Saturday, May 20, 2017

EL REGRESO DEL AVE PHOENIX



EL REGRESO DEL AVE PHOENIX


Este mensaje en principio fue confeccionado para dirigirlo a mis muy cercanos e íntimos amigos, pero debido a una serie de acontecimientos recientes y
Dios me ha favorecido con tres hijas maravillosas que si las hubiera ordenado por catálogo, no me las podría haber enviado más acorde a la medida de lo que considero mi gran tesoro y más grande orgullo. Tengo ya un rincón de jardín en el que he sembrado no-uno, muchos árboles que me han dado frutos a veces amargos, pero la mayor parte han sido muy dulces. Aun cuando siento ser un hombre relativamente joven, hace tiempo tomé la decisión de iniciar la escritura de mis memorias pensando que al comunicar mi historia, pudo contribuir a dejar una condición social redimida. No afirmo esto con arrogancia, no, lo hago con toda humildad de alguien que si a algo no tiene derecho, es a eso; la arrogancia, pero también con la seguridad que me da él haber vivido una vida que alguien por ahí calificó como; “realmente intensa. , sobre todo, ante la insistencia de muchos de ellos de abrir mas la circunferencia de mis vivencias como una fórmula de activar la conciencia de otros revelando mi verdadero carácter, me han convencido y acepto este reto; el reto de desnudarme ante todos pues al fin desnudos nacimos. De esta forma sólo trato de rebatir a quien afirmó: “El hombre nunca revela mejor y más claramente su carácter, que cuando describe el de otros.”

En la vida de todo ser humano hay momentos en los que siente la necesidad de extender una mano buscando a un amigo, no para pedir ayuda, consejo, ni soporte emocional, no, solamente ese contacto; y ese es mi sentimiento en estos momentos. Desde hace tiempo me embarqué en una rara e interesante aventura y que hoy quiero compartir. Escribió un gran pensador que el hombre no debe de abandonar este mundo sin haber logrado tres cosas que marquen la trascendencia de su vida; haber engendrado un hijo, haber sembrado un árbol, y haber escrito un libro. También R.W. Emerson afirmó que parte de la definición de éxito es, al iniciar nuestra jornada infinita; Dejar a la posteridad un hijo sano, un rincón de jardín, y una condición social redimida.


He querido contar mi historia porque la considero especial y diferente. Es una historia llena de éxitos y fracasos; pero sobre todo, es la historia de un hombre en busca de lo que Víctor Frank llamó; “significado de la vida.” Es una historia que corre de los años 60s cuando siendo yo realmente un niño, fui enviado a mis escasos 16 años-- con un cargamento de problemas emocionales-- a un mundo diferente y desconocido. Fui literalmente arrancado de mi ambiente natural en un rancho ganadero en mi tierra; Sonora—en donde me había formado como adolescente—para transportarme a los corredores del Tecnológico de Monterrey e iniciar mi educación profesional. Al llegar al Tec. No sabía quien era el presidente de México, pero a caballo podía lazar un novillo bronco en medio de un espinoso mezquital. No sabía que existía la ONU, pero podía amansar un potro salvaje con la destreza del mejor vaquero del estado. Era tal mi estado salvaje y montaraz que mis amigos me bautizaron como “el chero.”

Es la historia de un chamaco alto, atlético y bien parecido, que se derretía de timidez e inseguridad ante los muy seguidos coqueteos de las regiomontanas, hasta que una noche descubrió el remedio contra esas enfermedades; una cerveza bohemia, y al ingerirla, por arte de magia desaparecieron todos mis temores e inseguridades y esa misma noche, de regreso al internado del Tec, conscientemente tomé la decisión de que esa era la forma que me quería sentir por el resto de mi vida. Ahí se gestaba el alcoholismo que me azotaría durante los siguientes mas de 20 años. Es la historia de un muchacho quien durante su época en esa gran Universidad, no se distinguiría tanto por sus brillantes estudios como por sus pleitos, conquistas, escándalos, borracheras que lo harían famoso en esa ciudad de Monterrey. 

Es mi historia. Es la historia de agresivos enfrentamientos de un hijo “travieso” y rebelde atrapado entre la severidad de un padre quien parecía haber salido de la sagrada inquisición, y un abuelo terrateniente y millonario que todo le festejaba pero luego le faltaría, que dejaron profundas grietas en la formación de mi personalidad y se agravarían con el correr de los años. Es la narración de cómo después de uno de esos enfrentamientos con mi padre, simplemente empaqué mi maleta para dirigirme a la ciudad de México en busca de nuevos horizontes, armado con un deseo incontrolable de demostrarle que, contrariamente a lo que él pensaba, yo podía triunfar. Pero armado también con un arsenal de temores, dudas, complejos e inseguridades de las que yo no tenía la menor idea. Pero sobre todo, armado con algo letal; un doloroso y destructivo complejo de culpa que me atormentaría durante casi el resto de mi vida, y su antídoto; la botella de vodka.

Esta es la historia de una vida apresurada. Narro en ella como llegando al DF con un equipaje de ilusiones y de temores; en escasos 8 años me había convertido en Director General del banco regional más importante del Noroeste de México, en la cabeza de banco mas joven en la historia de la banca mexicana y, al año siguiente, del primer banco múltiple en México. Mi participación en la formación del Grupo Financiero Empresarial más excitante de los años 70s y 80s. Cómo a mis escasos 30 años estaba convertido en uno de los hombres mas prestigiados y poderosos del Noroeste del país, y también como me sentía in merecedor de eso y un impostor. Narro también la forma en que ese sentimiento me llevó a mi entrega descarada y total al alcohol y al sexo de la misma forma que siempre había vivido; con incontrolable compulsión.

La primera caída de un largo calvario que iniciaba antes de mis 35 años, al haberme separado del Grupo en medio de una gran controversia y un mortal enfrentamiento con uno de los hombres que yo mas había idolizado, mi primo Arcadio Valenzuela. Cómo mi separación del grupo fue motivada por una fatal poción de mis anhelos de libertad, dignidad—mis valores mas importantes—y una mezcla de rebeldía y oposición a los manejos que se hacían en el grupo, un choque de egos y personalidades con mi primo Arcadio y, sobre todo, mi ya gran dependencia del alcohol y las decenas de aventuras sexuales que ya en esos momentos mantenía prácticamente en todos los rincones de México y de los EU. Pero principalmente y en el fondo, el saboteo inconsciente de mi propio éxito ante el sentimiento de “no merecer” lo que tenía.

Mi exilio a los EU en medio de una gran depresión y los sentimientos más negativos que un ser humano pudiera cobijar ante la pérdida de los que yo consideraba mi vida; le Dirección del Grupo Financiero. Mi decisión consciente de al no tener lo que perdía, dedicarme, palabras textuales; “a vivir la dolce vita.” A divertirme, a entregarme sin recatos ni controles al otro campo que me apasionaba; el alcohol y las mujeres. Cómo mi reputación de niño prodigio me seguiría para, aun y a pesar de mis excesos, construir una de las empresas de inversiones más grandes del sur de los EU. Mi entrega fatal paso a paso al alcoholismo, a mi adicción al sexo, y finalmente a las fatales combinaciones de alcohol con drogas recetadas como Valium, Halcion en las noches, anfetaminas en las mañanas, que finalmente me costaron mi familia, mi fortuna, mi reputación, mis amigos, dinero a mis inversionistas, y casi me cuestan la vida.

Mi rendición y entrega provocado por un acontecimiento en el que casi pierdo eso; la vida. Mi dolorosa lucha contra todos esos demonios en el programa de rehabilitación. El entender y aceptar que no era un hombre malo tratando de ser bueno, era un hombre enfermo tratando de curarme. El espinoso viaje que tuve que hacer hacia mi interior porque como dice él filosofo: “Aquel que se atreva a hacer ese viaje, vale mas que vaya bien armado.” El descubrimiento de mis verdaderos problemas y sus causas. La rendición de mi vida ante esa fuerza superior a mí para que tomara control de ella.  La lucha frontal ante mi diabólico enemigo y la entrega de mi vida a la rehabilitación. Mi enfrentamiento al mundo de las realidades sin el alcohol y las pastillas por primera vez en mi vida. El ver claramente y ya desintoxicado, el dolor, el sufrimiento y la devastación que había provocado.

El sangrante y agotado finalmente haber llegado a entender las sabias palabras del filosofo; “Hasta que tus ojos hayan quedado secos de las lagrimas de sangre derramadas suficientes para lavar tus pies; entonces estarás listo para presentarte ante el Maestro quien dulcemente te preguntará: ¿Has logrado matar tu ego y ambición? ¿Has entendido que cuando el mal y lo perverso prevalece, aparezco sobre la tierra de forma sangrienta? Y de tu respuesta dependerá el destino y el futuro del resto de tu vida. Te ha tomado tiempo el lavar y limpiar tu ego para lograr la verdadera mente receptiva y despertar tu alma. Estaba tan cubierta de lodo. Pero ya nunca mas caerás en la confusión porque cualquiera que tiene verdadera devoción y fe, toma control de sus sentidos, y se elevará a ese sitio de profunda paz y tranquilidad.”

El inicio de la reconstrucción de mi nueva vida pero ya no con la ilusión de cuando salía de la Universidad; no, ahora con un cargamento de desventajas que me acompañarían para siempre. La sangrienta lucha que tuve ---y todavía tengo que librar---con ese ego interior que me pide siempre más de lo mismo. El reaprender a vivir sin alcohol y pastillas en un mundo desconocido para mí. Él reinicio de una nueva vida profesional en el campo que había abandonado años antes; Las finanzas internacionales, que me llevó a visitar las ciudades y países más exóticos del mundo, a conocer gente increíble, y a vivir las experiencias más interesantes de mi vida en lugares como Nueva York, Londres, Hong Kong, Tokio, Ginebra, Buenos Aires, Santiago de Chile, siempre buscando el abrir ese camino para México hacia los mercados mundiales de capital.

El casi naufragio de mis anhelos e ilusiones al chocar en mis intentos con un mundo hostil y rencoroso que no estaba dispuesto a tan fácilmente darme otra oportunidad. Él darme cuenta de que lo que recita la Biblia: “Por ver la paja en el ojo ajeno no ves la viga en el tuyo,” era una de las verdades más crueles que enfrentaría. El entender que para mucha gente, incluyendo multitud de mis amigos y parientes, tenia ya una etiqueta para el resto de mi vida que listaba mis pecados cometidos bajo el influjo de los demonios que me controlaron durante tantos años. El darme cuenta de que todos escuchan pero no entienden, otro precepto bíblico: “Con la vara que midas serás medido.”Mi encuentro con la espiritualidad y la intelectualidad para dedicar gran parte de mi vida a eso; al espíritu y al mundo las ideas.

Mi encuentro con el liberalismo económico y político el cual, a pesar de mis antecedentes sociales, educacionales, financieros e intelectuales, realmente no conocía pero curiosamente presentía. Cómo ese mismo espíritu inquieto y rebelde me gritaba que lo que había conocido en México, no era el camino hacia la justicia y prosperidad de los mexicanos, que debería de haber algo más. Cómo buscando en una vieja librería me encuentro empolvado el gran libro de Mises; “La Acción Humana” y al abrirlo, descubrí una ventana hacia un nuevo y excitante mundo por el cual ahora lucho, pero en un campo de batalla diferente al de mis famosos pleitos de la juventud; En el campo de las ideas y los ideales. Ya no armado con mis puños, armado ahora con la verdad, la lógica y la razón. El reencuentro con mis hijas. La paz.  

Es también la historia económica y su interpretación del México que me ha tocado vivir. Desde los míticos beneficios del Desarrollo Estabilizador, cruzando por la entrega de Echeverría al socialismo, populismo, y la devastación que en conjunto con López Portillo causaron. Los tibios intentos de un buen hombre para provocar cambios; Miguel de la Madrid. Mis predicciones de la apertura del país y la caída del PRI. La agresiva toma seudo liberal de Salinas y el saboteo de sus esfuerzos usando como cabeza de playa el asesinato de mi paisano Luis Donaldo Colosio. La maquiavélica confección del error de Diciembre y todos sus participantes, por lo cual seguimos pagando. Mi primer encuentro con Vicente Fox años atrás. Mi anuncio de su avenida como Presidente en el año 2000, y lo más importante; el México que yo visualizo y deseo a futuro para nuestros hijos y descendientes, y cómo podemos construirlo.

La continuación de mi sendero con el moto que siempre lo había guiado; “caminante no hay camino, se hace camino al andar.” Esto no es una confesión, un mea culpa, no es un mensaje, no es especialmente una justificación ni explicación de algo que ya hecho está, no puedo regresar al pasado y el pasado debe ser solo la canasta de las cenizas, hay que dejar que los muertos entierren a los muertos, las hojas secas se las llevará el viento; es sólo el relato de mi vida que repito, ha sido una vida apresurada,  vivida por adelantado y con una gran intensidad. No, no tengo editor, editorial, publicista, representante etc, solo tengo una historia, una historia que nos deba de enseñar que finalmente “el sufrimiento tiene su función y es la de purificar, quemar lo que es inútil e impuro.” Es solamente una historia, pero es mi historia.

“Es mejor intentar y lograr grandes cosas, alcanzar triunfos gloriosos, aunque en el camino nos encontremos con el fracaso. Que permanecer en las filas de aquellos pobres espíritus que nunca sufrieron ni gozaron; porque nunca abandonaron aquella zona gris que no conoce triunfo ni derrota.” 

                                     Teodoro Rossevelt.


II

Nací en Hermosillo Sonora un 23 de Diciembre recién finalizada la segunda guerra mundial. Soy entonces de la generación que en los EU se le llama “baby boomers,” es decir, los nacidos entre el final de la segunda guerra mundial hasta aproximadamente 1960. Nací en lo que en esa época se podría considerar una familia de clase alta. Mi padre, originario de Sahuaripa, Sonora, un hombre sumamente culto y educado, hizo la mayor parte de sus estudios en Europa, entre Bruselas e Inglaterra, en donde vivió más de 15 años. En la Universidad Libre de Bruselas obtuvo Doctorados en Leyes, y Filosofía y Letras, en el London School of Economics hizo estudios de economía y ciencias políticas en donde fuera alumno del gran Hayek. Mi madre, originaria de La Colorada Sonora, hija de uno de los más importantes ganaderos y empresarios de la época, hizo solamente estudios comerciales que era la costumbre y el destino para las mujeres en los años 40. Pero era una mujer muy inteligente, y portadora de una personalidad y un carácter que provocara yo la llamara, doña Bárbara, haciendo referencia a la película de María Félix.
                                                                                                     
Nací en una época en la que México trataba de sanar las heridas de su revolución, y se debatía entre el socialismo implantado por Lázaro Cárdenas que lo hundía en lo más profundo de la pobreza, lo aislaba de la comunidad internacional debido a las expropiaciones tan bárbaras e ilegales de parte de su gobierno de empresas y activos de inversionistas extranjeros—entre los que se contaba el petróleo, los ferrocarriles, explotaciones agrícolas en La Laguna, el Valle del Yaqui, Michoacán etc-- lo había ahora empujado al país a involucrarse en una conflagración mundial afortunadamente del lado de los vencedores, y el nuevo estilo moderador del Presidente Ávila Camacho quien tenía ante su vista esa neurálgica tarea de desactivar todo el aparato nacionalista, colectivista, corporativista y, sobre todo, el desmembrar el sistema de educación socialista recién implantado por Tata Lázaro, que desafortunadamente ya había sembrado la semilla cultural que cosecharíamos las generaciones que en esos años nacíamos, y mantendría al país estancado durante muchos años.

Mis padres eran famosos en Hermosillo de los 40s, 50s y 60s—como alguien que los conoció en esa época me lo decía muchos años después—por varias cosas; me decía esta persona que ambos eran miembros de las familias más distinguidas de Sonora, la pareja más bonita de la ciudad, ante los ojos de la sociedad tenían un matrimonio perfecto y, sobre todo, sus diarias largas caminatas después de la cena cuyo itinerario era la calle Juarez, la calle Serdan hasta llegar al Hotel San Alberto, luego la Plaza Zaragoza y de ahí regresar por el mismo sendero. Efectivamente, mis padres físicamente eran bellos. Mi padre un hombre alto, muy blanco de facciones casi perfectas y aspecto distinguido—tanto que cuando hacíamos viajes a EU, nadie creía que era mexicano. Recuerdo que todavía en sus 60s algunas muchachas jóvenes lo abordaban para decirle lo guapo que era. Mi madre era sin duda también una hermosa mujer; alta, morena clara y de una belleza legendaria. La gente decía que parecía gemela de la Elsa Aguirre.

Tengo realmente muy pocos recuerdos de mi niñez—algunos buenos pero no son abundantes, aunque sí algunos no tan buenos. Recuerdo que vivíamos en la calle Yucatán enfrente del Sanatorio Olivares. Recuerdo también cuando hice mi arribo al kinder del Colegio Lux a los 4 años, y la Chagua, mi nana, tuvo que permanecer conmigo unos días pues no quería quedarme solo. Luego recuerdo vagamente mis primeros años de primaria en el Colegio del padre Javier, que en aquella época se ubicaba enseguida de la vieja cervecería de los Hoeffer cerca de la Plaza Zaragoza. Inicié mi vida estudiantil con un grupo de amigos que lo serían durante el resto de nuestras vidas. De los que más recuerdo; mi primo el Manuel el Froy Torres, el Buby Mazon, el Jayo Acosta, Pepe “Casero,” el Guaty Yberri, Luis Carlos Soto, el Memo Tapia, los cuates Bloch, Nacho Gaxiola, Luis Hoeffer, Alberto Encinas, Manuel Quiroga, los Hnos Iribe etc. 

Mis verdaderos recuerdos hermosos de la niñez, son aquellos al lado de mi abuelo materno, con quien afortunadamente pasé gran parte de ella. Desde que mis recuerdos asoman, me miro pasando todas las vacaciones, Navidad, semana santa y el verano entero, al lado de mi abuelo en su rancho, Las Calaveras. Y aunque no llevaba su apellido en primera estancia, siempre fui su nieto consentido. El mismo día que se terminaba el año escolar, ya uno de los choferes del rancho esperaba para llevarme a ese paraíso de mi niñez.

Esa cercanía a mi abuelo materno, Manuel P. Torres, provocó que yo me desarrollara de una forma muy especial. Desde le edad de 4 a 5 años yo ya campeaba todos los días con los vaqueros del rancho aprendiendo, desde esa tierna edad, todas las habilidades de esos hombres que yo tanto admiraba, los vaqueros, tanto que, tal vez al inicio de mi segunda década en este mundo, ya era un hábil vaquero que lazaba, pialaba, castraba becerros, curaba animales enfermos y, en su momento, a los 15 años de edad, mi abuelo me permitió amansar mi primer potro salvaje.  Ese amor por la vida de rancho que mi abuelo me instalara, fue lo que años después hizo que mis amigos me bautizaran con el sobre nombre de El Chero, palabra con la que en Sonora, se identifica a los vaqueros salvajes.
                   
En el rancho aprendería muchas cosas, aprendí a bailar con las hijas de los vaqueros, a manejar cuando el mecánico del rancho se convirtiera en mi instructor. En el rancho me dieron mi primer beso, cortesía de una bella muchacha que, debido a la enfermedad de mi abuelo, gran parte de las mujeres que lo atendían en la casona estaban en Hermosillo, por lo que se contrataba a esta bella chamaca llamada Elma, para que nos atendiera a mí y a mis primos, el Froy Torres y el Peque Torres, ese verano. Ella, a los tres nos enseño a besar y tuvimos la primera experiencia sexual. Yo creo tenía 14 años, la Elma debe de haber tenido unos 20, era alta, morena clara, hermosa como igualmente hermosa fue la experiencia. Confieso que la primera vez que sorpresivamente me dio ese dulce beso, entré en pánico y corriendo fui a contarle a mi primo el Peque, y los dos fuimos a la iglesia del rancho a rezar y pedir perdón.

Pero al regresar tristemente a mi casa al final de las vacaciones, ya me esperaba mi padre para proceder a instalarme una mente inquieta por el conocimiento, la cual satisfacía a base de lectura interminable, mi amor por los libros, las ideas, la historia, siempre dirigido por ese hombre de cultura expansiva como él lo era. A veces me parecía que ambos hombres, mi abuelo y mi padre, establecían una competencia en cuanto a mi formación. Yo, desde el primer día de regreso del rancho, ya contaba los que faltaban para las siguiente vacaciones y regresar a ese lugar que tanto amaba, el rancho. Era tanto mi amor por esa vida, que lejos de ofenderme que mis amigos me llamaran El Chero—palabra despectiva de la gente de la ciudad para describir a los vaqueros incultos y salvajes—me sentía realmente orgulloso y era música para mis oídos.

Después mi padre me involucraría en otra actividad que me llegaría a apasionar casi como el rancho, y cambiaria mi vida. El boxeo. Dese los 11 años inicié mi desarrollo como boxeador bajo la tutela de un hombre extraordinario, Chucho Llanes.  Y lo describo como extraordinario porque no solo se ocupaba en enseñarme la técnica física del boxeo, era también un gran motivador que constantemente me cubría con afirmaciones positivas que yo tanto necesitaba y mi padre nunca me diera. Eran tan bueno en esa técnica del boxeo, que durante mi último año en Hermosillo, antes de partir a Monterrey, cambiaba golpes con boxeadores profesionales como Tony Pérez, Pancho Cancio, Federico Payan, que siempre se quejaban que no era parejo pues ellos eran welters y yo, a mis 16 años, era ya peso completo.


REFLEXIONES LIBERTARIAS
Estoy herido pero todavía puedo pelear (TERCERA PARTE)
Ricardo Valenzuela

Finalmente, a mis 16 años de edad, terminaba la preparatoria y como siempre, me iba a pasar todo el verano al rancho. Sin embargo, a pesar de todo lo que me ofrecía ese maravilloso lugar de mis sueños, ya no era lo mismo. Mi amado abuelo había sufrido un derrame cerebral que lo imposibilitaba para continuar viviendo en el rancho. Ahora extrañaba aquel hombre extraordinario que representaba tanto para mí. Aquel hombre de un valor indomable que lo llevara a combatir a los feroces yaquis y apaches que merodeaban por todo el estado hasta la primera década del siglo 20. Aquel hombre que, por su gran amistad y leadad para con Álvaro Obregón, estuviera cerca de ser fusilado cuando explotaba el Plan de Agua Prieta, y la hegemonía sonorense marchaba contra Venustiano Carranza.

Un hombre que se había iniciado como minero en La Colorada y platicaba, eran tan ricas las minas de oro, que cada día al terminar su jornada, fabricaba lodo y se lo untaba en todo el cuerpo. Al llegar a su casa, se duchaba para luego colar el lodo y apareciera ese preciado metal, el oro. Con eso se haría de hasta 20 carros de mulas jaladas por 6 caballos cada una, y lograr el contrato para surtir de leña a las minas. Trabajando y ahorrando, compraría se primer rancho ganadero; Las Calaveras, y continuando con ese ritmo, llegara a ser propietario de 15 ranchos y una superficie de 100,000 hectáreas. Uno de los ganaderos más importantes del país, fundador y segundo presidente de la Unión Ganadera Regional de Sonora. Fundador del Banco Ganadero y Agrícola y consejero hasta su muerte. Accionista de los proyectos más importantes de esa era. Pero sobre todo, un hombre que siempre tendía la mano a los más necesitados por lo cual era enormemente respetado y querido.

Ese verano prácticamente lo pasé solo en la vieja casona. Una hermosa casa con más de 100 años de antigüedad, con una huerta de por lo menos media hectárea con frondosos árboles de Zapote, yucatecos, naranjos, ubalamas, grandes higueras y en cierta época del año, hasta uvas nos daba. Una casona tipo hacienda con techos muy altos, arcos, pisos de madera, gruesas paredes de adobe que todavía mostraban las troneras (agujeros para apuntar los rifles a los apaches, yaquis y cualquier tipo de asaltantes. La casa no tenia electricidad, nos alumbrábamos con lámparas de petróleo, obviamente no había teléfono, ni televisión. Al arribar me sentía transportado al siglo 19

Muy seguido caminaba por la huerta de noche, sintiendo transitaba en al mismo edén y me transportaba a la vieja época que tan bien llegara a conocer de boca de mi abuelo, y algunas de boca de su novia. La compañera de mi abuelo, era una hermosa mujer más de 30 años menor que él, era alta, muy blanca, de cabello muy negro y hermosos ojos verdes. Se llamaba Esperanza y realmente cuidaba a mi abuelo y, creo yo, lo hacía feliz porque, a pesar de la diferencia de edades, lo amaba. Ella era una buena mujer y sería una segunda madre para mí. Pero ella estaba en Hermosillo por la enfermedad de mi abuelo, y su familia, su madre y tres hermanas que formaban el personal de la casona, se habían regresado a su pueblo y yo las extrañaba. Y aunque había nuevo personal, tres mujeres para mi desconocidas, de edad madura no muy atractivas, no lograban disipar mi nostalgia recordando cuando mi abuelo, al regresar con los vaqueros de una larga campeada, me esperaba en el porche con una cerveza hight life bien helada, para que luego le platicara de la cabalgada.

