la otra estaba todavía dormida una de las amigas de Rosa. Se
sorprende y se preocupa. Al notarlo Rosa le dice; no te preocupes, ella también
se divirtió mucho anoche observando el espectáculo. Es mas, le gruñe, durante
un rato cuando me quedé dormida te fuiste a su cama. Pero como ya estabas tan
borracho, no creo que haya pasado nada. Ricardo se sonríe, y se siente mejor,
su ego se estaba alimentando.
333
Ricardo va por su
tercera cerveza cuando la otra muchacha se despierta. Se da cuenta de que es
tan bella o más que Rosa. Que lastima, se dice a sí mismo. Buenos días vaquero
le dice Marcia—era el nombre de la bella durmiente. Sale de entre las sabanas
portando solo el sostén y unas pequeñas pantaletas. Se queda petrificado, era
realmente una belleza; alta, esbelta, largas piernas torneadas, el busto firme,
las nalgas dibujadas, definitivamente una escultura de mujer. Luego de ingerir
su cuarta cerveza, Ricardo decide que ya es hora de reportarse al apartamento.
Toma el teléfono y marca, contesta Hector. Qhiubo chaparro le dice Ricardo;
óyeme cabrón le responde Hector, te ha estado llamando Suzette toda la mañana
llorando y nadie sabe donde andas, no tienes madre. No la hagas de tos pinche zotaco.
Hazme un favor; llámala y dile que me jalaron de urgencia a guardia de sobre
giros del banco y que no salgo hasta mañana. Ya ni la chingas, pero ahora si la
estás regando revira Héctor.
Habiendo cumplido con su
cometido, Ricardo se dispone a ingerir el bloddy mary que tan apetitoso se
veía. Sin darse cuenta mira el reloj y ve que ya son las 2 de la tarde. Hey
muchachas les dice a ambas; que les parece si vamos a comer a un buen lugar
donde haya música. Perfecto dice Marcia, me daré yo primero un baño, y nos
vamos. Cuando ya los tres estaban listos, deciden ir al Caballo Bayo, un
restaurante típico de comida mexicana y de gran ambiente. Al llegar al
restaurante, los meseros de inmediato saludan a Ricardo con afecto pues era
cliente especial, les dan una buena mesa y de nuevo empieza la fiesta. Ordena
tequila para todos. Los tres amigos chocan las copas, se desean lo mejor, e
ingieren el líquido como si fuera agua. La tarde transcurre rápido entre los
tequilas, la comida, los brandis después de la comida, los mariachis. Para las
7 de la noche estaban todos de nuevo completamente borrachos.
Abandonan el restaurante
para dirigirse a otro de los lugares preferidos de Ricardo, el hotel
Presidente, en donde permanentemente cantaba Cuco Sánchez. Como de costumbre,
los meseros de inmediato lo reconocen y le dan la mejor mesa—cosa que
impresiona a las muchachas. Ordenen de nuevo tequila, brindan igual, y lo
ingieren como agua. A eso de las 11 de la noche, Ricardo siente que ya estaba
muy pasado y sin duda las muchachas. Rosa inclusive se empieza a sentir mal.
Deciden que es hora de retirarse, paga la cuenta y salen del lugar para dirigir
el auto hacia la zona de la Alameda. Siente que la calle se le hace chica y
casi no puede manejar. Finalmente y casi por arte de magia, llegan al Hotel del
Prado que era donde se hospedaban. Ricardo se da cuenta de que Rosa se había
dormido. Estaciona el auto y casi en peso sacan a Rosa del estacionamiento.
Toman el elevador hasta
el sexto piso, entran a la habitación. Marcia le pide a Ricardo, ayúdame a
ponerla en su cama. Lo hace y Rosa se queda profundamente dormida. Bien le dice
Marcia; ahora es mi turno, se le avalancha y lo empieza a besar con gran
pasión. Ricardo primero se sorprende para luego responder a los besos con la misma
pasión. El alcohol lo había adormecido y embrutecido pero no tanto para no
responder a tan bella mujer. Ambos se desvisten para terminar en la cama
contigua en un arrebato de sexo que recordaría durante mucho tiempo. Después
del encuentro Marcia cae también en un profundo sueño, mas no así Ricardo; el
siempre había tenido ese problema, el alcohol le atacaba el sueño, no podía
dormir. Se pone de pie y se da cuenta que sobre la mesa había una botella de
tequila, le da un fuerte sorbo, de inmediato se reconforta, les da un ultimo
vistazo a las dos mujeres, y abandona la habitación.
Las siguientes horas de
esa todavía joven noche, serían algo que recordaría durante el resto de su
vida. El había traído consigo la botella de tequila que estaba en el cuarto.
Dirige su auto hacia el Hotel Aristos con la intención de seguir la parranda.
Sin embargo, al llegar al Hotel se da cuenta que en el transcurso de solo unos
minutos, se había terminado el contenido de la botella y estaba ahora si,
definitivamente intoxicado. Las siguientes tal vez cuatro a cinco horas serian
para Ricardo un infierno del cual por poco no sale. De repente la noche se
convierte para en una pesadilla. Pierde la consciencia, pero no el conocimiento,
y así continua deambulando. De vez en vez recupera algo de consciencia para
darse cuenta de que andaba en la Villa de Guadalupe, la pierde de nuevo para
recuperarla parcialmente y encontrarse en Ciudad Universitaria.
Durante todas esas horas
vaga—el supone—por todo el Valle de México como alguien que entra y sale de un
coma, pero en este caso un como alcohólico. En los ratos en que parcialmente
recuperaba la consciencia, había momentos en los que no sabia en que ciudad del
país estaba. A veces creía estar en Hermosillo, después en Monterrey, luego en
Los Angeles. Recuerda vagamente como en medio de ese horripilante ataque de
alcoholismo, se dedicaba a alcanzar a otros autos para amenazarlos con una
pistola que portaba. Recuerda también vagamente como inclusive había hecho un
alto en donde estaba un grupo de gentes, también para amenzarlos con la
pistola. Después tiene todo borrado
hasta despertar al día siguiente en el apartamento, sin acordarse ni
explicarse como había llegado.
Al abrir los ojos al día
siguiente después de haberlos mantenido cerrados durante un buen rato aun ya
despierto; empieza a recordar pequeños trozos de lo acontecido no solo la noche
anterior, sino los últimos dos días. No puede creer lo que pasa por su memoria.
Los efectos de la cruda inician su devastadora acción, el corazón le palpita
aceleradamente, las manos le tiemblan, siente que la sangre le corre hirviendo
por las venas, no puede respirar. Luego viene el peor de los arribos, el
sentimiento de culpa que tanto lo atormentaba. Se siente el hombre más vil y
más ruin del Universo. No acaba de entender lo que la había acontecido la noche
anterior. Creía haber tenido una pesadilla. En esos momentos se le escurren un
par de lágrimas por sus mejillas. ¿Que explicación le daría a Suzette? ¿Que
mentira inventaría en esta ocasión? Porque esa era el arma con la que mejor se
defendía; la mentira.
Por primera vez en sus
escasos 24 años piensa que algún cambio importante tiene que hacer en su vida,
porque si sigue por la misma ruta, algo le va a acontecer. Lo sucedido los
últimos dos días simplemente lo aterra. En esos momentos le viene el
pensamiento de que tal vez le convenía finalmente casarse con Suzette y
retirarse de esa vida. El matrimonio lo asentaría, lo alejaría de sus parrandas
y correrías. Ya no tomaría como lo estaba haciendo. Finalmente salta de la cama
para tomar un baño y comunicarse con Suzette. Su cuerpo en esos momentos le
empieza a exigir alcohol, lo piensa por un instante, pero decide no dárselo.
Llama a Suzette quien se encontraba preocupada, pero más que otra cosa,
terriblemente ofendida, adolorida y decepcionada. Después de argumentar durante
algunos minutos por teléfono, finalmente acepta verlo esa misma mañana.
Recoge a Suzette en casa
de sus familiares a media mañana. Al momento de abordar el automóvil, ella
explota con todos los sentimientos que la habían tenido atrapada ese fatal par
de días. La rabia la ciega y casi no la deja hablar, empieza a llorar y calla
momentáneamente. Ricardo aprovecha ese silencio para iniciar su defensa. Si
algo se reconocía el mismo, era eso, una gran facilidad de palabra, un gran
argumentador y mejor actor. Era sin duda un gran comunicador y con sus palabras
seducía a hombres y mujeres. Tenía también otro gran activo, una gran
creatividad e imaginación de escritor de novelas. Cuando Suzette se recupera de
su exabrupto, Ricardo ya hábilmente había adelantado lo suficiente su
argumento—totalmente fabricado—como para que la muchacha lo escuchara. Lo deja
seguir hablando pues escuchaba algo que ella quería escuchar, verdad o mentira,
ya no importaba, era lo que quería escuchar.
Después de la avalancha
de palabras, argumentos, explicaciones, verdades, mentiras, finalmente llega la
parte más importante. Ricardo le dice a Suzette; Me siento muy solo, te extraño
demasiado, necesito mas estabilidad en mi vida y aunque no creo estar preparado
financieramente, quiero que ya nos casemos. A la muchacha se le ilumina la
cara. Como por arte de magia olvida todo lo sucedido en los días anteriores.
¿Estás seguro, le pregunta? Como nunca le responde, ya es hora de que estemos
juntos. Suzette lloraba, pero ahora de felicidad, se avalancha hacia él, le da
un gran beso y le dice, te voy hacer muy feliz. Y yo a ti, le responde Ricardo.
Después de platicar algunos detalles, deciden que la boda se efectúe en unos
cuantos meses durante las primeras vacaciones de Ricardo. Para esas fechas, su
entrenamiento estaría terminado y él ya asignado en algún puesto de
responsabilidad. El muchacho acababa de practicar un ritual que marcaría su
vida durante los siguientes años; “actuar movido y presionado por un doloroso
sentimiento de culpa.”
Unos días después
Suzette se regresa a Nogales para iniciar los preparativos de la boda pues era
ya casi Octubre. Habían decidido que la boda se efectuara en Marzo. El entrenamiento
de Ricardo iba ya muy adelantado y el se inclinaba por solicitar que el final
del mismo lo asignaran a la “línea,” es decir, a la operación era lo que más le
había gustado, probablemente como subgerente de una sucursal. Después del
horripilante episodio de la noche de coma alcohólico, Ricardo decide que
necesita un entorno menos seductor que el que había tenido hasta esos momentos
en la zona rosa. El y Hector—el más calmado del grupo—se mudan a una casa de
asistencia con ambiente familiar. De esa forma estarían mejor atendidos y según
Ricardo, como ya estaba por casarse, pues los tiempos de soltero pasarían a la
historia.
Ricardo continúa su
entrenamiento con el mismo entusiasmo de siempre. A medida que avanzaba mas le
gustaba. El nuevo ambiente de la casa de asistencia le había caído bien, la
señora era una buena mujer, sus hijos buenos muchachos y muy serios. La comida
y la atención eran muy buenos, en fin, estaba feliz. En el mes de Noviembre el
plan profesional de Ricardo da un giro inesperado. Enrique Estrada, el
encargado del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo, le notifica que el jefe del
Departamento de Desarrollo Organizacional tenía interés en que lo asignaran a
su equipo. Ricardo de inmediato le confirma su deseo de ir a la línea no al
staff. Sin embargo Estrada insiste en que por protocolo tenga una entrevista
con Arturo Alvaradejo, el jefe de dicho departamento. La reunión se efectúa y
Alvaradejo, quien era casi igual de seductor que Ricardo, luego de varias
reuniones le ofrece un paquete interesante y lo convence para sumarse a su
grupo.
Aun cuando le faltaba un
par de meses para terminar el entrenamiento, Alvaradejo solicita que Ricardo le
sea asignado de inmediato para de esa forma concentrar el final de dicho
entrenamiento en esa nueva área; la de desarrollo organizacional. Ricardo
inicia así un nuevo programa ya concentrado a su nueva responsabilidad que le
parece interesante. A los varios días Arturo Alvaradejo le notifica el que,
como parte de este nuevo entrenamiento, será enviado a tomar un seminario de
administración por objetivos al Tecnológico de Monterrey. A Ricardo se le
ilumina la cara, el seminario sonaba muy interesante, pero sobre todo regresar
a su alma mater y a esa ciudad que tanto quería y en la que tenia tantos amigos.
Se hacen los arreglos, y al día siguiente sale a su destino. El vuelo era
directo y después de una hora le palpita el corazón al ver desde el aire la
bella ciudad en la cual había dejado tantos recuerdos.
Ricardo llega a
Monterrey en Noviembre de 1969 en un México que ya estaba en ebullición por el
cambio político que se avecinaba. Díaz Ordaz terminaría su mandato el año
siguiente, pero era ya hora del famoso “destape.” México durante las últimas
décadas se había debatido entre un socialismo a la mexicana, y una economía de
mercado también muy sui generis que se había bautizado como economía
mixta-siendo en realidad un capitalismo crony y de Estado. En EU Richard Nixon
acababa de tomar posesión como presidente en medio de lo que era un
confrontación entre las dos grandes potencias del mundo en la llamada guerra fría. La Unión Soviética cada día más
agresivamente expandía sus tentáculos para dominar el mundo. Muchos
intelectuales a nivel mundial afirmaban que el comunismo le ganaba la partida a
la libertad. Estábamos por iniciar la década de los 70s, una década que
marcaría al mundo para siempre.
Aun cuando la
administración de Díaz Ordaz estadísticamente ofrecía cuentas muy halagadoras,
era un hecho que México se había rezagado en su desarrollo tanto económico como
político, y se requerían cambios urgentes e importantes. La gran depresión de
1929 en los EU había hecho resurgir una nueva forma de gobernar que el gran Von
Mises había calificado como “intervencionismo.” Un estado asumiendo funciones
que nunca había tenido. Los personajes más importantes de la primera parte del
Siglo XX sin duda habían sido Keynes en Inglaterra, y Rossebelt en los EU. Esos
dos hombres habían cambiado la forma de hacer política pero sobre todo, la
función del Estado en el manejo económico de las naciones. El Estado había
pasado de ser el árbitro, a ser el gestor, promotor, rector y repartidor de las
economías del mundo occidental.
México durante los años
1950 - 1969 había registrado un comportamiento macroeconómico admirable. El
Producto Interno Bruto había crecido a un promedio de casi 7% anual y la
inflación había promediado el 4% anual. Esto fue lo que se conoció como el
Desarrollo Estabilizador que simplemente fue el resultado de abolir una serie
de instituciones y prácticas heredadas de la revolución mexicana, combinado
también con un comportamiento más estable de los mercados mundiales. Durante
esa época esos elementos estructurales del programa económico fueron apoyados
por una política monetaria y fiscal sumamente estricta. Durante ese periodo el
endeudamiento del sector publico permaneció consistentemente por abajo de un 3%
del PIB, mientras que los instrumentos de control monetario fueron orientados
al objetivo de estabilidad de precios y tipos de cambio. Uno de los arquitectos
de esta pasmosa estabilidad había sido el eterno Secretario de Hacienda Ortiz
Mena.
Ricardo regresaba a la
casa que lo había formado profesionalmente. Durante casi toda la década de los
60s el Tecnológico había sido su casa intelectual. Sin embargo, no lo había
preparado para lo que lo esperaba con el inicio de los años 70s en los que el
desarrollo estabilizador sería tirado por la borda, dando paso a uno de los
periodos de inestabilidad más largos y dolorosos de la historia de nuestro
país. Había arribado a Monterrey y se hospedaba en el viejo Hotel Monterrey
ubicado en la calle Morelos en el centro de la ciudad. A los varios días de
estancia en esa ciudad, se desayuna con la noticia de que el partido (PRI)
acababa de designar como candidato a la presidencia de la República al
Secretario de Gobernación Luis Echeverría. Recibe la noticia con escepticismo,
pues en esa época no le interesaba la política, y no tenía la menor idea de
quien era ese hombre premiado con la lotería del poder.
Sin embargo, se decía
que el candidato Echeverría era un político joven, de una nueva generación.
Muchos mexicanos pensantes se habían pronunciado por el Secretario de Hacienda
Ortiz Mena a quien consideraban un gran economista, y definitivamente el
responsable del comportamiento económico del país durante los últimos años.
Ricardo leía los periódicos y pensaba; “bien, iniciaré mi carrera bancaria ya
en el verdadero campo de batalla al mismo tiempo que esta nueva
administración.” Ante ese panorama había iniciado el desarrollo de su seminario
en el campus del Tec. y le parecía interesante a secas. Él había esperado algo
diferente. Había también ya tenido la oportunidad de saludar a algunos de sus
amigos, entre ellos a Luis Donaldo Colosio todavía estudiante del Tec, quien
tendría un importante papel en el futuro del país.
Al tercer día de su
estancia en Monterrey lo contacta uno de sus viejos amigos, Adrián Alvarez
quien era de Chihuahua y estudiaba leyes en la Universidad de Nuevo León.
Estando en el bar de Sanborn’s tomándose unas cervezas para celebrar el
encuentro, conocen a un par de hermosas muchachas americanas que se identifican
como maestras precisamente del colegio Americano de Monterrey. De inmediato la
personalidad carismática de Adrián las cautiva, se unen a la mesa de ambos, y
se inicia una fiesta que duraría el resto de su estancia en Monterrey. Ricardo
queda impresionado con la belleza de Lisa maestra de secundaria del propio
colegio. Esa misma noche se muda a casa de ella en donde permanece hasta el final
del seminario. La experiencia para Ricardo había sido diferente, Lisa lo había
atendido como nunca alguien lo hubiera hecho, como ella misma lo describió; te
atiendo como si fuera tu esposa.
El par de semanas en
Monterrey le dan a Ricardo la oportunidad de ver de nuevo a su admirado
maestro, el Dr. Georgio Berni jefe del departamento de economía del Tecnológico
y quien tanto lo había ayudado y orientado en sus años de estudiante.
Platicaron durante largas horas de infinidad de temas, pero especialmente de la
situación de México. Berni era de la vieja guardia de economistas. De los
economistas formados antes de que el Keynesianismo invadiera el mundo. El creía
en los mercados libres originales, los que habían regido al mundo durante todo
el siglo XIX y la primera parte del que se vivía en esos momentos. No creía en
el estado intruso que se había desarrollado desde los años 30s. Sabes una cosa
Valenzuela le afirmaba el ultimo día que lo vio: “Este estado intruso en los
próximos años se va a desarrollar mas y con mas tentáculos, se vienen tiempos
de gran opresión estatal.”
Las palabras de Berni le
parecían exageradas, pero años después comprendería que realmente habían sido
una profecía. El maestro también le había afirmado: “Todo el mundo está feliz
con la llegada de Nixon a la presidencia de los EU y ahora con la candidatura
de Echeverría en México. A mi no me gusta ninguno de ellos. Nixon me parece un
hombre sin ideología, y en política no tenerla, es deshonestidad y sobre todo
confusión. Es como tomar el timón de un barco sin saber a donde quieres ir, y
dejarlo a merced de la marejada. Echeverría me recuerda mucho a Mussolini. En
mi juventud tuve esa horrible pesadilla, el atestiguar la forma en que
aprisionó a Italia para llevarla al desastre a base de demagogia, de promesas
populistas, y después a base de la autocracia. Además continuaba, nadie conoce
a ese hombre, nadie sabe quienes son sus padres, es todo un misterio, pero
misterio aterrador. ”
Continua Berni: Es una
pena que la economía mundial se esté colectivizando, que se esté matando la
iniciativa individual. Pero te digo otra cosa Valenzuela, esto no va a
funcionar. Todos estos experimentos estatistas que desgraciadamente se están
instalando en los países que siempre han sido el ejemplo para el mundo como
EU, ahora Inglaterra, y desde finales de
la guerra en todo Europa, van a fracasar. Y con los fracasos vienen los
cambios. Estos van a provocar el regreso de las ideas de libertad económica que
tanto se han atacado, pero son las que en su momento desarrollaron a los países
ricos del mundo. Tal vez a mi no me toque verlo, no sé si a ti, pero a nuestros
hijos y nietos definitivamente, no tengas duda. Termina tu carrera de economía
Valenzuela, eres más economista que administrador. Termínala porque te digo
otra cosa, a futuro, el mundo estará regido por los economistas. Ricardo con
sus prisas por iniciar aventura había dejado un par de clases pendientes para
terminar la carrera de economía.
Después de esa reunión
Ricardo se queda profundamente preocupado y sobre todo reflexivo, efectivamente
le habían quedado pendientes dos clases de la carrera de economía que por
desesperado no había presentado a titulo cuando Berni se lo ofreció al momento
de recibirse como Lic. En Administración. Estaba totalmente de acuerdo con la
afirmación de Berni en el sentido que él era más economista que administrador,
e inclusive financiero. Le preocupaba también las predicciones del maestro, no
podía visualizar un mundo totalmente controlado por los gobiernos, una economía
sin libertad. El mismo Berni en su época de estudiante le había regalado una
copia de la obra de Von Mises; “La Acción Humana,” que sin duda había sido el
manifiesto de la libertad en contra de la opresión de los gobiernos. En esos
momentos sin estar totalmente consciente, se había convertido el liberalismo.
Al terminar el seminario
Ricardo regresa a la ciudad de México un poco confundido por el contenido del
mismo. No estaba ahora totalmente convencido que ese era el área en la que le
gustaría trabajar. Arriba a la ciudad de México un sábado para presentarse el
lunes con su nuevo jefe Arturo Alvaradejo. Después de comentar su estancia en
Monterrey, el contenido del seminario y otras cosas veniales, Alvaradejo le
informa que en un par de semanas ya le asignaría un proyecto específico para de
esa forma integrarse de lleno a su nueva actividad. Ricardo le afirma su
acuerdo y le recuerda la promesa que le había hecho de al momento de integrarse
a su primer proyecto, ubicarlo en el nivel de sueldo que su nueva posición
estipulaba. Alvaradejo le responde que eso no seria posible hasta que él
tuviera por lo menos seis meses en esa nueva responsabilidad.
En esos momentos Ricardo
como algunas veces lo hacia reacciona casi con violencia. Arturo le grita: Tú
me hiciste una promesa y ahora me dices que no la vas a cumplir, no lo puedo
creer. Yo estoy por casarme e hice planes contando con tu promesa. Alvaradejo
ahora también molesto por la agresividad de Ricardo le responde: Bueno, así son
las cosas y esto es lo que yo ahora te puedo ofrecer, esto no es el rancho de
tu padre, esto es un banco internacional. Ricardo furioso le grita; pues ya
sabes lo que puedes hacer con tu oferta, pero en estos momentos te digo,
contigo yo no trabajo, yo soy un hombre de palabra, y si el que me quiere
contratar no la tiene, no tengo nada que hacer con él. Alvaradejo ya furioso le
revira; pues entonces tal vez deberías planear tu futuro fuera del banco. Mira
hijo de la chingada grita Ricardo, a mi no me vas a chantajear, contigo no
trabajo y si me quieren correr, adelante, yo no soy de los pinches burócratas
con los que estás acostumbrado a tratar.
Ricardo prácticamente
echando humo se retira del edificio central de Bancomer y decide ir a un café
para calmarse y pensar. Cuando siente que ya está de nuevo en control de sus
emociones, regresa realmente preocupado para hablar con Enrique Estrada, el
responsable del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo. Estrada lo recibe con la
cara desencajada y un semblante de gran preocupación. De inmediato le dice: Ni
me lo cuentes, ya lo sé todo. ¿Que es lo que sabes? Revira Ricardo. Que tuviste
un fuerte altercado con Alvaradejo y lo insultaste. Ya ni la chingas Ricardo,
Alvaradejo mide 1.68 Mts. Y tu casi 1.90 y pesas mas de 90 Kg. ¿Cómo es que lo
retaste? Mira Enrique, responde Ricardo, si eso dice Alvaradejo no lo voy a
contradecir, no voy a entrar a ese juego. Pero si te digo que ese cabrón es un
rajón y con ellos yo no voy a ningún lado.
Estrada le dice; mira, vete a tu casa, veré que puedo componer, y te
llamo.
Se retira a su casa
pensativo sin saber que ese altercado le daría un giro inesperado a su vida.
Era ya el mes de Diciembre y la ciudad se empezaba a vestir para recibir la
Navidad. Ricardo siente un poco de nostalgia. Esa misma tarde recibe una llamada
de Enrique Estrada. Tienes suerte cabrón le afirma. Ha entrado a tu rescate Don
Luis Tiburcio y se te ha arreglado tu problema. Luis Tiburcio era un viejo
banquero Veracruzano quien había estado con Bancomer en Sonora mucho tiempo, y
ahora era de los altos ejecutivos del sistema. En esa época había hecho buena
amistad con mucha gente del Estado incluyendo el padre de Ricardo, e inclusive
una muy buena con su futuro suegro. Al enterarse del problema había solicitado
hablar con Ricardo. Estrada le informa; tienes una cita con Don Luis mañana a
las 9 de la mañana, no llegues tarde.
Al día siguiente
puntualmente se presenta a la oficina de Don Luis Tiburcio en el piso ejecutivo
de Bancomer. Luego de esperar unos minutos, la secretaria con una coqueta
sonrisa le informa que el Sr. Tiburcio lo atenderá en esos momentos. Ricardo
entra a la espaciosa y elegante oficina para enfrentar un hombre de edad madura
con un gran habano en la boca. Don Luis le sonríe y le dice; te pareces mucho a
tu padre. Después de recordar un poco sus tiempos en Sonora Don Luis le pide;
cuéntame que fue lo que sucedió con Alvaradejo. Ricardo procede a narrar lo
sucedido con la honestidad requerida incluyendo su explosión. Don Luis luego de
escucharlo atentamente le pregunta: ¿que es lo que te gustaría hacer? Ricardo
responde, pues si no me corren me gustaría quedar en la línea. Tal vez como
subgerente de una sucursal.
Bien le dice Don Luis,
repórtate con Enrique Estrada para que termines tu entrenamiento, y te aconsejo
que limes asperezas con Alvaradejo. De acuerdo responde Ricardo y se despide
con un fuerte apretón de manos que le hace sentir que Tiburcio es un hombre con
el que puede contar. De inmediato sube al último piso del edificio para ver a
Estrada quien ya lo estaba esperando. Estrada en sus años mozos había sido
seminarista y no escondía sus raíces, tenia el aspecto de un cura de pueblo.
Hay Ricardo le dice, que salvada te has dado. Alvaradejo ya te tenía en la
borda pero Don Luis te ha rescatado. Ha dado instrucciones de que los últimos
dos meses de tu entrenamiento los pases en la gerencia de la sucursal
Insurgentes. Mira Ricardo continúa, esa es la segunda oficina en importancia en
todo el D.F. Su gerente es un tipo joven y uno de los más brillantes prospectos
del banco, aprovecha la oportunidad.
Al día siguiente se
presenta a la Sucursal Insurgentes 5 ubicada precisamente sobre la calle
Insurgentes a la altura del Viaducto. Al hacer su entrada a la oficina, de
inmediato le llama la atención el orden que se respiraba, y sobre todo, la
juventud de su personal. Enseguida le llama más todavía la atención la juventud
de sus ejecutivos. El gerente le pareció no llegaba a los 30 años y un par de
subgerentes tal vez en sus 20s. Se estaciona enfrente del escritorio del gerente
quien le dirige una mirada de pocos amigos, luego de unos segundos le pregunta;
¿en que le puedo servir? Ricardo también con sequedad le presenta la carta
expedida por Enrique Estrada anunciando su estancia en la oficina en plan de
entrenamiento. Después de leer la carta de nuevo lo fusila con la mirada y le
afirma: “La mejor manera de aprender a hacer vestidos es haciéndolos, así es
que siéntese en el escritorio del subgerente, y a trabajar.” El tipo le había
parecido un poco antipático pero al mismo tiempo nada guacho, le gustaba.
Ricardo acababa de
conocer a Antonio López Rodríguez, el prospecto estrella del sistema Bancomer.
Jamás se imaginó lo que el destino le deparaba con ese hombre. Toño como lo
llamaban sus amigos, era un español formado en México desde niño. Era un tipo
realmente joven para la responsabilidad que ya tenía pues solamente contaba con
28 años de edad. Era un hombre alto, de la estatura de Ricardo, de porte
atlético y con una personalidad impactante. Era Licenciado en Administración de
la UNAM, y portador de una reputación de ser un hombre exageradamente
inteligente, audaz, y con un gran don de mando. A López Rodríguez lo apoyaban
en el manejo de la oficina un par de subgerentes también realmente jóvenes;
Eduardo Eraña quien era hijo de uno de los altos directivos del banco, y Carlos
Arzamendi un tipo realmente agradable y simpático.
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Acto seguido, López
Rodríguez le ordena a Carlos Arzamendi que se tome el día libre y le ceda su
escritorio a Ricardo. Arzamendi amablemente le da la bienvenida, le presenta a
Eduardo Eraña y con una sonrisa extraña se despide de él con la frase; “buena
suerte.” La mañana transcurre para Ricardo como huracán con infinidad de gente
solicitándole servicios que el nunca había proporcionado. Al principio
aclarando a los clientes que el solo estaba en entrenamiento, los dirige a
Eduardo Eraña, pero al darse cuenta del cúmulo de trabajo del joven subgerente
y ver su cara de angustia, empieza a preguntar al personal como hacer las cosas
que solicitaban los clientes. A la hora del cierre del servicio al público de
la oficina, Ricardo estaba empapado en sudor y realmente agotado. Sin embargo,
lo invade una sensación de bienestar. Le había gustado la acción.
Luego del cierre platica
un rato con Eduardo Eraña quien le informa que él había nacido en Mazatlán, era
Contador Publico, también había estado en el Grupo de Ejecutivos en Desarrollo.
Al estar preparándose para retirarse-- pues el programa contemplaba que estaría
en esa oficina solo en las horas de atención al publico-- y en las tardes en la
oficina central, se les acerca López Rodríguez y en tono ya un poco menos
solemne les dice: Bueno muchachos, ahora vamos a comer. Luego se dirige a
Ricardo y le afirma ya hablándole de tu, lo hiciste muy bien para ser tu primer
día. ¿Tu como te sentiste? Agobiado al principio, pero realmente muy bien, esto
es lo que me gusta, la línea. Procede luego Toño ya con su personalidad carismática, a presentarlo con
el resto del personal de la oficina, sin dejar de notar el coqueteo del
personal femenino.
Se les une para la
comida Carlos Arzamendi—el subgerente del día libre—y ya los tres se dirigen a
un hermoso restaurante enfrente del parque hundido. Al momento de acercarse el
mesero para iniciar el ritual, Ricardo descubre algo que lo identificaría con
Toño en los años venideros. A López Rodríguez al igual que a él, le encantaba
el trago. Toño de inmediato y sin consultar a nadie, ordena los tragos
especiales de la casa para todos. Reaparece el rato el mesero con unas bebidas
obscuras que Rodolfo nunca había visto. Toño levanta la copa dándole la
bienvenida a Ricardo, y sorben todos el primer trago. La extraña poción le sabe
dulce pero agradable, de inmediato empuja el segundo trago. En unos cuantos
segundos el alcohol lo hace sentir bien, sus inhibiciones lo abandonan, le
lengua se le suelta, se inicia su transformación,
En unos cuantos minutos
los jóvenes banqueros departían como si fueran amigos de toda la vida. Los tres
quienes hasta hacía unas horas desconocidos para Ricardo, ahora con gran
curiosidad e interés lo interrogan de su vida, de su familia, de sus estudios,
de su lugar de origen. Los tragos siguen llegando por ordenes de Toño, hasta
que Ricardo se da cuenta que es tarde y tiene que estar con Estrada en la
oficina central. Trata de excusarse para retirarse, pero Toño no lo deja. No te
preocupes le dice, ahorita hablo con el curita ese. Solicita un teléfono, le
marca a Estrada y cuando lo consigue le informa: Enrique, voy a necesitar a
Ricardo el resto del día pues lo tengo desarrollando un trabajo especial que no
puede esperar. Estrada acepta la explicación. Asunto arreglado afirma Toño,
vengan mas tragos.
La tarde transcurre con
gran rapidez en medio de la conversación de estos nuevos amigos. Ricardo había
notado la impresión de Toño cuando él exponía sus orígenes, los de su familia,
sus estudios en el Tecnológico de
Monterrey, sus relaciones, se notaba su elitismo. Cuando Toño le pregunta si
conocía a Don Santos Gutiérrez y le responde; era mi vecino, los ojos del
gerente brillan. Ricardo había quedado profundamente impresionado con la
inteligencia de Toño, sus conocimientos de la banca, sus ambiciones por llegar
a los más altos niveles de la estructura Bancomer. También había notado una
fuerte personalidad pero al mismo tiempo complicada. Sin tener bases más que la
comida de esa tarde, había detectado un hombre brillante, super ambicioso, pero
al mismo tiempo algo lo detectaba como insatisfecho, con cierto resentimiento y
definitivamente de carácter muy fuerte, casi podría decir con algo de
neurotismo. Pero era sin duda un hombre intrigante e interesante
Las siguientes semanas
transcurren para Ricardo con gran velocidad. Toño había aprovechado su estancia
para enviar a Carlos Arzamendi de vacaciones, lo que le estaba permitiendo el
desempeñar la función de subgerente con toda la seriedad y responsabilidad que
eso requería. Cada día su relación con Toño y con Eduardo Eraña era mejor,
igual con el resto del personal. Ya conocía a muchos de los clientes. Le
gustaba definitivamente la composición de la clientela de la oficina. Empresas
muy importantes por un lado, hermosas mujeres por otro. Muy seguido los tres
ejecutivos responsables de la oficina repetían el ritual de las agradables
comidas. Ricardo sentía que en las semanas que había estado en esa sucursal
había aprendido más que en el resto del entrenamiento. Había ya también
conocido al subdirector de zona Don Luis Magaña, realmente un gran tipo.
Transcurría ya el mes de
Enero. Finalmente se iniciaba la década de los 70s. La boda se acercaba y
Ricardo se sentía raro. La campaña presidencial de Echeverría se había iniciado
con todo su fervor. Ricardo había definitivamente bajado el volumen y la
intensidad de sus parrandas. Seguía manteniendo una relación con una de sus
amigas. Ella era Anita Fernández Mc Gregor quien era sin duda miembro de la
realeza del DF y Ricardo había conocido en Hermosillo en donde ella tenía
familiares. Desde su arribo a México habían mantenido una relación que para él
era simplemente sexual, más no sabía ni le interesaba lo que para ella
representaba. Anita era una muy bella mujer y extremadamente sexual. Los
encuentros con ella—por cierto no muy seguidos—eran de naturaleza casi animal.
Ella en diferentes ocasiones había tratado de introducirlo con su familia, él
lo había evitado. Sin embargo, era ya hora de terminar con eso.
Después de otro breve
tour por la División Internacional del banco que tanto le interesaba a Ricardo,
a su propia solicitud decide cerrar su entrenamiento en la misma sucursal
Insurgentes con Toño López Rodríguez. Era ahora el mes de Febrero cuando
regresa a su sucursal favorita. Toño le insiste en que esas últimas semanas de
su entrenamiento las utilice en algunas operaciones que poca gente entendía
como eran; créditos comerciales para importación y exportación, créditos
hipotecarios, y todas las operaciones que el banco no podía efectuar y eran
derivadas a la Financiera Bancomer. Esas semanas fueron de gran intensidad y
trabajo. Los últimos días de su programa los pasa literalmente al lado de Toño,
lo que le da una vez mas la oportunidad de conocerlo mejor, y sobre todo, es
ahí en donde nace una gran admiración por su nuevo amigo.
Ricardo se sentía raro
ante la ya muy real posibilidad de perder su soltería, pero pensaba era por su
bien. Llega el día final de su entrenamiento, se despide de Toño dándole las
gracias, de Eduardo igual, de todo el personal. Hace una invitación colectiva a
su boda para todo el personal de la oficina, y les promete a su regreso llevar
a su esposa para que todos la conozcan. Se presenta con Enrique Estrada para
hacer lo mismo. Estrada le enseña el excelente reporte que estará enviando del
desarrollo y resultados de su entrenamiento. Le informa que a su regreso—como
lo había solicitado-- lo tendrán asignado como subgerente, pero será en una
pequeña sucursal puesto que ese es el proceso. Acuérdate le dice Enrique, la
banca es como la escuela, hay primer año, segundo, tercero etc, y tu vas al
primer año. Se despiden con afecto, y Ricardo parte.
Al día siguiente toma el
vuelo directo a Hermosillo. Durante las dos horas que dura el recorrido, piensa
todo lo que ha cambiado su vida en ese último año. Su memoria vuela hacia el
día que él y Ernesto zarparon de Hermosillo llenos de sueños, ilusiones, ideas,
pero también con un gran cargamento de dudas, inseguridades, incertidumbre. Era
sólo un año pero a él le parecía una eternidad. Sentía que había salido de
Hermosillo derrotado, despreciado, desilusionado. Y ahora regresaba si no
victorioso-- siguiendo la definición clásica de victoria--, si recuperado,
vigorizado, sentía que tenía futuro, que ahora su vida tenía valor y sobre todo
un propósito. Sentía que su vida había tenido una cresta y la había superado,
que de ahora en adelante el viaje sería uno sin crestas ni sobresaltos; de una
suave travesía sin borrascas. Que equivocado estaba.
Sus padres lo reciben
con la frialdad de siempre. Sin embargo, siente que algo si ha cambiado. Se da
cuenta de que su hermano Hector quien era 10 años menor que él, se empieza a
convertir en hombre. Se da cuenta también la gran diferencia en la forma que
sus padres lo tratan. Todo lo que el nene quiere, sus padres se lo conceden.
Siendo solamente un chamaco de 15 años, ya tiene su carro ultimo modelo, ropa
de las marcas mas reconocidas, gasta dinero como si trabajara. Pero lo más
grave y preocupante, se le ha formado una personalidad por demás desagradable,
déspota, agresivo. Se da cuenta también de que trata a sus padres sin el menor
respeto. Les grita, les exige, los insulta. Cuando Ricardo trata de platicar el
problema con ellos, de inmediato le cierran la puerta. Finalmente se da cuenta
de que él no conoce a su hermano. Cuando salió a estudiar era un niño de 5
años. Era la primera vez que lo veía en esa dimensión.
Después de pasar unos
días en Hermosillo saludando amigos, gozando de las despedidas de soltero que
le habían preparado, finalmente llega el ansiado día de la boda. Se había
trasladado a Nogales unos días antes para ayudar con algunos preparativos, pero
sobre todo, para estar con Suzette a quien cada día veía más nerviosa y a punto
de la histeria. El día 11 de Marzo se lleva a cabo la boda con la presencia de
algunos amigos, los familiares más cercanos, y gran concurrencia de parte de la
familia de ella. La ceremonia religiosa se lleva a cabo en una pequeña iglesia
de Nogales Arizona, para luego trasladar la celebración a Nogales Sonora.
Después de la ceremonia religiosa, Ricardo se sentía “aliviado,” como que se
había quitado un peso de encima. Se había hecho el propósito de realmente
convertirse en un buen esposo. Definitivamente “según él,” las parrandas habían
quedado en el pasado e iniciaba una nueva vida.