Extrañaba la rica cena que cocinaba la Perfeta, madre de la Esperanza, después servida por la Francisca, hermana de la Esperanza, una muchacha joven y casi tan bella como su hermana mayor con la cual, a pesar de solo tener 12 o 13 años, coqueteaba con ella y de vez en cuando le daba sus nalgaditas sin que protestara. Procedíamos a cenar en un largo y bello comedor con una enorme ventana a través de la cual se podía disfrutar la vista de la sierra de Mazatan. Como mi abuelo cenaba ligero pero sus nietos éramos bien tragones, aprovechaba para leernos obras de Thomas Paine, John Locke, Alexis de Tocqueville y otros de sus preferidos. Al principio pensábamos; ya va a empezar mi tata con sus lecturas enfadosas. Pero después de un tiempo, cuando menos yo, esperaba con ansias que se iniciara ese rito.

Al terminar la cena, el yaqui Rafai y el carebola Julio, los encargados de la huerta y otros menesteres de la casona, sacaban al llano unas sillas para mi abuelo y El Churi, mayordomo de los ranchos, para luego sumergirse en largas pláticas de los asuntos del rancho, y pasar luego a invocar recuerdos de historias que me parecían fascinantes. Las diferentes ocasiones que atacaron los yaquis y como en uno de esos ataques matarían a un hermano de la Perfeta. Cuando el jefe apache Gerónimo pasara por el rancho perseguido por las tropas, después de haber atacado unos ranchos en las cercanías de Soyopa. La llegada de Pancho Villa en su retirada después que Obregón lo derrotara en Hermosillo y, al ver la foto de Porfirio Díaz en la oficina de mi abuelo, sonriendo le dijera; “Torres, usté anda atrasado de noticias”. Las visitas de Lázaro Cárdenas cuando, siendo un joven comandante de un puesto militar cercano al rancho, llegaba sin avisar solo para ver y platicar con mi abuelo

Extrañaba todo eso y a pesar de que pasaba el día entero con los vaqueros en sus menesteres, al llegar a la casona ya casi anocheciendo, me sentía solo y presentía que los tiempos estaban cambiando y aquel mundo en el cual me había creado y no quería abandonar, estaba falleciendo y mi vida estaba a punto de sufrir un cambio radical. Mi abuelo como gran liberal, siempre había estado en contra de la revolución. En la inmensidad de terreno en donde desarrollaba su operación ganadera, había construido un paraíso de libertad que casi se podría asimilar a un pequeño país. Era un oasis en medio del desierto, un refugio en medio de una tempestad. Ahí había escuelas, pero no del gobierno, servicios de salud sin costo para las familias, una tienda en donde se les proporcionaban productos abajo del costo de la hacienda, a cada familia se les prestaba tres vacas paridas para que tuvieran leche y fabricaran sus quesos.

El nunca quiso que el gobierno contaminara las mentes de la gente que quería, incluyendo los vaqueros y sus familias. Esa estructura protectora del gobierno y al mismo tiempo liberal, la volvería atestiguar, proporción guardada, al llegar al Tecnológico y conocer el Grupo Monterrey y, sobre todo, al conocer a Don Eugenio Garza Sada, quien tuvo conmigo la grandeza de alma, de pacientemente explicarle a un chamaco de 22 años, todo el concepto y filosofía de ese grupo admirable, en los aventones que me daba cada semana, cuando el asistía a la junta de consejo del Tec, y yo un travieso estudiante castigado sin carro, lo que me permitió cabalgar con don Eugenio durante un semestre.

A medida que avanzaba el verano, como la canción de Cantoral, reloj no marques las horas, sentía que ese hermoso capítulo de mi vida estaba terminando y me resistía. Los planes que mi abuelo tenia para mi, ya no se llevarían a cabo. El pretendía al terminar la preparatoria, enviarme a los EEUU para aprender inglés para luego asistir a la Universidad de California a estudiar una carrera relacionada con la ganadería, para regresar y hacerme cargo de toda su operación ganadera. Algo que provocaba celos y preocupación entre la familia y había ya tenciones. “No quiero que seas empleado de nadie”. Me afirmaba, esto es tuyo y lo debes de manejar porque yo ya me estoy haciendo viejo y dentro de poco ya no voy a poder.

Yo ya no tendría la oportunidad de llevar a cabo con él, aquellas largas caminatas todas las tardes siguiendo el camino real, escuchando las historias de su vida que me parecían una película de Hollywood dirigida por John Ford. Escuchar sus nítidas ideas liberales que lo llevaran a ser admirador de Porfirio Díaz. Sus agresivas críticas a la revolución y su apasionada defensa de la libertad, de la propiedad privada, del estado de derecho. Su gran frustración y rabia contra uno de los peores abortos de esa fallida revolución; la reforma agraria. Pero el tiempo se me acababa.   

IV

Estoy herido pero aun puedo pelear (cuarta parte)
Ricardo Valenzuela

Era la última semana de Agosto y ya estaba planeado mi viaje a la ciudad de Monterrey para los primeros días de septiembre, puesto que ya había sido aceptado en el Tecnológico de Monterrey para iniciar mis estudios profesionales. Sumergido en mis pensamientos procedo a recordar el último año de mi vida, por lo que retrocedo hasta el verano del año anterior cuando, como siempre, lo pasaba en el rancho en compañía de mis primos, el Froy y el Peque Torres, en el cual la bella Elma, nos enseñara tantas cosas de la vida

Aquel verano había sido muy especial y diferente, no solo por la participación de la bella Elma en nuestro despertar sexual. Para mi había sido el inicio del primer ciclo de mi madurez, en el cual transitaría de niño  adolecente arribando al inicio de la etapa que me convertiría en un joven inquieto y aventurero. Un joven en el cual se despertaba, con la fuerza de un huracán, una atracción casi enfermiza por las mujeres, que en el futuro me provocara infinidad de problemas. Físicamente durante ese verano mi madurez sería impresionante. Durante esos tres meses, de un poco mas de 1.70 mts de estatura, regresaría a Hermosillo habiendo rebasado ampliamente el 1.85 Mts y con casi 10 Kilos de peso adicional, tanto que mucha gente no me reconocía.

Pero no solo maduraba físicamente, lo hacía también intelectualmente. Durante ese verano había iniciado la lectura de algunos de los libros que mi abuelo guardaba con su gran tesoro, y eso me abría una perspectiva muy diferente cuando despertaran un interés casi maniático, en temas que hacía solo unos meses me aburrían sobre manera. Ello me abría una ventana de luz sobre asuntos que infinidad de gente los abordaban con una ignorancia difícil de creer. En los libros de mi abuelo encontré respuestas diferentes a las clásicas de los publicados por el gobierno, o de maestros entrenados en los círculos educativos de la burocracia. Yo tenía un especial interés de conocer la verdadera historia del país después de terminada la famosa revolución. Así me pude enterar claramente de cómo de forma sistemática se destruían los viejos vestigios liberales, tan bellamente enunciados en la constitución de 1857, para dar vida a un socialismo especial dictado por la nueva constitución de 1917. El nuevo partido político, PNR, la creatura de Calles, claramente se identificaba como socialista y su misión primordial sería, preparar al pueblo para la imposición de eso, el socialismo.

Cada noche agotado por las diarias campeadas, luego sumergirme en la lectura hasta altas horas de la noche, al apagar la lámpara de petróleo y colocar la cabeza sobre la almohada lo único que quería era dormir, pero  rápidamente sentía como el hermoso cuerpo de la Elma se deslizaba bajo mis sabanas, para proseguir con otro tipo de entrenamiento que igualmente marcaria mi vida. Al despertar antes de las 5 de la mañana, de inmediato aparecía mi compañera de noche con una gran taza de café de talega muy cargado. Al darle el primer sorbo, me invadía esa energía casi cósmica, para luego abrazar a la Elma, y meterla a la cama para los buenos días. Y solo tenía 15 años de edad.

Durante ese mi último año en Hermosillo, ya mi personalidad compulsiva emergía y devoraba ahora libros de la biblioteca de mi padre,  que me darían una panorámica del mundo que muy poca gente tenía. Eran los años 60 y, ante mi ya próxima salida a Monterrey, el mundo presentaba un panorama confuso y complicado.

EU había tenido un periodo aceptable en el comportamiento de su economía desde finales de la segunda guerra mundial. Pero en 1960 ya presentaba síntomas de cansancio que preocupaba al mundo entero. Ello llevaría a la presidencia a un joven político, John Kennedy, en unas elecciones manchadas por la participación de la mafia comprando votos para él, todo orquestado por su padre y operado por Frank Sinatra, hombre muy cercano al capo de tuti. América Latina se sumergía cada vez más en las profundidades del estatismo, mercantilismo y las fatales recetas de la CEPAL.

Europa continuaba atrapada en sus viejos esquemas nacionalistas y abuso de sus sistemas de bienestar, que la hacían lucir vieja y rumatosa. Ya se escuchaba la posibilidad de una unión europea, con clara oposición de parte del Reino Unido. Pero en oriente se iniciaba el cocinado de un fenómeno que impresionaría al mundo entero. Mientras que sus amos coloniales se hundían en ese socialismo light, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Japón, se abrían a los mercados libres para iniciar periodos de prosperidad nunca vistos. Años después contagiarían a Nueva Zelanda y Australia para seguir la misma ruta.

Rusia con todos sus satélites, se mantenía cerrada, amenazadora y promotora de su comunismo por todos los rincones del mundo. Al igual que en 1950, cuando provocaran la guerra de Corea con la invasión del Norte al Sur, en las oficinas de sus planificadores se preparaba un evento similar en Viet Nam, que explotaría en una sangrienta guerra que, por primera vez en su historia, los EU perderían con el sacrificio de más de 50,000 vidas de jóvenes soldados, cerca de dos millones de vietnamitas, con costos que alcanzaran los trillones de dólares que, como siempre, acabarían en los cofres de la industria militar y los banqueros internacionales. El evento provocaba que la guerra fría se intensificara y hasta se calentara. Muy pocos observadores pudieron detectar como la economía de Rusia, en su carrera armamentista contra EU, poco a poco se encaminaba al precipicio donde se pagan esas faltas. El precipicio de la quiebra.

Cuba había ya declarado abiertamente el establecimiento del comunismo en la isla, y Fidel Castro se convertía en el dictador de por vida de un pueblo que muy pronto sufriría la pérdida de su libertad, de sus propiedades, de su identidad y lo llevaría a sufrir hambre y miseria. Muy pronto también, Cuba seria protagonista en un conflicto que estaría a punto de encender la llama de otra conflagración mundial y nuclear. La sociedad de Cuba con la Unión Soviética, seria la causante de gran inestabilidad en América Latina, cuando Castro, apoyado por los soviéticos, se dedicara a promover su revolución por todo el continente

En Mexico la administración de López Mateos se acercaba a su final. Después de tres administraciones que habían ofrecido un entorno para los negocios no tan adverso como la de Lázaro Cárdenas. López Mateos de nuevo orientaba el país hacia el agrarismo, sindicalismo, reforzaba el proteccionismo, pero habiendo mantenido a Ortiz Mena en la Secretaria de Hacienda, el país lentamente navegaba las borrascosas aguas del entorno mundial.

Es interesante analizar cómo la fisonomía de Mexico ha sido la misma desde la época de los Aztecas, después los españoles, luego los modernos mexicanos. Cuando arribara Hernán Cortes, el sistema económico y político se había desarrollado como una teocracia imperial y opresivo. La elite de los Aztecas financiaban sus extravagantes estilos de vida, extrayendo tributo de otros, conquistando otros pueblos como los Mixtecas, Mayas y Zapotecas. Los sacerdotes y burócratas moraban en elegantes palacios con cientos de sirvientes, todo a expensas de las villas agrarias comunales.

Pero lo que los mexicas consideraban su salvación, los españoles, de inmediato también se daban a la tarea de extraer dolosos impuestos, incluyendo trabajo forzado, tributos y después, un impuesto de 8% sobre importaciones y exportaciones. Muy pronto, como Moctezuma, los conquistadores empezaron a crear monopolios gubernamentales y cargar precios ridículos a los consumidores. Así, el sistema regulatorio e impositivo, así como la distribución de propiedad y privilegios, simplemente se estableció a imagen y semejanza del sistema de España. Un sistema que, cuando los reyes católicos Fernando e Isabel de Castilla, tomaron control de las cortes, nulificaron los esfuerzos liberales de Valencia, Aragón y Catalonia.

De esa forma el futuro económico de España y de América Latina, se forjarían bajo los precursores del socialismo, el mercantilismo, el feudalismo y las ambiciones imperiales de Castilla, quien había financiado el descubrimiento de América, y establecía un control total sobre el nuevo mundo. Ahora entendía con gran claridad, por que la gran diferencia entre el crecimiento y desarrollo de Mexico y los EEUU.


V

Estoy herido pero todavía puedo pelear (quinta parte)
Ricardo Valenzuela

Era ya finales de Agosto y sentía me aproximaba al cadalso. Ese día aparece en el rancho uno de los choferes de Almacenes Laval, la empresa nacida de una sociedad entre las familias Valenzuela y Laborín. Al bajar de del auto sonriendo me dice: “Me manda tu papá para llevarte a Hermosillo y, palabras textuales, si no quiere, pide ayuda a los vaqueros para que lo lacen, lo pialen, y te lo traigas empalmado”. Era Pedro Córdova, un muchacho originario de Cobachi, un pueblo cercano al rancho a quien yo conocía desde hacía años. Lo había frecuentado mucho cuando, en una ocasión en la secundaria que reprobara física, mi castigo fue no dejarme ir al rancho durante las primeras semanas de vacaciones, para tomar clases especiales con el Prof. Peterson de 7 a 9 de la mañana. Durante el resto del día debía trabajar en el Laval, normalmente cargando el pick up que piloteaba Pedro, para luego acompañarlo en las entregas a domicilio por toda la ciudad.

Recojo mis pertenencias, las subo al auto tripulado por Pedro y, cuando me dispongo al abordaje, aparece El Churi, el viejo mayordomo del rancho, el hombre que me enseñara todos los artes de la vaquereada desde que tengo uso de razón. Un hombre que, a pesar de no saber leer ni escribir, era un hombre muy sabio al que mucho le aprendí. Me da un abrazo y me dice:

“No te pongas triste, te llevan ahora a potreros más grandes, con mucho zacate liebrero y pamita pa que puedas retozar sin que tengas que testerear los alambres, y si los tienes que testerear, de una vez túmbalos pa que el potrero se haga más grande. Acuérdate siempre de todo lo que te enseñó tu tata, nunca lo olvides pa que seas un buen hombre como él. Tu tata no tuvo mucha educación y mira todo lo que hizo. Y lo hizo sin echarse enemigos y ayudando siempre a mucha gente. Mantén siempre la rienda corta pa que la vida no se te desgorrete, y si el potro de la vida se te cuelga reparando, clávale las espuelas en las paletas, pégale unos reatazos entre las orejas, dóblalo pa los dos lados y, óyeme muy bien, nunca te apees, y si te tumba, porque a veces nos tocan potros muy mañosos, vuélvele a subir, jala la jáquima hasta que agarre el paso y luego la andadura”.

Aparece luego su mujer, la Chu, quien había sido una de mis nanas, y con los ojos llorosos me entrega un clásico envoltorio del “lonchi” que le amarran a los vaqueros si la campeada va a ser larga. Casi llorando me dice; “aquí te amarré de lonchi unos burros de frijoles y cuajada, también unos tamales de elote que te gustan tanto, y pal dulce unos pedazos de panocha con cacahuate y un poco de batarete. La campeada va ser muy larga, pero aquí tienes pa que la empieces sin hambre, por ultimo mijito, a ti como a tu tata, te gustan mucho las muchachas, ten cuidado con las mulas broncas de por allá, patalean muy juerte”. Le doy un fuerte abrazo y con los ojos llenos de agua me subo al auto y le grito a Pedro, vámonos guizari, antes de que me arrepienta y agarre monte como los novillos mostrencos alzados que se amogotan en la sierra de Mazatán.

Cuando Pedro acelera el auto, entre la comitiva que salía a despedirme, veo la cara llorosa de una joven muchachita llamada Liba, que era hija de uno de los vaqueros estacionado en otro de los ranchos de mi abuelo. Ellos vivían en Los Robertos, rancho ubicado a unos 15 kilómetros al norte de las calaveras. La había conocido a principios del verano en una ocasión que fui a ese rancho llevando vacunas para el ganado. Había una puerta de fierro para llegar a las casas y ese día, al ir arribando, en la distancia veo que alguien ya se adelantaba para abrir la puerta. Al llegar me doy cuenta era una hermosa muchacha, muy alta, de piel muy blanca, cabello casi rubio y un cuerpo escultural. ¿Quién eres? Le pregunto al estar abriendo la puerta. Soy hija de Ramón, me responde. Empieza el coqueteo de inmediato que luego se convertiría en una fogosa relación que, por lo menos dos veces por semana, cabalgaba de noche los 15 Km para que nadie se diera cuenta, la veía en un arroyo cerca de las casas. Dábamos rienda suelta a esa pasión de adolecentes, y casi de madrugada regresaba a Las Calaveras. 

El camino del rancho a Hermosillo se me hacia eterno y me invadía un sentimiento de pérdida, pero sin saber por qué y, sobre todo, no tenía claro que era lo que perdía. Muchos años después lo entendería perfectamente. Pasaban por mi mente todos los recuerdos de mi niñez, siempre al lado de mi abuelo y en ese lugar que tanto representaba para mí. Las cabalgadas a la sierra para traer uvalamas y nadar en las cañadas siempre corriendo. Las aventadas de ganado que hacíamos del represo de la duraznilla hasta Las Calaveras, un tramo de cerca de 20 Km al galope empujando el ganado y sin detenernos.

El día ultimo de ese mes de Agosto, mi padre, mi madre y yo, nos encontrábamos en el aeropuerto de Hermosillo con mi tío, Manuel Torres, su esposa, la tía Eva, y mi primo el Froy Torres. Nuestros padres, considerando estábamos muy chamacos y muy verdes, nos llevaban de la guía a Monterrey para dejarnos instalados. Después de una pernocta en Mazatlán, poco después del medio día abordábamos un viejo DC3 de Aeroméxico con ruta Durango, Torreón y finalmente Monterrey. Como a las 7 de la noche aparecía ante mí la vista de Monterrey que me provocaba una mezcla de sentimientos. Excitación por una parte, nerviosismo o tal vez temor, ante lo que me esperaba en ese mar de luces que observaba por la ventana del avión. Minutos después aterrizábamos para luego penetrar la vieja terminal aérea.

Ya en la sala de equipaje, un hombre joven y bien plantado aborda a mi padre para decirle; “Licenciado, que gusto tenerlo por aquí”. Se saludan con un genuino afecto y mi padre procede a presentarlo cuando le dice a mi tío, Manuel; te presento a Roberto Gonzales Barrera, es hijo de un buen amigo y proveedor de Almacenes Laval. Ellos son los propietarios de una exitosa  fábrica de harina de maíz llamada, Maseca. Jamás me imaginé tener ante nosotros a quien, en unos años se le llegara a conocer como, El Maseco, uno de los hombres más ricos de Mexico, con inversiones por todo el mundo, y propietario de BANORTE. Le dice a mi tío Manuel, “mucho gusto don Manuel, y además de las flores que nos acaba de echar el Licenciado, voy a ser su guía de turistas durante los días que decidan pasar en Monterrey”.

Después de disfrutar una agradable cena con el Maseco en el famoso restaurante El Tío, nos lleva al hotel y nos informa que un chofer nos llevaría al día siguiente al campus del Tecnológico, para proceder con nuestra inscripción. A las 8 de la mañana abordábamos una elegante camioneta y nos dirigíamos al sureste de la ciudad. Minutos después aparece ante nosotros el impresionante campus que ya hervía con la cantidad de muchachos inscribiéndose. Seguimos todos los tramites, y después los arreglos para nuestra residencia en los dormitorios del campus.

Días después mis padres y mis tíos parten a la ciudad de Mexico dejándonos bien acomodados en los dormitorios. El día de su partida, el Froy y yo fuimos al hotel a despedirnos. El Maseco los llevaría al aeropuerto y cuando ya estaban por abordar la camioneta, el Maseco viene ante mí y me dice, “aquí está mi tarjeta, cualquier cosa que necesiten llámame. También, yo tengo hijos e hijas de sus edades, me gustaría presentárselos para que los relacionen aquí en Monterrey”. Le reviro, gracias don Roberto, y nosotros nos reportamos con usted. Jamás le llamamos y años después, alguien me decía, esa ha sido la peor pifia de tu vida. Te podrías haber casado con una de sus hijas.   

Habiendo naufragado los planes de mi abuelo para mi, a mis 16 años me inscribía en la rama de contabilidad, economía y administración, en donde los primeros 5 semestres eran iguales para ya en el sexto, iniciar la separación de las tres carreras. De seguro no sería contador, pero me debatía entre economía o administración. Pero tenía 5 semestres para tomar esa decisión. Era la primera noche que el Froy y yo pasábamos en el dormitorio, y nos invadía cierta nostalgia. Después de todo, éramos solo un par de chamacos de 16 y 17 años de edad.

Al día siguiente se iniciaban las clases y puntualmente invadíamos el salón indicado en el programa. Ello sería también el inicio de grandes amistades que hasta la fecha perduran. Ahí se encontraban Alejandro Canelos de Culiacán, Eugenio Elorduy de Mexicali, el Lico Gallego también de Mexicali, el bigotón Arroyo de Guadalajara, su familia propietaria de la cadena de Farmacias Guadalajara, Nicolás Madauar de Mérida, Carlos el chapo Acosta de Huatabampo, Arturo Ortega de Hermosillo. El profesor de la primera asignatura, con el propósito de conocernos, procede a preguntarnos el nombre, procedencia y edad. Al final de este ejercicio el Cano Canelos emergía como el más viejo del grupo con 21 años de edad, y yo me llevaba el título del más joven a mis 16 años.

Iniciábamos nuestra educación universitaria en un Mexico en el cual se le presagiaban graves problemas. Se le presentaban las facturas por sus males comportamientos del pasado. El camino que seguía el país, aunque oculto en la demagogia, era muy claro, especialmente en el manejo de sus políticas fiscales. Desde finales de la segunda guerra mundial, Mexico establecía políticas impositivas repelentes incrementando impuestos en todos los niveles y actividades. Sin embargo, cada vez que se establecía un aumento de impuestos, eran correspondidos con fugas de capital que presionaban el valor del peso e incrementaban la dependencia del endeudamiento externo.

Nuestros líderes no entendían que las fugas de capital son causadas por impuestos abusivos sobre dividendos, ingresos por intereses cobrados, otros ingresos corrientes, ganancias de capital, especialmente cuando los niveles de inflación ubican a la gente en niveles más altos para ser ejecutados con la guadaña de Hacienda. Esas medidas son siempre golpes mortales para dos de los conceptos más importantes en economía, creación de riqueza y formación de capital. Sin ellos, no hay prosperidad ni oportunidades para nadie

 Incertidumbre en el valor de la moneda, abusivas políticas fiscales y económicas en general, también promueven esas fugas. En 1965, cuando EU reducía impuestos para poder competir con Alemania y Japón, el nuevo presidente de México, Díaz Ordaz, reducía el impuesto más alto del país a un 35%, para curar el daño del 50% establecido en 1960. El crecimiento económico se aceleró y la naturaleza de ese crecimiento fue transformada. En lugar de tratar activar la economía a base de gasto del gobierno en obras públicas, financiadas con deuda externa, hubo un surgimiento de inversión privada sin precedentes.

Pero en el momento que nosotros vivíamos al inicio de nuestros estudios, una serie de crecientes inseguridades creaban gran preocupación en el sector privado, premoniciones de una grave crisis de la economía. El gobierno se encontraba en el proceso de implementar una serie de cambios en las políticas impositivas, que introducían medidas de corte socialista, especialmente sobre el impuesto sobre ingresos personales. Solamente esas medidas serian suficientes para generar masivas fugas de capital, en busca de oportunidades más seguras en el extranjero. Pero los “políticos” permanecían ciegos ante ese panorama.

Nos esperaría un triste horizonte cuando, al terminar nuestros estudios profesionales, nos darían una tétrica bienvenida al mundo empresarial, que era el destino hacia donde nos dirigíamos. En 1972 el promedio impositivo se incrementaría un 42%, en 1975 se llevaría a 50%, y para cerrar con broche la docena trágica, en 1979 se incrementaría a un 55%, y además un impuesto adicional de un 10% para causantes con altos ingresos.