Esa misma noche inician
su luna de miel en forma por demás económica. Lo hacen en automóvil y solamente
un recorrido por las ciudades de Los Angeles y San Diego en California. El
viaje es corto pues Ricardo tenía que estar de regreso en la ciudad de México
en unos cuantos días. Aprovechan para en Pasadena visitar la High School en
donde Suzette había estudiado. Ricardo se siente bien durante el viaje. Suzette
finalmente se había calmado, se veía más tranquila y definitivamente feliz. Sin
embargo, ya en los primeros días del viaje tienen sus diferencias en la forma
en que se manejaban los gastos del mismo. Desde el primer momento que comparten
ya como marido y mujer, se empiezan a notar las grandes diferencias en cuanto a
sus formaciones familiares.
Ella, una muchacha
adorada y consentida por sus padres lo que le había producido una gran
seguridad en si misma, y una terquedad para hacer lo que ella quería y decidía.
Una niña que era la primogénita de una pareja de padres que al nacer estaban ya
en sus años dorados. Suzette estaba acostumbrada a controlar todo, a gastar sin
limites, a hacer lo que le venia en gana. Desde que nació había sido el centro
de ese hogar, no había nada que no le concedieran, sus padres la adoraban, y
ella a sus padres. Él, un muchacho formado en un hogar frío y sin amor,
constantemente agredido por su padre que siempre lo hizo sentir como si fuera
una carga, o tal vez un estorbo, inseguro, con algunos complejos de
inferioridad, y sobre todo y tal vez lo mas grave, un gran sentimiento de culpa
a través del cual era muy fácil controlarlo y manipularlo. Pero también a veces
un explosivo carácter. Eso provocaría choques fatales en el futuro no
lejano.
Después del breve
recorrido pero intenso, los recién casados regresan a Nogales para solamente
pasar unos días, empacar la infinidad de cosas que Suzette llevaría a México, y
finalmente embarcarse en el largo recorrido en tren que los llevaría hacia su
nueva vida en esa gran ciudad. Los despiden los padres de Suzette en la vieja
estación de Nogales Sonora. Don Nubar y Doña Panchita lloran al ver que el tren
se aleja. En la escala de Hermosillo los padres de Ricardo se dan tiempo para
ir a saludar y despedirlos en la estación. El viaje es largo pero agradable.
Habían tomado un compartimento bastante amplio y muy cerca del carro comedor.
Después de casi tres días de viaje, hacen su arribo al D.F. en una fría noche
de ese mes de Marzo. Se dirigen en taxi al pequeño departamento que Ricardo
había alquilado con muebles. Llegan realmente agotados por el viaje, tiran
algunas cosas en el piso, y se quedan dormidos sobre la cama aun tendida.
Al día siguiente Ricardo
se levanta muy temprano. Ese mismo día tenia que reportarse con Enrique Estrada
quien le informaría a que oficina había sido asignado. Suzette dormía
profundamente todavía. Se prepara un café fuerte para reanimarse, salta a la
ducha, y en menos de media hora estaba listo para salir a la calle. Entra a la
recamara para despedirse de su esposa con un beso y le susurra; nos vemos en la
tarde mihijita. Sale alegremente y enfila su Voswagen nuevo hacia la avenida
Insurgentes para dirigirse al centro de la ciudad. En menos de 20 minutos se
encontraba frente al imponente edificio del corporativo Bancomer. Toma el
elevador hacia el octavo piso ya con cierto nerviosismo. De unas cuantas
zancadas alcanza el escritorio de Estrada. Enrique lo saluda y felicita con
afecto. Ricardo impaciente le pregunta. ¿A que pinche changarro me mandan.?
Enrique le sonríe y le
responde; bueno, no sé si te va a gustar pero por una muy especial solicitud,
se te ha asignado la subgerencia de la sucursal Insurgentes 5. No podía creer
lo que escuchaba. Si, continua Estrada, López Rodríguez te ha solicitado de una
forma muy especial. Carlos Arzamendi ha sido promovido a gerente, y tú vas en
su lugar. Mira Ricardo dice Enrique Estrada; Cuando te enviamos a cerrar tu
entrenamiento a esa oficina, yo te pedí que aprovecharas esa oportunidad. Pues
ahora te lo vamos a exigir. No es lo normal que alguien tan novato como tú se
le asigne una responsabilidad como esta. Insurgentes es una de las oficinas más
importantes del sistema, es también una de las mejor manejadas. Así es que
iniciando tienes tu prueba de fuego. Pero algo te vio López Rodríguez pues el
no hace movimientos sin motivos, y motivos muy bien pensados. Aquí está tu
documentación y hoy mismo te presentas.
Ricardo se despide de
Enrique y casi a la carrera abandona el edificio para dirigirse con gran
excitación hacia la sucursal Insurgentes. Había tomado una vía más larga para
evitar el tráfico de esa mañana. Ya encarrerado en su pequeño auto hace un
resumen mental. Hacía poco más de un año había arribado a esta gran ciudad
prácticamente sin conocer a nadie, sin brújula. Ahora en estos momentos se
dirigía a tomar posesión del segundo puesto en importancia de una de las
oficinas bancarias más importantes del país. Acababa de contraer matrimonio con
una bella y encantadora mujer, se sonríe al tiempo que el tipo del auto
enseguida del suyo lo observa como pensando; este cabrón está loco. Pero no le
importa, en realidad la vida le sonreía. Finalmente después de manejar durante
20 minutos, llega y se introduce al estacionamiento de la sucursal.
Salta de su auto para
con gran prisa entrar a la oficina. De inmediato observa a Toño López Rodríguez
atendiendo a unos clientes, Eduardo Eraña tan ocupado como siempre. Toño lo
mira, se levanta de su silla para darle la bienvenida con una gran sonrisa.
Eduardo hace lo mismo al igual que el resto del personal. Durante su corta
estancia en la oficina como parte de su entrenamiento realmente había causado
buena impresión con todos los integrantes del personal. Les gustaba su estilo
bronco y norteño, su forma de hablar. Toño le dice; mira haste pendejo un rato
mientras se llega la hora del cierre, pues quisiera tener una junta de personal
para formalmente darte la bienvenida. Se va a la pequeña oficina que Toño
mantenía en la parte trasera de la sucursal, revisa unos cuantos documentos
esperando la 1 de la tarde, hora del cierre.
Finalmente llega la hora
del cierre. Todo el personal se acomoda en las sillas que habían ordenado cerca
del escritorio de Toño, y de esa forma se inicia la reunión. López Rodríguez
como siempre lo hacia, habla fluidamente y con gran claridad y tono fuerte.
Hace una semblanza de Ricardo, sus antecedentes, sus estudios, sus atributos
personales, los planes de la oficina con la participación de todos, para así
expresar su beneplácito por la inclusión del nuevo miembro al equipo, y pedir
la cooperación de todos. Ricardo después dirige unas palabras haciendo gala de
su admirable verborrea para comunicar lo emocionado que estaba ante su nueva
aventura, lo bien que se sentía en compañía de todos ellos, y finalmente
agradece a Toño lo que él describe como la oportunidad de su vida. Al terminar
la reunión, Toño, Eduardo y Carlos Arzamendi que permanecía para hacer la
entrega a Ricardo, se van a comer a su restaurante favorito frente al parque
hundido.
El resto del día se le
va a Ricardo como un suspiro. Eran casi las 7 de la noche y no había hablado
con Suzette para notificarle la buena noticia. Curiosamente el apartamento que
Rodolfo había rentado se ubicaba a dos cuadras de la sucursal, el problema era
que no tenía teléfono. Unos minutos después de las 7 abandona la oficina y se
dirige el apartamento. Escala con rapidez la rústica escalera de unos cuantos
pasos, entra como torbellino al pequeño departamento el cual Suzette ya había
empezado a ordenar. La abraza y la besa con brusquedad y le dice: Adivina a
donde me han asignado. Le responde Susan, no tengo la menor idea. Pues a la
sucursal de la que tanto te he hablado revira Rodolfo, la Insurgentes en donde
pasé los últimos meses del entrenamiento. ¿La de tu amigo López Rodríguez
pregunta Suzette? La misma responde él excitado. Ella es avalancha sobre él, lo
abraza y lo besa y le dice; te felicito, lo mereces.
Los siguientes meses
vuelan para Ricardo. Se sentía realmente feliz, pleno, realizado, su trabajo
cada día le gustaba más. El ambiente de la oficina era muy especial, de
profesionalismo, de mucho trabajo, entrega, responsabilidad. Su relación con
Toño y Eduardo cada día también era mejor. Hacían un gran equipo. Toño como
jefe y supervisor era de primera. Sin duda era también un gran maestro y a
pesar de que era solo unos cuantos años mayor que él, era ya un banquero muy
experimentado, por lo que absorbía conocimientos de parte de Toño como esponja.
Cada día después del cierre al público, se reunían los tres para repasar lo
sucedido y ver cómo se podría mejorar el funcionamiento de la oficina. Toño
además les delegaba responsabilidades importantes, y eso a Ricardo lo hacia
sentir muy bien y lo motivaba especialmente.
Su relación con Suzette
era muy buena, cada día se entendían mejor. El definitivamente había dejado las
parrandas y a sus amigos cuando los veía, siempre lo hacia acompañado de su
mujer. A finales del mes de Abril después de una larga jornada de trabajo,
Ricardo llega rendido al departamento. Sin embargo, nota algo diferente en
Suzette, la nota nerviosa, frágil. Ella lo mira fijamente y le dice: Te tengo
una noticia, el se alarma un poco y le exige, dime, ¿de que se trata.? Entonces
sonriendo le grita; vas a ser papá, estoy embarazada. Ricardo se queda sin
habla. Muchas veces se había imaginado ese momento, pero nunca se había
preparado para él. Casi balbuceando le pregunta; ¿como sabes? Porque vengo de
ver al Doctor responde ella. Te quería dar una sorpresa. Ricardo con los ojos
llenos de agua la abraza fuertemente y le dice; ahora si estaremos completos, y
tocándole el estomago afirma; Bienvenido mhijo.
El verano hace su arribo
al valle de México con toda su belleza y esplendor. El clima era hermoso. A
Suzette ya se le notaba un estomago abultado, sin embargo, el embarazo
transcurría sin mayores problemas. Ella estaba especialmente feliz porque sus
padres los visitarían en unos cuantos días. Ricardo seguía con su ritmo de
trabajo y cada día más profesionalmente pleno y realizado. Se aburría los fines
de semana sin trabajar. Ya conocía a todos los clientes de la oficina y ellos
lo conocían a él. Toño muy seguido los dejaba a él y Eduardo solos con la
responsabilidad de la sucursal en plan de fogueo. Para él era verdaderamente
una tentación la infinidad de mujeres hermosas que visitaban la oficina, y aun
sabiendo que era casado, con descaro le coqueteaban. Había ya recibido invitaciones
muy sugestivas de parte de algunas, pero resistía.
El ambiente político del
país se empezaba a enrarecer. Luis Echeverría había ya agresivamente iniciado
su campaña presidencial y los mensajes que enviaba no estaban teniendo buena
acogida de parte de la sociedad, de la comunidad de negocios en particular, y
muy especialmente por parte del todavía Presidente Díaz Ordaz. En los EU Nixon
enfrentaba ya serios problemas económicos y respondía con recetas antimercados
como era el control de precios y salarios etc. La guerra de Viet Nam seguía en
todo su apogeo y la sociedad americana ya protestaba de forma agresiva.
Echeverría arremetía contra todo lo que se había hecho durante los últimos 20
años en México, contra lo que verdaderamente había estabilizado al país. Algo
que nadie entendía, era el por qué el candidato Echeverría había sumado a su
campaña a casi todos los líderes del movimiento del Consejo Nacional de Huelga.
En medio de ese ambiente
turbulento, llegan los suegros de Ricardo a la ciudad de México a mediados del
verano. La pareja los esperan en la estación del tren, pues Don Nubar no
viajaba en avión. El encuentro es emotivo, Suzette llora de felicidad y todos
se abrazan. Don Nubar había rentado dos compartimentos para poder transportar todo
los regalos que le traían a Suzette. Las siguientes dos semanas son de gran
acercamiento familiar. Ricardo siente que por primera vez realmente tiene una
familia. Sus suegros lo trataban como si verdaderamente fuera su hijo y era
algo que él desconocía pero le gustaba el sentimiento. La estancia de Don Nubar
y Doña Panchita se prolonga por varias semanas las que Ricardo realmente
disfruta. La vieja pareja aprovecha para convencer a Ricardo de mudarse a un
lugar mejor que el pequeño apartamento.
Luego de varios días de
búsqueda, los suegros de Ricardo encuentran una pequeña casa a espaldas de una
gran mansión en las Lomas de Chapultepec, cuyo dueño era un español de edad
avanzada y vivía solo. Después de largas platicas con él, y sobre todo al
enterarse que Doña Panchita era también española, decide rentar la hermosa
casita a la joven pareja. Don Epifanio
Zubieta que era el nombre del “viejito” como cariñosamente le llamarían, se
convertiría en un especie de segundo padre para Suzette en los meses que vivirían
en ese lugar. Aprovechan un fin de semana para mudarse puesto que no eran
muchas las pertenencias con las que contaban. Cuando Ricardo ve el sitio por
primera vez, queda encantado. La pequeña casa era antigua y muy hermosa,
decorada con muebles también antiguos, y sobre todo, en las Lomas de
Chapultepec. Sin duda era un buen cambio.
Los meses pasan
tranquila y apaciblemente. El cambio había sido un gran acierto. Las Lomas era
el lugar más exclusivo de la ciudad. La casita era completamente independiente
de la casa mayor. Don Epifanio era un hombre encantador. A pesar del tráfico de
la mañana, a Ricardo solo le tomaba sólo 15 minutos el llegar a la oficina.
Suzette seguía con su embarazo sin problemas y cada día más feliz esperando la
llegada de ese gran tesoro. Habían decidido que el bebe naciera en Nogales para
que así Suzette estuviera más tranquila y atendida por sus padres. Estaba
previsto que el nacimiento fuera a principios de Diciembre. A finales del mes
de Octubre Suzette ya se veía definitivamente
muy avanzada. Pensando que si esperaban unos días más no la dejarían viajar en
avión, deciden que parta a Nogales de inmediato.
El siguiente Domingo
Ricardo la lleva al aeropuerto. Volaría a Hermosillo y de ahí sus padres la
llevarían en auto a Nogales. Después de presentar su boleto, sus documentos y
entregar el equipaje para su transporte, se anuncia que el vuelo está listo
para abordar. La joven pareja se despide con un fuerte abrazo y un largo beso.
Ella llora un poco, Ricardo la consuela diciéndole que en unas semanas estarán
de nuevo juntos. Él había solicitado sus vacaciones adelantadas para el mes de
Diciembre y de esa forma estar con su familia en Navidad, y sobre todo, conocer
a su hijo o hija. El nacimiento se esperaba para principios de Diciembre y él
llegaría el día 20. Suzette desaparece entre el cumulo de pasajeros. Ricardo se
retira para tomar su carro y enfilarlo hacia su casa.
Había tomado la avenida
Fray Servando para desembocar en el viaducto y luego a las lomas. Planeaba una
tarde tranquila de lectura. Era todavía temprano y el tráfico permanecía
soportable. Se envuelve en sus pensamientos de los días anteriores, de lo
agradables que habían sido con Suzette planeando la llegada del bebe y lo que
harían juntos con él. De repente lo invade un sentimiento raro, se sentía solo.
Por primera vez en los últimos casi 9 meses estaba sin Susan. Se siente muy
confundido, por un lado nostálgico, melancólico, tal vez triste. Pero por otro
lado se siente libre, siente que de nuevo el sólo está en control de su vida. A
veces le molestaba tener que dar tantas explicaciones a Suzette, tanta
información. A donde iba, de donde venia, que había hecho. A veces inclusive
extrañaba su vida de soltero y eso le daba miedo. No tenia idea que en las siguientes
semanas todo eso se pondría a prueba.
La primera semana sin
Suzette transcurre con rapidez y con el cúmulo de trabajo de siempre. Sin
embargo, sus amigos ya estaban enterados que Suzette había partido y él estaba
solo. El viernes de esa semana recibe una llamada de dos de ellos; Alejandro
Camou y Luis Iñigo para invitarlo a cenar esa misma noche. Al principio se
resiste, pero finalmente acepta y queda de verlos en un restaurante de la zona
rosa temprano para antes de la cena echar unos tragos. Se reúnen en el bar del
Hotel María Isabel como habían planeado. Después de saludarse con el afecto de
viejos amigos, piden los primeros tragos. Ricardo pide escocés doble en las
rocas. Se toma el primero casi de un sorbo. Hey le dice Luis, parece que te
tenían amarrado. Al recibir el alcohol en su estomago, de inmediato se siente
otro, la euforia lo empieza a invadir, el volcán empieza su erupción.
Rápidamente transcurren
las horas y después de por lo menos cinco rondas de tragos, se les olvida la
cena. Alrededor de las 10 de la noche Alejandro exclama; se me olvidaba pero
hoy es el baile sonorense en el Hotel Aristos. ¿Porque no vamos? Siempre se
pone muy bueno. Ricardo duda por un momento, pero ya envalentonado por el
alcohol, acepta y rápidamente se dirigen al hotel que estaba solo al cruzar la
avenida Insurgentes. El evento era en el segundo piso. Suben casi corriendo por
la escalera para encontrar un salón totalmente abarrotado de gente. De
inmediato empiezan a reconocer a mucha de ella, se inician los saludos, lo
abrazos a viejos amigos que no habían visto en años. Al estar atravesando el
salón, se topa con una mirada firme y directa. La fija la suya y se encuentra
con una de las más hermosas mujeres que jamas hubiera visto. Ella le sonríe,
trata de reconocerla, finalmente lo hace, era su amor de la adolescencia;
Ivonne Desuches.
Ivonne había vivido en
Hermosillo durante años y desde que eran casi niños, ella había estado
enamorada de él, y a Ricardo siempre la había encantado. El se fue a Monterrey
y al regresar supo que Ivonne se había mudado a vivir a México. Años después se
enteró que se había casado con un piloto comercial. Ricardo siempre sentía que
algo había quedado sin resolverse, nunca la había vuelto a ver, y ahí estaba
frente a él y más hermosa que nunca. Se aproxima a ella nervioso aun con el
alcohol en su sistema. Que tal Ricardo, le saluda Ivonne. El casi se queda sin
habla. Te presento a mi esposo le dice ella enseguida, al tiempo que el tipo a
su lado le tiende la mano. Ricardo se la estrecha con fuerza y se da cuenta de
que el hombre estaba ya muy pasado de copas. Estas igualito le dice ella. Pues
tú estás más hermosa que nunca responde él. El marido la jala del brazo, y ella
le dice, al rato nos vemos.
El resto del baile
transcurre entre las miradas que se dirigen uno al otro. En una de las
escapadas que ella se da para ir al baño, Ricardo ya mas envalentonado con las
copas la intercepta. Platican un rato, se acuerdan de los viejos tiempos, ella
descaradamente le coquetea. Al despedirse Ricardo le entrega su tarjeta del
banco y le pide que lo visite. Ella acepta, y le promete hacerlo. El resto de
la noche Ricardo la aprovecha para tomar como en los viejos tiempos, tal vez
motivado por la excitación que la había producido el encuentro con Ivonne. De
vez en vez voltea a verla y ahí está siempre mirándolo, sonriéndole,
coqueteándole. Al terminar al baile en la madrugada y estar abandonando el
hotel, en el lobby del mismo y enfrente de todo mundo, Ricardo le entrega una
rosa. Ella sonríe nerviosa y le da las gracias devorándolo con la mirada.
Eran ya altas horas de
la madrugada cuando Ricardo dirige su auto hacia su casa tomando la avenida
Reforma a la altura del bosque de Chapultepec. A pesar de haber tomado en
exceso, no se sentía tan borracho, mas bien cansado. No podía apartar de su
menta a Ivonne. Ella era una rubia de grandes ojos verdes, alta, de una figura
escultural. Su rostro era de una hermosura diferente. Su esposo le había
parecido un tipo que no era de su categoría, no le quedaba como decían en
Hermosillo. Realmente no sabia que pensar del constante coqueteo que ella había
mantenido durante toda la noche. Se siente un poco mal, estoy casado piensa.
Pero su sonrisa y sus miradas eran por demás provocadoras. Sin darse cuenta
había llegado a la calle de Monte Cáucaso en donde se ubicaba su pequeña casa.
Introduce el auto a la cochera, sube las escaleras hacia su recamara, piensa de
nuevo en Ivonne y sus grandes ojos verdes, finalmente se queda dormido.
Durante el fin de semana
se dedica a leer, costumbre que siempre lo había acompañado. El domingo llama a
Suzette para ver como iba todo en Nogales. Ella le dice sentirse bien tal vez
un poco cansada. Ella le comenta sentirlo un poco raro. Le pregunta que le
sucede. Ricardo tomado por sorpresa le responde, nada mhija, es solamente que
té extraño, me siento muy solo. Suzette se queda satisfecha con la respuesta,
se despiden con palabras cariñosas. Ernesto a quien no veía desde hacia un par
de meses, lo invita a comer al caballo bayo. Se corren una parrandita pero nada
igual a lo que antes acostumbraban. Ricardo le platica de su encuentro con
Ivonne. Pero cómo? grita Ernesto, es el mejor cuero que ha producido
Hermosillo. No dejes que se te vaya viva. Ricardo responde, cállate pendejo,
está ya casada. Y que chingados, le grita de nuevo Ernesto.
El lunes se presenta en
la oficina como era su costumbre, muy temprano, antes inclusive que la
contralora. El día transcurre con la agitación de siempre en una oficina de la
magnitud de negocios como era Insurgentes 5. A media mañana cuando el ritmo
había bajado un poco, levanta la cabeza al notar la sombra de una persona
frente a su escritorio. Se queda estupefacto, era Ivonne. Con el pretexto de
cambiar un cheque se había aparecido en la oficina. Que sorpresa, le dice
Ricardo. Te prometí que te visitaría le responde ella con una sonrisa que le
ilumina la cara. Vengo a que me cambies este cheque, continua ella sin aguantar
la sonrisa que la delata. Mira le dice Ricardo, el día ha estado muy pesado, te
invito a tomar un café fuera de aquí. De acuerdo le responde ella. Le dice a su
secretaria que regresará en menos de una hora, la toma del brazo, y salen de la
oficina.
Minutos después se
encontraban frente a frente en un pequeño café sobre la calle insurgentes. La
veía y no lo podía creer. Que hermosa la encontraba. Ella también lo miraba
fijamente a los ojos. Platican largo y tendido de los viejos tiempos, del
Hermosillo de fines de los 50s y principio de los 60s, de los bailes cuando
eran chamacos. Se platican también de sus vidas recientes, de sus matrimonios.
Ivonne le confiesa que ya tenía una hija de dos años. Ella le preguntaba por
sus primas y sus hermanas. El tiempo pasa volando hasta que Ricardo mira el
reloj y casi con histeria le dice; tengo que regresar a la oficina. Entiendo le
dice ella. Te acompaño a tu auto le dice Ricardo, de acuerdo responde ella.
Caminan muy juntos una media cuadra. Ivonne se detiene frente a un sedan gris;
este es mi coche le dice. Que gusto verte de nuevo le dice ella. Igualmente
responde Ricardo, la mira fijo a los ojos, y sin poderse contener, le da un
largo y apasionado beso. Ella tiembla se sorprende y sonríe.
Ivonne empieza a
frecuentar la oficina casi a diario y juntos repiten la rutina del café.
Después de varios días Ricardo le propone; te invito a cenar pues aquí no
tenemos tiempo de platicar más tranquilamente. Ivonne duda unos segundos y le
responde; de acuerdo, ¿Cuándo pregunta ella? Luego como sugiriendo afirma; mi
marido anda de viaje. ¿Que te parece mañana a las 7 en el restaurante de las
tablitas en las Lomas sobre Reforma? Perfecto le dice ella, ahí te veo mañana.
Ricardo la acompaña de nuevo al auto, y le planta el beso ya con naturalidad al
que ella se resiste. Al día siguiente nervioso esperaba en el lugar acordado.
No estaba seguro que vendría. Era riesgoso, estaba casada. A las 7 en punto
aparece Ivonne luciendo su hermosa sonrisa. Se veía despampanante. Se sienta y
Ricardo le ordena un vodka pues ya sabia era su bebida preferida. El ya se había
tomado dos escoceses, se sentía ahora seguro y eufórico.
Después de varias rondas
de tragos, finalmente deciden ordenar pero algo muy liviano, no tenían apetito.
Cenan con una botella de vino italiano. Brindan recordando tiempos pasados.
Terminan la cena con dos brandis combinados con licor de café que les da un
sabor dulce pero muy agradable. Después de la tercera copa, Ricardo se siente
un poquito borracho. Con el valor del alcohol empieza a decirle a Ivonne cómo
había estado enamorado de ella por tanto tiempo. Ella igualmente afectada por
el brandi, le confiesa lo mismo. Repentinamente Ricardo pide la cuenta. Le
pregunta Ivonne: ¿A donde vamos? Responde Rodolfo; es una sorpresa. Después de
pagar el importe, la toma del brazo y se dirigen a su auto, lo abordan y lo
enfila por todo Insurgentes hacia el oeste.
Sin mayor explicación introduce el auto al estacionamiento de un Motel.
Ella lo mira con una sonrisa de picardía. Ricardo se baja para hacer los
arreglos y rentar una habitación. Regresa con la llave en la mano.
Minutos después se
introducían a una elegante habitación decorada con buen gusto. Al cerrar la
puerta tras de ellos, se avalanchan el uno sobre el otro. Él la besa con gran
pasión acariciándole todo el cuerpo, ella responde igual. Se lanzan sobre la
cama mientras se deshacen de la ropa. Durante las siguientes 5 a 6 horas se
entregan al sexo con una pasión que los hace salir de los sopores del alcohol.
Se quedan dormidos durante un buen rato. Ella lo despierta con un beso para de
nuevo envolverse en la pasión. Repiten el acto durante toda la noche. Ricardo
preocupado la despierta y le dice; son las 3 de la mañana. Es hora de que te
lleve a tu casa. No es necesario responde ella, dejé mi niña en casa de mi mamá
hasta mañana. Puedo pasar la noche contigo. El la besa suavemente, se abrazan
para quedarse de nuevo dormidos.
Al día siguiente Ricardo
no salía de su asombro. Pensaba que todo había sido un sueño. Experimentaba una
serie de sentimientos encontrados. Se sentía por un lado ilusionado, se sentía
también culpable. No se explicaba cómo había sucedido todo eso. El estaba
recién casado y sin problemas, su relación con Suzette era muy buena. Pero
además, estaban esperando a su primer hijo. Por supuesto que no era algún
mojigato, había sido formado en la cultura del adulterio de los hombres como
algo natural. Pero le preocupaba lo mucho que le gustaba Ivonne. Esto no iba
para ser una aventurilla de una noche. Podía todavía oler su perfume entre sus
ropas. Al despedirse de ella en la madrugada, Ivonne con asertividad le dice;
mis palabras de anoche no fueron de borrachera. Siempre he estado enamorada de
ti, y ahora mas que nunca.
Durante las siguientes
semanas se veían prácticamente todos los días. Los encuentros eran en el mismo
hotel en el que habían pasado la primera noche juntos. Un fin de semana
inclusive, aprovechando que el esposo de Ivonne tenía un largo vuelo, se van
juntos a pasar el fin de semana a Puebla. Partieron un viernes en la tarde, se
hospedaron en un hermoso hotel antiguo en el centro de la ciudad. Recorrieron
los más bellos lugares y los mejores restaurantes del lugar durante dos días.
Caminaban por las viejas calles de la ciudad abrazados como si fueran un par de
recién casados. Fue un fin de semana inolvidable. De regreso el domingo en la
noche, Ivonne se pone seria y pensativa. Ricardo le pregunta que le preocupa.
Ella sin aspavientos le dice; yo ya no puedo vivir con mi esposo. He decidido
que lo voy a dejar. Quiero saber si cuento contigo.
Ricardo se queda sin
habla por unos segundos. Momento le dice, no hay que precipitar las cosas. No
es así responde ella, yo he tenido problemas ya por mucho tiempo, ya no
soporto. Continua ella, mi matrimonio ha sido un infierno durante años. Yo no
sabía lo que es ser feliz hasta que de nuevo nos encontramos. Estas últimas
semanas para mí han sido de verdadera felicidad, cuando estoy contigo no me
importa el resto del mundo. Ricardo entonces se empieza a poner realmente
nervioso. Para él esto era solo una aventura, diferente a las normales, pero
aventura al fin. Lo empieza a invadir el sentimiento que tanto había dominado
su vida; la culpa. Siente que no había sido suficientemente honesto con ella al
dejarla pensar que en un momento dado, el también estaría dispuesto a tirar su
matrimonio por la borda.
En esos momentos
entraban ya a la ciudad de México en una noche que a Ricardo le pareció
especialmente bella. Cuando se aproximaban al lugar en donde ella había dejado
su auto, Ricardo le dice; mira guerita, hay que continuar esta conversación
pero más tranquilos. En estos momentos yo estoy sorprendido y pienso que tu muy
sensible. Ivonne se ve decepcionada, le ruedan un par de lágrimas por sus
mejillas. No guerita, no llores, cuentas conmigo, pero déjame salir de mi
asombro. Ella se reconforta y sonríe. Ricardo se siente mal, lo hacía sólo para
que ella no herirla. Llegan al lugar en que estaba el auto. La abraza y le
dice; no te preocupes, todo va a estar bien. Llámame mañana a la oficina para
seguir esta conversación. Ella se avalancha sobre él, le da un largo beso, y
sonriendo sale del auto para retirarse.
Ricardo enfila su auto
hacia Reforma, se detiene unos momentos para pensar y se pregunta: ¿En que lío
me he metido? Como siempre le sucedía cuando conquistaba a una mujer, las
primeras semanas se sentía “enamorado” a su manera, pero siempre se le pasaba
ese enamoramiento, era su gran ventaja, nunca se estacionaba con ninguna. Y
este caso con Ivonne no era diferente. Ya inclusive lo empezaban a molestar
algunos detalles; demasiadas llamadas, demasiadas visitas a la oficina. Ahora
esto. Sumido en sus pensamientos llega a la casa de Don Epifanio para
introducir su auto en el estacionamiento. Al abrir la puerta del auto, sale Don
Epifanio casi corriendo. Te han estado hablando de Nogales todo el día, le dice
casi reclamando. Se preocupa un poco, entra a la residencia de Don Epifanio y
de inmediato pide la llamada. Le contesta Don Nubar. Gritando le dice; ya nació
y es una niña preciosa.
Se queda sin habla.
Voltea a ver a Don Epifanio quien esbozaba una gran sonrisa, sin duda él ya lo
sabia y no le había querido dar la noticia. Como está Suzette pregunta a su
suegro.? Están muy bien las dos le responde Don Nubar, están en el hospital
pero a esta hora ya no reciben llamadas, le puedes llamar mañana. Como te
sientes? le pregunta su suegro. Ricardo se queda un par de segundos en silencio
para responder; siento que soy el hombre mas afortunado del mundo. Se despiden
cortésmente. Al colgar el auricular del teléfono, Don Epifanio sin contenerse
le da un abrazo. Felicidades muchacho le dice casi gritando, y espero que ya te
calmes le dice sonando como a reclamo. Luego le ofrece una copa de su famoso
licor de vainilla, brindan por el acontecimiento, platican un rato que a
Ricardo le sirve para calmarse, y se excusa diciendo se sentía exhausto.
Esa noche se retuerce en
la cama y casi no puede dormir. Lo asaltan una serie de sentimientos
encontrados. Aun cuando él estaba seguro que se tan esperado bebé sería hombre,
se sentía feliz con una niña. Se sentía también inmensamente culpable y
miserable. ¿Cómo era posible que cuando su niña estaba naciendo él anduviera
con Ivonne.? Hace un repaso mental de las últimas semanas, de los últimos
meses, y el sentimiento de culpa lo ataca con más intensidad. Su vida era casi
perfecta. Juventud, un trabajo que le encantaba, un gran futuro. Un muy buen
matrimonio. No entendía cómo arriesgaba lo que tenía con una aventura. Después
de revolcarse en la cama y con sus pensamientos durante horas, finalmente lo
vence el cansancio y se queda dormido. Pasa una muy mala noche, despierta
constantemente preocupado, hasta que al rayar el sol decide levantarse para
seguir con su introspección.
Llega como siempre muy
temprano a la oficina. Inicia la rutina que ya tenia como costumbre; planear el
día. Hace su lista de pendientes esperando sea un poco mas tarde para llamar a
Suzette en el hospital. Unos minutos antes de la apertura de la oficina, en
alta voz informa a todo el personal tener un anuncio. Todos se ven las caras
extrañados viniendo de él y no de Toño como siempre sucedía. Toño inclusive se
veía confundido y tal vez hasta molesto. Cuando todos se hallaban alrededor del
escritorio, simplemente les dice: “Les notifico a mis amigos y compañeros de
trabajo que el día de ayer me convertí en padre de la niña más hermosa del
mundo.” Las sonrisas afloran de inmediato y de forma casi reflexiva se suman
todos a un aplauso. Se acerca Toño para darle un abrazo y le dice: “cabrón me
asustaste, pensé era un golpe de estado.” El resto del personal procede a lo
mismo.
Era ya mediado de
Diciembre y él había conseguido que Toño le permitiera tomar sus vacaciones
anuales unos meses antes, para hacerlas coincidir con el nacimiento de su hija
y la Navidad. Tenía ya boleto para volar a Hermosillo el día 20, de ahí sus
padres se habían ofrecido llevarlo a Nogales y así aprovechar para conocer a su
nieta. Le quedaba menos de una semana en la ciudad de México antes de partir, y
no sabía que hacer con Ivonne. Durante los siguientes días la evita con el pretexto
de estar sumamente ocupado. Finalmente decide él enfrentarla la última noche
para terminar con esa locura. Necesitaba un lugar tranquilo para hablar con
ella, no lo quería hacer en público. Ernesto su buen amigo que partiría un par
de días antes que él, le ofrece su departamento. Le parece perfecto, recibe la
llave y se prepara para el encuentro.
El día 19 en la noche
Ricardo acepta recoger a Ivonne en su casa, pues le informa que su esposo
estaba de vuelo. Puntualmente pasa por ella quien lo esperaba en la banqueta.
Ivonne con agilidad aborda el auto y con una gran sonrisa le dice; Hola
vaquerito, ¿como estás,? Al tiempo que le planta un beso en la mejilla. Ricardo
se queda desconcertado. La veía más hermosa que nunca. Bien, responde con
sequedad al tiempo que acelera el auto hacia la casa de Ernesto. A donde vamos?
pregunta ella, a casa de un amigo, tenemos que hablar sin que nadie nos
moleste, Responde Ricardo. Continúa; no te preocupes, la casa está sola. De
acuerdo responde ella. Después de una travesía silenciosa llegan a la casa de
Ernesto en la Colonia del Valle. Descienden del auto y haciendo uso de la
llave, entran a la pequeña casa ordenada estilo Yberri, a la perfección.
La sala estaba
inmaculada. Ernesto desde los años del Tec. en Monterrey se había distinguido
por lo pulcro y perfeccionista. Sobre la mesita de la sala había una botella de
escocés con su servicio. Ivonne le gruñe, no se que tienes, te noto muy raro y
yo necesito un trago. Sin esperar ella se prepara uno directo, sin agua y sin
hielo. Antes de que Ricardo articule alguna palabra, ella de un sobro se bebe
el contenido como presagiando tempestad. ¿No me vas a acompañar? le pregunta
ahora casi susurrando. Porqué no, dice Rodolfo y se prepara la misma receta.
Chocan los vasos y ahora ambos se los beben de un sorbo. Al momento que el
licor directo le llega al estomago, se inicia la transformación. En unos
cuantos segundos le hace efecto. Las preocupaciones se esfuman por arte de
magia y lo mismo sucede con el sentimiento de culpa. Se siente relajado,
liberado, y sobre todo, eufórico. Mira a Ivonne y se siente enamorado.
Bien vaquerito le dice
Ivonne. ¿De que querías hablar,? al tiempo que le sirve el segundo trago
directo. Ricardo lo bebe igual que el anterior, de un sorbo. Siente ahora un
ardor en todo el cuerpo. Al momento que despega el vaso de sus labios, Ivonne
se los cubre con un beso muy largo y por demás apasionado. Ricardo responde al
beso con la misma pasión. Ella se separa bruscamente de él y empieza a
desvestirse hasta quedar solo con sostén y pantaletas. Se remoja los labios y
repite la pregunta; ¿De que quieres hablar vaquerito? Ricardo se avalancha
sobre ella, la besa de nuevo para cargándola dirigirse a la recamara y la
tiende en la cama. Espera le dice Ivonne apartándolo; habla vaquerito. No era
importante, ya se me olvidó responde Ricardo. Necesitamos otro trago. Al minuto
regresa con la botella, se toman otro directo, para después envolverse en lo
que termina siendo una noche entera de sexo y de pasión.
Al día siguiente Ricardo
volaba directo a Hermosillo. Aunque era una mañana preciosa, él se sentía
horrible. Tenía una cruda espantosa pues entre él e Ivonne se habían tomado
casi dos botellas. No podía respirar bien, el corazón le palpitaba con fuerza,
las manos le temblaban. El sentimiento de culpa de nuevo lo atormentaba. No
podía creer lo que había sucedido. Él había acudido a la cita con toda la
intención de terminar esa relación. Sin embargo, después del primer trago, todo
se fue por la borda. No tenía la más mínima idea de que esa seria su historia
durante los siguientes casi 20 años. El rugido de las turbinas le provocaba una
jaqueca. Sentía ganas de llorar. A la media hora de haber iniciado el vuelo, no
aguanta, llama a la azafata y le pide una cerveza. Reaparece la muchacha
llevándole dos, lo veo muy mal y traigo la otra de una vez. Gracias responde
él. Se toma la primera igual que la noche anterior, de un solo trago. De
inmediato todos sus malestares desaparecen.
Al momento que el avión
toca tierra en el aeropuerto de Hermosillo, Ricardo no era la misma persona que
lo había abordado en México. Se había tomado otras dos cervezas y se había
transformado. Ya no le dolía nada, no le preocupaba nada, culpa,? Que es eso.?
Ahora departía con todos los pasajeros y por supuesto, con las azafatas quienes
lo encontraban encantador. Al entrar a la terminal, ve a sus padres que lo
esperaban. Como era la costumbre, los saluda con cierta frialdad aun con el
alcohol en su sistema. Hueles a cerveza le dice Don Ricardo en plan de reclamo
como siempre.¿Que ya empezaste a celebrar,? Desde anoche, le responde con el
valor que sin alcohol nunca había tenido para enfrentar a su padre. Después de
acomodar su equipaje en el auto, parten directamente hacia Nogales, pues ellos ya
venían preparados. El viaje es largo y aburrido.
Después de casi 5 horas
de viaje que incluía la espera infinita para cruzar la línea a los EU,
finalmente se estacionan enfrente de la casa de los padres de Suzette. Ricardo
se sentía sumamente nervioso, el efecto de las cervezas lo había abandonado y
los síntomas de la cruda reaparecían con fiereza. Baja con impaciencia del auto
para golpear la puerta de entrada. La puerta se abre y aparece Suzette
sonriente en una bata roja. La abraza y la besa con ternura, ella responde, y
tomándolo de la mano le dice; ven a conocer a tu hija. Lo introduce a la que
había sido su habitación de soltera. Ricardo clava su mirada en una pequeña
cuna en el fondo de la habitación. Camina lentamente hacia ella, y al asomarse;
observa lo que le pareció la visión más bella de su vida. Una pequeña niña
rubia y de unos enormes ojos azules que lo encandilaron. No podía creerlo, era
su hija, sangre de su sangre.