Se sentaban las bases del peor ataque a la economía de México, tal vez en su historia.  
Estoy Herido pero todavía puedo pelear (VI)
Al DF en busca de mi destino
Ricardo Valenzuela

 Después de cinco años de estudios, parrandas, conquistas, famosos pleitos, e, inclusive, a escondidas de mi padre 12 peleas como boxeador profesional, todas ganadas noqueando. Después de un año en San Francisco estudiando ingles, parrandas, e infinidad de aventuras amorosas, hippies, un año en mi ciudad natal de Hermosillo con la intención de quedarme. A base de presiones había conseguido mis padres me apoyaran en un importante negocio de compra—venta de ganado, y este ciclo llegaba a su final. Los graves enfrentamientos con ambos, mi padre y mi madre, eran cada vez más intensos, fue cuando decidí era hora de liquidar mi ganado y apuntar mi proa hacia otros mares.

A mis 23 años había manejado una compra—venta de ganado financiada por un importante banco, y ahora vendía el ganado para exportación, como siempre había sido el plan, y el proyecto me dejaba una ganancia de más de $50,000 dólares, que a fines de los años 80 era una cantidad considerable, especialmente para un chamaco fiestero. El último enfrentamiento con mi padre había sido causado cuando, en el pueblo de Mazatán muy cercano a nuestros ranchos, me agarrara a balazos con los hermanos de una dama con la cual había tenido un largo idilio, y ellos no estaban contentos de la forma que se terminaba pretendiendo chantajearme. Mi presencia en Hermosillo ya olía mal, e inclusive, muchos de mis amigos me aconsejaban largarme.

AQUÍ LE CEDIA LA PALABRA A MI BUEN AMIGO BOLIVIANO, CARLOS MOGRO, QUIEN GENTILMENTE SE OFRECIO PARA AYUDARME EN ESTA INTRIGANTE AVENTURA, COMO REDACTOR Y EDITOR. DESGRACIADAMENTE CARLOS FALLECIO Y ELLO ME OBLIGO A TOMAR DE NUEVO ESA RESPONSABILIDAD A LA MITAD DE ESTE PROYECTO.
   
Eran los primeros días de Enero 1989, Ricardo ya había vendido todo su ganado en la operación de compra venta que le tomara todo el año pasado, y con una buena suma de dinero, ya tenía sus planes bien estructurados para iniciar la nueva aventura de su vida; El trasladarse a la ciudad de Mexico para establecerse en esa bella metrópoli, y al mismo tiempo para hacer una maestría en la UNAM. Los últimos meses del año recién terminado, habían sido de mucho trabajo, pero también de muchas fiestas y parrandas. La relación con su padre era ya insostenible pues prácticamente no podían estar en el mismo lugar. Debía de marcharse, y pronto.

Ricardo súbitamente irrumpe en el clásico y aburrido medio día de la familia Valenzuela, pasa con una pequeña maleta de viaje entre sus dos padres que en esos momentos descansaban en la estancia casera. Su madre le pregunta; ¿a donde vas? Ricardo le responde; a México. Lo interroga de nuevo Doña Celia; ¿de vacaciones? No, responde Ricardo, voy a iniciar mi verdadera vida. Doña Celia y Don Ricardo se miran con extrañeza pero sin decir una palabra continúan con sus lecturas. Eran los primeros días de Enero de 1969. Ya en la calle en un auto esperaban a Ricardo dos de sus buenos amigos para llevarlo al aeropuerto en donde se encontraría con otro de ellos; Ernesto Yberri, su compañero de aventuras durante los siguientes dos años en la ciudad de Mexico. 

Ernesto y Ricardo se saludan en el aeropuerto con el estilo bromista que siempre había caracterizado su relación, desde que estudiaron en el Tecnológico de Monterrey solo unos años atrás. Se dirigían precisamente a Monterrey en donde Ernesto había dejado su automóvil al terminar sus estudios de maestría, y de esa ciudad planeaban trasladarse a la gran metrópoli de México D. F., en donde iniciarían sus vidas profesionales. El vuelo de Hermosillo a la ciudad de Monterrey les tomaría (y se tomarían algunos tragos) aproximadamente dos horas, con una escala en Chihuahua. Durante todo ese tiempo los dos jóvenes profesionistas harían planes con gran entusiasmo, de cómo conquistar ese gran trofeo del Distrito Federal. 

Al despegar el avión del viejo aeropuerto de Hermosillo, Ricardo se asoma por la ventanilla para observar su querida ciudad, y a los pocos minutos al este de la misma, tiene también la oportunidad de ver el rancho familiar que tanto representaba para él. Lo invade nostalgia y algo de tristeza. El último problema con su padre, Don Ricardo, había alcanzado proporciones ya serias, tanto que Don Ricardo le había expresado su arrepentimiento de haberle dado su mismo nombre. Se sentía triste también al pensar que dejaba atrás a su novia, Suzette, una hermosa muchacha de Nogales, Arizona, con la cual ya había formalizado su noviazgo con el anillo de compromiso que le entregó solamente unos días antes durante la Navidad. Él sentía que tal vez la estaba haciendo perder tiempo, pues su futuro en ese momento era incierto.

Se sentía triste y frustrado puesto que los últimos meses habían sido de gran desorden, parrandas, escándalos, enfrentamientos con su padre. Pero más frustrado que triste al haberse dado cuenta que la promesa de su primo Arcadio Valenzuela, quien ahora encabezaba el Banco Ganadero, de darle una oportunidad en el mismo, no se había concretado. Esto lo afectaba en forma especial porque su primo Arcadio era uno de los héroes de su niñez, alguien a quien siempre había admirado profundamente. El pensamiento de que su primo lo hubiera engañado, lo hacía sentirse decepcionado y triste. Sin embargo, Ricardo no tenía idea del papel tan importante que representaría su primo en el futuro que ya lo esperaba, entre las sombras de ese horizonte al ahora iba a su encuentro.

La pareja de amigos cruzaban el país en este vuelo casi de costa a costa, en medio de un México que se preparaba a despedir la década de los 60s que tantos cambios habían acarreado consigo a nivel mundial, y que desafortunadamente para nuestro país, marcaría el final de una etapa que durante los siguientes 15 años los mexicanos recordaríamos con gran frustración y nostalgia. El Presidente Díaz Ordaz se encontraba en la última etapa de su administración que desde el punto de vista económico era a luces de todo mundo, un rotundo éxito. La inflación permanecía controlada prácticamente a los niveles de la de los EU; el crecimiento de la economía se situaba en 7%, los intereses razonables, desempleo inexistente, el peso firme, la deuda externa era de 3 billones de dólares, en fin, el “desarrollo estabilizador” en todo su apogeo.

Sin embargo, la obra de Díaz Ordáz desafortunadamente se teñía de sangre ante los acontecimientos del año anterior. El gobierno federal había reprimido el movimiento estudiantil encabezado por el Consejo Nacional de Huelga, en los eventos que culminaron con la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de Tlatelolco. El Consejo Nacional de Huelga—a quien todo mundo identificaba como camorristas de la UNAM--- había iniciado un movimiento de protesta que amenazaba con desestabilizar el país, e inclusive ponía en duda la celebración de los juegos olímpicos de ese año que se deberían de llevar a cabo en nuestro país. Aun cuando los orígenes y los líderes de tal movimiento eran de ideología marxista tan de moda en esos años, se identificaba también con el deseo nacional reprimido por una apertura democrática que definitivamente en México no existía.

Ricardo no se imaginaba el mundo tan diferente que le esperaba, a lo que él en esos momentos percibía después de haber hecho todos sus estudios en colegios privados, y al haber recibido títulos en economía y administración de empresas en tal vez la Universidad mas exclusiva y conservadora del país; el Tecnológico de Monterrey. La década que estaba por terminar se había distinguido por una revolución cultural y cambios drásticos en los valores de las sociedades a nivel mundial. Era la década de la guerra de Viet Nam que tanto dividía a los americanos y al mundo en general, la década del asesinato del Presidente Kennedy y su hermano Bobby, cuando él también buscaba la presidencia. Era la década de The New Society de Johnson en los EU, que lanzaba a ese país a una irresponsable espiral socialista que años después se tendría que corregir con gran dolor, solo para repetir el regreso al socialismo una y otra vez.

Sin embargo, en los EU en unos cuantos días tomaría posesión como el nuevo presidente, Richard Nixon, el primer mandatario republicano después de dos administraciones demócratas. La guerra de Viet Nam había destrozado al presidente Johnson, física y moralmente de tal forma que, no había aceptado ofrecer su candidatura para un segundo término. El asesinato tan cuestionado—en cuanto a sus investigaciones—del presidente Kennedy, había provocado una nueva actitud en la sociedad americana de pérdida total de la confianza en su gobierno, y muy particularmente en el partido demócrata. Nixon, era ahora la gran esperanza de reconciliación, pero sobre todo, la gran esperanza para finalizar el doloroso conflicto de Viet Nam que ya costaba más de 50,000 vidas y varios trillones de dll.  

Después del largo vuelo, finalmente los dos amigos arribaban a la ciudad que los había acogido en sus años de universitarios y a la que tanto querían. Monterrey se presentaba ante sus ojos esa noche, con su gran resplandor de lo que era; una gran metrópoli y tal vez el único bastión del verdadero capitalismo—un capitalismo tan especial como Ricardo años después descubriría—en un México que ya se enfilaba hacia los años 70, años que pondrían a prueba el alma y la reciedumbre de todos los mexicanos. Ricardo siempre había admirado la labor de los regiomontanos y muy particularmente al Patriarca de la ciudad; Don Eugenio Garza Sada, a quien había tenido la oportunidad de conocer en sus años de estudiante, en los que seguido se iba a las instalaciones del Tec. de aventón con Don Eugenio cuando este asistía a las juntas de Consejo. Le impresionaba como siempre lo reconocía y lo llamaba por su nombre. Ese semestre en el cual don Eugenio una vez a la semana le daba aventón al Tec, los recordaría Ricardo como más productivos que sus 5 años de estudios profesionales

La estancia de dos días en Monterrey le permitió a Ricardo recordar los felices tiempos de estudiante. Recorrió de punta a punta la ciudad y los lugares que tantos recuerdos le traían. El centro con su flamante Plaza Zaragoza, el café de Sanborn’s en donde tantas horas había dedicado a sus platicas de café con sus amigos, el Hotel Ancira en donde seguido se reunía también con sus amigos, pero para ingerir cantidades industriales de cerveza Bohemia. Ya no existía el Bar Imperial, sitio de su primera parranda cuando arribó a la ciudad apenas a sus escasos 16 años. En compañía de Ernesto recorrieron durante una tarde entera el barrio del Obispado, con sus consiguientes vueltas a la Plaza de la Purísima que ya no era lo que ellos habían conocido. Finalmente cerraron su corta estancia en esa imponente ciudad, con una buen milanesa del restaurante Flores que tanto los favoreció como estudiantes.   

Al día siguiente los dos jóvenes profesionistas se enfilan en el auto de Ernesto hacia su destino; la ciudad de México. Ambos, según ellos, zarpaban con un arsenal sin duda suficiente para conquistar esa babel que era el centro del poder de un México ya viejo y cansado de tantos años de patriarquismo, del monótono avanzar del priismo revolucionario. Ambos eran jóvenes, inteligentes, portaban títulos del Tecnológico de Monterrey, eran altos—, eran bien parecidos, sus nombres eran reconocidos en cualquier parte del país como de “familias conocidas de Sonora,” y aun cuando en esa época no existía el término, a estos jóvenes aventureros se les podría haber etiquetado como YUPIS, palabra para hoy en día describir a la mayoría de ejecutivos de Wall Street como jóvenes, solteros, profesionales y con gran futuro.

Les tomó prácticamente todo el día el recorrer la distancia de mas de 1000 Km. que separan a la ciudad de Monterrey del Distrito Federal. Durante las más de 10 horas de viaje, los dos esbozaban uno al otro sus agresivos planes para conquistar el mundo. Después de haber recorrido los estados de San Luis Potosí y Querétaro, finalmente, desde una loma a la entrada del Valle de México, divisan la imponente ciudad. Ambos jóvenes sienten un fuerte escalofrío recorrerles el cuerpo, la respiración se torna mas agitada, el corazón les palpita con mas rapidez. Finalmente el sueño de su niñez, después de su adolescencia y la primera parte de su juventud—el arribar y conquistar la misteriosa ciudad de México—ha iniciado la primera etapa de su desarrollo. Hacen un alto en el camino para poder realmente apreciar el panorama, sonríe uno al otro, se dan la mano e inician la etapa final del ansiado viaje.





Estoy herido pero todavía puedo pelear (VIII)
Bienvenidos a la Zona Rosa
Ricardo Valenzuela

Iniciaron la entrada a la ciudad en una noche de viernes. El tráfico de inmediato los desconcierta. El anillo periférico de la ciudad se encontraba plagado de automóviles que circulaban en ambas direcciones en una marcha frenética y anárquica. Después de casi media hora en esa vía, logran salir en una de sus escapatorias para de lleno entrar a la avenida Reforma a la altura del bosque de Chapultepec. Los jóvenes se quedan atónitos con la belleza del lugar. El clima era frío en esa noche de Enero y el lago emitía una pequeña bruma que hacia el panorama aun más bello. Aun cuando tanto Ricardo como Ernesto en otras ocasiones habían tenido la oportunidad de visitar brevemente la ciudad, nunca la habían apreciado con tal esplendor. Al llegar al monumento de la  Diana, de nuevo se miran uno al otro para afirmar; México, agárrate que aquí vengo con la rienda floja. 

Se dirigían ahora a la zona rosa en donde dos de sus buenos amigos; Hector Dávila de Hermosillo, y Fernando Noriega de Mexicali, ya se encontraban establecidos en un confortable apartamento de cuatro recamaras, y a donde habían sido invitados para compartirlo. La zona rosa esa noche de viernes se confundía con un manicomio; automóviles circulando por las pequeñas avenidas a velocidades indescriptibles, infinidad de gentes tanto turistas como nacionales, caminado desordenadamente al dirigirse a los restaurantes, bares, boutiques, hoteles, y todo tipo de comercios. Después de recorrer las diferentes calles aledañas a su destino, identifican un espacio para estacionar el auto, y se dirigen a la dirección escrita en un pequeño papel que Ernesto había recabado de Hector en Hermosillo. Ernesto le dice a Ricardo; “oye Chabelo, vamos a estar en el corazón del desmadre en esta ciudad, ve nomas el cuererio por todos lados.” (Los amigos mas íntimos de Ricardo lo llamaban Chabelo, haciendo referencia al famoso cómico de esa época, ya que Ricardo desde los 15 años de edad media casi 1.90 y pesaba cerca de 100Kg.)

Luego de algunas vueltas, finalmente encuentran la pequeña callecita en la que se ubicaba el departamento. Se quedan admirados de la infinidad de gente caminando por tan pequeño callejón, pero sobre todo, la infinidad de hermosas mujeres que se dirigen a uno de los lugares más populares de la calle; el café del Gatolote, un agradable café—bar cuya propietaria era la esposa de Manolo Fábregas y popular centro de reunión de actores. La pequeña calle era hermosa; Llena de boutiques, comercios, galerías de arte, restaurantes, hoteles, y mucha gente distinguida. Finalmente encuentran la dirección, trepan por una vieja escalera hasta el tercer piso, para ahí ser recibidos por sus viejos amigos y ex compañeros del Tecnológico de Monterrey, que ya se encontraban trabajando en la ciudad. Después de los clásicos abrazos y saludos, Hector desenfunda una botella de escocés etiqueta negra, y propone un brindis por la buenaventura de los recién llegados. 

Luego de tomarse un par de copas, todos deciden descansar un rato pues era todavía temprano, darse un buen baño, y salir a celebrar la llegada de los dos amigos al escenario de su nueva aventura. Ricardo entra a la pequeña habitación que sería se recamara, se recuesta en una sencilla cama, cierra los ojos y respira profundamente. La ansiedad y el nerviosismo todavía lo acompañaban, pues a pesar del inventario de su famoso arsenal para conquistar el mundo, no dejaba de ser un muchacho de 23 años, tímido, inseguro y podríamos decir con una serie de problemas de auto estima, producto de una muy mala relación con sus padres, y muy particularmente con su padre. Ricardo muy en el fondo de su ser, no sentía que tener las “verdaderas” herramientas para la conquista que tanto anunció a sus amigos, pero estaba decidido de morir en la batalla. No había más, la alternativa de arrendarse, no existía en su menú.

Sin embargo, el alcohol como siempre lo había reconfortado, lo hacia olvidar sus temores e inseguridades, lo hacia sentirse “bien.” Como se había adueñado de la botella, le da un fuerte sorbo a pico y sin agua, respira de nuevo profundamente. El alcohol de inmediato hace su efecto, se siente motivado, eufórico, lleno de energía, se levanta ágilmente para de inmediato meterse a la ducha. Los cuatro amigos se dedican a recorrer los mejores lugares de la zona rosa consumiendo tragos y cigarros al por mayor. Escuchan los mariachis del bar en el Hotel Aristos, coquetean con hermosas mujeres en el Hotel María Isabel, y finalmente se dirigen al bar del Hotel Presidente para escuchar a Cuco Sánchez. Ricardo, como siempre le sucede, alimenta su hambriento ego con la infinidad de mujeres que le coquetean, pues es de todos sabido su éxito con ellas. Finalmente ya a altas horas de la madrugada, todos se retiran al apartamento.

El resto del fin de semana transcurre igual, pero con escenarios diferentes en medio de celebraciones, bares, copas, brindis, y ya el contacto con algunas guapas muchachas que habitaban ese mismo entorno de superficial parranda. Finalmente, el primer lunes en la gran ciudad es para Ricardo una premonición de muchos otros que vendrán. Se despierta a temprana hora con un terrible malestar producto de la cruda luego de tres días de intensa parranda. Como siempre, se siente terriblemente culpable, sentimiento que no lo abandonaría durante muchos años y, sin duda, la fuente de graves conflictos que lo arrastrarían a navegar aguas por demás borrascosas en los siguientes años de una vida que, al iniciarse, ya estaba destinada a llevar a este joven inquieto, por los senderos del alcoholismo, las adicciones, y desesperación. 

Ricardo y Ernesto se preparan para iniciar el plan que los deba de establecer en la gran ciudad como dos de los nuevos jóvenes ejecutivos, recién graduados, y demandados por infinidad de empresas en busca de talento. Ricardo siempre había manifestado su intención de convertirse en un gran banquero. Era un sueño que albergaba desde que en su niñez, cuando acompañaba a su abuelo al Banco Ganadero, del cual era uno de sus fundadores y accionista importante. Sus compañeros de apartamento les habían dado información valiosa. El Tecnológico de Monterrey mantenía una red de ex alumnos que se ayudaban entre ellos, y especialmente se dedicaba a orientar a los nuevos compañeros al llegar a la ciudad buscando oportunidades. De inmediato ambos se dirigieron a la oficina de ex alumnos en donde fueron recibidos con entusiasmo, y después el encargado procede a organizarles entrevistas con otros ex alumnos ya en importantes posiciones en las diferentes empresas líderes en sus ramos. Ricardo, a través de dicha red, de inmediato organiza entrevistas en los dos grandes bancos que a el le interesaban como alternativas para el inicio de su carrera en el mundo de las finanzas; Banamex y Bancomer. Sin embargo, debido a sus inseguridades, había decidido entrevistarse también con otras empresas que no fueran bancos como una forma de protegerse ante la eventualidad de no ser contratado por alguno de los colosos financieros. Sus entrevistas con ambos bancos transcurren con gran cordialidad, hasta que le notifican la necesidad de presentar las pruebas psicológicas y, sobre todo, las de coeficiente intelectual. Ricardo siempre había considerado que, definitivamente la inteligencia no era su principal atributo. En realidad se consideraba muy por debajo de lo normal. Años después descubriría cómo había arribado a esa trágica conclusión que marcaría su vida de una forma dramática.    

Tanto Banamex como Bancomer tenían lo que a Ricardo le parecía un sueño; los famosos grupos de desarrollo de ejecutivos, en donde se reclutaban a jóvenes prospectos graduados de las mejores Universidades del país y del extranjero, para someterlos a un entrenamiento intensivo de casi dos años recorriendo todo el sistema, y al final ofrecerles una posición ya de cierto nivel. El joven profesionista soñaba cada noche con esa oportunidad, pero estaba seguro que el resultado de sus pruebas—sobre todo, las de inteligencia—se la negarían. Desde que tenía uso de razón, siempre había estado convencido de que él era de una inteligencia mediocre, y en algunas ocasiones inclusive llegó a pensar que era tonto. Eso había provocado que en la escuela primero, y en la Universidad después, al enfrentar una materia difícil y creyéndose incapaz de entenderla, simplemente no le prestara atención con sus consecuentes resultados al pasar de panzazo.

Durante los primeros días de su estancia en el departamento, Ricardo conoce a una bella muchacha quien era la dueña de la boutique a un costado del edificio de apartamentos. Una tarde al estar esperando a sus compañeros de vivienda, puesto que había olvidado la llave, Rosalía—que era el nombre de la chica—al verlo afuera le pregunta que hacía ahí. Después de explicarle el problema, ella le invita un café y esperarlos dentro del local, pues la tarde era fría. Platican largo y tendido solo interrumpidos cuando entraba algún cliente. Ella queda realmente impresionada con los antecedentes del joven. A la hora del cierre del establecimiento, ella le pregunta si le apetecía un brandy. Cierra la puerta principal, prepara un par de brandis que vierte de una botella de Terry español. Brinda ella por el éxito del muchacho en su nueva aventura. Después de la tercera copa, ya despojados de sus inhibiciones, casi sin darse cuenta se revolcaban entre las finas piezas que la boutique exhibía. Ese fue el inicio de una aventura para Ricardo que duró los primeros tres meses, y le fuera bastante conveniente aunque después, no hallaba como salir de esa situación.  

Rosalía era una muchacha muy bella, una empresaria exitosa, al parecer, era miembro de la realeza del DF pues claramente se veía en la clientela que tenía, y se había enamorado locamente de Ricardo. Todas las noches, después de cerrar la boutique, Rosalía le llamaba y el bajaba para iniciar le revolcada casi diaria, previa injerencia de algunas copas del excelente brandy español que siempre Rosalía mantenía en su hermosa boutique. El problema se presentaba cuando después de unas semanas, Ricardo y Ernesto entraban al bar del hotel Aristos, y de inmediato ve a una hermosa muchacha en compañía de una señora guapa y distinguida y otra muchacha joven. La hermosa muchacha empieza a coquetearle con el claro permiso y complacencia de sus compañeras. Pero como él arribaba sin el elixir que lo convertía en súper hombre, el alcohol, no se atreve a responder al coqueteo. Para su fortuna les dan una mesa cerca de las damas y, al momento que empiezan hablar, la señora madura casi les grita; “muchachos, ustedes son de Sonora, ¿no?” Así es le responde Ernesto, los invitan a la mesa y es cuando se enteran las chicas eran nietas del Gral. Abelardo Rodríguez, ex presidente de Mexico y originario de Sonora.

Minutos depuse ya instalados en su mesa, Ricardo se empuja dos escoceses dobles en las rocas y se inicia la magia. Se enteran la señora es la madre de las chicas y también originaria de Sonora, miembro de una distinguida familia, los Platt y, en su juventud, buena amiga de la madre de Ricardo y su padre, patriarca de los Platt, muy amigo de su abuelo. Al abandonar el bar horas después, Ricardo con su magia había ya conquistado a Fernanda Rodríguez Platt, una de las chicas más populares del DF, e iniciaban un romance que provocara Ricardo, durante los siguientes meses, se dedicara solo a ella, olvidándose de las otras tentaciones y, desafortunadamente, también de Rosalía.

Fernanda llegaría a cimbrar a Ricardo como pocas y Ricardo a ella igual. Lo introduciría, al igual que la Chata en Monterrey, con la realeza del DF frecuentando con ella, bodas, fiestas, exhibiciones de arte, y hasta juegos de Futbol. Algunas veces la pareja de enamorados simplemente se iban a pasar el fin de semana en alguno de esa infinidad de bellos lugares que hay alrededor del DF, como Cuernavaca, Toluca, Puebla. Otras veces los pasaban en Valle de Bravo en una bella cabaña de un amigo de la familia de Fernanda.  Sin embargo, cuando ella se enterara del compromiso de matrimoniarse de su príncipe azul, terminaba la bella relación.

El departamento en donde se habían acomodado estos dos jóvenes, se hacía muy popular entre los sonorenses radicados en el DF, y también de sonorenses que llegaban a la ciudad ya fuera de visita o de negocios. Ahí recalaban desde altos ejecutivos, hasta artistas como Pancho Vega y su hermana la Isela, a veces con algunas de sus amigas en ese mundo del espectáculo como; Emily Cranz, Angélica Chain y muchas otras. Otros visitantes regulares eran Miguel Gállego y su esposa, la famosa actriz, Ariane Welter (hermana de Linda Christian), quien había bautizado a Ricardo como el Clint Eastwood mexicano, porque afirmaba se parecía mucho al actor, a quien ella acababa de conocer puesto que filmaba una película en Puebla. A Miguel lo habían conocido en el Tec en Monterrey y él, aunque bastante menor que Ariane, se había enamorado y se casaron.

Ricardo en lo personal había establecido una linda amistad con Ariane, y años después, al enterarse de su suicidio, había penetrado a un laberinto de tristeza que no pudo abandonar durante un par de años. El ambiente de ese departamento se empezaba a tornar peligroso.






Estoy herido pero todavía puedo pelear IX
Ricardo Valenzuela

El resto del mes de Enero transcurre para nuestros jóvenes entre las entrevistas, el proceso de conocer la ciudad, pero más que otra cosa, entre las salidas nocturnas de copas, amigos, música, y mujeres bellas. Eran ya clientes asiduos y muy conocidos de los principales bares de la zona rosa; pero gran parte de su tiempo lo pasaban en el bar del Hotel Aristos que se ubicaba a solamente a una cuadra del apartamento. Ricardo pensaba; “esto si es vida, una gran ciudad, infinidad de mujeres bellas, lejos de mi padre. ¿Que más puedo pedir?” Lugo pensaba; si esto es sin tener la tranquilidad de un ingreso constante, ya me imagino con un buen trabajo y dinero fluyendo. En los primeros días de Febrero, Ricardo recibe una llamada de las gentes que lo habían entrevistado en Banamex solicitando su presencia en el banco. De inmediato se traslada sumamente nervioso a las oficinas principales en el centro histórico de la ciudad. Era el primer resultado de sus gestiones.

Es recibido por la plana mayor de la División de Recursos Humanos del banco, y acto seguido le notifican que el resultado de los exámenes ha sido muy satisfactorio, por lo cual están dispuestos a contratarlo. Se queda bastante confuso y extrañado ante tal afirmación, pues él estaba seguro de que el resultado de los mismos sería lo que le impediría su entrada a uno de los exclusivos grupos de ejecutivos en desarrollo. Ricardo con asombro y nerviosismo les pregunta. ¿Como estuvieron mis exámenes de coeficiente intelectual? Rescatando unos documentos del expediente, el encargado de ellas le responde; “excelentes, el resultado fue de Superior +, es decir, es usted punto menos que genio.” Ricardo se pasa una mano sobre la frente con incredulidad pensando y cuestionándose; ¿Se habrán equivocado? ¿No serán los resultados de otra persona? ¡Esto no puede ser, estos pendejos se equivocaron! 

Acto seguido, totalmente desconcertado, les notifica tener una serie de actividades pendientes, que no le permitían en esos momentos tomar su decisión, por lo que les solicita unos días para darles su respuesta. La realidad era que se encontraba tan sorprendido y confundido por el resultado de los famosos exámenes—sobre todo el de inteligencia—que no se sentía con el ánimo de decidir algo tan importante en esos momentos. El jefe del departamento molesto le dice; “le estamos ofreciendo una gran oportunidad y nos dice lo tiene que pensar, no entiendo ¿está usted consciente de la cantidad de jóvenes profesionistas que matarían por una oportunidad como esta?” Ricardo le responde, yo tampoco entiendo, se despide cortésmente y se encamina pensativo al apartamento sumergido en sus pensamientos. No podía aceptar el que su coeficiente de inteligencia fuera como lo había descrito el Dr. Becerra; “el de punto menos que genio.” Al estar dirigiendo su automóvil sobre la calle Reforma, por primera vez en su vida lo ataca un pensamiento muy especial; “a lo mejor no soy tan pendejo como siempre he creído.”

Esta reflexión tendría, a partir de esos momentos, un efecto sumamente importante en su vida, porque finalmente como él descubriría años después; “el ser humano es solo el resultado de sus creencias y los pensamientos que lo controlan.” También la afirmación de un gran filósofo; “si crees que puedes, o si crees que no puedes, de las dos formas estas bien”.

Envuelto en sus pensamientos llega al departamento ya pasadas las 6 de la tarde, por lo que el resto del grupo ya había arribado de su trabajo. Le informan el haber recibido una llamada, ahora de parte de Bancomer. Como los acontecimientos vividos en Banamex unas horas antes lo confundían profundamente, busca el ordenar sus pensamientos confiando sus inquietudes y sus dudas a su grupo de amigos. Después de escucharlo todos con atención, Héctor, su amigo de toda la vida y compañero de casa en Monterrey, de una manera drástica le afirma: “Mira Pinche Chavelo, ese ha sido tu gran problema de toda la vida, siempre has creído que eres pendejo, pero de pendejo no tienes nada, eres uno de los tipos más inteligentes que yo he conocido.” Ricardo se queda pensativo.  

Para aclarar sus pensamientos y como solía hacerlo para todo, decide salir a tomarse un trago en compañía de sus amigos. Después de recorrer sus bares favoritos, como ya era su costumbre casi diaria, se regresan todos al apartamento y deciden irse temprano a la cama, pues apenas era martes, la semana estaba iniciándose. Ya tendido sobre sus espaldas, de nuevo se zambulle en sus pensamientos de lo ocurrido esa tarde. Trata de recordar desde cuando era que esos pensamientos de escasa inteligencia lo habían acompañado, pero sobre todo y lo más frustrante, en donde se habían originado, cual era la verdadera causa de tales creencias. Finalmente después de revisar el archivo de sus recuerdos durante casi una hora, el sopor del alcohol le distorsiona su análisis y finalmente se queda dormido.

Ese jueves de Febrero, la ciudad de México y todo el Valle amanecían con un gran esplendor, el sol brillaba con intensidad en el horizonte de su nacimiento. Ricardo había dormido mal, el alcohol nunca le había servido como compañero de lecho. Finalmente, haciendo un gran esfuerzo se levanta, recuerda de repente que ese día era su cita en Bancomer, de inmediato se le ilumina la cara, desaparece el sopor del alcohol dejando solo un pequeño malestar de la incipiente cruda. Saborea dos tasas de café muy cargado, salta con alegría a la ducha, y mentalmente empieza a visualizar la entrevista que le esperaba esa mañana (un ejercicio que el solo descubriera y que le serviría infinitamente en el futuro, visualización). Bancomer sin duda era su mejor alternativa. El banco más grande y moderno de América Latina. Se enfunda ágilmente en su mejor traje, escoge bien su corbata, se da un último vistazo en el espejo, queda satisfecho y sale del apartamento con alegría para enfilarse a la cita que cambiaría su vida.

Lo recibe también la plana mayor de la División de Recursos Humanos en las oficinas principales de Bancomer, ubicado en la calle Simón Bolívar en el bello centro histórico de la ciudad. El responsable del Grupo de Desarrollo de Ejecutivos, Enrique Estrada, de inmediato le informa que pretenden contratarolo. El luego pregunta por el resultado de sus exámenes que tanto lo preocupaban. El psicólogo también ahí presente le informa que eran sumamente satisfactorios. No conforme respuesta, específicamente ahora pregunta por el resultado de las pruebas de inteligencia. El psicólogo Pineda le responde que el resultado había sido de Superior +, es decir, confirmaban lo que ya los ejecutivos de Banamex le habían informado. Ricardo piensa unos momentos, suspira profundamente, se dice a sí mismo; “A lo mejor no soy pendejo.” Ahí mismo acepta la oferta de Bancomer para formar parte de su exclusivo grupo de ejecutivos en desarrollo. Un grupo elite que no solo era para muchachos graduados en las mejores universidades, con resultados superiores en sus pruebas, también era refugio de hijos o parientes  de importantes consejeros del banco en todo México, puesto que se consideraba el entrenamiento era tan bueno, que se podía aplicar en cualquier tipo de empresas.

Años después, al leer un hermoso cuento Ricardo entendería su problema. El cuento narraba la aventura de un indio americano que andando de cacería se encuentra un huevo de águila. Lo recoge y lo lleva a su aldea y con cuidado lo acomoda junto con los huevos de una gallina que él tenía. Pasan los días, los huevos se rompen y nace una serie de pollitos y, por supuesto, la pequeña aguilita. Crecen todos juntos y la pequeña águila siempre pensando que también era gallina y así, igual que ellas, se dedicaba a comer gusanos rascando la tierra. Meses después cuando estaban en su diario trabajo de rascar la tierra, la pequeña águila mira al cielo y ve un majestuoso grupo de águilas volando. Le dice a uno de los pollitos; como quisiera ser águila para poder volar a esas bellas alturas. El pollo responde; cállate no seas pendejo, nosotros somos pollos y no podemos volar. El águila agachó la cabeza para seguir rascando la tierra, y jamas hizo ya el intento de volar. Nunca se daría cuenta que siempre había tenido la capacidad de volar hasta la inmensidad de las alturas, pero no lo sabía.

Ricardo regresa al apartamento ya pasada la tarde, pues había decidido comer con uno de sus amigos quien había sido compañero de estudios en el Tec. de Monterrey, Memo Arana de Torreón, y era ya miembro del grupo de ejecutivos en desarrollo, y de alguna forma lo había orientado para manejar sus entrevistas con las gentes responsables del Grupo. Después de la comida decide visitar algunas librerías del centro de la ciudad, pues la lectura era algo que siempre lo apasionaba. Camina largamente por las calles aledañas al zócalo recordando la primera vez que visitó esta bella ciudad, allá en 1963 durante una semana santa con todo su grupo de amigos sonorenses que estudiaban en el Tecnológico. Su excitación era tal, que no se da cuenta de la hora y casi a las 7 de la noche, con su ego semi reivindicado, con prisa enfila hacia el apartamento ansioso por dar la noticia a sus amigos.

El resto de la semana transcurre entre las celebraciones por la contratación de Ricardo de parte de Bancomer, y la de Ernesto quien había aceptado una oferta de la Ford. En medio de esas celebraciones, Ricardo decide que habiéndose dado cuenta finalmente de que no era el pendejo que siempre había pensado, ahora definitivamente estudiaría su maestría en Finanzas, programa ofrecido por la UNAM. Se antojaba una misión por demás pesada el trabajar en Bancomer, estudiar una maestría y seguir la vida de parranda que no estaba dispuesto a abandonar. Hacia fines de la semana sus compañeros de apartamento deciden abandonar el festejo que ya duraba tres días, por lo que él cierra sábado y domingo sumido en el tequila del Caballo Bayo, ahora acompañado de la modelo Rebeca Mitchell, a quien había conocido en una excursión que esta hizo a Hermosillo para una exhibición de modas en Mazón Hermanos. Una muchacha escultural y que ya había logrado incursionar al cine y, en palabras de nuestro protagonista, uno de los mejores brincos de su vida. Platicaba el mismo que su madre había acudido a la exhibición con su grupo de amigas. Cuando le informaron a Rebeca ahí estaba mi madre, asumía pasos especiales enfrente de ella. Don Pepe Mazón entonces le dice; “mira Celia, esta muchacha es tu nuera”. Mi madre con su conocida franqueza responde: “Todas las cirqueras que llegan a Hermosillo de inmediato se convierten en mis nueras”.

El lunes Ricardo se presenta orgullosamente por primera vez a su nuevo trabajo de Bancomer. Sin embargo, se sentía realmente mal debido a la cruda provocada después de casi una semana de parranda. Atraviesa el largo corredor del octavo piso del bello y moderno edificio del banco, para encontrarse con las miradas inquisidoras de infinidad de ejecutivos con antigüedad que siempre aspiraban incursionar al grupo elite del banco, pero más importante, las coquetas miradas de las cientos de muchachas que laboraban en ese piso. A este joven, el coqueteo de las mujeres siempre le había servido como paliativo para los problemas de inseguridades que durante toda su vida lo habían perseguido como lobos feroces. Su cuerpo alto y atlético, semejante al de muchas luminarias de Hollywood, realmente contrastaba con sus actitudes mentales, sus temores, e inseguridades. Cuando llegaba al pequeño escritorio asignado a los jóvenes ejecutivos en desarrollo para recibir correspondencia, siempre encontraba dos que tres papelitos con números telefónicos.      

Iniciaba así su carrera bancaria en un México que ya se despedía de la década de los 60s, un México en efervescencia por la sucesión presidencial que ese año se debería resolver. Un México que a poco mas de la mitad de ese Siglo XX, ya presentaba las facturas de los conflictos políticos que lo había abrazado durante más de cien años. Aun cuando nos encontrábamos en medio del famoso desarrollo estabilizador, el país se había rezagado y en esos momentos era una parodia de lo que a principios del Siglo llegó a representar. Los EU durante todo el Siglo XX continuaban con esa  metamorfosis que, durante el siglo 19, en tan solo cien años lo habían convertido en la nueva potencia mundial desplazando a Inglaterra y su Reino Unido, del lugar que habían ocupado durante varios siglos. México sin embargo, con la revolución que lo destruyó, y después con sus ensayos socialistas, había enviado el bienestar de sus ciudadanos a niveles de países ya conocidos como terdermundistas.

El ser miembro del grupo de ejecutivos en desarrollo, le daba a Ricardo otra interesante oportunidad en un campo que amaba. Bancomer tenía, sin lugar a dudas, la mejor división de estudios económicos de toda América Latina y, con su compulsivo interés de sumergirse en el estudio de esa ciencia, se las había agenciado para, además de su estancia en esa división como parte de su entrenamiento, le abrieran las puertas ya no como miembro del grupo, sino como un ejecutivo con un interés especial, e inclusive, puerta abierta con su Director, Manuel Sánchez Lugo, para obtener no solo información económica, sino la forma en que se captaba y preparaba esa información. Ese sería la continuación de un idilio con la economía, que se iniciara en la preparatoria del Colegio Regis, con una charla del Licenciado Ramón Corral Delgado, que hasta la fecha continua.    

Desde entonces, a nuestro joven economista lo asaltaría un deseo compulsivo por descifrar ese gran  misterio de la pobreza de Mexico, y la riqueza de EE. UU. Ello lo llevaría a descubrir crueles verdades que los mexicanos siempre han decidido ignorar.





IX

Esa bienvenida que el Lic. Sánchez Lugo le daba a Ricardo, le permitiría explorar una rama de la economía que él no conocía; la historia económica de Mexico. La estructura económica del país es resultado de su pasado. Una telaraña de fuerzas políticas internas emergiendo contra las olas de influencia extranjera de ideas y aptitudes. La mayoría de ellas, al inicio de nuestra historia, conectadas con España y Francia, y después con los EEUU durante los últimos dos siglos. Cuando Hernán Cortes invadiera Mexico en 1519, descubría una civilización que mostraba un admirable avance que habían mantenido durante 2,000 años. La ciudad de Tenochtitlán era un asentamiento muy elaborado, y sobre ella se construyera después  la ciudad de Mexico, tenía una población diez veces mayor que cualquier ciudad española, con excelentes comunicaciones, acueductos y drenaje.

Pero cuando Cortez invadiera Mexico, el sistema económico y político de los aztecas, se había convertido en una Teocracia imperial abusiva y opresiva organizada de la misma forma que surgiera la Nueva España, en esa abusiva ocupación de los españoles. Las estructuras sociales de los Mexicas era una elite formada por la burocracia y los nobles, que Vivian de explotar a sus súbditos y conquistar a otros pueblos. Los sacerdotes y los burócratas moraban en grandes palacios con cientos de sirvientes, a expensas de las villas agrarias comunales. La religión, como el Mexico del siglo 19, era la fuerza cohesiva  en la sociedad. El individuo, a menos que fuera parte de la aristocracia sacerdotal o política, no tenia significado alguno

Eran los primeros informes que Ricardo exprimía de la División de Estudios económicos, y le daba una buena visión de la fuente original que heredaba el país para terminar, en estos años 60 a punto de entrar a los 70, en un cascajo habitado por una sociedad explotada, sufriendo todas las carencias, corruptelas, injusticias que les serbia una clase política aferrada al poder. Lo que ni los economistas de Bancomer se imaginaban, es lo que le esperaba a Mexico en la década que estaba por iniciarse, que lo cimbraría hasta lo más profundo de sus raíces.

Ricardo nunca había comulgado con el estilo mexicano de gobernar. Tal vez su cercanía a su abuelo materno quien por ser uno de los grandes ganaderos y terratenientes de Sonora constantemente se tenía que enfrentar a las agresiones demagógicas y corruptas de estructuras como la Reforma Agraria. Desde muy pequeño el muchacho había sido testigo de los sufrimientos de su abuelo al verse simplemente despojado de lo que era el fruto de su esfuerzo. El no entendía el por qué el gobierno les arrebataba a unos el patrimonio de una vida de sudor y lagrimas, para dárselo a otros. Ya como estudiante en la facultad de economía del Tec. en Monterrey, había tenido la gran fortuna de conocer a uno de sus mentores; el Dr. Giorgio Berni. Cuando el Dr. Berni le regaló una copia del libro de Von Mises; “La Acción Humana”, al leer esa magna obra había quedado mas confundido pues no entendía por qué no se aplicaba en ninguna parte del mundo.

Años después entendería y vería muy claramente que en el Tecnológico mas que aprender liberalismo—que llegaría a ser su religión—los enseñaban a jugar el juego del estabishment, el juego del capitalismo crony, el del cepalismo que había controlado a toda América Latina durante tantos años. Con horror comprendería cómo el rompecabezas mexicano estaba armado de forma similar al mecano; el juego que tanto le gustaba de niño. El Estado, el gobierno era el sol alrededor del cual giraban todos los mexicanos en una sinfonía de complicidades en la cual cada quien debía de tocar la melodía con las notas que se le entregaban. Ese sistema aniquilaba la iniciativa y creatividad de la sociedad creando clusters de grupos dependientes del gran poder; el Estado, que como en la época feudal escogía a los ganadores y perdedores en medio de esa complicidad de los agraciados, y la sumisión de un pueblo cada vez más pobre y harapiento.

Finalmente y después de transitar por el largo pasillo, Ricardo llega a la oficina de Enrique Estrada el responsable del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo. Luego de una larga platica introductoria en la que se le informa en que consistirá el entrenamiento de un año, en el cual deba de recorrer todo el banco, financiera, hipotecaria y compañía de seguros, Estrada le notifica que el primer paso del programa será en una sucursal, y normalmente se escoge la que se localice mas cerca del domicilio del entrenado. Le informa que la sucursal asignada es la que se ubica a solo media cuadra de su apartamento en el corazón de la zona rosa. Ricardo sonríe de satisfacción, pues no sólo es sumamente conveniente y funcional, pero esa oficina del Banco es a la que acuden todas las bellas damas de esa zona de la ciudad, además de innumerables actrices, modelos etc.    

Al día siguiente Ricardo se presenta a lo que sería el primer paso de su largo entrenamiento. Lo recibe un hombre maduro identificado como el gerente de la sucursal para después de leer la carta del departamento de Recursos Humanos, proceder a presentarlo con el resto de los empleados. Siendo esta una oficina de servicio mas que de negocios, el 90% de los elementos que laboraban en ella eran muchachas jóvenes, mismas que con picaras sonrisas daban la bienvenida al nuevo ejecutivo en desarrollo. Las siguientes semanas serían para Ricardo de una gran intensidad, tanto en el aspecto profesional de su entrenamiento que cada día más le gustaba, como en el aspecto de su recepción de parte de todas las mujeres que conformaban el grueso de la oficina. Tanto empleadas como clientas de inmediato iniciaron el plan de conquistar el nuevo trofeo ante esa ya famosa complicidad que caracterizaba el muchacho. 

El segundo día en la oficina de Bancomer de la zona rosa, a través del ventanal identifica a una hermosa mujer de Monterrey que él conocía muy bien. Se trataba de Aida Cortez, una ex reina del Tecnológico y ex miss Nuevo León. Sale apurado a saludarla y cuando ella lo ve, se le ilumina la cara con una gran sonrisa y casi grita; Chero. Se dan un abrazo y Ricardo antes de que ella pudiera reaccionar, le da un beso en la boca. Aida finge evitarlo pero luego le corresponde apasionadamente. Pregunta ella ¿Qué andas haciendo por aquí? Yo te ubicaba en tu rancho trabajando de vaquero.

Ricardo le hace una reseña rápida de cómo había llegado al DF. Aida siempre había gritado por todo Monterrey que estaba enamorada de Ricardo. Sin embargo, con las diferentes conquistas, entre ellas la de la Chata Garza T, el nunca había estado disponible en aquella época de estudiante. Pero ahí estaba frente a ella

Durante un mes Ricardo recorrió los diferentes departamentos de la sucursal asignada. Desde cartera, mostrador múltiple, análisis de crédito, cajas, contraloría, subgerencia, y finalmente la gerencia. Durante la mañana trabajaba arduamente tratando de absorber toda la información que se le proporcionaba en cantidades exageradas al tiempo que tomaba notas de todo. El personal de la oficina, pero en especial el gerente, se impresionaban de la manera tan natural de Ricardo para establecer contacto con todo tipo de gente. Al terminar el día y al cierre de la oficina, procedía a resumir las notas de todo lo transcurrido durante la jornada de trabajo y pasarlas a un diario. Normalmente a eso de las 3 de la tarde se retiraba a comer a los diferentes restaurantes de la zona rosa y siempre acompañado de alguna de las bellas empleadas, o hermosas clientes. El resto de la tarde era de simplemente desarrollar el papel que tanto le gustaba, el de la parranda y cacería de bellas mujeres.

Ese mismo mes, armado con la nueva seguridad que la había proporcionado el resultado de los exámenes de inteligencia servidos por los dos bancos, se enlista en el programa de Maestría en Administración de la UNAM en donde para su sorpresa, fácilmente pasa los exámenes de admisión. Logra convencer a Hector Dávila uno de sus compañeros de apartamento para que también se enliste, y juntos inician el programa que se extendía de las 6.00 PM hasta las 10.00 PM diariamente en las instalaciones de la facultad de administración de la propia Universidad. Ricardo y Héctor hacían el diario recorrido por toda la avenida Insurgentes desde la zona rosa, hasta el campus universitario en el sur de la ciudad. Sin embargo, el recorrido aunque largo, era agradable y les daba la oportunidad de comentar los temas estudiados.  Ricardo y El Chapo, como cariñosamente llamaban sus amigos a Héctor, construirían una gran amistad ya iniciada en Monterrey que perduraría toda la vida.

Al final del primer mes del entrenamiento y ya encausado en el programa de maestría de la Universidad, Ricardo se sentía totalmente realizado, tal vez por primera vez en su vida. Estaba totalmente convencido de que su futuro era la banca, sin duda también era su vocación. Ese sentimiento de bienestar era complementado con las cartas que muy seguido recibía de su novia Suzette a través de las cuales le dada ánimos y fortaleza para seguir adelante con sus planes. Por primera vez en su vida no se sentía perdido. Poco a poco iba aclarando sus prioridades; sabía que la banca era una de sus pasiones, ahora entendía que la economía era otra de ellas, y siempre supo que los ranchos ganaderos eran su primer amor. Constantemente recordaba los momentos felices de su niñez y adolescencia en el rancho de su abuelo.

Pero en ese océano de parabienes sin embargo, había algo que le incomodaba. Sentía cierta frustración de que la oportunidad que en un momento dado su primo Arcadio le había ofrecido para trabajar en el Banco Ganadero, no se hubiera materializado. Ese había sido su sueño desde que muy pequeño y de la mano de su abuelo iba a ese banco. Cuando su primo nunca lo volvió a llamar como le había prometido, realmente se sintió decepcionado y muy frustrado. Ahora, tal vez impulsado por esos sentimientos, Ricardo todas las mañanas al despertar hacia algo que después descubriría era una de las técnicas más poderosas para programar nuestro subconsciente. Cada mañana se visualizaba tomando posesión como Director General del Banco Ganadero, el banco de su abuelo. Lo hacia con una gran intensidad, pasión y disciplina. Ese ejercicio años después lo dejaría atónito.

Los siguientes meses transcurren con una velocidad extraordinaria para Ricardo. Entre su intensivo entrenamiento, el programa de maestría y sus infinitas parrandas, no le queda tiempo ni siquiera para su pasatiempo favorito; la lectura. Sin embargo, se las agencia para por lo menos una vez al mes darse una escapada a sus librerías preferidas; las del Fondo de Cultura Económica. Sin darse cuenta el verano llega con todo su esplendor de una ciudad de México que en esa época solamente contaba con tal vez 5 millones de habitantes, sin los problemas de trafico de hoy día, y definitivamente sin los efectos del smog y el crimen que en estos momentos ya lo hacen realmente insoportable. En el mes de Julio su programa de entrenamiento lo lleva a la División Internacional del banco, y es ahí en donde descubre algo que lo apasionaría también por el resto de su vida; los servicios financieros internacionales. 