Las siguientes tres
semanas para Ricardo transcurren como un suspiro. Se sentía realmente feliz.
Nogales siempre la había encantado. Amaba la Navidad, sobre todo ahora que
sentía que verdaderamente tenía una familia. Unos días después de Navidad, sus
suegros bautizan a la hermosa niña, por lo que se organiza una pequeña fiesta
en su residencia. Rodolfo la goza a más no poder. A medida que se acercaba la
fecha de su partida, se sentía triste, pues habían decidido que Suzette se
quedara unas semanas más, puesto que la niña estaba muy pequeña para un viaje
tan largo. Unos días antes de su partida, aparece Don Nubar con un flamante
auto nuevo y le dice: Mi nieta no va a moverse en Volswagen en una ciudad tan
peligrosa, así que este auto es para ella. Ahora Ricardo tenía que regresar
manejando a la ciudad de México.
Finalmente el día de
partir para Ricardo había llegado. Se sentía triste pues esas tres semanas
habían sido maravillosas. Estaba loco con su pequeña hija. Su relación con
Suzette seguía solidificándose. Sus suegros lo trataban como si verdaderamente
fuera su hijo. Don Nubar se sentía muy orgulloso de su yerno y no lo ocultaba.
Había planeado el viaje en etapas. La primera noche la pasaría en Hermosillo
para ver a sus padres. Un amigo viajaría con él de Hermosillo hasta la ciudad
de México, y sería una ayuda para conducir, y sobre todo para no aburrirse
solo. Después de pasar la primera noche en Hermosillo, parte acompañado de
Fernando Acosta para hacer la segunda escala en Tepic. Finalmente el tercer día
contemplan desde un alto el Valle y la ciudad de México. Estaba de regreso.
Don Epifanio lo recibe
con euforia y sediento de noticias. Después de brindar con él y su licor de
vainilla, Ricardo lo pone al tanto de Suzette, la niña, sus suegros etc, y se
retira pues había llegado rendido. Al día siguiente se presenta en la oficina
en donde todos lo reciben con gran alegría. Antes de que la oficina abriera al
público, platica a Toño y Eduardo de sus vacaciones. Acto seguido Toño le
notifica que Eduardo había sido promovido a gerente de una nueva sucursal en
Las Lomas, y el nuevo subgerente llamado Teobaldo González se presentaría ese
mismo día. Ricardo felicita efusivamente a Eduardo desandole lo mejor. A media
mañana se presenta el nuevo subgerente con el cual establecería una gran
amistad. Teobaldo González al igual que Ricardo, era un muchacho sencillo y de
rancho, eso los identificaría de forma especial.
Solo había algo que
interrumpía el sentimiento de Ricardo de “puro bayo,” expresión que usaban los
vaqueros en el rancho para describir cuando todo el entorno se desarrollaba a
favor de uno—cuando todo iba a la perfección. Lo había recibido Toño con la
noticia del fallecimiento de Don Luis Tiburcio, su gran protector dentro del
banco. Había sufrido un accidente de lo más estúpido cuando se encontraba
colocando la antena de la TV en el techo de su casa. La noticia sin duda
entristeció profundamente a Rodolfo, realmente había llegado a estimar a Don
Luis. Toño también le comenta que era muy probable que finalmente a él
finalmente lo ascendieran a la posición de subdirector de zona, y que tendría
que dejar la gerencia de la oficina. Ricardo le responde; hey, me voy por unos
días y regreso para encontrar a todo mundo empacado.
Esa misma mañana se
presenta Teobaldo González para iniciar el plan de entrega que le haría Eduardo.
Teobaldo no podía contrastar más con Ricardo en apariencia. Era de corta
estatura, muy moreno, de cabello escaso, se podría decir de apariencia
indígena. Era originario de un pequeño pueblo del Estado de Guerrero. De cuna
humilde quien con muchos sacrificios había estudiado para Contador Público en
la UNAM. Sin embargo, desde el momento en el que estos dos jóvenes se
estrecharon la mano, nació una total identificación y una gran amistad. Los dos
eran de campo. Ambos tenían mentes de perfil artístico y en mucho compartían
valores, creencias. Ese primer día y al cierre al publico de la oficina, se
envolvieron en una conversación que duraría horas. A partir de ese momento,
harían un equipo sin igual.
Esa noche Ricardo habla
con Suzette quien le informa que el médico recomendaba se quedara unos días
más, pues la pequeña sufría de un poco de resfriado. Deciden que se tome una
semana adicional, y aunque él se siente frustrado pues se moría por ver a su
niña y a Suzette, se conforma pensando; tres semanas no son nada. Al día
siguiente él y Teobaldo inician lo que sería un gran esfuerzo coordinado pero
que sólo duraría unos meses. A media mañana cuando Ricardo más ocupado se
encontraba, observa que una hermosa morena a la que ya había notado se acerca a
su escritorio. Buenos días le dice ella. Ricardo responde con cortesía; ¿en que
le pudo servir,? pregunta. La bella morena responde con otra pregunta: Perdone,
¿es usted pariente de los Bartneche? No responde Ricardo, pero conozco algunos
de ellos. Es que se parece mucho a ellos le dice la bella morena. Cruzan
algunas otras palabras, y se despide.
Ricardo se queda
desconcertado. Le pareció que la mujer le coqueteaba, pero ella le había dicho
de inmediato que estaba casada con un exitoso Ingeniero quien trabajaba en
Dupont de México. Los días siguientes la morena continuaba con lo que ya
Ricardo sin duda identificó como coqueteo descarado. Finalmente concierta una
cita para cenar con ella con el pretexto de hablar de la familia Barnetche. Esa
misma noche se produce el encuentro en un elegante restaurante de la zona rosa.
Después de las primeras copas que para ella eran los mortales martinis;
Descaradamente le dice a Ricardo lo mucho que le gustaba desde el primer día
que lo vio. Él le regresa el cumplido entre las copas de martinis, y al final
del tercero, Ricardo sin haber cenado paga la cuenta. Salen con prisa del lugar
y se dirigen al mismo motel de los encuentros con Ivonne.
Después del apasionado
encuentro que dura varias horas, abandonan el motel pues el esposo de
Yolanda—era su nombre—la esperaba antes de media noche, que era la hora en que
se terminaría la reunión a la que ella le informó tenia que asistir. Esa noche
recostado en su cama y sin poder dormir, pensaba en lo sucedido. El sopor del
alcohol todavía lo abrazaba y no permitía lo atacaran sus terribles
sentimientos de culpa. Se preguntaba a sí mismo. ¿Cómo es posible que en menos
de un año de casado hubiera tenido tres infidelidades—había tenido otra
aventura de una noche con la dueña de un bar—y todas con mujeres casadas.? Ese
era el inicio de algo que le produciría un efecto letal en su relación con las
mujeres durante el resto de su vida. Después de retorcerse en la cama por
horas, finalmente se queda dormido.
Ivonne había de nuevo
aparecido en escena y continuaba teniendo los apasionados encuentros con ella.
Teobaldo quien se había convertido en un especie de consultor sentimental, le
aconseja terminar con ambas antes del arribo de Suzette. Después de varios
encuentros con Yolanda, con toda naturalidad trata el asunto. Ella con la mayor
madurez lo entiende y le responde: Mira Ricardo, no te preocupes, esto ha sido
una aventura maravillosa para mí, la necesitaba en estos momentos, la disfruté
enormemente y siempre la voy a recordar de una forma muy especial. Le da un
largo beso y se despiden para siempre. Pero Ivonne, ese era un problema
diferente. Unos días después recibe una llamada de ella para informarle que su
esposo estaba ya enterado de su relación, y lo buscaría para hablar. Ricardo
monta en cólera, y casi gritando le dice; no tengo nada que hablar con él, y
menos contigo. Fue la última vez que supo de ella.
Unos días después,
finalmente Suzette hace su arribo a la ciudad con su preciosa carga. Ricardo
las recoge en el aeropuerto y no podía creer la cantidad de cosas que traía
consigo. Después de pasar con nerviosismo los tramites de inmigración y
aduanas, abandonan ese manicomio que es la terminal aérea del DF, se dirigen al
estacionamiento para con gran esfuerzo acomodar todo el equipaje en el auto. Se
montan en el mismo, y es entonces cuando Ricardo le da un largo beso y le dice;
te extrañé mucho. Enciende luego la luz interior del auto para poder observar a
la pequeña Suzette; no lo puede creer, su hija. La niña una vez más lo
encandila con sus enormes ojos azules. Sale deprisa del aeropuerto para tomar
el viaducto y dirigirse hacia Las Lomas. Le dice a Suzette, prepárate porque
Don Epifanio las espera y está mas emocionado que yo cuando me fui.
Era final de Enero de
1971. Hacia sólo dos años que Ricardo había salido de Hermosillo sintiéndose
derrotado, acosado y acusado por su padre, con un futuro incierto. Ahora era ya
primer subgerente de la segunda sucursal en importancia en el DF del Sistema
Bancomer, estaba casado con una gran mujer, tenia ahora una hija que parecía un
ángel, estaba a punto de terminar su maestría, tenia ya grandes amigos en la
ciudad, el mundo le sonreía. Con esos pensamientos se dirigía a su trabajo ese
primer día en el que ya tenía su familia a su lado. La noche anterior había
sido emotiva cuando Suzette le llevó la niña a Don Epifanio. Cuando el
viejito—como cariñosamente lo llamaba Ricardo—la vio, se le iluminó la cara con
una sonrisa de felicidad como si fuera realmente su nieta. Sin darse cuenta
había llegado ya el estacionamiento del banco.
Se extraña de ver el
auto de Toño, él no acostumbraba a llegar tan temprano. Entra a la oficina y
observa a Toño en su escritorio platicando con un hombre de edad madura. Toño
le hace una seña para que se aproxime. Sin rodeos le dice, te presento a
Guillermo Villegas quien me substituye como gerente de la oficina, parece que
esto se ha precipitado y hoy se inicia la entrega. Ricardo nota un tono frío en
las palabras de Toño. Alrededor de las 10 de la mañana Toño se acerca al
escritorio de Rodolfo y le dice; vamos te invito un café fuera de aquí. Minutos
después estaban frente a frente en el restaurante contiguo a la oficina. Toño
le dice: Se precipitaron las cosas y no me voy como subdirector de zona. Me han
asignado otra subdireccion en una División Staff, y ni modo, tengo que tomarla.
Ricardo nota la molestia de Toño. López Rodríguez como muchas veces era su
estilo le dice con sequedad: Memo es buen hombre, van a trabajar bien con él,
ayúdenlo.
Los siguientes días
transcurren en forma extraña. La entrega de Toño fue muy rápida. El personal
estaba desconcertado. El estilo del nuevo gerente no podía ser más diferente al
de Toño. Era un hombre demasiado ceremonioso que contrastaba con la
informalidad de Toño. Ricardo percibía que algún tropiezo debía de haber
sufrido Toño. Esto era muy precipitado Eso sumado a la trágica muerte de Don
Luis Tiburcio, ahora lo preocupaban, pues Bancomer a pesar de ser una gran
organización, no dejaba de tener los vicios de los grandes conglomerados;
cierta burocracia, mucha política, reglas casi inflexibles con las que se
pretendía medir por igual a todo mundo. Sin duda era también una organización
en la cual para progresar con rapidez, además de los atributos normales y los
“resultados,” se requería de buenas relaciones en las altas esferas.
Durante los siguientes
meses Ricardo se acoplaría al estilo del nuevo gerente, pero ya no se sentiría
tan en su casa como con Toño, realmente extrañaba la supervisión del gachupín
como lo llamaba. Sin embargo, su relación de trabajo y amistad con Teobaldo se
solidificarían. Tal era la identificación que Teobaldo lo invita a ser padrino
de su primer hijo que acababa de nacer. De esa forma se habían convertido en
compadres. En el mes de Marzo, Teobaldo recibe la noticia de su promoción como
gerente de una sucursal de tamaño mediano. Aun cuando a Ricardo le daba gusto
el avance de su buen amigo, se sentía un poco triste de ver que ya nadie de los
originales quedaba en la sucursal Insurgentes. Para bendición de Ricardo, el
substituto de Teobaldo resulta ser Ramiro Robles, un norteño casi tan bronco
como él con quien se entendería a la perfección.
Ricardo se sentía
asentado, tranquilo, finalmente se había calmado. Las parrandas eran ya
esporádicas y siempre con motivo de trabajo, o en plan social con Suzette y sus
amigos. Su niña crecía más hermosa cada día y más loco lo hacia sentir.
Trabajaba mucho y cada día aprendía más. Sin embargo, se sentía intranquilo en
la oficina, ya no era igual, el ambiente era diferente. A finales del mes de
Mayo recibe una llamada del subdirector de zona Don Luis Magaña quien a boca de
jarro le dice: Ricardo, te llegó la hora, te vas de gerente. Que te parece? Se
había quedado sin habla. Tenía solamente poco más de un año de subgerente, y
normalmente tomaba tres años para llegar a una gerencia. Estoy sin habla Don
Luis responde. Si, continua Don Luis, Toño te hizo una muy buena evaluación y
se te da la oportunidad. Prepárate porque en dos semanas te vas de gerente a
Polanco.
A las dos semanas y
después de haber entregado su puesto, Ricardo se presenta a la nueva sucursal
que de la que ahora sería el nuevo gerente. Se sorprende al ver que la persona
que le haría la entrega era gerenta, es decir, era mujer, cosa inusual en esos
días. Socorro Salazar que era el nombre de la mujer, lo recibe con cortesía
pero con cierta frialdad. Lo presenta a todo el personal y durante los
siguientes días se produce la entrega. Visitan clientes para notificarles del
cambio. Finalmente llega el día del retiro de Socorro. Rodolfo se siente raro
como gerente, pero cómodo y muy motivado. El personal lo había recibido bien,
sobre todo las muchachas quienes ya habían investigado si era soltero o casado.
El único subgerente que tenia la oficina era un muchacho joven con el que hace
buena conexión.
Se sentía feliz en su
nueva posición. Era gerente de una sucursal de cierta importancia. Le encantaba
la zona. Quedaba a solo minutos de su casa. La clientela era de primera e
inclusive algunos de Insurgentes lo habían seguido. Todo parecía marchar a la
perfección. A finales de Mayo recibe una llamada de su padre para informarle
que en unos días estaría en la ciudad en plan de negocios. Ricardo le dice que
lo recogerá en el aeropuerto para llevarlo al hotel. Nunca se imaginó lo que
ese evento cambiaría su vida. En la fecha indicada por su padre, se encontraba
en la sala de espera del vuelo correspondiente en el aeropuerto. Cual es su
sorpresa al ver salir a Don Ricardo acompañado de su primo Arcadio a quien no
había vuelto a ver desde la reunión en la que le prometió el puesto del banco
Ganadero.
Saluda primero a su
padre y voltea a ver a su primo. Que tal Ricardo como estás? Le pregunta
Arcadio dándole la mano. Ricardo se la estrecha y le responde; muy bien ahora
ya de papá. Si le dice Arcadio, estoy enterado y también de que estás
progresando muy rápido en Bancomer. Eso si revira Ricardo, me acaban de hacer
gerente de la sucursal Polanco. Vaya dice su primo, eso si no lo sabia. Si hace
un mes de ello. Ricardo pregunta; Tienes como irte al hotel.? Arcadio responde,
no, voy a tomar un taxi. Nosotros te llevamos. Perfecto, y todos ya con
equipaje se dirigen al estacionamiento. Durante el tramo de media hora del
aeropuerto al hotel platican de cosas superficiales. Al llegar al hotel Aristos
a donde ambos iban. Arcadio le pregunta; tienes algo que hacer.? No responde
Ricardo. Te invito un trago le dice su primo. De acuerdo dice Ricardo, y
procede a estacionar el auto.
Minutos después se
encontraban los tres en el bar del hotel ordenando los primeros. La mesera
regresa con el pedido y brindan por el encuentro. Ricardo recibe el alcohol
como siempre, con un pequeño estremecimiento que indica el inicio de su
transformación. De inmediato siente la suave euforia y su vocabulario se hace
más florido y elegante. Arcadio lo empieza a interrogar en relación a su
trabajo, su entrenamiento, su nueva gerencia. Ricardo responde a todas las
preguntas con esa gran habilidad para comunicar sus pensamientos y que el
alcohol agigantaba. Ambos Arcadio y su padre se quedan no-solo sorprendidos de
las respuestas de él, sino gratamente impresionados. La conversación se torna
ahora a la política y economía, Ricardo muestra la misma habilidad y hace gala
de los conocimientos que le daba la lectura a la cual ya era adicto.
Cuando estaban a punto
de consumir el tercer trago, Arcadio sin rodeos le dice; mira Ricardo, desde
hace meses he estado pensando en hablarte. Creo que tenemos una oportunidad que
puede ser interesante para ti. Como sabes la familia está construyendo un gran
centro comercial en Hermosillo. Es una obra realmente importante. Tenemos ya la
autorización de la Secretaria de Hacienda para abrir una nueva sucursal del
banco en la ciudad, y hemos decidido que sea en este centro comercial. Le
queremos dar a esta oficina una fisonomía diferente, moderna, de negocios
corporativos, de mucha promoción. Es un experimento que yo pienso dará
resultados interesantes. Pues bien, yo he pensado que la persona adecuada para
manejar esta oficina eres tú, e inclusive lo he comentado con algunos miembros
del Consejo. Que te parece.?
Ricardo se sorprende un
poco pero al mismo tiempo lo invade un entusiasmo que trata de disimular. Ese
era su sueño. El Banco Ganadero, el banco de su abuelo. Pero le responde a su
primo: Mira Cayo, tengo casi tres años en México y realmente me ha ido muy
bien. Como te dije en el aeropuerto, me acaban de promover a gerente y estoy
realmente contento en Bancomer, pero no estoy casado con ellos. Mi idea
obviamente es regresar a Sonora, pero tal vez mas adelante. Sin embargo, me
suena sumamente interesante y retador lo que acabas de describir. No sé que
responderte. Arcadio revira, mira, no me respondas nada en estos momentos. Te
propongo lo siguiente. Te invito par que vayas a Hermosillo y conozcas el equipo de Dirección que he
formado, platiquemos mas del asunto, y si después del viaje consideras que no
estás listo, no hay problema y ya veremos mas adelante.
Luego de despedirse de
Arcadio y acordar con su padre a que hora se verían al día siguiente; se
dirigía a su casa perdido en sus pensamientos. Le seducía la idea de regresar a
su tierra. Lo descrito por su primo sonaba muy interesante, pero estaba feliz
en México. Al llegar a su casa Susan de inmediato nota que algo lo perturbaba.
Después de recibirlo con un beso le pregunta: Que pasa? Como te fue? Ricardo
procede a relatarle todo lo acontecido desde el encuentro con su primo en el
aeropuerto, incluyendo por supuesto la oferta de trabajo en Hermosillo. Ella
súbitamente se incomoda. No, le dice, no me gusta la idea, que vamos hacer a
Hermosillo? Estamos muy bien y felices aquí. Además tú siempre has dicho que a
tu primo Arcadio no le tienes confianza. Ya te falló una vez. ¿Quién te
garantiza que no lo volverá hacer.?