ESTOY HERIDO

Sin embargo, en medio de este escenario que tanto le agradaba, había algo que ya lo empezaba a molestar. El apartamento en donde él y sus amigos vivían se había convertido en el centro de reunión de infinidad de sonorenses en el DF, exatecs de toda la República que se encontraban ya trabajando también en la ciudad, y sobre todo, el centro social y de parranda de ellos y de sus ya muchas amigas que  consideraban ese lugar como el “centro de reunión.” Era tal el problema que en algunas ocasiones había de 8 a 10 gentes pernoctando en el pequeño lugar. Casi no había día en el cual Ricardo no se levantara con el clásico malestar de la cruda que cada vez lo afectaba con más intensidad. Ese verano por primera vez en su vida lo atacó un pensamiento; “la posibilidad de que el alcohol empezara a ser un agente verdaderamente negativo en su vida.” Él estaba hasta cierto punto consciente de que el alcohol era “peligro” pero no quería pensar en ello.

A veces como no queriendo desembarcar en esa playa, recordaba cómo sus borracheras habían siempre sido la fuente de la mayoría de sus problemas. Desde sus pleitos en su época de estudiante cuando rondaba por todos los burdeles de Monterrey simplemente buscando donde iniciar uno, hasta los repetidos escandallos de los que había sido protagonista en reuniones, bodas, celebraciones. Todos sus amigos sabían de la transformación que él sufría con el alcohol. Los múltiples enfrentamientos con su padre sin duda tenían en gran parte su origen en eso que a veces pensaba fuera ya una adicción. Sin embargo, la idea de abandonar el alcohol simplemente lo aterrorizaba. Había en esos momentos ya una parte importante de su vida que en un gran porcentaje dependía del alcohol. A medida de que el tiempo avanzara, tristemente se encontraría entregando su vida entera a esa dependencia.

Ricardo sospechaba que el tenia una personalidad compulsiva. Todo lo que este joven profesional hacía era así; todo o nada. Lo era con la comida, sin duda el alcohol, con la ropa, y definitivamente con al sexo que además de proporcionarle los placeres muy especiales de la actividad, era una forma muy efectiva de hacer contrapeso a sus problemas de inseguridades, complejos y una pobre auto estima. Cada conquista de una hermosa mujer, era para él una inyección de cierta seguridad para su deteriorado ego. Sin embargo, en estos momentos el alcohol se había establecido como la prioridad de su compulsión. Había ocasiones en que él y Ernesto tomaban durante todo el fin de semana a veces sin dormir durante más de 24 horas. Al segundo día caían rendidos para solamente continuar después de unas cuantas horas de sueño. Después el lunes era para ellos un verdadero calvario al presentarse a trabajar sintiendo que les faltaba aliento, con rudas compulsiones, palpitaciones y un gran sentimiento de culpa. 





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Hacia finales del verano Ricardo recibe una agradable sorpresa, su novia a quien no veía desde Enero cuando abandonó Hermosillo, le había notificado el que lo visitaría por unas semanas aprovechando que ella tenia un grupo grande de parientes con los que se podía hospedar. Como es natural, al recibir la noticia se llenó de alegría pues tenia muchas ganas de verla, pero además, él pensaba que con la presencia de Suzette tendría que bajar el tono a sus escapadas, parrandas y borracheras, que ya en algunas ocasiones—sobre todo los lunes—le preocupaban. No estaba seguro si realmente se quería casar. El anillo de compromiso se lo había dado en una borrachera para al día siguiente de la cruda pensar y preguntarse; ¿que hice? Pero él racionalizaba sus actos pensando que era una buena muchacha, guapa, inteligente, de buenas familias, amiga de sus hermanas, y además su familia era encantadora y lo hacían sentir parte de ella.   

En medio de esa reflexión lo atacaría un elemento que a futuro definiría el rumbo de su vida de una forma por demás negativa. Se sentía comprometido, se sentía culpable con el sólo pensamiento de no cumplir con el compromiso que ya había establecido. Sentía que Suzette lo había apoyado en momentos difíciles, lo había consolado en sus tristezas, había sido su refugio siempre que en sus borracheras provocaba algún conflicto, escándalo, y sobre todo, el doloroso enfrentamiento con su padre que siempre lo hacia sentir como el ser más inmundo e infeliz sobre la faz de la tierra. Su padre desde que el tenia uso de razón, lo había agredido verbalmente y con ese resultado; Él hacerlo sentir mal: Tonto, irresponsable, flojo, mentiroso, inmerecedor de las cosas que él pretendía, incapaz de lograr sus sueños. Nunca lo agredía físicamente, tampoco lo insultaba, sus agresiones eran mas bien desaprobando todo lo que hacia. Eran reclamos y regaños sin fundamentos. Sin embargo, Suzette siempre estaba ahí para consolarlo y animarlo. 

No sabía si realmente estaba enamorado. Él haber crecido en una familia en la cual el amor y sus manifestaciones siempre habían estado ausentes; hacía para el muy difícil el llegar a un diagnostico acertado de sus sentimientos. Desde que él recordaba, su padre y su madre mantenían recamaras separadas, se hablaban con gran solemnidad, nunca se decían algo positivo, por supuesto que jamas se confesaban amor, jamas se dispensaban una caricia. Doña Celia para referirse a su esposo siempre decía “el Licenciado,” o simplemente “Valenzuela.” Ese ambiente había provocado que todos los miembros de la familia fueran muy fríos y no supieran expresar sus sentimientos. Pero el caso de Ricardo era muy especial puesto que su padre con su estilo frío, agresivo y acusatorio, a sus hermanas las ignoraba desde siempre, lo cual lo había convertido en el blanco de sus frustraciones y definitivamente de sus agresiones verbales que tanto daño le habían hecho.  

Envuelto en esos pensamientos se dirigía al aeropuerto a recibir a su prometida. Algo más le inquietaba, hacía varios días había tenido un sueño por demás raro. Había soñado que Suzette estaba saliendo con uno de sus viejos pretendientes. Un tipo de Nogales Sonora al que siempre le había gustado la hermosa muchacha. No encontraba explicación para su malestar, finalmente era solo un sueño. Después de estacionar su flamante automóvil ultimo modelo, se introduce a la terminal para dirigirse a la salida de los vuelos internacionales. Se sentía nervioso, molesto, y no sabía el por qué. Luego de esperar varios minutos, finalmente aparece Suzette en la terminal de desahogo de viajeros internacionales. Se dan un abrazo y un beso que a Ricardo le parece frío. Ella se veía cansada, ojerosa, seria y sin duda también molesta por algo. Después de recoger el equipaje, se montan en el auto para iniciar la ruta que los llevaría al norte de la ciudad, en donde se hospedaría ella con sus parientes.

¿Que tienes? Le pregunta Ricardo sin rodeos. Ella le responde; mira ya estoy cansada y harta de esperar, me diste el anillo hace casi un año y ni siquiera hablamos de matrimonio, ya no digamos hacer planes de boda. Continúa; yo estoy allá en Nogales esperando mientras tú te diviertes a lo grande aquí, porque no me vas a decir que te la pasas encerrado. Es rumor general en todo el estado de Sonora que tu y Ernesto son los nuevos play boys de la ciudad de México. Todo mundo los ha visto parrandeando acompañados de bellas mujeres en diferentes lugares como El Caballo Bayo, en bodas, en todos los bares de la zona rosa, y hasta en los periódicos aparecen sus fotos con “amigas.” Esto no me parece justo, yo he estado esperándote durante años, pero no estoy dispuesta a esperarte para siempre. Ricardo un poco sorprendido le revira; “que curioso, hace unos días tuve un sueño en el que te veía saliendo con Elías Saied aun con el anillo de compromiso.”

Responde ella; “pues definitivamente que es curioso, porque anoche cuando estaba empacando me llamó Elías para pedirme que te regresara el anillo y que el se casaba conmigo de inmediato.” Ricardo monta en furia como seguido lo hacia y le responde: “perfecto, regrésate a Nogales y cásate con ese hijo de la chingada, y que seas muy feliz.” Lo único que falta es que mi sueño se haya convertido en realidad.” Suzette al verlo tan furioso retrocede en su actitud y responde: “Pero como crees que yo me voy a fijar en alguien como ese después de estar contigo. Yo te quiero a ti y contigo quiero pasar el resto de mi vida. Ahora, yo no puedo evitar que gente como Elías me llame con esas tonterías.” Pero Ricardo o todavía montado en cólera le repite; “No ya te lo dije, regrésate y cásate con ese pendejo, olvídate de mí, a mi no me vas a chantajear de esta forma, esto se acabó.”         

Enseguida Suzette rompe en llanto y le dice: No pudo creer lo que me dices. Si lo que buscas es un pretexto, no lo busques mas, no lo necesitas, simplemente háblame con la verdad y si no te quieres casar conmigo, solamente dímelo, I am a big girl, no sería el fin del mundo. Ricardo algo desconcertado le responde; mira, estamos muy sensibles los dos en estos momentos, estamos cansados, no creo sea buena idea el resolver nada en este momento. Vamos reencontrandonos los próximos días, vamos hablando, vamos exponiendo nuestros verdaderos sentimientos. Yo siento que este tiempo en que no nos hemos visto, nos ha cambiado a los dos, a mí me ha combiado profundamente. Las experiencias que he vivido en esta ciudad durante los últimos meses, me han dado otra perspectiva de la vida. No hay duda de que soy un hombre diferente.

Durante las siguientes semanas Ricardo y Suzette se hacen inseparables. Eso permite que se aleje de sus amigos y amigas de parranda que durante todo ese tiempo como antes, lo hace sentir bien en compañía de su prometida. Siente que ella es una buena influencia para él. Se siente tranquilo, calmado, no siente ese fuego en el estomago que era clásico todos lo viernes antes de iniciar la parranda del fin de semana. Se divierte haciendo con ella cosas sencillas como ir al cine, ir a comer o cenar, o simplemente caminar por las bellas avenidas de la ciudad. Sin embargo, un viernes después de llevar a Suzette a casa de sus familiares al norte de la ciudad, al llegar al departamento Ricardo encuentra una fiesta en todo su apogeo. Luego de que una de sus amigas favoritas insistiera, se toma la primera copa de las muchas que tomará el resto del fin de semana.  

Como siempre le sucedía cuando algo lo preocupaba, bebió a su estilo sin límites y de forma compulsiva, como si  el mundo se fuera acabar. Recorrió con el grupo sus guaridas preferidas y ya con muchos tragos en “la panza” como el mismo describía, sus preocupaciones lo abandonaron, sus temores, inseguridades, su personalidad introvertida y todos esos rasgos de su personalidad que tanto le molestaban, como por arte de magia desaparecían. Se había convertido en el audaz, intrépido, agresivo, asertivo hombre que siempre él había soñado, y que solamente el alcohol era capaz de proporcionarle. En uno de los bares que visitaron como era habitual, un grupo de bellas muchachas inició el coqueteo específicamente con él. Con el valor prestado del alcohol, de inmediato se presentó con ellas. Eran de Tamaulipas, y la más agresiva y bella, de pronto le pide, llévame a oír mariachis. Ricardo y la muchacha partieron hacia lo que seria una noche de locura y de placer. 

Había pasado la noche con la misteriosa dama en el hotel en que ellas se hospedaban en el centro de la ciudad. Eran las 11 de la mañana y apenas se estaba despertando para acordarse que había quedado de pasar por Susan a las 9 para desayunar y luego un paseo por el castillo de Chapultepec. Se sentía muy mal, las crudas cada día lo afectaban más, pero sobre todo, ya lo empezaba a invadir el sentimiento más cruel que conocía; la culpa. Sudaba copiosamente, la respiración era irregular, el corazón le palpitaba fuertemente. Al estar iniciando el clásico proceso de tortura que lo seguía siempre después de una parranda, la bella dama abre los ojos y dulcemente le dice; buenos días guapo. ¿Como dormiste? Ricardo inseguro le responde, me supongo que muy bien, pues casi no me acuerdo de nada. Le revira Rosa—que era su nombre—pues yo tampoco te pudo decir que tal dormiste, pero si lo feliz que me hiciste toda la noche.

Como siempre le sucedía en ese tipo de situaciones, el caudal de sentimientos negativos que lo atacaban lo habían inmovilizado. Los síntomas físicos de la cruda se agravaban a cada minuto. “Te vez mal mi amor le dice Rosa.” Le molesta que lo llame mi amor, pero le responde; la cruda me está matando, necesito una cerveza. Pero que falta de confianza le dice Rosa, solo hay que llamar al Room Service. Ella toma el teléfono, ordena de inmediato y con carácter de urgente varias cervezas y por qué no, también un par de bloody maries. A los pocos minutos aparece el camarero con la preciada carga, le dirige una fuerte mirada a Rosa que todavía estaba en su “ajuar de noche,”—y sin duda era una muy bella mujer. Deja la charola sobre la mesa y se retira. Ricardo como alguien sediento en medio de un desierto, prácticamente de un solo trago ingiere la primera cerveza. De inmediato se siente mejor.

Después de la segunda cerveza el alcohol empieza a despejarlo y le hace sentir sus efectos. Los sentimientos negativos empiezan a ser substituidos por una suave euforia y sentimiento de bienestar. Después de unos minutos no sólo ya no se siente mal y culpable, se siente alegre y satisfecho de su conquista. Poco a poco le llegan algunos destellos de la noche anterior. Se da cuenta de que la habitación tenía dos camas y en la otra estaba todavía dormida una de las amigas de Rosa. Se sorprende y se preocupa. Al notarlo Rosa le dice; no te preocupes, ella también se divirtió mucho anoche observando el espectáculo. Es mas, le gruñe, durante un rato cuando me quedé dormida te fuiste a su cama. Pero como ya estabas tan borracho, no creo que haya pasado nada. Ricardo se sonríe, y se siente mejor, su ego se estaba alimentando.





333

Ricardo va por su tercera cerveza cuando la otra muchacha se despierta. Se da cuenta de que es tan bella o más que Rosa. Que lastima, se dice a sí mismo. Buenos días vaquero le dice Marcia—era el nombre de la bella durmiente. Sale de entre las sabanas portando solo el sostén y unas pequeñas pantaletas. Se queda petrificado, era realmente una belleza; alta, esbelta, largas piernas torneadas, el busto firme, las nalgas dibujadas, definitivamente una escultura de mujer. Luego de ingerir su cuarta cerveza, Ricardo decide que ya es hora de reportarse al apartamento. Toma el teléfono y marca, contesta Hector. Qhiubo chaparro le dice Ricardo; óyeme cabrón le responde Hector, te ha estado llamando Suzette toda la mañana llorando y nadie sabe donde andas, no tienes madre. No la hagas de tos pinche zotaco. Hazme un favor; llámala y dile que me jalaron de urgencia a guardia de sobre giros del banco y que no salgo hasta mañana. Ya ni la chingas, pero ahora si la estás regando revira Héctor.

Habiendo cumplido con su cometido, Ricardo se dispone a ingerir el bloddy mary que tan apetitoso se veía. Sin darse cuenta mira el reloj y ve que ya son las 2 de la tarde. Hey muchachas les dice a ambas; que les parece si vamos a comer a un buen lugar donde haya música. Perfecto dice Marcia, me daré yo primero un baño, y nos vamos. Cuando ya los tres estaban listos, deciden ir al Caballo Bayo, un restaurante típico de comida mexicana y de gran ambiente. Al llegar al restaurante, los meseros de inmediato saludan a Ricardo con afecto pues era cliente especial, les dan una buena mesa y de nuevo empieza la fiesta. Ordena tequila para todos. Los tres amigos chocan las copas, se desean lo mejor, e ingieren el líquido como si fuera agua. La tarde transcurre rápido entre los tequilas, la comida, los brandis después de la comida, los mariachis. Para las 7 de la noche estaban todos de nuevo completamente borrachos.

Abandonan el restaurante para dirigirse a otro de los lugares preferidos de Ricardo, el hotel Presidente, en donde permanentemente cantaba Cuco Sánchez. Como de costumbre, los meseros de inmediato lo reconocen y le dan la mejor mesa—cosa que impresiona a las muchachas. Ordenen de nuevo tequila, brindan igual, y lo ingieren como agua. A eso de las 11 de la noche, Ricardo siente que ya estaba muy pasado y sin duda las muchachas. Rosa inclusive se empieza a sentir mal. Deciden que es hora de retirarse, paga la cuenta y salen del lugar para dirigir el auto hacia la zona de la Alameda. Siente que la calle se le hace chica y casi no puede manejar. Finalmente y casi por arte de magia, llegan al Hotel del Prado que era donde se hospedaban. Ricardo se da cuenta de que Rosa se había dormido. Estaciona el auto y casi en peso sacan a Rosa del estacionamiento.

Toman el elevador hasta el sexto piso, entran a la habitación. Marcia le pide a Ricardo, ayúdame a ponerla en su cama. Lo hace y Rosa se queda profundamente dormida. Bien le dice Marcia; ahora es mi turno, se le avalancha y lo empieza a besar con gran pasión. Ricardo primero se sorprende para luego responder a los besos con la misma pasión. El alcohol lo había adormecido y embrutecido pero no tanto para no responder a tan bella mujer. Ambos se desvisten para terminar en la cama contigua en un arrebato de sexo que recordaría durante mucho tiempo. Después del encuentro Marcia cae también en un profundo sueño, mas no así Ricardo; el siempre había tenido ese problema, el alcohol le atacaba el sueño, no podía dormir. Se pone de pie y se da cuenta que sobre la mesa había una botella de tequila, le da un fuerte sorbo, de inmediato se reconforta, les da un ultimo vistazo a las dos mujeres, y abandona la habitación. 

Las siguientes horas de esa todavía joven noche, serían algo que recordaría durante el resto de su vida. El había traído consigo la botella de tequila que estaba en el cuarto. Dirige su auto hacia el Hotel Aristos con la intención de seguir la parranda. Sin embargo, al llegar al Hotel se da cuenta que en el transcurso de solo unos minutos, se había terminado el contenido de la botella y estaba ahora si, definitivamente intoxicado. Las siguientes tal vez cuatro a cinco horas serian para Ricardo un infierno del cual por poco no sale. De repente la noche se convierte para en una pesadilla. Pierde la consciencia, pero no el conocimiento, y así continua deambulando. De vez en vez recupera algo de consciencia para darse cuenta de que andaba en la Villa de Guadalupe, la pierde de nuevo para recuperarla parcialmente y encontrarse en Ciudad Universitaria.

Durante todas esas horas vaga—el supone—por todo el Valle de México como alguien que entra y sale de un coma, pero en este caso un como alcohólico. En los ratos en que parcialmente recuperaba la consciencia, había momentos en los que no sabia en que ciudad del país estaba. A veces creía estar en Hermosillo, después en Monterrey, luego en Los Angeles. Recuerda vagamente como en medio de ese horripilante ataque de alcoholismo, se dedicaba a alcanzar a otros autos para amenazarlos con una pistola que portaba. Recuerda también vagamente como inclusive había hecho un alto en donde estaba un grupo de gentes, también para amenzarlos con la pistola. Después tiene todo borrado  hasta despertar al día siguiente en el apartamento, sin acordarse ni explicarse como había llegado.

Al abrir los ojos al día siguiente después de haberlos mantenido cerrados durante un buen rato aun ya despierto; empieza a recordar pequeños trozos de lo acontecido no solo la noche anterior, sino los últimos dos días. No puede creer lo que pasa por su memoria. Los efectos de la cruda inician su devastadora acción, el corazón le palpita aceleradamente, las manos le tiemblan, siente que la sangre le corre hirviendo por las venas, no puede respirar. Luego viene el peor de los arribos, el sentimiento de culpa que tanto lo atormentaba. Se siente el hombre más vil y más ruin del Universo. No acaba de entender lo que la había acontecido la noche anterior. Creía haber tenido una pesadilla. En esos momentos se le escurren un par de lágrimas por sus mejillas. ¿Que explicación le daría a Suzette? ¿Que mentira inventaría en esta ocasión? Porque esa era el arma con la que mejor se defendía; la mentira.

Por primera vez en sus escasos 24 años piensa que algún cambio importante tiene que hacer en su vida, porque si sigue por la misma ruta, algo le va a acontecer. Lo sucedido los últimos dos días simplemente lo aterra. En esos momentos le viene el pensamiento de que tal vez le convenía finalmente casarse con Suzette y retirarse de esa vida. El matrimonio lo asentaría, lo alejaría de sus parrandas y correrías. Ya no tomaría como lo estaba haciendo. Finalmente salta de la cama para tomar un baño y comunicarse con Suzette. Su cuerpo en esos momentos le empieza a exigir alcohol, lo piensa por un instante, pero decide no dárselo. Llama a Suzette quien se encontraba preocupada, pero más que otra cosa, terriblemente ofendida, adolorida y decepcionada. Después de argumentar durante algunos minutos por teléfono, finalmente acepta verlo esa misma mañana. 

Recoge a Suzette en casa de sus familiares a media mañana. Al momento de abordar el automóvil, ella explota con todos los sentimientos que la habían tenido atrapada ese fatal par de días. La rabia la ciega y casi no la deja hablar, empieza a llorar y calla momentáneamente. Ricardo aprovecha ese silencio para iniciar su defensa. Si algo se reconocía el mismo, era eso, una gran facilidad de palabra, un gran argumentador y mejor actor. Era sin duda un gran comunicador y con sus palabras seducía a hombres y mujeres. Tenía también otro gran activo, una gran creatividad e imaginación de escritor de novelas. Cuando Suzette se recupera de su exabrupto, Ricardo ya hábilmente había adelantado lo suficiente su argumento—totalmente fabricado—como para que la muchacha lo escuchara. Lo deja seguir hablando pues escuchaba algo que ella quería escuchar, verdad o mentira, ya no importaba, era lo que quería escuchar.

Después de la avalancha de palabras, argumentos, explicaciones, verdades, mentiras, finalmente llega la parte más importante. Ricardo le dice a Suzette; Me siento muy solo, te extraño demasiado, necesito mas estabilidad en mi vida y aunque no creo estar preparado financieramente, quiero que ya nos casemos. A la muchacha se le ilumina la cara. Como por arte de magia olvida todo lo sucedido en los días anteriores. ¿Estás seguro, le pregunta? Como nunca le responde, ya es hora de que estemos juntos. Suzette lloraba, pero ahora de felicidad, se avalancha hacia él, le da un gran beso y le dice, te voy hacer muy feliz. Y yo a ti, le responde Ricardo. Después de platicar algunos detalles, deciden que la boda se efectúe en unos cuantos meses durante las primeras vacaciones de Ricardo. Para esas fechas, su entrenamiento estaría terminado y él ya asignado en algún puesto de responsabilidad. El muchacho acababa de practicar un ritual que marcaría su vida durante los siguientes años; “actuar movido y presionado por un doloroso sentimiento de culpa.” 

Unos días después Suzette se regresa a Nogales para iniciar los preparativos de la boda pues era ya casi Octubre. Habían decidido que la boda se efectuara en Marzo. El entrenamiento de Ricardo iba ya muy adelantado y el se inclinaba por solicitar que el final del mismo lo asignaran a la “línea,” es decir, a la operación era lo que más le había gustado, probablemente como subgerente de una sucursal. Después del horripilante episodio de la noche de coma alcohólico, Ricardo decide que necesita un entorno menos seductor que el que había tenido hasta esos momentos en la zona rosa. El y Hector—el más calmado del grupo—se mudan a una casa de asistencia con ambiente familiar. De esa forma estarían mejor atendidos y según Ricardo, como ya estaba por casarse, pues los tiempos de soltero pasarían a la historia.

Ricardo continúa su entrenamiento con el mismo entusiasmo de siempre. A medida que avanzaba mas le gustaba. El nuevo ambiente de la casa de asistencia le había caído bien, la señora era una buena mujer, sus hijos buenos muchachos y muy serios. La comida y la atención eran muy buenos, en fin, estaba feliz. En el mes de Noviembre el plan profesional de Ricardo da un giro inesperado. Enrique Estrada, el encargado del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo, le notifica que el jefe del Departamento de Desarrollo Organizacional tenía interés en que lo asignaran a su equipo. Ricardo de inmediato le confirma su deseo de ir a la línea no al staff. Sin embargo Estrada insiste en que por protocolo tenga una entrevista con Arturo Alvaradejo, el jefe de dicho departamento. La reunión se efectúa y Alvaradejo, quien era casi igual de seductor que Ricardo, luego de varias reuniones le ofrece un paquete interesante y lo convence para sumarse a su grupo. 