Su padre regresa a
Hermosillo luego de arreglar sus negocios. Ricardo aunque no lo había vuelto a
comentar con Suzette, seguía pensando en lo discutido con su primo. La idea
cada día le gustaba más. Sin embargo, el cúmulo de trabajo en su nueva
responsabilidad no le dejaba mucho tiempo para divagar. Además había otro
asunto de importancia primordial que también ahora lo ocupaba. Suzette le
acababa de notificar que de nuevo estaba embarazada. Al principio una vez mas
se sorprendió, pero estaba encantado pensando que ahora si les llegaría el
hombrecito. Pero su mente lo regresaba al panorama planteado por Arcadio. Luego
recordaba las palabras de Suzette; te va entusiasmar de nuevo y como la vez
anterior, no vas a volver a saber de él. No te entusiasmes. Después de unos días
decide olvidar el asunto y concentrarse en su trabajo.
Sin embargo, unas
semanas después recibe una llamada de su primo. Sin perder tiempo le dice: Ya
he comentado tu asunto con varios miembros del Consejo y me han autorizado
inclusive para hacerte una oferta. Te quiero pedir que vengas el próximo fin de
semana para platicar más a fondo, y de esa forma tengas más elementos para
evaluar la posibilidad. De acuerdo dice Ricardo, creo puedo volar el sábado y
regresar el domingo en la tarde. Su primo le pide si le es posible regresar
hasta el lunes, para que de esa forma tenga la oportunidad de asistir a una
reunión del equipo de Dirección el lunes en la mañana. Ricardo le responde no
tener problema puesto que había un vuelo a medio día. Al colgar el teléfono se
queda confundido pues pensaba la posibilidad se había esfumado.
Esa misma noche comenta
con Suzette la llamada de su primo y sus planes de viajar a Hermosillo. Ella le
responde; Hay Ricardo, no me gusta nada esto, pero yo hago lo que tú decidas.
Algo me dice que esto no nos conviene. Al día siguiente hace todos los arreglos
para el viaje, y procede a comentarlo con su gran amigo y compadre Teobaldo. El
sábado a medio día vuela a Hermosillo con gran curiosidad. Desde casa de sus
padres habla por teléfono con Arcadio y quedan de verse al día siguiente
domingo en el campo de golf. Ricardo llega puntualmente a la cita y ya su primo
lo esperaba. Se saludan con afecto y proceden a platicar. Arcadio después de
hacer casi una historia del banco y porqué había llegado a la Dirección. Sin
titubeos le hace una oferta que deja a Ricardo sorprendido. Era mas del doble
de lo que ganaba en Bancomer.
Disimulando su sorpresa,
Ricardo procede a preguntarle mas de los planes del banco, de la nueva oficina,
formas de operar, del Consejo etc. Luego de platicar durante varias horas y
cuando siente que puede dar la impresión de serenidad, profundidad, le comunica
a su primo el aceptar la oferta. Arcadio le sonríe con satisfacción, le tiende
la mano, Ricardo se la estrecha y sellan el compromiso. Cuando puedes estar
aquí para iniciar,? Le pregunta Cayo. Yo pienso que a mas tardar en un mes,
responde Ricardo. Puedo renunciar de inmediato, luego tengo que entregar la
oficina. Hacer todos los preparativos del viaje como empacar etc, y agarrar
carretera. Perfecto dice Arcadio, que te parece si mañana nos acompañas en la
reunión del equipo. Claro responde Ricardo, tengo sólo que estar en el
aeropuerto a las 12.
Ricardo manejaba el auto
de regreso a casa de sus padres eufórico. Su sueño de trabajar en el Banco
Ganadero se hacia realidad, pero además en esas condiciones, creía estar
soñando. Jamas se imaginaba la forma en que las vidas de él y su primo Arcadio
se ligarían en los siguientes años. Jamas se imaginaba cómo este hombre quien
era mas de 10 años mayor que él, quien había sido uno de los héroes de su
niñez, se convertiría primero en su líder, gran aliado y protector, y después
en uno de sus más mortales enemigos tratando textual y literalmente de
destruirlo. Jamas se imaginaba la clase de sentimientos que provocaría esta
nueva relación; desde admiración, afecto, tal vez amor de hermanos, hasta,
rencor, envidia, celos, rechazo y tal vez odio. Pero en esos momentos su primo
de nuevo se situaba en el pedestal de sus héroes, pero ya no de su niñez, ahora
de su vida profesional ya como adulto.
Al día siguiente se
presenta puntualmente a las oficinas del banco en el centro de Hermosillo. La
secretaria de Arcadio lo pasa a su oficina en donde ya él lo esperaba. Momentos
después empiezan a llegar los miembros del equipo de Dirección. Al único que
conocía era a Luis Vega con el que había tenido un par de tratos superficiales.
Se saludan con afecto. Luego le presentan a Efren Pineda Subdirector de
Auditoria. Jesús Treviño Subdirector de Operación. Ramiro Ruiz Subdirector de
Personal y asuntos administrativos. Se inicia la reunión encabezada por
Arcadio. Ricardo con ojo clínico analiza a todos y cada uno de ellos. Arcadio
le pide que les dirija unas palabras exponiendo sus ideas para la nueva oficina
puesto que ya había notificado la aceptación de la oferta. Ricardo lo hace con
esa gran habilidad de motivador y comunicador que poseía. Su primo con
satisfacción observaba los rostros de admiración de todos sus escuderos. No
había duda, había impresionado.
Esa misma tarde volaba
de regreso a la ciudad de México con gran entusiasmo y grandes planes. La noche
anterior había llamado a Suzette para informarle haber aceptado la irresistible
oferta, y su nuevo hogar estaría en Hermosillo. A ella no le entusiasmaba mucho
la idea pero cuando le explica las condiciones ofrecidas, entiende el
entusiasmo de su esposo. Era una tarde gris y nublada, pero el horizonte para
el joven banquero era más bello que nunca. Había calibrado a los miembros del
equipo de Dirección, y no veía competencia. Si quería llegar a la Dirección
General del banco, y ese era su meta, el sombrío e introvertido Luis Vega sería
su único obstáculo. Sin embargo, en unos cuantos meses conocería la verdadera
personalidad de un hombre tan complicado y acomplejado como lo era Vega. Le
pide un trago a la azafata, y empieza a soñar con su futuro.
A primera hora el día
siguiente pide una cita con su subdirector de zona para presentar su renuncia.
Su repentina decisión causa cierta conmoción en algunos círculos de Bancomer.
Toño López Rodríguez de inmediato lo llama para preguntarle porqué lo hacia.
Ricardo le explica la oferta de su primo de quien ya tanto le había hablado. Su
antiguo jefe le dice entender, lo felicita y le propone una comida antes de se
partida con el grupo de la sucursal Insurgentes. Ese mismo lo notifica al
personal de la oficina quienes se notan decepcionados, pues estaba ya creando
buen ambiente. De inmediato y al estilo de Bancomer, asignan a quien lo
substituiría y de nuevo se ve involucrado en otra entrega. Inicia una serie de
rondas para despedirse de clientes y amigos.
Don Epifanio estaba
inconsolable por la partida de la joven pareja y su pequeña niña. Realmente se
había encariñado con ellos, y por supuesto ellos con él. Durante la entrega de
la oficina de parte de Ricardo, Suzette aun con su embarazo trabaja duro
empacando las cosas que tenían que enviar a Hermosillo en la mudanza. Suzette
también había aprovechado para despedirse de sus familiares que tan bien se
portaban con ella, sus amigas de Flintirdge, la escuela secundaria de Pasadena
en donde había conocido a tantas mexicanas del DF. El personal de Insurgentes
le ofrece una comida a Ricardo a donde asisten todos los subergentes con los
que había trabajado. Don Luis Magaña su viejo subdirector de zona ofrece las
palabras de despedida por demás emotivas. Esa noche se concentra con Suzette en
su casita, pues el día siguiente partían.
La siguiente mañana casi
al rayar el sol, se da la triste despedida con Don Epifanio, nunca lo volverían
a ver. Ya acomodados en el auto que Don Nubar les había regalado, le dan una
última mirada a la pequeña casa en donde tan felices habían sido durante más de
un año, Suzette derrama unas lágrimas y parten rumbo hacia su destino. Ricardo
rápidamente toma el periférico para enfilar hacia Querétaro. La idea era hacer
el recorrido en tres etapas. Pasarían la primera noche en Guadalajara para
visitar a su gran amigo Pepe Casero. Al abandonar los límites de la ciudad de
México, Suzette exclama: Espero en Dios que todo sea para bien. Ricardo
responde; caminante no hay camino, se hace camino al andar. En esos momentos
terminaba una etapa de sus vidas por demás importante, y se iniciaba otra, de
la que no tenían idea.
EL VUELO DEL AGUILA
Ya enfilados hacia su
primer destino; Guadalajara; Ricardo se envuelve una vez mas en sus
pensamientos. Hacía menos de tres años que había abandonado Hermosillo. Desde
su partida todo simplemente todo, le había resultado a la perfección. No podía
creer la forma en que su vida se había transformado. Pareciera ser que alguien
velaba por él, que alguien lo protegía, que alguien iluminaba su camino.
Tampoco tenia idea de cómo los siguientes ocho años se desarrollarían cual si
fuera un cuento de hadas, cuando menos en lo que a su actividad profesional se
refería. Tenía prisa por llegar a Guadalajara para ver a uno de sus mejores
amigos; Pepe González Iñiguez. El y Pepe habían sido compañeros desde la
escuela primaria, hasta terminar sus carreras profesionales en el Tec. de
Monterrey, en donde también habían sido compañeros cuarto. Además Pepe se había
casado con su prima Conchita.
Arriban a Guadalajara
ese viernes ya anocheciendo. De inmediato Ricardo se reporta con su amigo. Las
dos parejas pasan juntos el fin de semana de la forma más agradable. El domingo
van todos a Chapala. Hacen recuerdos de su época de estudiantes en Monterrey.
El lunes muy temprano parten ahora con la idea de pasar la noche en Mazatlán.
Así lo hacen para luego proseguir a Culiacán en donde Suzette tenía familiares.
En Culiacán deciden el que Suzette y la niña hagan el resto del viaje a
Hermosillo en avión, pues el calor de ese mes de Julio era insoportable y el
auto no tenía aire acondicionado. Ricardo prosigue el viaje solo hacia Hermosillo
a donde arriba el mismo día ya anocheciendo. Llega a casa de sus padres, en
donde lo reciben con gusto pero con la frialdad de siempre.
Un par de días después
arriba Suzette con la niña. Ricardo aunque tenía aun unos días liberes antes de
presentarse a trabajar. Se reporta de inmediato con su primo Arcadio. En equipo
con Jesús Treviño quien sería su jefe, hacen el plan de involucración de
Ricardo que incluía un par de visitas a oficinas fuera de Hermosillo para
familiarizarse con los sistemas de operación del banco. Ricardo y Suzette
deciden de inmediato comprar una casa en un nuevo fraccionamiento promovido
precisamente por su primo Arcadio. Como la casa no seria entregada hasta el mes
de Octubre, deciden que Suzette pase esa temporada en Nogales con sus padres.
Ricardo consigue que le asignen como la primera oficina a visitar precisamente
la de Nogales, por lo que resulta práctico para ellos.
Después de visitar
algunas otras oficinas, Ricardo es asignado a pasar unos días en la oficina
matriz del banco que se ubicaba en el primer piso del edificio de la dirección.
Ese día lo recibe el gerente de la misma José Abel Guerra cortés pero
fríamente. La matriz era la oficina bancaria más grande del estado de Sonora, y
en ella se manejaban casi el 50% de los negocios del banco. Lo presenta con los
tres subgerentes: Humberto Blanco, Rafael Pesqueira, y Aída Encinas. Los
siguientes días Ricardo se convierte en la sombra del gerente puesto que ese
era el plan de inducción. Abel Guerra se sorprende de la cantidad de gente que
el muchacho conocía y lo saludaban constantemente. A Ricardo le agrada la
actividad de la matriz y se empieza a identificar con el resto del personal,
quienes no tenían buena relación con el gerente. A la raza de cartera Ricardo
les había caído muy bien, pues a pesar de ser popis como ellos decían; era “a
toda madre.”
Aproximadamente a la
semana de estar desarrollando ese plan, Ricardo es llamado con urgencia a la
oficina de Jesús Treviño. Lo recibe Jesús con cara compungida como si fuera a
algún velorio. Tenemos un problema le dice con voz grave. De que se trata,?
Pregunta Ricardo preocupado. Guerra, el gerente se ha enfermado y parece que es
algo serio, va a requerir una operación y semanas de convalecencia. No tenemos
quien lo substituya, así es que te vamos a comisionar a ti. Ricardo se
sorprende y se pone un poco nervioso. Esa era una oficina como tres a cuatro
veces más grande que la Insurgentes en donde había sido subgerente en México, y
finalmente, él era un muchacho de solo 26 años. Que dices? Pregunta Jesús, le
entras.? Claro que si, nomás dame autoridad y facultades, responde.
Esa misma tarde se
organiza una junta de personal en la oficina encabezada por Jesús Treviño para
informar de la enfermedad de Abel Guerra, y que de forma indefinida Ricardo lo
substituiría hasta su recuperación total. Ricardo después les dirige unas
palabras y con gran sinceridad les informa que no sentía tener la experiencia
para tal responsabilidad, pero lo que sí tenia era ganas de hacer las cosas bien,
pero requería de la ayuda de todos. Nosotros somos un equipo les dice, y como
equipo debemos funcionar. Así como ganan los juegos de béisbol partiéndose la
madre, así es como espero que jueguen conmigo. Continúa su exposición con la
habilidad tan conocida que tenia para comunicar y motivar. Al final de la
reunión la gente estaba verdaderamente impresionada, no digamos los
subgerentes, en esos momentos, se había convertido en su líder. Treviño lo
reconoce y lo celebra con una discreta sonrisa.
Durante las siguientes
semanas Ricardo trabaja con intensidad tratando de establecer un nuevo estilo
en la oficina. Involucra a los subgerrentes y demás supervisores en la toma de
decisiones importantes. Junto con sus asistentes organiza un agresivo plan de
promoción con el objetivo de aumentar la penetración de la oficina en la plaza.
En el transcurso de la mañana constantemente se paseaba entre los empleados
operadores de los servicios en plan de motivarlos. Al Contralor de la oficina a
quien Guerra casi ignoraba, lo involucra como parte del equipo gerencial. El
ambiente de inmediato empieza a cambiar y se nota. El se sentía vigorizado y
muy motivado ante la oportunidad, solo lo desanimaba un poco el que fuera por
unas semanas, puesto que ya se sentía en dicha oficina como en su casa.
Era ya finales del mes
de Octubre y Suzette seguía en Nogales puesto que no les entregaban la casa. A
Ricardo le molestaba un poco el tener que viajar cada fin de semana a esa
ciudad para verla y sobre todo ver a su niña. Sin embargo, se encontraba tan
motivado, que el viaje se le hacia realmente corto. Finalmente a principios de
Noviembre la casa queda terminada y entregada. Suzette hace el movimiento ya
con muebles desde Nogales. En unos cuantos días la casa queda instalada y
completa. Suzette tenía muy buen gusto y realmente había hecho un
extraordinario trabajo. Sus padres la acompañan en su movilización lo que la
hace mas práctica. El barrio era muy bueno y los vecinos de primera. Ramón
Corral y su Merceditas por un lado. Rolando Valenzuela y su Guadalupe por otro.
Juan Ramón Iñigo y su María Elena enfrente.
Ahora si Ricardo se
sentía completo. Su familia, su nueva casa, y su trabajo que lo fascinaba,
lastima que solo fuera transitorio. Además de su responsabilidad como gerente
de la oficina matriz, ya estaba trabajando en los planes de apertura de su
oficina en el nuevo centro comercial. Supervisaba la construcción, entrevistaba
personal. Sin embargo, se sentía verdaderamente en su elemento como gerente de
la oficina matriz. En las semanas que tenia al frente de ella, había encontrado
una serie de anormalidades que él pensaba era fundamental se resolvieran. Tenia
noticias de que Guerra el gerente oficial, se encontraba prácticamente
recuperado de su enfermedad, y esperaba que en cualquier momento se presentara
a trabajar y así hacerle la entrega. También sabía que Guerra no tenía ya
buenas relaciones con su primo Arcadio. El comentario en la ciudad era lo
impresionado que estaba la gente con mi trabajo y mi juventud.
Una tarde a fines de
Noviembre en que Ricardo se encontraba en una reunión con sus subgerente,
recibe una llamada de la secretaria de Arcadio para que se presente a su
oficina. Se disculpa y de inmediato sube las escaleras al segundo piso y se
para frente a la secretaria. Pase le dice la muchacha. Al introducirse a la
oficina de su primo se encuentra con Jusus Treviño y el mismo Abel Guerra
sentados alrededor de la mesa de juntas. Arcadio se encontraba hablando por
teléfono. Saluda a los dos y le comunica a Guerra sus buenos deseos por la
recuperación. Sin embargo, se sorprende al notar las caras fúnebres de los dos
invitados. Momentos después Arcadio deja el teléfono y luego de saludarlo
brevemente, sin rodeos empieza su mensaje. Ricardo le dice, estamos conscientes
de que has hecho una extraordinaria labor al frente de la oficina matriz, y
hemos decidido el darte el nombramiento ya permanente. Lugo les dice a los
espectadores, me dejan por favor solo con Ricardo.
Nota que suprimo estaba
molesto, por lo que supone pudo haber tenido un enfrentamiento con Abel Guerra
al notificarle su decisión. Arcadio como acostumbraba hacerlo cuando estaba
molesto, suspira profundamente, y luego dibuja una sonrisa forzada. Estás
encabronado le dice Ricardo, claro responde Arcadio, ya no aguanto a este
pendejo—refiriéndose a Guerra. Yo no tenía idea del desmadre que tiene en la
oficina hasta que llegaste tú a componerlo. Miles de clientes me han llamado
para felicitarme por haberte enviado ahí, y sobre todo para quejarse de ese
pendejo. Pero no te llamé para eso. Has aumentado la penetración, las
utilidades, has cambiado el ambiente de trabajo; gran labor. Te llamé para comunicarte el nombramiento, ya
está comentado con el Consejo y aceptado. Estamos depositando una gran
confianza en ti. Esta es la oficina más grande e importante. Pero yo sé que tu
puedes con este reto. Así es que adelante y a trabajar duro como tú sabes.
Abandona la oficina de
su primo sintiendo que camina sobre algodones. Se va directo a la de Jesús
Treviño y sin tocar entra. Que pasó Jesús,? Le pregunta a su jefe. Treviño
quien era un hombre sin personalidad, de baja estatura y algo retraído, le
responde. Pues mira; ya te diste cuenta de que Abel no manejaba muy bien la
oficina. Además él y Cayo ya traían enfrentamientos. Pero el motivo más
importante para esta decisión es que tú la has hecho muy bien; has aumentado la
penetración, las utilidades se han disparado, el personal está muy motivado, la
clientela está muy contenta contigo. Te confieso que yo no estaba de acuerdo,
pienso que no tienes la experiencia para esta responsabilidad tan grande, te
estamos precipitando, pero la cosa está ya decidida. Mañana haremos una junta
de personal para notificarlos, y ya Nacho Cadena ha avisado a los periódicos.
Ricardo baja las escaleras
hacia la oficina pensando; esto es un sueño, esto es increíble, alguien me está
ayudando allá arriba. Al día siguiente era el tema de moda en Hermosillo y en
las principales ciudades del Estado. En todos los periódicos de la región su
nombramiento aparecía en primera plana. Un chamaco de 26 años se había
convertido en el gerente de la oficina bancaria más grande e importante del
estado de Sonora. Durante la junta de personal para notificar su nombramiento
permanente, y en la que había participado Arnaldo y todo el equipo de
Dirección; como siempre Ricardo había hecho gala de sus grandes dotes de
comunicador dirigiendo un mensaje que impresionó no solo a los miembros del
personal de la oficina, sino a todos los directivos, y en especial a su primo
Arcadio.
Llega el mes de
Diciembre y el año de 1971 inicia su fallecimiento. La vida de Ricardo parecía
ser casi perfecta, sin embargo, había algo que no la hacia tal. Desde su
regreso de Nogales, Suzette había iniciado a mostrar un carácter explosivo del
cual Ricardo no estaba consciente. Mostraba además unos celos enfermizos, un
afán de controlar la vida de su esposo. Ricardo tardaría años en entender esa
nueva faceta de su mujer que ya lo incomodaba sobremanera. Su nueva posición
había llegado como era lógico, con una serie de compromisos sociales y de
negocios. Ya formaba parte de varios consejos empresariales, el centro
bancario, la Unión Ganadera etc. Sin embargo, Suzette no entendía ni aceptaba
esos compromisos. No había duda que la relación entre ambos se estaba
deteriorando, pero Ricardo no quería aceptar que ya se empezaba a convertir en
los que seria una grave crisis.
Al asistir a la primera
reunión como consejero del Centro Bancario, Ricardo de inmediato nota a la
hermosa secretaria. Era una muchacha muy joven, morena, de cuerpo escultural,
con una cara de ángel. Durante toda la reunión en la que ella se encarga de
servir el café a los asistentes, nota que tratando de disimular le dirige
miradas reveladoras. De vez en cuando él le sonríe y ella le responde. Unas
semanas después y luego de uno de los enfrentamientos con Suzette—que ya se
hacían habituales—ella inclusive lo ataca físicamente. Ricardo furioso abandona
la casa sin saber a donde dirigirse. De pronto recuerda que era sábado y tenia
una invitación para asistir a la fiesta de graduación de uno de los hijos del
que había sido mayordomo de los ranchos de su abuelo. Decide que es un buen
lugar para pasar esa tarde lejos de la metralla de Suzette.
Enfila su auto hacia
Villa de Seris en donde se desarrollaría la fiesta. Al llegar a la casa nota
una muy nutrida concurrencia, música muy alegre, y sobre todo, tragos de todas
clases. Lo saluda el festejado con gran entusiasmo y le agradece su presencia.
Que te tomas? le pregunta. Ando muy crudo responde Ricardo, dame una cerveza
bien helada. En segundos tenia un gran tarro de cerveza de barril entre sus
manos. Se lo bebe de un solo trago. Le pasan el segundo y hace lo mismo.
Siempre decía que él disfrutaba mas las crudas que las borracheras, y era por
lo que empezaba a sentir en esos momentos, esa euforia tan especial que le
provocaba el primer trago en una cruda. Se sienta con el festejado y sus
hermanos alrededor de una mesa, pues eran todos sus amigos e hijos del
Chato—del quien decían era hijo ilegítimo de mi abuelo--cuando algo le llama la
atención. En un grupo de muchachas al otro lado del patio, estaba nada menos
que la secretaria del centro bancario.
Pasan un par de horas
para que Ricardo experimente su transformación. Inicia la música y con el valor
que le daba el alcohol, se dirige hacia la muchacha y la saca a bailar. Se da
cuenta de que no lo reconoce, pues él vestía su indumentaria de vaquero
incluyendo su sombrero. Segundos después de haber iniciado el baile, le
pregunta; Que hace aquí la secretaria del Centro Bancario.? Ella sorprendida le
pregunta. Me conoces? Claro le responde Ricardo, soy el gerente del Banco
Ganadero. Ella pone una cara casi de pánico y le dice: Lic. Valenzuela, que
pena perdóneme pero no lo conocí. Si responde él, fui al rancho en la mañana y
me quedé con mi disfraz de vaquero. Continúan bailando y siente que ella se
empieza a relajar. Al terminar la ronda de baile, Ricardo le pide se siente con
él argumentando no conocer casi a nadie. Pasan el resto de la velada juntos.
Al terminar la fiesta,
Ricardo la acompaña fuera de la casa, la conduce a un rincón y sin darle tiempo
a reaccionar, la abraza y la besa apasionadamente. Ella responde al beso con
agresividad. Al despedirse ella le pide la llame al centro bancario pues le
gustaría volver a verlo, él asiente y de nuevo la besa. Era la madrugada cuando
se dirigía a su casa pensando en Berta Velia—era el nombre de la hermosa
muchacha. Los efectos del alcohol como siempre lo hacían sentirse bien ante su
conquista. No entendía el porqué Suzette se portaba así con él. Era un buen
esposo, era exitoso. Desde sus deslices en la ciudad de México había sido un
marido ejemplar. Además Suzette nunca se había enterado de ellos, no tenia
motivos para su conducta. Regresaba sus pensamientos hacia Berta Velia y se
sentía entusiasmado. Sería ese un proceso que se repetiría cientos de veces en
los años venideros. La búsqueda del amor.
Al día siguiente se
presenta a su oficina muy temprano sintiendo que se moría de la cruda. Tiene
como todos los lunes una mañana sumamente agitada. A eso de las 11 A.M.
aproximadamente, se le aproxima un tipo que conocía puesto que había trabajado
para su tío Manuel, hermano de su madre. Le dice Bay—que era el nombre de él—te
veo muy mal, parece que estás muy crudo. Así es le responde, me estoy muriendo.
Le dice Bay, al rato te traigo un remedio que te va a curar muy pronto. Ricardo
se queda pensando que tal vez a este loco se le ocurriera aparecerse con un
trago en el banco. Minutos después reaparece Bay y le entrega una pequeña
botella. Tomate media pastilla, le dice al tiempo que sale de la oficina.
Ricardo observa la botellita y se da cuenta por la etiqueta de que era Valium.
Algo había escuchado de esa medicina, pero no sabía que exactamente que era, y para
que servia.
Se introduce a su
privado y luego al baño. Temblaba de pies a cabeza, tenia palpitaciones, sudaba
frío. Súbitamente saca una pastilla de la botella, observa que es de color
azul, lo duda unos segundos, pero era tal su malestar, que finalmente se la
toma con un vaso de agua. Se sienta unos instantes en el sillón de su privado;
y magia. A los pocos momentos sus horrorosos síntomas empiezan a desaparecer.
La respiración se normaliza, el pulso igual, deja de sudar y de temblar. Pero
lo mejor, empieza a sentir una suave euforia similar a la de sus famosas
“curadas de cruda.” En esos momentos había nacido lo que sería otra de sus graves adiciones que por poco le cuesta la
vida. Sale ágilmente de su privado transformado al tiempo que su secretaria le
dice; le hablan del centro bancario, sonríe y toma la llamada.
Berta Velia Cota Torres
dice Ricardo a manera de contestar el teléfono. Escucha luego la risa de la
muchacha. Como sabias que era yo? Pregunta ella con cierta coquetería. Es que
soy mago responde él. Luego de cruzar algunas palabras, se ponen de acuerdo
para verse esa noche. Durante el resto del día y gracias a Bay, Ricardo se
sintió no solo bien, super bien. Poco después de las 6 de la tarde, pasa por
Berta Velia y la recoge a una cuadra de la oficina del Centro Bancario. Era
Diciembre y para esas horas ya estaba obscuro, así es que no se siente
nervioso. Berta Velia estaba en una esquina y con agilidad se monta en el auto.
Como amaneciste? Le pregunta ella. Bien le dice él mientras acelera. Sin
preguntarle, dirige el auto hacia la carretera. A donde vamos? Pregunta ella. A
ver la luna llena responde Ricardo, está hermosa.
Efectivamente era una
bella noche de luna llena y brillantes estrellas. Minutos después se
encontraban en un solitario paraje a las afueras de la ciudad. Bajan del auto,
Ricardo la abraza y empieza a besarla con pasión. Ella tiembla y regresa el
beso con la misma intensidad. La dirige hacia la parte trasera del auto, abre
la puerta y la acomoda en el asiento. Lentamente la empieza a desvestir hasta
dejarla completamente desnuda. No podía creer la belleza de la muchacha, tenía
un cuerpo que se podía describir como perfecto. Se introduce luego él también a
la parte del asiento trasero del auto. Segundos después se envuelven en un
abrazo de sexo que a Rodolfo le parece sublime. Repiten el acto innumerables
veces. Luego platican de sus vidas. Es cuando ella le confiesa tener solamente
17 años de edad. El se queda estupefacto.
Llega la Navidad y la
noche de fin de año de ese 1971, y a Ricardo le traen sentimientos mezclados.
Se siente feliz con la ya muy próxima avenida de su segundo hijo. Está feliz y
realizado en su nueva responsabilidad en el banco. Mantiene el entusiasmo de su
nueva aventura con Berta. Pero su relación con Suzette sigue deteriorándose. En
algunas ocasiones la trata de disculparla pensando que es el embarazo lo que le
produce esos arrebatos de ira incontrolables. Pasan esos días en Nogales y él
se regresa después del año nuevo. Se moría por ver a Berta. Soñaba con los
encuentros apasionados con ella que se habían movido ahora a un hotel. A veces
se preocupaba de mantener ese tipo de relación con una muchachita de 17 años.
Pero en cuanto la tenía entre sus brazos, todo se le olvidaba. Nada le
preocupaba.
Durante el mes de Enero
de ese nuevo 1972, sucederían dos acontecimientos de gran impacto en la vida de
Ricardo. El primero le daría gran felicidad con el nacimiento de su segunda
hija los primeros días del mes. El segundo le produciría una gran pena con el
fallecimiento de su abuelo materno. Ricardo prácticamente se había creado con
él. Casi toda su niñez y adolescencia las había pasado con ese hombre que tanta
importancia tenia en su vida. Goza en grande el nacimiento de su hija, y llora
con gran dolor la muerte de su abuelo. Pero la vida sigue su curso. Suzette
regresa a Hermosillo a fines del mes ahora con las dos preciosas cargas.
Deciden bautizar a la segunda niña y darle el nombre de la abuela paterna de
Suzette; Virkine. Ricardo seguía trabajando como nunca, y su relación con Berta
continuaba igual; salvaje y apasionada.
El año de 1772
transcurre con celeridad para Ricardo. Cada día daba mas muestras de sus
habilidades como banquero. Había solicitado como subgerente a su buen amigo
Alejandro Camou, quien había terminado un entrenamiento en el banco después de
haberse graduado como Contador Público. Ricardo y Alejandro hacían una gran
pareja. La oficina seguía ganando penetración en la ciudad. A él cada vez se le
identificaba como el banquero con más futuro en el Estado. Dentro del mismo
banco ya se identificaba también como líder. Sin embargo, había ya también
nacido una rivalidad con otro prospecto; Luis Vega. Pero si había dos seres
humanos diferentes, eran Ricardo y Luis. Ambos eran mas o menos de la misma
edad—siendo Luis mayor. Ambos eran muy inteligentes. Ambos eran altos. Hasta
ahí llegaban las similitudes.
Ricardo era un muchacho
de tez muy blanca, de apariencia atlética y distinguida, muy bien parecido. Era
miembro de dos de las familias mas conocidas, queridas y respetadas del Estado.
Había siempre estudiado en colegios y Universidades privadas. Extrovertido y de
muchos amigos. Muy sincero y a veces hasta un poco ingenuo, sin malicia. Luis
por otro lado era de clase muy humilde. De tez muy morena, tanto que sus amigos
le decían el indio. Antisocial y muy introvertido. Un muchacho que había hecho
sus estudios con muchos sacrificios y en escuelas públicas. Como años después
Rodolfo se daría cuenta, era un hombre con muchas telarañas en su mente. Un
hombre atormentado por su origen, lo que provocaba fuera rudo, maleducado y
patán. En ciertos momentos se le notaba cierto afán de venganza contra…………el
mundo.
1972 era el último año
de la primera administración de Nixon en los EU y el segundo de la
administración de Echeverría en México. La guerra fría abrazaba al globo y a
toda la humanidad. Nixon en los EU enfrentaba una economía con graves
problemas; inflación sin crecimiento, lo que después se bautizó como
stagflacion. En México Echeverría ya había iniciado el desarrollo de sus
políticas populistas y colocaba en la Secretaria de Hacienda a uno de sus
incondicionales; José López Portillo. El retiro de Hugo Margain de Hacienda,
causaba gran preocupación en los círculos financieros internacionales, puesto
que la emisión monetaria desmedida del Banco de México, ya era un secreto a
voces. Nixon en los EU enfrentaba los problemas con recetas keynesianas como el
congelamiento de precios y salarios, y ese mismo año renegaría de los acuerdos
de Bretton Woods, para enviar al mundo entero en una espiral de inflación sin
crecimiento.
Ricardo como responsable
de la oficina más grande del Estado, sentía en carne propia la debacle que el
nuevo gobierno estaba provocando. El trabajar ahora en un banco regional en
donde tenia oportunidad de una visión más completa de la banca mexicana, le
había abierto los ojos ante una realidad que aborrecería durante el resto de su
vida. La forma tan opresiva en la que el gobierno controlaba las vidas de sus
ciudadanos. No entendía ni aceptaba la forma tan estúpida que llamaban encaje
legal, mediante la cual el gobierno dictaba a los bancos que hacer con sus
captaciones. A veces él sólo se preguntaba; ¿que el gobierno piensa que somos
tan pendejos que no sabemos como invertir nuestras captaciones? Después con
tristeza se daría cuenta de los verdaderos motivos del gobierno para aplicar
esas técnicas. Ahí nacería su espíritu rebelde y se sembrarían las semillas de
su liberalismo.
Durante el desarrollo de
ese año su relación matrimonial llega ya a crisis. Suzette estaba
incontrolable. El inclusive evitaba estar en su casa. Solamente tenía dos
refugios; su trabajo y Berta Velia. Trabajaba hasta horas avanzadas de la noche
para después tener sus encuentros con su amante. Ocasionalmente se embarcaba en
alguna parranda con sus amigos, pero más seguido lo hacia con sus vecinos con
los que había establecido muy buena amistad. Era la única forma que soportaba
ya estar con Suzette, en grupo y con sus vecinos quienes muy seguido
organizaban reuniones para asar carne, o simplemente para tomarse unas copas y
escuchar los chistes de algunos de ellos. Su crisis matrimonial llega a tal
grado que durante ese verano después de un altercado en que mujer le dio varias
cachetadas, él en medio de su frustración y sin saber a quien acudir, habló con
sus padres para comunicarles que se pensaba divorciar.
En esa ocasión fue
disuadido por su madre. Pero la realidad era que no encontraba a la fortaleza
para consumar el divorcio pensando separarse de sus niñas, el escándalo, y
definitivamente la pérdida del objetivo que cada día seguía visualizando; la
Dirección General del banco. Para él cada día se acercaba mas a ese objetivo, y
sabía que un divorcio seria su tumba profesional. Se sumergía cada vez mas en
su trabajo, leía y se preparaba. Había establecido una muy buena relación con
su primo Arcadio, mejor de la que originalmente havia iniciado siendo él un
niño tomando clases de box junto con su primo. Ricardo sabía que cuando el
momento llegara, Cayo sería pieza clave en la toma de esa importante decisión.
La prensa lo trataba muy bien, se hacia de muy buena reputación. A la gente
parecía habérsele olvidado su borrascosa juventud.
La familia Valenzuela
desde que la primera generación encabezada por Federico, el padre de Arcadio,
habían llegado a Hermosillo de su pueblo de origen Sahuaripa, se habían
establecido como pilares de la sociedad y eran muy exitosos en los negocios. De
hecho, Don Federico junto con el abuelo materno de Ricardo; Don Manuel P. Torres
habían sido de los socios fundadores del banco. Sin embargo, la figura de
Arcadio cada día destacaba y se encumbraba. A pesar de que sólo era un joven
que no llegaba a los 40s, ya encabezaba un grupo empresarial de importancia
casi nacional. Era el empresario y líder más prestigiado del Estado. Un hombre
sumamente inquieto, ambicioso, inteligente, carismático, y al cual todo mundo
pensaba el banco ya le estaba quedando chico. Con eso en mente, Ricardo
establecía sus estrategias. Un divorcio definitivamente no era parte de ellas.
Arcadio encabezaba un
conglomerado de negocios que incluía obviamente el banco, una operación
agropecuaria de gran magnitud, una cadena de tiendas departamentales, y la
aventura más reciente y tal vez la más exitosa; una compañía constructora y
desarrolladora de todo tipo de proyectos inmobiliarios. Cada división tenía su
responsable quienes cuidadosamente habían sido reclutados por él mismo. Sus
hermanos mayores además controlaban otros grupos de negocios de igual magnitud
incluyendo engorda de ganado, agricultura a gran escala, cría de puercos,
gallinas etc. La adquisición más reciente de Arcadio había sido Luis Coppel
quien era también graduado del Tec. de Monterrey en Administración y
Contabilidad. Él sería el responsable de la nueva división Inmobiliaria.
Arcadio no tenia idea del error que cometía.
Luis Coppel era muy
amigo de Ricardo. Habían sido compañeros de carrera, compañeros de casa en
Monterrey, de parrandas, y se conocían prácticamente de toda la vida. Ricardo
lo consideraba extraordinariamente inteligente, sin embargo, conocía también
sus telarañas mentales—o eso creía. Cosa que después comprobaría no tenia la
mínima idea hasta donde estas llegaban. Coppel al igual que Luis Vega,
contrastaba frenéticamente con Ricardo. Era un tipo de estatura muy baja—tal
vez no llegaba al 1.70 Mts. Muy pasado de peso lo que lo hacia verse casi
grotesco, y desde muy joven se había quedado calvo. Ese conjunto era motivo de
crueles burlas de todos sus compañeros en el Tec. a quien apodaban “El Sapo.”
Cuando Ricardo lo vio esa mañana en la oficina de Arcadio, nunca se imaginó
tampoco el impacto que tendría en su vida en los años venideros.
Coppel admiraba a
Ricardo, y después se daría cuenta que también lo resentía y le llegaría a
tener una envidia enfermiza. Le había tocado atestiguar la mayor parte de las
aventuras del famoso Chero, como apodaban a Ricardo en el Tec. Sus legendarios
pleitos que siempre ganaba de forma contundente. Sus conquistas, su pegue con
las muchachas popis de Monterrey. Le había tocado presenciar el famoso affair
de Ricardo con la Chata Garza T, en esa época tal vez la muchacha más famosa y
codiciada de Monterrey. Ahora lo veía escalando las alturas de la escalera
corporativa a una velocidad que a todo mundo impresionaba. Años después y de
una forma sorprendente, Ricardo finalmente se daría cuenta de que ese
resentimiento había crecido a través de los años como los tumores malignos,
para destruir esa amistad que nunca se recuperaría.
Esa mañana en que
Ricardo como seguido lo hacia, visitaba a su primo en su oficina cuando se
encuentra con Luis Coppel y Arcadio de inmediato le informa de su involucración
al grupo. Coppel se despide argumentando tener un compromiso, y se retira.
Arcadio pregunta; ¿que te parece.? Excelente reclutación responde. Coppel es un
tipo muy inteligente y responsable. Arcadio cambia el tema de la conversación
bruscamente para decirle. Parece que finalmente Jusus Treviño se nos va.
Treviño nunca había estado a gusto en Hermosillo y tampoco su esposa, y desde
hacia tiempo se quería reintegrar a Banamex de donde había llegado prestado.
Que lastima responde Ricardo, es un hombre competente. No tengo con quien
substituirlo y estoy pensando en ti. Ricardo se sorprende. Es solo un
pensamiento continua su primo, pero piénsalo tú también.
Ricardo baja lentamente
las escaleras que conducían a la oficina matriz sumamente pensativo. El ya había considerado esa posibilidad, pero
no tan rápido. Solamente había sido gerente de la oficina durante poco mas de
un año. Sin embargo, no lo asustaba el reto. Podía dejar a su buen amigo
Alejandro Camou como gerente en su lugar. La oficina había ganado casi 10
puntos de penetración y marchaba como reloj. Aun cuando había prometido a su
primo no comentar el asunto con nadie, no aguanta la tentación, y le notifica
el detalle a Alejandro. A su amigo le brillan los ojos del entusiasmo. Después
le dice; mira Cani, aunque esto es solo una posibilidad, hay que prepararnos.