Aun cuando le faltaba un par de meses para terminar el entrenamiento, Alvaradejo solicita que Ricardo le sea asignado de inmediato para de esa forma concentrar el final de dicho entrenamiento en esa nueva área; la de desarrollo organizacional. Ricardo inicia así un nuevo programa ya concentrado a su nueva responsabilidad que le parece interesante. A los varios días Arturo Alvaradejo le notifica el que, como parte de este nuevo entrenamiento, será enviado a tomar un seminario de administración por objetivos al Tecnológico de Monterrey. A Ricardo se le ilumina la cara, el seminario sonaba muy interesante, pero sobre todo regresar a su alma mater y a esa ciudad que tanto quería y en la que tenia tantos amigos. Se hacen los arreglos, y al día siguiente sale a su destino. El vuelo era directo y después de una hora le palpita el corazón al ver desde el aire la bella ciudad en la cual había dejado tantos recuerdos.

Ricardo llega a Monterrey en Noviembre de 1969 en un México que ya estaba en ebullición por el cambio político que se avecinaba. Díaz Ordaz terminaría su mandato el año siguiente, pero era ya hora del famoso “destape.” México durante las últimas décadas se había debatido entre un socialismo a la mexicana, y una economía de mercado también muy sui generis que se había bautizado como economía mixta-siendo en realidad un capitalismo crony y de Estado. En EU Richard Nixon acababa de tomar posesión como presidente en medio de lo que era un confrontación entre las dos grandes potencias del mundo en la llamada  guerra fría. La Unión Soviética cada día más agresivamente expandía sus tentáculos para dominar el mundo. Muchos intelectuales a nivel mundial afirmaban que el comunismo le ganaba la partida a la libertad. Estábamos por iniciar la década de los 70s, una década que marcaría al mundo para siempre.

Aun cuando la administración de Díaz Ordaz estadísticamente ofrecía cuentas muy halagadoras, era un hecho que México se había rezagado en su desarrollo tanto económico como político, y se requerían cambios urgentes e importantes. La gran depresión de 1929 en los EU había hecho resurgir una nueva forma de gobernar que el gran Von Mises había calificado como “intervencionismo.” Un estado asumiendo funciones que nunca había tenido. Los personajes más importantes de la primera parte del Siglo XX sin duda habían sido Keynes en Inglaterra, y Rossebelt en los EU. Esos dos hombres habían cambiado la forma de hacer política pero sobre todo, la función del Estado en el manejo económico de las naciones. El Estado había pasado de ser el árbitro, a ser el gestor, promotor, rector y repartidor de las economías del mundo occidental. 

México durante los años 1950 - 1969 había registrado un comportamiento macroeconómico admirable. El Producto Interno Bruto había crecido a un promedio de casi 7% anual y la inflación había promediado el 4% anual. Esto fue lo que se conoció como el Desarrollo Estabilizador que simplemente fue el resultado de abolir una serie de instituciones y prácticas heredadas de la revolución mexicana, combinado también con un comportamiento más estable de los mercados mundiales. Durante esa época esos elementos estructurales del programa económico fueron apoyados por una política monetaria y fiscal sumamente estricta. Durante ese periodo el endeudamiento del sector publico permaneció consistentemente por abajo de un 3% del PIB, mientras que los instrumentos de control monetario fueron orientados al objetivo de estabilidad de precios y tipos de cambio. Uno de los arquitectos de esta pasmosa estabilidad había sido el eterno Secretario de Hacienda Ortiz Mena.

Ricardo regresaba a la casa que lo había formado profesionalmente. Durante casi toda la década de los 60s el Tecnológico había sido su casa intelectual. Sin embargo, no lo había preparado para lo que lo esperaba con el inicio de los años 70s en los que el desarrollo estabilizador sería tirado por la borda, dando paso a uno de los periodos de inestabilidad más largos y dolorosos de la historia de nuestro país. Había arribado a Monterrey y se hospedaba en el viejo Hotel Monterrey ubicado en la calle Morelos en el centro de la ciudad. A los varios días de estancia en esa ciudad, se desayuna con la noticia de que el partido (PRI) acababa de designar como candidato a la presidencia de la República al Secretario de Gobernación Luis Echeverría. Recibe la noticia con escepticismo, pues en esa época no le interesaba la política, y no tenía la menor idea de quien era ese hombre premiado con la lotería del poder.

Sin embargo, se decía que el candidato Echeverría era un político joven, de una nueva generación. Muchos mexicanos pensantes se habían pronunciado por el Secretario de Hacienda Ortiz Mena a quien consideraban un gran economista, y definitivamente el responsable del comportamiento económico del país durante los últimos años. Ricardo leía los periódicos y pensaba; “bien, iniciaré mi carrera bancaria ya en el verdadero campo de batalla al mismo tiempo que esta nueva administración.” Ante ese panorama había iniciado el desarrollo de su seminario en el campus del Tec. y le parecía interesante a secas. Él había esperado algo diferente. Había también ya tenido la oportunidad de saludar a algunos de sus amigos, entre ellos a Luis Donaldo Colosio todavía estudiante del Tec, quien tendría un importante papel en el futuro del país.

Al tercer día de su estancia en Monterrey lo contacta uno de sus viejos amigos, Adrián Alvarez quien era de Chihuahua y estudiaba leyes en la Universidad de Nuevo León. Estando en el bar de Sanborn’s tomándose unas cervezas para celebrar el encuentro, conocen a un par de hermosas muchachas americanas que se identifican como maestras precisamente del colegio Americano de Monterrey. De inmediato la personalidad carismática de Adrián las cautiva, se unen a la mesa de ambos, y se inicia una fiesta que duraría el resto de su estancia en Monterrey. Ricardo queda impresionado con la belleza de Lisa maestra de secundaria del propio colegio. Esa misma noche se muda a casa de ella en donde permanece hasta el final del seminario. La experiencia para Ricardo había sido diferente, Lisa lo había atendido como nunca alguien lo hubiera hecho, como ella misma lo describió; te atiendo como si fuera tu esposa.

El par de semanas en Monterrey le dan a Ricardo la oportunidad de ver de nuevo a su admirado maestro, el Dr. Georgio Berni jefe del departamento de economía del Tecnológico y quien tanto lo había ayudado y orientado en sus años de estudiante. Platicaron durante largas horas de infinidad de temas, pero especialmente de la situación de México. Berni era de la vieja guardia de economistas. De los economistas formados antes de que el Keynesianismo invadiera el mundo. El creía en los mercados libres originales, los que habían regido al mundo durante todo el siglo XIX y la primera parte del que se vivía en esos momentos. No creía en el estado intruso que se había desarrollado desde los años 30s. Sabes una cosa Valenzuela le afirmaba el ultimo día que lo vio: “Este estado intruso en los próximos años se va a desarrollar mas y con mas tentáculos, se vienen tiempos de gran opresión estatal.”

Las palabras de Berni le parecían exageradas, pero años después comprendería que realmente habían sido una profecía. El maestro también le había afirmado: “Todo el mundo está feliz con la llegada de Nixon a la presidencia de los EU y ahora con la candidatura de Echeverría en México. A mi no me gusta ninguno de ellos. Nixon me parece un hombre sin ideología, y en política no tenerla, es deshonestidad y sobre todo confusión. Es como tomar el timón de un barco sin saber a donde quieres ir, y dejarlo a merced de la marejada. Echeverría me recuerda mucho a Mussolini. En mi juventud tuve esa horrible pesadilla, el atestiguar la forma en que aprisionó a Italia para llevarla al desastre a base de demagogia, de promesas populistas, y después a base de la autocracia. Además continuaba, nadie conoce a ese hombre, nadie sabe quienes son sus padres, es todo un misterio, pero misterio aterrador. ”  

Continua Berni: Es una pena que la economía mundial se esté colectivizando, que se esté matando la iniciativa individual. Pero te digo otra cosa Valenzuela, esto no va a funcionar. Todos estos experimentos estatistas que desgraciadamente se están instalando en los países que siempre han sido el ejemplo para el mundo como EU,  ahora Inglaterra, y desde finales de la guerra en todo Europa, van a fracasar. Y con los fracasos vienen los cambios. Estos van a provocar el regreso de las ideas de libertad económica que tanto se han atacado, pero son las que en su momento desarrollaron a los países ricos del mundo. Tal vez a mi no me toque verlo, no sé si a ti, pero a nuestros hijos y nietos definitivamente, no tengas duda. Termina tu carrera de economía Valenzuela, eres más economista que administrador. Termínala porque te digo otra cosa, a futuro, el mundo estará regido por los economistas. Ricardo con sus prisas por iniciar aventura había dejado un par de clases pendientes para terminar la carrera de economía.

Después de esa reunión Ricardo se queda profundamente preocupado y sobre todo reflexivo, efectivamente le habían quedado pendientes dos clases de la carrera de economía que por desesperado no había presentado a titulo cuando Berni se lo ofreció al momento de recibirse como Lic. En Administración. Estaba totalmente de acuerdo con la afirmación de Berni en el sentido que él era más economista que administrador, e inclusive financiero. Le preocupaba también las predicciones del maestro, no podía visualizar un mundo totalmente controlado por los gobiernos, una economía sin libertad. El mismo Berni en su época de estudiante le había regalado una copia de la obra de Von Mises; “La Acción Humana,” que sin duda había sido el manifiesto de la libertad en contra de la opresión de los gobiernos. En esos momentos sin estar totalmente consciente, se había convertido el liberalismo.

Al terminar el seminario Ricardo regresa a la ciudad de México un poco confundido por el contenido del mismo. No estaba ahora totalmente convencido que ese era el área en la que le gustaría trabajar. Arriba a la ciudad de México un sábado para presentarse el lunes con su nuevo jefe Arturo Alvaradejo. Después de comentar su estancia en Monterrey, el contenido del seminario y otras cosas veniales, Alvaradejo le informa que en un par de semanas ya le asignaría un proyecto específico para de esa forma integrarse de lleno a su nueva actividad. Ricardo le afirma su acuerdo y le recuerda la promesa que le había hecho de al momento de integrarse a su primer proyecto, ubicarlo en el nivel de sueldo que su nueva posición estipulaba. Alvaradejo le responde que eso no seria posible hasta que él tuviera por lo menos seis meses en esa nueva responsabilidad.

En esos momentos Ricardo como algunas veces lo hacia reacciona casi con violencia. Arturo le grita: Tú me hiciste una promesa y ahora me dices que no la vas a cumplir, no lo puedo creer. Yo estoy por casarme e hice planes contando con tu promesa. Alvaradejo ahora también molesto por la agresividad de Ricardo le responde: Bueno, así son las cosas y esto es lo que yo ahora te puedo ofrecer, esto no es el rancho de tu padre, esto es un banco internacional. Ricardo furioso le grita; pues ya sabes lo que puedes hacer con tu oferta, pero en estos momentos te digo, contigo yo no trabajo, yo soy un hombre de palabra, y si el que me quiere contratar no la tiene, no tengo nada que hacer con él. Alvaradejo ya furioso le revira; pues entonces tal vez deberías planear tu futuro fuera del banco. Mira hijo de la chingada grita Ricardo, a mi no me vas a chantajear, contigo no trabajo y si me quieren correr, adelante, yo no soy de los pinches burócratas con los que estás acostumbrado a tratar.

Ricardo prácticamente echando humo se retira del edificio central de Bancomer y decide ir a un café para calmarse y pensar. Cuando siente que ya está de nuevo en control de sus emociones, regresa realmente preocupado para hablar con Enrique Estrada, el responsable del Grupo de Ejecutivos en Desarrollo. Estrada lo recibe con la cara desencajada y un semblante de gran preocupación. De inmediato le dice: Ni me lo cuentes, ya lo sé todo. ¿Que es lo que sabes? Revira Ricardo. Que tuviste un fuerte altercado con Alvaradejo y lo insultaste. Ya ni la chingas Ricardo, Alvaradejo mide 1.68 Mts. Y tu casi 1.90 y pesas mas de 90 Kg. ¿Cómo es que lo retaste? Mira Enrique, responde Ricardo, si eso dice Alvaradejo no lo voy a contradecir, no voy a entrar a ese juego. Pero si te digo que ese cabrón es un rajón y con ellos yo no voy a ningún lado.  Estrada le dice; mira, vete a tu casa, veré que puedo componer, y te llamo.

Se retira a su casa pensativo sin saber que ese altercado le daría un giro inesperado a su vida. Era ya el mes de Diciembre y la ciudad se empezaba a vestir para recibir la Navidad. Ricardo siente un poco de nostalgia. Esa misma tarde recibe una llamada de Enrique Estrada. Tienes suerte cabrón le afirma. Ha entrado a tu rescate Don Luis Tiburcio y se te ha arreglado tu problema. Luis Tiburcio era un viejo banquero Veracruzano quien había estado con Bancomer en Sonora mucho tiempo, y ahora era de los altos ejecutivos del sistema. En esa época había hecho buena amistad con mucha gente del Estado incluyendo el padre de Ricardo, e inclusive una muy buena con su futuro suegro. Al enterarse del problema había solicitado hablar con Ricardo. Estrada le informa; tienes una cita con Don Luis mañana a las 9 de la mañana, no llegues tarde.  

Al día siguiente puntualmente se presenta a la oficina de Don Luis Tiburcio en el piso ejecutivo de Bancomer. Luego de esperar unos minutos, la secretaria con una coqueta sonrisa le informa que el Sr. Tiburcio lo atenderá en esos momentos. Ricardo entra a la espaciosa y elegante oficina para enfrentar un hombre de edad madura con un gran habano en la boca. Don Luis le sonríe y le dice; te pareces mucho a tu padre. Después de recordar un poco sus tiempos en Sonora Don Luis le pide; cuéntame que fue lo que sucedió con Alvaradejo. Ricardo procede a narrar lo sucedido con la honestidad requerida incluyendo su explosión. Don Luis luego de escucharlo atentamente le pregunta: ¿que es lo que te gustaría hacer? Ricardo responde, pues si no me corren me gustaría quedar en la línea. Tal vez como subgerente de una sucursal.

Bien le dice Don Luis, repórtate con Enrique Estrada para que termines tu entrenamiento, y te aconsejo que limes asperezas con Alvaradejo. De acuerdo responde Ricardo y se despide con un fuerte apretón de manos que le hace sentir que Tiburcio es un hombre con el que puede contar. De inmediato sube al último piso del edificio para ver a Estrada quien ya lo estaba esperando. Estrada en sus años mozos había sido seminarista y no escondía sus raíces, tenia el aspecto de un cura de pueblo. Hay Ricardo le dice, que salvada te has dado. Alvaradejo ya te tenía en la borda pero Don Luis te ha rescatado. Ha dado instrucciones de que los últimos dos meses de tu entrenamiento los pases en la gerencia de la sucursal Insurgentes. Mira Ricardo continúa, esa es la segunda oficina en importancia en todo el D.F. Su gerente es un tipo joven y uno de los más brillantes prospectos del banco, aprovecha la oportunidad. 

Al día siguiente se presenta a la Sucursal Insurgentes 5 ubicada precisamente sobre la calle Insurgentes a la altura del Viaducto. Al hacer su entrada a la oficina, de inmediato le llama la atención el orden que se respiraba, y sobre todo, la juventud de su personal. Enseguida le llama más todavía la atención la juventud de sus ejecutivos. El gerente le pareció no llegaba a los 30 años y un par de subgerentes tal vez en sus 20s. Se estaciona enfrente del escritorio del gerente quien le dirige una mirada de pocos amigos, luego de unos segundos le pregunta; ¿en que le puedo servir? Ricardo también con sequedad le presenta la carta expedida por Enrique Estrada anunciando su estancia en la oficina en plan de entrenamiento. Después de leer la carta de nuevo lo fusila con la mirada y le afirma: “La mejor manera de aprender a hacer vestidos es haciéndolos, así es que siéntese en el escritorio del subgerente, y a trabajar.” El tipo le había parecido un poco antipático pero al mismo tiempo nada guacho, le gustaba.

Ricardo acababa de conocer a Antonio López Rodríguez, el prospecto estrella del sistema Bancomer. Jamás se imaginó lo que el destino le deparaba con ese hombre. Toño como lo llamaban sus amigos, era un español formado en México desde niño. Era un tipo realmente joven para la responsabilidad que ya tenía pues solamente contaba con 28 años de edad. Era un hombre alto, de la estatura de Ricardo, de porte atlético y con una personalidad impactante. Era Licenciado en Administración de la UNAM, y portador de una reputación de ser un hombre exageradamente inteligente, audaz, y con un gran don de mando. A López Rodríguez lo apoyaban en el manejo de la oficina un par de subgerentes también realmente jóvenes; Eduardo Eraña quien era hijo de uno de los altos directivos del banco, y Carlos Arzamendi un tipo realmente agradable y simpático.
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Acto seguido, López Rodríguez le ordena a Carlos Arzamendi que se tome el día libre y le ceda su escritorio a Ricardo. Arzamendi amablemente le da la bienvenida, le presenta a Eduardo Eraña y con una sonrisa extraña se despide de él con la frase; “buena suerte.” La mañana transcurre para Ricardo como huracán con infinidad de gente solicitándole servicios que el nunca había proporcionado. Al principio aclarando a los clientes que el solo estaba en entrenamiento, los dirige a Eduardo Eraña, pero al darse cuenta del cúmulo de trabajo del joven subgerente y ver su cara de angustia, empieza a preguntar al personal como hacer las cosas que solicitaban los clientes. A la hora del cierre del servicio al público de la oficina, Ricardo estaba empapado en sudor y realmente agotado. Sin embargo, lo invade una sensación de bienestar. Le había gustado la acción.

Luego del cierre platica un rato con Eduardo Eraña quien le informa que él había nacido en Mazatlán, era Contador Publico, también había estado en el Grupo de Ejecutivos en Desarrollo. Al estar preparándose para retirarse-- pues el programa contemplaba que estaría en esa oficina solo en las horas de atención al publico-- y en las tardes en la oficina central, se les acerca López Rodríguez y en tono ya un poco menos solemne les dice: Bueno muchachos, ahora vamos a comer. Luego se dirige a Ricardo y le afirma ya hablándole de tu, lo hiciste muy bien para ser tu primer día. ¿Tu como te sentiste? Agobiado al principio, pero realmente muy bien, esto es lo que me gusta, la línea. Procede luego Toño ya con su  personalidad carismática, a presentarlo con el resto del personal de la oficina, sin dejar de notar el coqueteo del personal femenino.

Se les une para la comida Carlos Arzamendi—el subgerente del día libre—y ya los tres se dirigen a un hermoso restaurante enfrente del parque hundido. Al momento de acercarse el mesero para iniciar el ritual, Ricardo descubre algo que lo identificaría con Toño en los años venideros. A López Rodríguez al igual que a él, le encantaba el trago. Toño de inmediato y sin consultar a nadie, ordena los tragos especiales de la casa para todos. Reaparece el rato el mesero con unas bebidas obscuras que Rodolfo nunca había visto. Toño levanta la copa dándole la bienvenida a Ricardo, y sorben todos el primer trago. La extraña poción le sabe dulce pero agradable, de inmediato empuja el segundo trago. En unos cuantos segundos el alcohol lo hace sentir bien, sus inhibiciones lo abandonan, le lengua se le suelta, se inicia su transformación,

En unos cuantos minutos los jóvenes banqueros departían como si fueran amigos de toda la vida. Los tres quienes hasta hacía unas horas desconocidos para Ricardo, ahora con gran curiosidad e interés lo interrogan de su vida, de su familia, de sus estudios, de su lugar de origen. Los tragos siguen llegando por ordenes de Toño, hasta que Ricardo se da cuenta que es tarde y tiene que estar con Estrada en la oficina central. Trata de excusarse para retirarse, pero Toño no lo deja. No te preocupes le dice, ahorita hablo con el curita ese. Solicita un teléfono, le marca a Estrada y cuando lo consigue le informa: Enrique, voy a necesitar a Ricardo el resto del día pues lo tengo desarrollando un trabajo especial que no puede esperar. Estrada acepta la explicación. Asunto arreglado afirma Toño, vengan mas tragos. 

La tarde transcurre con gran rapidez en medio de la conversación de estos nuevos amigos. Ricardo había notado la impresión de Toño cuando él exponía sus orígenes, los de su familia, sus estudios en el  Tecnológico de Monterrey, sus relaciones, se notaba su elitismo. Cuando Toño le pregunta si conocía a Don Santos Gutiérrez y le responde; era mi vecino, los ojos del gerente brillan. Ricardo había quedado profundamente impresionado con la inteligencia de Toño, sus conocimientos de la banca, sus ambiciones por llegar a los más altos niveles de la estructura Bancomer. También había notado una fuerte personalidad pero al mismo tiempo complicada. Sin tener bases más que la comida de esa tarde, había detectado un hombre brillante, super ambicioso, pero al mismo tiempo algo lo detectaba como insatisfecho, con cierto resentimiento y definitivamente de carácter muy fuerte, casi podría decir con algo de neurotismo. Pero era sin duda un hombre intrigante e interesante  

Las siguientes semanas transcurren para Ricardo con gran velocidad. Toño había aprovechado su estancia para enviar a Carlos Arzamendi de vacaciones, lo que le estaba permitiendo el desempeñar la función de subgerente con toda la seriedad y responsabilidad que eso requería. Cada día su relación con Toño y con Eduardo Eraña era mejor, igual con el resto del personal. Ya conocía a muchos de los clientes. Le gustaba definitivamente la composición de la clientela de la oficina. Empresas muy importantes por un lado, hermosas mujeres por otro. Muy seguido los tres ejecutivos responsables de la oficina repetían el ritual de las agradables comidas. Ricardo sentía que en las semanas que había estado en esa sucursal había aprendido más que en el resto del entrenamiento. Había ya también conocido al subdirector de zona Don Luis Magaña, realmente un gran tipo.

Transcurría ya el mes de Enero. Finalmente se iniciaba la década de los 70s. La boda se acercaba y Ricardo se sentía raro. La campaña presidencial de Echeverría se había iniciado con todo su fervor. Ricardo había definitivamente bajado el volumen y la intensidad de sus parrandas. Seguía manteniendo una relación con una de sus amigas. Ella era Anita Fernández Mc Gregor quien era sin duda miembro de la realeza del DF y Ricardo había conocido en Hermosillo en donde ella tenía familiares. Desde su arribo a México habían mantenido una relación que para él era simplemente sexual, más no sabía ni le interesaba lo que para ella representaba. Anita era una muy bella mujer y extremadamente sexual. Los encuentros con ella—por cierto no muy seguidos—eran de naturaleza casi animal. Ella en diferentes ocasiones había tratado de introducirlo con su familia, él lo había evitado. Sin embargo, era ya hora de terminar con eso.

Después de otro breve tour por la División Internacional del banco que tanto le interesaba a Ricardo, a su propia solicitud decide cerrar su entrenamiento en la misma sucursal Insurgentes con Toño López Rodríguez. Era ahora el mes de Febrero cuando regresa a su sucursal favorita. Toño le insiste en que esas últimas semanas de su entrenamiento las utilice en algunas operaciones que poca gente entendía como eran; créditos comerciales para importación y exportación, créditos hipotecarios, y todas las operaciones que el banco no podía efectuar y eran derivadas a la Financiera Bancomer. Esas semanas fueron de gran intensidad y trabajo. Los últimos días de su programa los pasa literalmente al lado de Toño, lo que le da una vez mas la oportunidad de conocerlo mejor, y sobre todo, es ahí en donde nace una gran admiración por su nuevo amigo.

Ricardo se sentía raro ante la ya muy real posibilidad de perder su soltería, pero pensaba era por su bien. Llega el día final de su entrenamiento, se despide de Toño dándole las gracias, de Eduardo igual, de todo el personal. Hace una invitación colectiva a su boda para todo el personal de la oficina, y les promete a su regreso llevar a su esposa para que todos la conozcan. Se presenta con Enrique Estrada para hacer lo mismo. Estrada le enseña el excelente reporte que estará enviando del desarrollo y resultados de su entrenamiento. Le informa que a su regreso—como lo había solicitado-- lo tendrán asignado como subgerente, pero será en una pequeña sucursal puesto que ese es el proceso. Acuérdate le dice Enrique, la banca es como la escuela, hay primer año, segundo, tercero etc, y tu vas al primer año. Se despiden con afecto, y Ricardo parte.

Al día siguiente toma el vuelo directo a Hermosillo. Durante las dos horas que dura el recorrido, piensa todo lo que ha cambiado su vida en ese último año. Su memoria vuela hacia el día que él y Ernesto zarparon de Hermosillo llenos de sueños, ilusiones, ideas, pero también con un gran cargamento de dudas, inseguridades, incertidumbre. Era sólo un año pero a él le parecía una eternidad. Sentía que había salido de Hermosillo derrotado, despreciado, desilusionado. Y ahora regresaba si no victorioso-- siguiendo la definición clásica de victoria--, si recuperado, vigorizado, sentía que tenía futuro, que ahora su vida tenía valor y sobre todo un propósito. Sentía que su vida había tenido una cresta y la había superado, que de ahora en adelante el viaje sería uno sin crestas ni sobresaltos; de una suave travesía sin borrascas. Que equivocado estaba.

Sus padres lo reciben con la frialdad de siempre. Sin embargo, siente que algo si ha cambiado. Se da cuenta de que su hermano Hector quien era 10 años menor que él, se empieza a convertir en hombre. Se da cuenta también la gran diferencia en la forma que sus padres lo tratan. Todo lo que el nene quiere, sus padres se lo conceden. Siendo solamente un chamaco de 15 años, ya tiene su carro ultimo modelo, ropa de las marcas mas reconocidas, gasta dinero como si trabajara. Pero lo más grave y preocupante, se le ha formado una personalidad por demás desagradable, déspota, agresivo. Se da cuenta también de que trata a sus padres sin el menor respeto. Les grita, les exige, los insulta. Cuando Ricardo trata de platicar el problema con ellos, de inmediato le cierran la puerta. Finalmente se da cuenta de que él no conoce a su hermano. Cuando salió a estudiar era un niño de 5 años. Era la primera vez que lo veía en esa dimensión.

Después de pasar unos días en Hermosillo saludando amigos, gozando de las despedidas de soltero que le habían preparado, finalmente llega el ansiado día de la boda. Se había trasladado a Nogales unos días antes para ayudar con algunos preparativos, pero sobre todo, para estar con Suzette a quien cada día veía más nerviosa y a punto de la histeria. El día 11 de Marzo se lleva a cabo la boda con la presencia de algunos amigos, los familiares más cercanos, y gran concurrencia de parte de la familia de ella. La ceremonia religiosa se lleva a cabo en una pequeña iglesia de Nogales Arizona, para luego trasladar la celebración a Nogales Sonora. Después de la ceremonia religiosa, Ricardo se sentía “aliviado,” como que se había quitado un peso de encima. Se había hecho el propósito de realmente convertirse en un buen esposo. Definitivamente “según él,” las parrandas habían quedado en el pasado e iniciaba una nueva vida.

Esa misma noche inician su luna de miel en forma por demás económica. Lo hacen en automóvil y solamente un recorrido por las ciudades de Los Angeles y San Diego en California. El viaje es corto pues Ricardo tenía que estar de regreso en la ciudad de México en unos cuantos días. Aprovechan para en Pasadena visitar la High School en donde Suzette había estudiado. Ricardo se siente bien durante el viaje. Suzette finalmente se había calmado, se veía más tranquila y definitivamente feliz. Sin embargo, ya en los primeros días del viaje tienen sus diferencias en la forma en que se manejaban los gastos del mismo. Desde el primer momento que comparten ya como marido y mujer, se empiezan a notar las grandes diferencias en cuanto a sus formaciones familiares.

Ella, una muchacha adorada y consentida por sus padres lo que le había producido una gran seguridad en si misma, y una terquedad para hacer lo que ella quería y decidía. Una niña que era la primogénita de una pareja de padres que al nacer estaban ya en sus años dorados. Suzette estaba acostumbrada a controlar todo, a gastar sin limites, a hacer lo que le venia en gana. Desde que nació había sido el centro de ese hogar, no había nada que no le concedieran, sus padres la adoraban, y ella a sus padres. Él, un muchacho formado en un hogar frío y sin amor, constantemente agredido por su padre que siempre lo hizo sentir como si fuera una carga, o tal vez un estorbo, inseguro, con algunos complejos de inferioridad, y sobre todo y tal vez lo mas grave, un gran sentimiento de culpa a través del cual era muy fácil controlarlo y manipularlo. Pero también a veces un explosivo carácter. Eso provocaría choques fatales en el futuro no lejano. 

Después del breve recorrido pero intenso, los recién casados regresan a Nogales para solamente pasar unos días, empacar la infinidad de cosas que Suzette llevaría a México, y finalmente embarcarse en el largo recorrido en tren que los llevaría hacia su nueva vida en esa gran ciudad. Los despiden los padres de Suzette en la vieja estación de Nogales Sonora. Don Nubar y Doña Panchita lloran al ver que el tren se aleja. En la escala de Hermosillo los padres de Ricardo se dan tiempo para ir a saludar y despedirlos en la estación. El viaje es largo pero agradable. Habían tomado un compartimento bastante amplio y muy cerca del carro comedor. Después de casi tres días de viaje, hacen su arribo al D.F. en una fría noche de ese mes de Marzo. Se dirigen en taxi al pequeño departamento que Ricardo había alquilado con muebles. Llegan realmente agotados por el viaje, tiran algunas cosas en el piso, y se quedan dormidos sobre la cama aun tendida.

Al día siguiente Ricardo se levanta muy temprano. Ese mismo día tenia que reportarse con Enrique Estrada quien le informaría a que oficina había sido asignado. Suzette dormía profundamente todavía. Se prepara un café fuerte para reanimarse, salta a la ducha, y en menos de media hora estaba listo para salir a la calle. Entra a la recamara para despedirse de su esposa con un beso y le susurra; nos vemos en la tarde mihijita. Sale alegremente y enfila su Voswagen nuevo hacia la avenida Insurgentes para dirigirse al centro de la ciudad. En menos de 20 minutos se encontraba frente al imponente edificio del corporativo Bancomer. Toma el elevador hacia el octavo piso ya con cierto nerviosismo. De unas cuantas zancadas alcanza el escritorio de Estrada. Enrique lo saluda y felicita con afecto. Ricardo impaciente le pregunta. ¿A que pinche changarro me mandan.?

Enrique le sonríe y le responde; bueno, no sé si te va a gustar pero por una muy especial solicitud, se te ha asignado la subgerencia de la sucursal Insurgentes 5. No podía creer lo que escuchaba. Si, continua Estrada, López Rodríguez te ha solicitado de una forma muy especial. Carlos Arzamendi ha sido promovido a gerente, y tú vas en su lugar. Mira Ricardo dice Enrique Estrada; Cuando te enviamos a cerrar tu entrenamiento a esa oficina, yo te pedí que aprovecharas esa oportunidad. Pues ahora te lo vamos a exigir. No es lo normal que alguien tan novato como tú se le asigne una responsabilidad como esta. Insurgentes es una de las oficinas más importantes del sistema, es también una de las mejor manejadas. Así es que iniciando tienes tu prueba de fuego. Pero algo te vio López Rodríguez pues el no hace movimientos sin motivos, y motivos muy bien pensados. Aquí está tu documentación y hoy mismo te presentas. 

Ricardo se despide de Enrique y casi a la carrera abandona el edificio para dirigirse con gran excitación hacia la sucursal Insurgentes. Había tomado una vía más larga para evitar el tráfico de esa mañana. Ya encarrerado en su pequeño auto hace un resumen mental. Hacía poco más de un año había arribado a esta gran ciudad prácticamente sin conocer a nadie, sin brújula. Ahora en estos momentos se dirigía a tomar posesión del segundo puesto en importancia de una de las oficinas bancarias más importantes del país. Acababa de contraer matrimonio con una bella y encantadora mujer, se sonríe al tiempo que el tipo del auto enseguida del suyo lo observa como pensando; este cabrón está loco. Pero no le importa, en realidad la vida le sonreía. Finalmente después de manejar durante 20 minutos, llega y se introduce al estacionamiento de la sucursal.

Salta de su auto para con gran prisa entrar a la oficina. De inmediato observa a Toño López Rodríguez atendiendo a unos clientes, Eduardo Eraña tan ocupado como siempre. Toño lo mira, se levanta de su silla para darle la bienvenida con una gran sonrisa. Eduardo hace lo mismo al igual que el resto del personal. Durante su corta estancia en la oficina como parte de su entrenamiento realmente había causado buena impresión con todos los integrantes del personal. Les gustaba su estilo bronco y norteño, su forma de hablar. Toño le dice; mira haste pendejo un rato mientras se llega la hora del cierre, pues quisiera tener una junta de personal para formalmente darte la bienvenida. Se va a la pequeña oficina que Toño mantenía en la parte trasera de la sucursal, revisa unos cuantos documentos esperando la 1 de la tarde, hora del cierre.

Finalmente llega la hora del cierre. Todo el personal se acomoda en las sillas que habían ordenado cerca del escritorio de Toño, y de esa forma se inicia la reunión. López Rodríguez como siempre lo hacia, habla fluidamente y con gran claridad y tono fuerte. Hace una semblanza de Ricardo, sus antecedentes, sus estudios, sus atributos personales, los planes de la oficina con la participación de todos, para así expresar su beneplácito por la inclusión del nuevo miembro al equipo, y pedir la cooperación de todos. Ricardo después dirige unas palabras haciendo gala de su admirable verborrea para comunicar lo emocionado que estaba ante su nueva aventura, lo bien que se sentía en compañía de todos ellos, y finalmente agradece a Toño lo que él describe como la oportunidad de su vida. Al terminar la reunión, Toño, Eduardo y Carlos Arzamendi que permanecía para hacer la entrega a Ricardo, se van a comer a su restaurante favorito frente al parque hundido.  

El resto del día se le va a Ricardo como un suspiro. Eran casi las 7 de la noche y no había hablado con Suzette para notificarle la buena noticia. Curiosamente el apartamento que Rodolfo había rentado se ubicaba a dos cuadras de la sucursal, el problema era que no tenía teléfono. Unos minutos después de las 7 abandona la oficina y se dirige el apartamento. Escala con rapidez la rústica escalera de unos cuantos pasos, entra como torbellino al pequeño departamento el cual Suzette ya había empezado a ordenar. La abraza y la besa con brusquedad y le dice: Adivina a donde me han asignado. Le responde Susan, no tengo la menor idea. Pues a la sucursal de la que tanto te he hablado revira Rodolfo, la Insurgentes en donde pasé los últimos meses del entrenamiento. ¿La de tu amigo López Rodríguez pregunta Suzette? La misma responde él excitado. Ella es avalancha sobre él, lo abraza y lo besa y le dice; te felicito, lo mereces.

Los siguientes meses vuelan para Ricardo. Se sentía realmente feliz, pleno, realizado, su trabajo cada día le gustaba más. El ambiente de la oficina era muy especial, de profesionalismo, de mucho trabajo, entrega, responsabilidad. Su relación con Toño y Eduardo cada día también era mejor. Hacían un gran equipo. Toño como jefe y supervisor era de primera. Sin duda era también un gran maestro y a pesar de que era solo unos cuantos años mayor que él, era ya un banquero muy experimentado, por lo que absorbía conocimientos de parte de Toño como esponja. Cada día después del cierre al público, se reunían los tres para repasar lo sucedido y ver cómo se podría mejorar el funcionamiento de la oficina. Toño además les delegaba responsabilidades importantes, y eso a Ricardo lo hacia sentir muy bien y lo motivaba especialmente. 

Su relación con Suzette era muy buena, cada día se entendían mejor. El definitivamente había dejado las parrandas y a sus amigos cuando los veía, siempre lo hacia acompañado de su mujer. A finales del mes de Abril después de una larga jornada de trabajo, Ricardo llega rendido al departamento. Sin embargo, nota algo diferente en Suzette, la nota nerviosa, frágil. Ella lo mira fijamente y le dice: Te tengo una noticia, el se alarma un poco y le exige, dime, ¿de que se trata.? Entonces sonriendo le grita; vas a ser papá, estoy embarazada. Ricardo se queda sin habla. Muchas veces se había imaginado ese momento, pero nunca se había preparado para él. Casi balbuceando le pregunta; ¿como sabes? Porque vengo de ver al Doctor responde ella. Te quería dar una sorpresa. Ricardo con los ojos llenos de agua la abraza fuertemente y le dice; ahora si estaremos completos, y tocándole el estomago afirma; Bienvenido mhijo.

El verano hace su arribo al valle de México con toda su belleza y esplendor. El clima era hermoso. A Suzette ya se le notaba un estomago abultado, sin embargo, el embarazo transcurría sin mayores problemas. Ella estaba especialmente feliz porque sus padres los visitarían en unos cuantos días. Ricardo seguía con su ritmo de trabajo y cada día más profesionalmente pleno y realizado. Se aburría los fines de semana sin trabajar. Ya conocía a todos los clientes de la oficina y ellos lo conocían a él. Toño muy seguido los dejaba a él y Eduardo solos con la responsabilidad de la sucursal en plan de fogueo. Para él era verdaderamente una tentación la infinidad de mujeres hermosas que visitaban la oficina, y aun sabiendo que era casado, con descaro le coqueteaban. Había ya recibido invitaciones muy sugestivas de parte de algunas, pero resistía.

El ambiente político del país se empezaba a enrarecer. Luis Echeverría había ya agresivamente iniciado su campaña presidencial y los mensajes que enviaba no estaban teniendo buena acogida de parte de la sociedad, de la comunidad de negocios en particular, y muy especialmente por parte del todavía Presidente Díaz Ordaz. En los EU Nixon enfrentaba ya serios problemas económicos y respondía con recetas antimercados como era el control de precios y salarios etc. La guerra de Viet Nam seguía en todo su apogeo y la sociedad americana ya protestaba de forma agresiva. Echeverría arremetía contra todo lo que se había hecho durante los últimos 20 años en México, contra lo que verdaderamente había estabilizado al país. Algo que nadie entendía, era el por qué el candidato Echeverría había sumado a su campaña a casi todos los líderes del movimiento del Consejo Nacional de Huelga.

En medio de ese ambiente turbulento, llegan los suegros de Ricardo a la ciudad de México a mediados del verano. La pareja los esperan en la estación del tren, pues Don Nubar no viajaba en avión. El encuentro es emotivo, Suzette llora de felicidad y todos se abrazan. Don Nubar había rentado dos compartimentos para poder transportar todo los regalos que le traían a Suzette. Las siguientes dos semanas son de gran acercamiento familiar. Ricardo siente que por primera vez realmente tiene una familia. Sus suegros lo trataban como si verdaderamente fuera su hijo y era algo que él desconocía pero le gustaba el sentimiento. La estancia de Don Nubar y Doña Panchita se prolonga por varias semanas las que Ricardo realmente disfruta. La vieja pareja aprovecha para convencer a Ricardo de mudarse a un lugar mejor que el pequeño apartamento.

Luego de varios días de búsqueda, los suegros de Ricardo encuentran una pequeña casa a espaldas de una gran mansión en las Lomas de Chapultepec, cuyo dueño era un español de edad avanzada y vivía solo. Después de largas platicas con él, y sobre todo al enterarse que Doña Panchita era también española, decide rentar la hermosa casita a la joven pareja. Don  Epifanio Zubieta que era el nombre del “viejito” como cariñosamente le llamarían, se convertiría en un especie de segundo padre para Suzette en los meses que vivirían en ese lugar. Aprovechan un fin de semana para mudarse puesto que no eran muchas las pertenencias con las que contaban. Cuando Ricardo ve el sitio por primera vez, queda encantado. La pequeña casa era antigua y muy hermosa, decorada con muebles también antiguos, y sobre todo, en las Lomas de Chapultepec. Sin duda era un buen cambio. 

Los meses pasan tranquila y apaciblemente. El cambio había sido un gran acierto. Las Lomas era el lugar más exclusivo de la ciudad. La casita era completamente independiente de la casa mayor. Don Epifanio era un hombre encantador. A pesar del tráfico de la mañana, a Ricardo solo le tomaba sólo 15 minutos el llegar a la oficina. Suzette seguía con su embarazo sin problemas y cada día más feliz esperando la llegada de ese gran tesoro. Habían decidido que el bebe naciera en Nogales para que así Suzette estuviera más tranquila y atendida por sus padres. Estaba previsto que el nacimiento fuera a principios de Diciembre. A finales del mes de  Octubre Suzette ya se veía definitivamente muy avanzada. Pensando que si esperaban unos días más no la dejarían viajar en avión, deciden que parta a Nogales de inmediato.

El siguiente Domingo Ricardo la lleva al aeropuerto. Volaría a Hermosillo y de ahí sus padres la llevarían en auto a Nogales. Después de presentar su boleto, sus documentos y entregar el equipaje para su transporte, se anuncia que el vuelo está listo para abordar. La joven pareja se despide con un fuerte abrazo y un largo beso. Ella llora un poco, Ricardo la consuela diciéndole que en unas semanas estarán de nuevo juntos. Él había solicitado sus vacaciones adelantadas para el mes de Diciembre y de esa forma estar con su familia en Navidad, y sobre todo, conocer a su hijo o hija. El nacimiento se esperaba para principios de Diciembre y él llegaría el día 20. Suzette desaparece entre el cumulo de pasajeros. Ricardo se retira para tomar su carro y enfilarlo hacia su casa.  

Había tomado la avenida Fray Servando para desembocar en el viaducto y luego a las lomas. Planeaba una tarde tranquila de lectura. Era todavía temprano y el tráfico permanecía soportable. Se envuelve en sus pensamientos de los días anteriores, de lo agradables que habían sido con Suzette planeando la llegada del bebe y lo que harían juntos con él. De repente lo invade un sentimiento raro, se sentía solo. Por primera vez en los últimos casi 9 meses estaba sin Susan. Se siente muy confundido, por un lado nostálgico, melancólico, tal vez triste. Pero por otro lado se siente libre, siente que de nuevo el sólo está en control de su vida. A veces le molestaba tener que dar tantas explicaciones a Suzette, tanta información. A donde iba, de donde venia, que había hecho. A veces inclusive extrañaba su vida de soltero y eso le daba miedo. No tenia idea que en las siguientes semanas todo eso se pondría a prueba.

La primera semana sin Suzette transcurre con rapidez y con el cúmulo de trabajo de siempre. Sin embargo, sus amigos ya estaban enterados que Suzette había partido y él estaba solo. El viernes de esa semana recibe una llamada de dos de ellos; Alejandro Camou y Luis Iñigo para invitarlo a cenar esa misma noche. Al principio se resiste, pero finalmente acepta y queda de verlos en un restaurante de la zona rosa temprano para antes de la cena echar unos tragos. Se reúnen en el bar del Hotel María Isabel como habían planeado. Después de saludarse con el afecto de viejos amigos, piden los primeros tragos. Ricardo pide escocés doble en las rocas. Se toma el primero casi de un sorbo. Hey le dice Luis, parece que te tenían amarrado. Al recibir el alcohol en su estomago, de inmediato se siente otro, la euforia lo empieza a invadir, el volcán empieza su erupción.

Rápidamente transcurren las horas y después de por lo menos cinco rondas de tragos, se les olvida la cena. Alrededor de las 10 de la noche Alejandro exclama; se me olvidaba pero hoy es el baile sonorense en el Hotel Aristos. ¿Porque no vamos? Siempre se pone muy bueno. Ricardo duda por un momento, pero ya envalentonado por el alcohol, acepta y rápidamente se dirigen al hotel que estaba solo al cruzar la avenida Insurgentes. El evento era en el segundo piso. Suben casi corriendo por la escalera para encontrar un salón totalmente abarrotado de gente. De inmediato empiezan a reconocer a mucha de ella, se inician los saludos, lo abrazos a viejos amigos que no habían visto en años. Al estar atravesando el salón, se topa con una mirada firme y directa. La fija la suya y se encuentra con una de las más hermosas mujeres que jamas hubiera visto. Ella le sonríe, trata de reconocerla, finalmente lo hace, era su amor de la adolescencia; Ivonne Desuches.

Ivonne había vivido en Hermosillo durante años y desde que eran casi niños, ella había estado enamorada de él, y a Ricardo siempre la había encantado. El se fue a Monterrey y al regresar supo que Ivonne se había mudado a vivir a México. Años después se enteró que se había casado con un piloto comercial. Ricardo siempre sentía que algo había quedado sin resolverse, nunca la había vuelto a ver, y ahí estaba frente a él y más hermosa que nunca. Se aproxima a ella nervioso aun con el alcohol en su sistema. Que tal Ricardo, le saluda Ivonne. El casi se queda sin habla. Te presento a mi esposo le dice ella enseguida, al tiempo que el tipo a su lado le tiende la mano. Ricardo se la estrecha con fuerza y se da cuenta de que el hombre estaba ya muy pasado de copas. Estas igualito le dice ella. Pues tú estás más hermosa que nunca responde él. El marido la jala del brazo, y ella le dice, al rato nos vemos.

El resto del baile transcurre entre las miradas que se dirigen uno al otro. En una de las escapadas que ella se da para ir al baño, Ricardo ya mas envalentonado con las copas la intercepta. Platican un rato, se acuerdan de los viejos tiempos, ella descaradamente le coquetea. Al despedirse Ricardo le entrega su tarjeta del banco y le pide que lo visite. Ella acepta, y le promete hacerlo. El resto de la noche Ricardo la aprovecha para tomar como en los viejos tiempos, tal vez motivado por la excitación que la había producido el encuentro con Ivonne. De vez en vez voltea a verla y ahí está siempre mirándolo, sonriéndole, coqueteándole. Al terminar al baile en la madrugada y estar abandonando el hotel, en el lobby del mismo y enfrente de todo mundo, Ricardo le entrega una rosa. Ella sonríe nerviosa y le da las gracias devorándolo con la mirada.

Eran ya altas horas de la madrugada cuando Ricardo dirige su auto hacia su casa tomando la avenida Reforma a la altura del bosque de Chapultepec. A pesar de haber tomado en exceso, no se sentía tan borracho, mas bien cansado. No podía apartar de su menta a Ivonne. Ella era una rubia de grandes ojos verdes, alta, de una figura escultural. Su rostro era de una hermosura diferente. Su esposo le había parecido un tipo que no era de su categoría, no le quedaba como decían en Hermosillo. Realmente no sabia que pensar del constante coqueteo que ella había mantenido durante toda la noche. Se siente un poco mal, estoy casado piensa. Pero su sonrisa y sus miradas eran por demás provocadoras. Sin darse cuenta había llegado a la calle de Monte Cáucaso en donde se ubicaba su pequeña casa. Introduce el auto a la cochera, sube las escaleras hacia su recamara, piensa de nuevo en Ivonne y sus grandes ojos verdes, finalmente se queda dormido. 

Durante el fin de semana se dedica a leer, costumbre que siempre lo había acompañado. El domingo llama a Suzette para ver como iba todo en Nogales. Ella le dice sentirse bien tal vez un poco cansada. Ella le comenta sentirlo un poco raro. Le pregunta que le sucede. Ricardo tomado por sorpresa le responde, nada mhija, es solamente que té extraño, me siento muy solo. Suzette se queda satisfecha con la respuesta, se despiden con palabras cariñosas. Ernesto a quien no veía desde hacia un par de meses, lo invita a comer al caballo bayo. Se corren una parrandita pero nada igual a lo que antes acostumbraban. Ricardo le platica de su encuentro con Ivonne. Pero cómo? grita Ernesto, es el mejor cuero que ha producido Hermosillo. No dejes que se te vaya viva. Ricardo responde, cállate pendejo, está ya casada. Y que chingados, le grita de nuevo Ernesto. 

El lunes se presenta en la oficina como era su costumbre, muy temprano, antes inclusive que la contralora. El día transcurre con la agitación de siempre en una oficina de la magnitud de negocios como era Insurgentes 5. A media mañana cuando el ritmo había bajado un poco, levanta la cabeza al notar la sombra de una persona frente a su escritorio. Se queda estupefacto, era Ivonne. Con el pretexto de cambiar un cheque se había aparecido en la oficina. Que sorpresa, le dice Ricardo. Te prometí que te visitaría le responde ella con una sonrisa que le ilumina la cara. Vengo a que me cambies este cheque, continua ella sin aguantar la sonrisa que la delata. Mira le dice Ricardo, el día ha estado muy pesado, te invito a tomar un café fuera de aquí. De acuerdo le responde ella. Le dice a su secretaria que regresará en menos de una hora, la toma del brazo, y salen de la oficina.

Minutos después se encontraban frente a frente en un pequeño café sobre la calle insurgentes. La veía y no lo podía creer. Que hermosa la encontraba. Ella también lo miraba fijamente a los ojos. Platican largo y tendido de los viejos tiempos, del Hermosillo de fines de los 50s y principio de los 60s, de los bailes cuando eran chamacos. Se platican también de sus vidas recientes, de sus matrimonios. Ivonne le confiesa que ya tenía una hija de dos años. Ella le preguntaba por sus primas y sus hermanas. El tiempo pasa volando hasta que Ricardo mira el reloj y casi con histeria le dice; tengo que regresar a la oficina. Entiendo le dice ella. Te acompaño a tu auto le dice Ricardo, de acuerdo responde ella. Caminan muy juntos una media cuadra. Ivonne se detiene frente a un sedan gris; este es mi coche le dice. Que gusto verte de nuevo le dice ella. Igualmente responde Ricardo, la mira fijo a los ojos, y sin poderse contener, le da un largo y apasionado beso. Ella tiembla se sorprende y sonríe. 