Yo pienso que Treviño está tan harto que no dura para fin de año. Si yo me voy
en su lugar, me estaciono en la mejor posición apuntando a la Dirección
General.
Se sienta en el cómodo
sillón y se recarga hacia atrás pensando. El año se había ido volando, pero
había sido uno definitivamente muy bueno. Aun cuando su relación con Suzette
seguía de mal en peor, sus dos hermosas niñas alegraban su vida de forma
especial. Se relación con Berta Velia continuaba aunque a su estilo ya lo
empezaba a aburrir. Ahora tenía frente a él la posibilidad de convertirse en el
responsable de la operación de todo el banco. El más de un año en que había
desarrollado la responsabilidad de gerente de la oficina bancaria más grande
del Estado, le había agigantado su experiencia, le había alimentado su ego y
auto estima, su imagen, le había dado gran seguridad y una perspectiva
diferente, lo había hecho madurar enormemente. Y algo muy importante, le había
permitido conocer a fondo gente que él pensaba conocía, pero en los compromisos
de honor, ahí es donde se sabía quien era quien. Eso le abría lo ojos a una
nueva realidad.
Había en particular un
detalle que avalaba esa nueva dimensión que él le daba a su conocimiento de la
naturaleza humana. Al tomar control de la gerencia, uno de los problemas que
encontró era un crédito que se había “descompuesto” debido a que el proyecto
que lo había generado era un fracaso. Se trataba del hospital privado que se
promovió a principios de los 70s. Como consecuencia de los movimientos
financieros para capitalizar tal proyecto, quedaba un documento firmado por
tres de los pilares empresariales de la ciudad: Enrique Mazon, Roberto
Molina—consejero del banco—Enrique Cubillas. El pagaré tenia meses de vencido y
nadie se animaba a cobrarlo. Ricardo los llama, y en conjunto piden renovar el
mismo. El joven banquero asiente y envía uno de los empleados con el nuevo
documento para su firma y renovación. Es ahí cuando se inicia esa lección que
nunca olvidaría.
En los trámites de firma
y cambio del nuevo documento por el viejo, por un error del empleado se hace entrega
del documento original antes de la firma del nuevo. Al darse cuenta Ricardo, de
inmediato llama a Don Enrique Mazon para informarle del error y pedir su ayuda
para dejar la operación regularizada. Después de semanas de evasivas hace lo
mismo con Don Roberto Molina con los mismos resultados. Con Enrique Cubillas no
habla puesto que en esa época de hecho casi vivía en el DF. Después de todos
los intentos le dice al empleado quien estaba ya en pánico. No te preocupes, al
vencimiento les presentamos el documento aunque no tenga firmas y lo pagan.
Seis meses después y con el documento vencido, Ricardo llama de nuevo al Sr.
Mazon. No hay problema dice Don Enrique, envíamelo para pagarlo. El Sr. Molina
afirma lo mismo.
Un par de horas después
el enviado se presenta con cara de espanto en la oficina de Ricardo. ¿Que te
pasa Bartolo? le pregunta, tienes cara de que viste un espanto. Algo peor
Licenciado responde el muchacho. Le presenté el documento a Don Enrique primero
y al examinarlo me dice; este pagaré no tiene mi firma y no tengo porque
pagarlo, retirándose de inmediato. Pasé después a la oficina de Don Roberto
Molina, y me sucedió exactamente lo mismo. Ricardo monta en cólera y toma el
teléfono para llamar a Don Enrique quien
lo evita por varios días. La historia se repite con Don Roberto Molina.
Finalmente y ya desesperado hace un intento para hablar con Enrique Cubillas
que por suerte se encontraba en la ciudad. Le explica el problema. Le dice Don
Enrique; vente ahorita para acá y trae el documento. Se presenta con Don
Enrique y le muestra el pagaré con un anexo incluyendo intereses penales. Don
Enrique sin decir palabra le entrega un cheque por la cantidad requerida y
cambia de plática. Ese era un hombre de honor y de palabra.
Ese sería el primer incidente
que le abriría los ojos ante una realidad muy diferente a la que él había
idealizado en la figura de su abuelo a quien consideraba la personificación de
la palabra, compromiso y honor. Una realidad que años después se mezclaría en
una fatal poción con sus valores, sus creencias, pero sobre todo, con sus
sentimientos de culpa, inseguridades y temores. Continuaba pensando recargado
en su cómodo sillón. La fisonomía del banco estaba cambiando. Arcadio había
sustituido a Ramiro Ruiz en la División de Personal con un joven brillante;
Jorge Saenz. Jorge estaba iniciando un plan de reclutación de los mejores
prospectos que producía la Universidad de Sonora para estructurar un programa
similar al que manejaban los grandes bancos, y al cual Ricardo había pertenecido
en Bancomer. Había también contratado a un buen elemento para formar una
División Agropecuaria, él era un Ingeniero reclutado de las filas de FIRA;
Axayacatl Arias.
Continúa mentalmente
repasando el desarrollo del año que ya apuntaba hacia su final. Cada día lo
impresionaba mas su primo Arcadio. De nuevo se había convertido en su héroe
como en los años de su niñez, pero ahora en otra dimensión. Lo admiraba
profundamente, sin embargo, había algo de él que no le gustaba, es mas, lo
detestaba. Era un hombre sumamente explosivo. Había ocasiones en que realmente
le daban ataques de una rabia incontrolable. Cuando eso sucedía, tendía a
ofender y dolorosamente lastimar a mucha gente. Eso había provocado que en el
banco y también en sus negocios personales—se respirara un aire si, de gran
liderazgo, pero con un ingrediente de temor que en nada contribuía a la
verdadera formación de equipos. Le preocupaba también un enfrentamiento que
cada día era más obvio entre Arcadio y su hermano Agustín quien siendo medico,
era su socio en todos los negocios.
A pesar de la
problemática económica de los EU y en general la de un mundo ya sufriendo los
efectos del keynesianismo que lo había abrazado durante mas de 40 años, Richard
Nixon acaba de ser reelecto presidente de esa gran nación. En México Echeverría
ya descaradamente enfrentaba a la clase empresarial, a través del Banco de
México emitía cantidades irresponsables de pesos sin respaldo, provocaba
déficits en el presupuesto federal, y la inflación se disparaba a niveles nunca
vistos en el país. El comunismo y socialismo seguían avanzando su toma por
asalto del mundo entero. El mensaje social y político del partido que había
monopolizado el poder durante todo el siglo, a Ricardo no le gustaba nada. Sin
embargo, él había notado un rayo de esperanza que casi nadie mas lo veía. El
premio Nobel de economía acababa de ser concedido a un profesor de Harvard que
simpatizaba con los mercados; Kenneth Arrow.
La década de los 70s que
apenas iniciaba su desarrollo, seria una de graves problemas y dolorosas
frustraciones para ambos; México y los E.U. Sería también la década que
sentaría las bases para los importantes cambios que se provocarían no solo en
nuestros países, sino a nivel mundial. Ricardo se sentía frustrado con el panorama
que observaba. No era lo que había aprendido en el Tecnológico y para nada se
asemejaba al mundo descrito por Von Mises en el maravilloso libro que el Dr.
Berni la había regalado allá en 1967; “La Acción Humana.” El capitalismo que él
había aprendido, no existía, era un mito. Los mercados eran 100% controlados
por el gobierno, pero además a los empresarios aparentemente eso les agradaba.
En México todo mundo se quejaba de ese ser fantasmal al mismo tiempo que
imploraban su ayuda y bendición: El Gobierno. México era una patética sociedad
organizada alrededor del gobierno. La agricultura de Sonora era el caso tal vez
más vergonzoso.
En unos meses Ricardo
cumpliría tres años de casado con Suzette, y habían sido tres años en los que
se sentía prisionero. Ella cada vez mas controlaba su vida, sus celos cada día
eran peores, sus arranques de rabia incontrolables. En una ocasión había
llegado a la exageración de a sacarlo de un restaurante en el que se celebraba
una cena del Centro Bancario. Esa era la parte de su vida que lo entristecía,
pero sus dos muñecas eran el paliativo ante el serio problema. Finalmente llega
Diciembre, y durante sus primeros días Suzette lo sorprende con una noticia por
demás inesperada. Le notifica que de nuevo estaba embarazada y esperaba el bebé
para el mes de Agosto de año entrante. Ricardo se queda boquiabierto, pero de
inmediato lo invade una gran alegría. Un hijo siempre era una bendición y muy
inocentemente piensa; tal vez esta sea la solución para todos los problemas que
el y su mujer estaban teniendo.
Como era la costumbre,
pasan la Navidad y el año nuevo con sus suegros en Nogales. El mismo día dos de
Enero se regresan a Hermosillo, era ya 1973. Sonora había recibido una noticia
que sorprendía a gran parte de la comunidad. El partido monopólico el PRI,
había elegido como su candidato a la gubernatura del Estado el joven político
Carlos Armando Biebrich. La sorpresa mas que otra cosa era provocada por la
juventud del candidato, quien solo contaba con 34 años de edad. Sin embargo,
tenia buen ambiente en el Estado, no era alguien que cargara con equipaje de
antecedentes negativos. Además todo mundo sabía que era de los grandes
consentidos del Presidente Echeverría, y como era lógico—en la lógica política
de ese tiempo—se pensaba que eso beneficiaria de gran forma a Sonora. Ricardo
pensaba que la única ventaja era que lo conocía, y era del mismo pueblo de la
familia; Sahuaripa.
Ricardo finalmente había
terminado la relación con Berta. La sucedía lo de siempre, esas aventuras después
de unos meses lo aburrían y esa no sería la excepción. Ahora se concentraba
100% en su trabajo. Su buen amigo Alejandro ya había asumido responsabilidades
importantes que él le delegaba. La oficina sin duda presentaba una fisonomía
diferente a la que encontró cuando se hizo cargo de ella año y medio atrás.
Jusus Treviño cada día presionaba más a Arcadio para implementar su regreso a
Banamex. Sin duda la oportunidad tocaba de nuevo a su puerta, tenia que jugar
bien sus cartas. Se dedica a trabajar y estar en contacto con los consejeros
más influyentes. Los resultados generales de la oficina eran impresionantes. Su
reputación se había solidificado, su relación con Arcadio era de primera. Él
sabía inclusive que se expresaba de la con gran admiración. Lo consideraba un
gran realizador y sobre todo un gran promotor; alguien que muy digna y
elegantemente podía representar al banco en cualquier parte.
Finalmente en medio del
caliente verano de Hermosillo le llega la noticia. Treviño se marcha y Arcadio
al día siguiente lo propondría al Consejo del Banco para substituirlo como
Subdirector de Operaciones. Se lo había notificado Cayo en una reunión informal
en la que participaba Jesús. Se ponen de acuerdo en los detalles para la junta
del día siguiente, y Ricardo abandona la oficina del Director del banco. Esa
noche duerma mal. Se presenta a su oficina como siempre muy temprano. Decide
tener una reunión con su equipo de manejo de la oficina para prepararlos y
concientisarlos del cambio. El ya le había propuesto a Cayo que Alejandro Camou
lo substituyera como gerente. A media mañana los consejeros empiezan a arribar
para la junta. Todos lo veían y le sonreían. Al final del desfile llega Ignacio
Elias tal vez el más influyente. Va directo a su escritorio y le dice: Felicidades
Ricardo. ¿Por qué finge él? Ya lo sabes no te hagas.
Unos minutos después de
la hora de cierre al público de la oficina, recibe una llamada de la secretaia
de Arcadio solicitando su presencia en la junta de Consejo. Se siente sumamente
nervioso y lentamente inicia su camino hacia el segundo piso del edificio. La
secretaria le dice que puede pasar. Abre la puerta de la sala de juntas y se
introduce. Todos los miembros de la junta le sonreían, unos mas que otros.
Federico Valenzuela presidente del Consejo, hermano de Arcadio y también su
primo; le pide tome asiento. Procede Federico con lo ceremonioso que era a
notificarle su nombramiento, para después a nombre de todo el máximo organismo
del banco, felicitarlo. Sin embargo Ricardo siente algo raro en el ambiente. No
era la acogida que él esperaba. Aun así responde a las palabras de Federico
agradeciendo la oportunidad. Como siempre, su gran habilidad de comunicador
impresiona.
Esa misma tarde y
después de una comida con todo el consejo para celebrar su nombramiento,
Ricardo pide hablar con Arcadio. Ya sentado frente a él le participa el raro
ambiente que había percibido durante su notificación. Arcadio sin rodeos le
dice: Mira, hay en el consejo del banco—cuando menos en cierto grupo—la creencia
de que ya hay muchos miembros de la familia en puestos de importancia. Primero
fue mi padre, luego Federico mi hermano, después yo y ahora tu. Creo que es una
situación que hay que considerar, pero tampoco hay que darle una dimensión que
no merece. Lo que sí te puedo decir, es que él llamarte Valenzuela en lugar de
ayudarte, se ha convertido en una desventaja. Ya todos los consejeros perciben
mi intención de a corto plazo dejar la Dirección y no hay mas que tres
alternativas: Luis Vega, tu, o de plano reclutar a alguien de fuera, idea que
yo no comparto.
La entrega de la oficina
matriz a su buen amigo Alejandro es rápida puesto que ya se habían preparado.
La de Treviño a Ricardo es aun más rápida pues Jesús tenia prisa por abandonar
Hermosillo en donde nunca se había encontrado. Sus enfrentamientos con Luis
Vega habían sido dramáticos para él. Luis nunca había dejado escapar la
oportunidad para agredirlo y ofenderlo de forma cruel y a su estilo; bárbaro y
salvaje. Era ya finales del verano y Ricardo a sus 28 años se convertía en el
responsable de la operación de negocios del banco. Sentado orgullosamente en su
nueva oficina, jamás se imaginaba la trama que se tejería durante los
siguientes tres años para finalmente decidir quien ocuparía la Dirección General
del banco al retiro de Arcadio. Los equipos entre los ejecutivos y gerentes de
las oficinas ya se empezaban a formar. Unos a favor de Luis Vega, otros en su
favor. Sin embargo, el voto más importante sería el de Arcadio, y eso Ricardo
lo entendía perfectamente.
Unos días después de su
nombramiento, finalmente recibe la llamada de Nogales en donde se encontraba
Suzette, para informarle que se acababa de convertir en padre de una tercera
niña. Al principio se desconcierta pues estaba ahora si seguro del arribo de un
hijo hombre. Pero a los pocos minutos lo invade la felicidad. En esos momentos
hace una reflexión. No cabe duda piensa, que Dios me ha enviado a estas niñas
con su pan bajo el brazo. Al nacer la primera me ofrecen el cambio al Banco
Ganadero. Al nacer la segunda de inmediato me convierto en gerente de la
oficina matriz. Ahora al nacer la tercera me he convertido en Subdirector.
Mentalmente da gracias a Dios por sus envíos, pero lo invade un poco de
tristeza, pues con el deterioro de su matrimonio, sabia que ya no habría mas
hijos. Lo sabe y lo resiente, no tendré un hijo hombre.
Ricardo asume su nueva
responsabilidad con el entusiasmo de siempre y grandes planes. Unos días
después Arcadio lo llama a su oficina y luego del clásico preámbulo le dice: Te
voy a asignar un proyecto de gran importancia para el banco. Ricardo se
sorprende. Continua su primo; nos han autorizado lo que será la primera oficina
fuera del Estado y es Tijuana. Quiero que te encargues 100% del proyecto, desde
ir a conseguir local para la oficina, conseguir gerente, gente de confianza,
personal etc, en fin, todo. La oficina la tenemos que abrir antes de fin de
año. ¿Que te parece? Pues es poco tiempo responde Ricardo, pero creo que lo
podemos hacer. Mañana mismo me voy primero a conocer la ciudad, pues no tengo
ni idea. Tengo muchos amigos del TEC que siento me pueden ayudar. Bien dice
Arcadio, llévate a Nacho Cadena contigo, creo que Nacho te puede ayudar mucho.
De acuerdo.
Ignacio Cadena era
hermano de la esposa de Arcadio—su cuñado, y alguien que mantenía una
influencia casi sobrenatural sobre él. Nacho, como todo mundo le llamaba, era
Lic. En Administración de la Iberoamericana, y después de fracasar en una serie
de aventuras empresariales, había establecido una agencia de publicidad que
como era obvio, tenia como clientes cautivos todos los negocios y
organizaciones controlados por Arcadio. Nacho era un hombre de una personalidad
muy afable, de mente creativa, sumamente informal y a veces hasta
irresponsable. Ricardo tenía una buena relación con él, se entendían, y sobre
todo, sabía de su influencia tan especial sobre su primo. Ricardo sale de la
oficina de Arcadio y de inmediato llama a Nacho y le dice; alístate Licenciado
porque mañana nos vamos a Tijuana. Vámonos responde Nacho.
Al día siguiente ambos
volaban a Tijuana con gran excitación. Era la primera vez que Ricardo visitaba
Baja California. La responsabilidad de la apertura de la oficina lo abrumaba.
Tijuana era una plaza bancaria muy importante y complicada; no sería un trabajo
fácil. Algo que le entusiasmaba de su nueva responsabilidad como Subdirector,
era la posibilidad que ahora tenía de viajar y de esa forma escaparse-- cuando
menos a ratos-- del infierno en el que se convertía su casa. Su relación con su
mujer aun después del nacimiento de la tercera niña, seguía en un descenso
vertiginoso. Al arribar al aeropuerto deciden rentar un auto y así se dirigen
al hotel en que habían reservado. Desde el aire Ricardo se había dado cuenta de
que era una ciudad muy grande, pero ahora que la atravesaban, estaba
impresionado. Al bajar la loma en la que se ubica el aeropuerto, entran de
lleno en la zona llamada del Río y no lo podían creer. Era una mar de casas
armadas de cartón. La pobreza nacional.
Después de registrarse
en el hotel, Ricardo procede a contactar algunos de sus amigos del Tec. para
pedirles ayuda y orientación en esta importante aventura. Uno de ellos Arturo
Pompa, lo invita a desayunar al día siguiente para profundizar en el plan. Esa
tarde él y Nacho la dedican a recorrer la ciudad en el auto rentado, puesto que
Nacho la conocía bien, y de esa forma tener una idea mas clara de la posible
ubicación de la sucursal. Ya anocheciendo Nacho le propone ir a cenar a San
Diego, ritual que repetirían durante los siguientes meses y años. Aunque
Ricardo ya conocía esa bella ciudad, en esta ocasión lo impresiona de forma muy
especial. En esos momentos nacería un idilio entre el joven banquero y esa
hermosa ciudad. Ya tarde después de la cena y unos cuantos tragos, regresando a
Tijuana deciden que la oficina debería de ubicarse en el centro de la ciudad,
ese era el distrito financiero.
Al día siguiente Arturo
Pompa llega puntual a su cita para desayunar en el hotel, se saludan con el
afecto de buenos amigos que no se habían visto en largo tiempo, Ricardo le
presenta a Nacho. Luego de las introducciones clásicas de los triviales temas,
entran de lleno al asunto que los reunía. Arturo les comunica su acuerdo en que
la oficina debería de estar ubicada en el centro, sin embargo, les aclara el
problema de espacios disponibles en el área. Acto seguido les informa que su
suegro tenía un terreno baldío en esa zona, y él como su apoderado en esos
negocios, estaría interesado en construir un local especial para el banco. Al terminar
el desayuno se trasladan al sitio para evaluarlo. La ubicación era perfecta por
lo que Nacho asiste y Ricardo de inmediato invita a su amigo a iniciar la
negociación. Pasan el resto del día con Arturo ya en plan de negociación y
además recabando su ayuda para otros requerimientos.
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