Ivonne empieza a frecuentar la oficina casi a diario y juntos repiten la rutina del café. Después de varios días Ricardo le propone; te invito a cenar pues aquí no tenemos tiempo de platicar más tranquilamente. Ivonne duda unos segundos y le responde; de acuerdo, ¿Cuándo pregunta ella? Luego como sugiriendo afirma; mi marido anda de viaje. ¿Que te parece mañana a las 7 en el restaurante de las tablitas en las Lomas sobre Reforma? Perfecto le dice ella, ahí te veo mañana. Ricardo la acompaña de nuevo al auto, y le planta el beso ya con naturalidad al que ella se resiste. Al día siguiente nervioso esperaba en el lugar acordado. No estaba seguro que vendría. Era riesgoso, estaba casada. A las 7 en punto aparece Ivonne luciendo su hermosa sonrisa. Se veía despampanante. Se sienta y Ricardo le ordena un vodka pues ya sabia era su bebida preferida. El ya se había tomado dos escoceses, se sentía ahora seguro y eufórico.

Después de varias rondas de tragos, finalmente deciden ordenar pero algo muy liviano, no tenían apetito. Cenan con una botella de vino italiano. Brindan recordando tiempos pasados. Terminan la cena con dos brandis combinados con licor de café que les da un sabor dulce pero muy agradable. Después de la tercera copa, Ricardo se siente un poquito borracho. Con el valor del alcohol empieza a decirle a Ivonne cómo había estado enamorado de ella por tanto tiempo. Ella igualmente afectada por el brandi, le confiesa lo mismo. Repentinamente Ricardo pide la cuenta. Le pregunta Ivonne: ¿A donde vamos? Responde Rodolfo; es una sorpresa. Después de pagar el importe, la toma del brazo y se dirigen a su auto, lo abordan y lo enfila por todo Insurgentes hacia el oeste.  Sin mayor explicación introduce el auto al estacionamiento de un Motel. Ella lo mira con una sonrisa de picardía. Ricardo se baja para hacer los arreglos y rentar una habitación. Regresa con la llave en la mano.

Minutos después se introducían a una elegante habitación decorada con buen gusto. Al cerrar la puerta tras de ellos, se avalanchan el uno sobre el otro. Él la besa con gran pasión acariciándole todo el cuerpo, ella responde igual. Se lanzan sobre la cama mientras se deshacen de la ropa. Durante las siguientes 5 a 6 horas se entregan al sexo con una pasión que los hace salir de los sopores del alcohol. Se quedan dormidos durante un buen rato. Ella lo despierta con un beso para de nuevo envolverse en la pasión. Repiten el acto durante toda la noche. Ricardo preocupado la despierta y le dice; son las 3 de la mañana. Es hora de que te lleve a tu casa. No es necesario responde ella, dejé mi niña en casa de mi mamá hasta mañana. Puedo pasar la noche contigo. El la besa suavemente, se abrazan para quedarse de nuevo dormidos.

Al día siguiente Ricardo no salía de su asombro. Pensaba que todo había sido un sueño. Experimentaba una serie de sentimientos encontrados. Se sentía por un lado ilusionado, se sentía también culpable. No se explicaba cómo había sucedido todo eso. El estaba recién casado y sin problemas, su relación con Suzette era muy buena. Pero además, estaban esperando a su primer hijo. Por supuesto que no era algún mojigato, había sido formado en la cultura del adulterio de los hombres como algo natural. Pero le preocupaba lo mucho que le gustaba Ivonne. Esto no iba para ser una aventurilla de una noche. Podía todavía oler su perfume entre sus ropas. Al despedirse de ella en la madrugada, Ivonne con asertividad le dice; mis palabras de anoche no fueron de borrachera. Siempre he estado enamorada de ti, y ahora mas que nunca.

Durante las siguientes semanas se veían prácticamente todos los días. Los encuentros eran en el mismo hotel en el que habían pasado la primera noche juntos. Un fin de semana inclusive, aprovechando que el esposo de Ivonne tenía un largo vuelo, se van juntos a pasar el fin de semana a Puebla. Partieron un viernes en la tarde, se hospedaron en un hermoso hotel antiguo en el centro de la ciudad. Recorrieron los más bellos lugares y los mejores restaurantes del lugar durante dos días. Caminaban por las viejas calles de la ciudad abrazados como si fueran un par de recién casados. Fue un fin de semana inolvidable. De regreso el domingo en la noche, Ivonne se pone seria y pensativa. Ricardo le pregunta que le preocupa. Ella sin aspavientos le dice; yo ya no puedo vivir con mi esposo. He decidido que lo voy a dejar. Quiero saber si cuento contigo.

Ricardo se queda sin habla por unos segundos. Momento le dice, no hay que precipitar las cosas. No es así responde ella, yo he tenido problemas ya por mucho tiempo, ya no soporto. Continua ella, mi matrimonio ha sido un infierno durante años. Yo no sabía lo que es ser feliz hasta que de nuevo nos encontramos. Estas últimas semanas para mí han sido de verdadera felicidad, cuando estoy contigo no me importa el resto del mundo. Ricardo entonces se empieza a poner realmente nervioso. Para él esto era solo una aventura, diferente a las normales, pero aventura al fin. Lo empieza a invadir el sentimiento que tanto había dominado su vida; la culpa. Siente que no había sido suficientemente honesto con ella al dejarla pensar que en un momento dado, el también estaría dispuesto a tirar su matrimonio por la borda.

En esos momentos entraban ya a la ciudad de México en una noche que a Ricardo le pareció especialmente bella. Cuando se aproximaban al lugar en donde ella había dejado su auto, Ricardo le dice; mira guerita, hay que continuar esta conversación pero más tranquilos. En estos momentos yo estoy sorprendido y pienso que tu muy sensible. Ivonne se ve decepcionada, le ruedan un par de lágrimas por sus mejillas. No guerita, no llores, cuentas conmigo, pero déjame salir de mi asombro. Ella se reconforta y sonríe. Ricardo se siente mal, lo hacía sólo para que ella no herirla. Llegan al lugar en que estaba el auto. La abraza y le dice; no te preocupes, todo va a estar bien. Llámame mañana a la oficina para seguir esta conversación. Ella se avalancha sobre él, le da un largo beso, y sonriendo sale del auto para retirarse.

Ricardo enfila su auto hacia Reforma, se detiene unos momentos para pensar y se pregunta: ¿En que lío me he metido? Como siempre le sucedía cuando conquistaba a una mujer, las primeras semanas se sentía “enamorado” a su manera, pero siempre se le pasaba ese enamoramiento, era su gran ventaja, nunca se estacionaba con ninguna. Y este caso con Ivonne no era diferente. Ya inclusive lo empezaban a molestar algunos detalles; demasiadas llamadas, demasiadas visitas a la oficina. Ahora esto. Sumido en sus pensamientos llega a la casa de Don Epifanio para introducir su auto en el estacionamiento. Al abrir la puerta del auto, sale Don Epifanio casi corriendo. Te han estado hablando de Nogales todo el día, le dice casi reclamando. Se preocupa un poco, entra a la residencia de Don Epifanio y de inmediato pide la llamada. Le contesta Don Nubar. Gritando le dice; ya nació y es una niña preciosa.

Se queda sin habla. Voltea a ver a Don Epifanio quien esbozaba una gran sonrisa, sin duda él ya lo sabia y no le había querido dar la noticia. Como está Suzette pregunta a su suegro.? Están muy bien las dos le responde Don Nubar, están en el hospital pero a esta hora ya no reciben llamadas, le puedes llamar mañana. Como te sientes? le pregunta su suegro. Ricardo se queda un par de segundos en silencio para responder; siento que soy el hombre mas afortunado del mundo. Se despiden cortésmente. Al colgar el auricular del teléfono, Don Epifanio sin contenerse le da un abrazo. Felicidades muchacho le dice casi gritando, y espero que ya te calmes le dice sonando como a reclamo. Luego le ofrece una copa de su famoso licor de vainilla, brindan por el acontecimiento, platican un rato que a Ricardo le sirve para calmarse, y se excusa diciendo se sentía exhausto. 

Esa noche se retuerce en la cama y casi no puede dormir. Lo asaltan una serie de sentimientos encontrados. Aun cuando él estaba seguro que se tan esperado bebé sería hombre, se sentía feliz con una niña. Se sentía también inmensamente culpable y miserable. ¿Cómo era posible que cuando su niña estaba naciendo él anduviera con Ivonne.? Hace un repaso mental de las últimas semanas, de los últimos meses, y el sentimiento de culpa lo ataca con más intensidad. Su vida era casi perfecta. Juventud, un trabajo que le encantaba, un gran futuro. Un muy buen matrimonio. No entendía cómo arriesgaba lo que tenía con una aventura. Después de revolcarse en la cama y con sus pensamientos durante horas, finalmente lo vence el cansancio y se queda dormido. Pasa una muy mala noche, despierta constantemente preocupado, hasta que al rayar el sol decide levantarse para seguir con su introspección.

Llega como siempre muy temprano a la oficina. Inicia la rutina que ya tenia como costumbre; planear el día. Hace su lista de pendientes esperando sea un poco mas tarde para llamar a Suzette en el hospital. Unos minutos antes de la apertura de la oficina, en alta voz informa a todo el personal tener un anuncio. Todos se ven las caras extrañados viniendo de él y no de Toño como siempre sucedía. Toño inclusive se veía confundido y tal vez hasta molesto. Cuando todos se hallaban alrededor del escritorio, simplemente les dice: “Les notifico a mis amigos y compañeros de trabajo que el día de ayer me convertí en padre de la niña más hermosa del mundo.” Las sonrisas afloran de inmediato y de forma casi reflexiva se suman todos a un aplauso. Se acerca Toño para darle un abrazo y le dice: “cabrón me asustaste, pensé era un golpe de estado.” El resto del personal procede a lo mismo.

Era ya mediado de Diciembre y él había conseguido que Toño le permitiera tomar sus vacaciones anuales unos meses antes, para hacerlas coincidir con el nacimiento de su hija y la Navidad. Tenía ya boleto para volar a Hermosillo el día 20, de ahí sus padres se habían ofrecido llevarlo a Nogales y así aprovechar para conocer a su nieta. Le quedaba menos de una semana en la ciudad de México antes de partir, y no sabía que hacer con Ivonne. Durante los siguientes días la evita con el pretexto de estar sumamente ocupado. Finalmente decide él enfrentarla la última noche para terminar con esa locura. Necesitaba un lugar tranquilo para hablar con ella, no lo quería hacer en público. Ernesto su buen amigo que partiría un par de días antes que él, le ofrece su departamento. Le parece perfecto, recibe la llave y se prepara para el encuentro.

El día 19 en la noche Ricardo acepta recoger a Ivonne en su casa, pues le informa que su esposo estaba de vuelo. Puntualmente pasa por ella quien lo esperaba en la banqueta. Ivonne con agilidad aborda el auto y con una gran sonrisa le dice; Hola vaquerito, ¿como estás,? Al tiempo que le planta un beso en la mejilla. Ricardo se queda desconcertado. La veía más hermosa que nunca. Bien, responde con sequedad al tiempo que acelera el auto hacia la casa de Ernesto. A donde vamos? pregunta ella, a casa de un amigo, tenemos que hablar sin que nadie nos moleste, Responde Ricardo. Continúa; no te preocupes, la casa está sola. De acuerdo responde ella. Después de una travesía silenciosa llegan a la casa de Ernesto en la Colonia del Valle. Descienden del auto y haciendo uso de la llave, entran a la pequeña casa ordenada estilo Yberri, a la perfección.

La sala estaba inmaculada. Ernesto desde los años del Tec. en Monterrey se había distinguido por lo pulcro y perfeccionista. Sobre la mesita de la sala había una botella de escocés con su servicio. Ivonne le gruñe, no se que tienes, te noto muy raro y yo necesito un trago. Sin esperar ella se prepara uno directo, sin agua y sin hielo. Antes de que Ricardo articule alguna palabra, ella de un sobro se bebe el contenido como presagiando tempestad. ¿No me vas a acompañar? le pregunta ahora casi susurrando. Porqué no, dice Rodolfo y se prepara la misma receta. Chocan los vasos y ahora ambos se los beben de un sorbo. Al momento que el licor directo le llega al estomago, se inicia la transformación. En unos cuantos segundos le hace efecto. Las preocupaciones se esfuman por arte de magia y lo mismo sucede con el sentimiento de culpa. Se siente relajado, liberado, y sobre todo, eufórico. Mira a Ivonne y se siente enamorado.

Bien vaquerito le dice Ivonne. ¿De que querías hablar,? al tiempo que le sirve el segundo trago directo. Ricardo lo bebe igual que el anterior, de un sorbo. Siente ahora un ardor en todo el cuerpo. Al momento que despega el vaso de sus labios, Ivonne se los cubre con un beso muy largo y por demás apasionado. Ricardo responde al beso con la misma pasión. Ella se separa bruscamente de él y empieza a desvestirse hasta quedar solo con sostén y pantaletas. Se remoja los labios y repite la pregunta; ¿De que quieres hablar vaquerito? Ricardo se avalancha sobre ella, la besa de nuevo para cargándola dirigirse a la recamara y la tiende en la cama. Espera le dice Ivonne apartándolo; habla vaquerito. No era importante, ya se me olvidó responde Ricardo. Necesitamos otro trago. Al minuto regresa con la botella, se toman otro directo, para después envolverse en lo que termina siendo una noche entera de sexo y de pasión.

Al día siguiente Ricardo volaba directo a Hermosillo. Aunque era una mañana preciosa, él se sentía horrible. Tenía una cruda espantosa pues entre él e Ivonne se habían tomado casi dos botellas. No podía respirar bien, el corazón le palpitaba con fuerza, las manos le temblaban. El sentimiento de culpa de nuevo lo atormentaba. No podía creer lo que había sucedido. Él había acudido a la cita con toda la intención de terminar esa relación. Sin embargo, después del primer trago, todo se fue por la borda. No tenía la más mínima idea de que esa seria su historia durante los siguientes casi 20 años. El rugido de las turbinas le provocaba una jaqueca. Sentía ganas de llorar. A la media hora de haber iniciado el vuelo, no aguanta, llama a la azafata y le pide una cerveza. Reaparece la muchacha llevándole dos, lo veo muy mal y traigo la otra de una vez. Gracias responde él. Se toma la primera igual que la noche anterior, de un solo trago. De inmediato todos sus malestares desaparecen.   

Al momento que el avión toca tierra en el aeropuerto de Hermosillo, Ricardo no era la misma persona que lo había abordado en México. Se había tomado otras dos cervezas y se había transformado. Ya no le dolía nada, no le preocupaba nada, culpa,? Que es eso.? Ahora departía con todos los pasajeros y por supuesto, con las azafatas quienes lo encontraban encantador. Al entrar a la terminal, ve a sus padres que lo esperaban. Como era la costumbre, los saluda con cierta frialdad aun con el alcohol en su sistema. Hueles a cerveza le dice Don Ricardo en plan de reclamo como siempre.¿Que ya empezaste a celebrar,? Desde anoche, le responde con el valor que sin alcohol nunca había tenido para enfrentar a su padre. Después de acomodar su equipaje en el auto, parten directamente hacia Nogales, pues ellos ya venían preparados. El viaje es largo y aburrido. 

Después de casi 5 horas de viaje que incluía la espera infinita para cruzar la línea a los EU, finalmente se estacionan enfrente de la casa de los padres de Suzette. Ricardo se sentía sumamente nervioso, el efecto de las cervezas lo había abandonado y los síntomas de la cruda reaparecían con fiereza. Baja con impaciencia del auto para golpear la puerta de entrada. La puerta se abre y aparece Suzette sonriente en una bata roja. La abraza y la besa con ternura, ella responde, y tomándolo de la mano le dice; ven a conocer a tu hija. Lo introduce a la que había sido su habitación de soltera. Ricardo clava su mirada en una pequeña cuna en el fondo de la habitación. Camina lentamente hacia ella, y al asomarse; observa lo que le pareció la visión más bella de su vida. Una pequeña niña rubia y de unos enormes ojos azules que lo encandilaron. No podía creerlo, era su hija, sangre de su sangre.

Las siguientes tres semanas para Ricardo transcurren como un suspiro. Se sentía realmente feliz. Nogales siempre la había encantado. Amaba la Navidad, sobre todo ahora que sentía que verdaderamente tenía una familia. Unos días después de Navidad, sus suegros bautizan a la hermosa niña, por lo que se organiza una pequeña fiesta en su residencia. Rodolfo la goza a más no poder. A medida que se acercaba la fecha de su partida, se sentía triste, pues habían decidido que Suzette se quedara unas semanas más, puesto que la niña estaba muy pequeña para un viaje tan largo. Unos días antes de su partida, aparece Don Nubar con un flamante auto nuevo y le dice: Mi nieta no va a moverse en Volswagen en una ciudad tan peligrosa, así que este auto es para ella. Ahora Ricardo tenía que regresar manejando a la ciudad de México.

Finalmente el día de partir para Ricardo había llegado. Se sentía triste pues esas tres semanas habían sido maravillosas. Estaba loco con su pequeña hija. Su relación con Suzette seguía solidificándose. Sus suegros lo trataban como si verdaderamente fuera su hijo. Don Nubar se sentía muy orgulloso de su yerno y no lo ocultaba. Había planeado el viaje en etapas. La primera noche la pasaría en Hermosillo para ver a sus padres. Un amigo viajaría con él de Hermosillo hasta la ciudad de México, y sería una ayuda para conducir, y sobre todo para no aburrirse solo. Después de pasar la primera noche en Hermosillo, parte acompañado de Fernando Acosta para hacer la segunda escala en Tepic. Finalmente el tercer día contemplan desde un alto el Valle y la ciudad de México. Estaba de regreso. 

Don Epifanio lo recibe con euforia y sediento de noticias. Después de brindar con él y su licor de vainilla, Ricardo lo pone al tanto de Suzette, la niña, sus suegros etc, y se retira pues había llegado rendido. Al día siguiente se presenta en la oficina en donde todos lo reciben con gran alegría. Antes de que la oficina abriera al público, platica a Toño y Eduardo de sus vacaciones. Acto seguido Toño le notifica que Eduardo había sido promovido a gerente de una nueva sucursal en Las Lomas, y el nuevo subgerente llamado Teobaldo González se presentaría ese mismo día. Ricardo felicita efusivamente a Eduardo desandole lo mejor. A media mañana se presenta el nuevo subgerente con el cual establecería una gran amistad. Teobaldo González al igual que Ricardo, era un muchacho sencillo y de rancho, eso los identificaría de forma especial. 

Solo había algo que interrumpía el sentimiento de Ricardo de “puro bayo,” expresión que usaban los vaqueros en el rancho para describir cuando todo el entorno se desarrollaba a favor de uno—cuando todo iba a la perfección. Lo había recibido Toño con la noticia del fallecimiento de Don Luis Tiburcio, su gran protector dentro del banco. Había sufrido un accidente de lo más estúpido cuando se encontraba colocando la antena de la TV en el techo de su casa. La noticia sin duda entristeció profundamente a Rodolfo, realmente había llegado a estimar a Don Luis. Toño también le comenta que era muy probable que finalmente a él finalmente lo ascendieran a la posición de subdirector de zona, y que tendría que dejar la gerencia de la oficina. Ricardo le responde; hey, me voy por unos días y regreso para encontrar a todo mundo empacado. 

Esa misma mañana se presenta Teobaldo González para iniciar el plan de entrega que le haría Eduardo. Teobaldo no podía contrastar más con Ricardo en apariencia. Era de corta estatura, muy moreno, de cabello escaso, se podría decir de apariencia indígena. Era originario de un pequeño pueblo del Estado de Guerrero. De cuna humilde quien con muchos sacrificios había estudiado para Contador Público en la UNAM. Sin embargo, desde el momento en el que estos dos jóvenes se estrecharon la mano, nació una total identificación y una gran amistad. Los dos eran de campo. Ambos tenían mentes de perfil artístico y en mucho compartían valores, creencias. Ese primer día y al cierre al publico de la oficina, se envolvieron en una conversación que duraría horas. A partir de ese momento, harían un equipo sin igual. 

Esa noche Ricardo habla con Suzette quien le informa que el médico recomendaba se quedara unos días más, pues la pequeña sufría de un poco de resfriado. Deciden que se tome una semana adicional, y aunque él se siente frustrado pues se moría por ver a su niña y a Suzette, se conforma pensando; tres semanas no son nada. Al día siguiente él y Teobaldo inician lo que sería un gran esfuerzo coordinado pero que sólo duraría unos meses. A media mañana cuando Ricardo más ocupado se encontraba, observa que una hermosa morena a la que ya había notado se acerca a su escritorio. Buenos días le dice ella. Ricardo responde con cortesía; ¿en que le pudo servir,? pregunta. La bella morena responde con otra pregunta: Perdone, ¿es usted pariente de los Bartneche? No responde Ricardo, pero conozco algunos de ellos. Es que se parece mucho a ellos le dice la bella morena. Cruzan algunas otras palabras, y se despide.  

Ricardo se queda desconcertado. Le pareció que la mujer le coqueteaba, pero ella le había dicho de inmediato que estaba casada con un exitoso Ingeniero quien trabajaba en Dupont de México. Los días siguientes la morena continuaba con lo que ya Ricardo sin duda identificó como coqueteo descarado. Finalmente concierta una cita para cenar con ella con el pretexto de hablar de la familia Barnetche. Esa misma noche se produce el encuentro en un elegante restaurante de la zona rosa. Después de las primeras copas que para ella eran los mortales martinis; Descaradamente le dice a Ricardo lo mucho que le gustaba desde el primer día que lo vio. Él le regresa el cumplido entre las copas de martinis, y al final del tercero, Ricardo sin haber cenado paga la cuenta. Salen con prisa del lugar y se dirigen al mismo motel de los encuentros con Ivonne.

Después del apasionado encuentro que dura varias horas, abandonan el motel pues el esposo de Yolanda—era su nombre—la esperaba antes de media noche, que era la hora en que se terminaría la reunión a la que ella le informó tenia que asistir. Esa noche recostado en su cama y sin poder dormir, pensaba en lo sucedido. El sopor del alcohol todavía lo abrazaba y no permitía lo atacaran sus terribles sentimientos de culpa. Se preguntaba a sí mismo. ¿Cómo es posible que en menos de un año de casado hubiera tenido tres infidelidades—había tenido otra aventura de una noche con la dueña de un bar—y todas con mujeres casadas.? Ese era el inicio de algo que le produciría un efecto letal en su relación con las mujeres durante el resto de su vida. Después de retorcerse en la cama por horas, finalmente se queda dormido.

Ivonne había de nuevo aparecido en escena y continuaba teniendo los apasionados encuentros con ella. Teobaldo quien se había convertido en un especie de consultor sentimental, le aconseja terminar con ambas antes del arribo de Suzette. Después de varios encuentros con Yolanda, con toda naturalidad trata el asunto. Ella con la mayor madurez lo entiende y le responde: Mira Ricardo, no te preocupes, esto ha sido una aventura maravillosa para mí, la necesitaba en estos momentos, la disfruté enormemente y siempre la voy a recordar de una forma muy especial. Le da un largo beso y se despiden para siempre. Pero Ivonne, ese era un problema diferente. Unos días después recibe una llamada de ella para informarle que su esposo estaba ya enterado de su relación, y lo buscaría para hablar. Ricardo monta en cólera, y casi gritando le dice; no tengo nada que hablar con él, y menos contigo. Fue la última vez que supo de ella.

Unos días después, finalmente Suzette hace su arribo a la ciudad con su preciosa carga. Ricardo las recoge en el aeropuerto y no podía creer la cantidad de cosas que traía consigo. Después de pasar con nerviosismo los tramites de inmigración y aduanas, abandonan ese manicomio que es la terminal aérea del DF, se dirigen al estacionamiento para con gran esfuerzo acomodar todo el equipaje en el auto. Se montan en el mismo, y es entonces cuando Ricardo le da un largo beso y le dice; te extrañé mucho. Enciende luego la luz interior del auto para poder observar a la pequeña Suzette; no lo puede creer, su hija. La niña una vez más lo encandila con sus enormes ojos azules. Sale deprisa del aeropuerto para tomar el viaducto y dirigirse hacia Las Lomas. Le dice a Suzette, prepárate porque Don Epifanio las espera y está mas emocionado que yo cuando me fui.

Era final de Enero de 1971. Hacia sólo dos años que Ricardo había salido de Hermosillo sintiéndose derrotado, acosado y acusado por su padre, con un futuro incierto. Ahora era ya primer subgerente de la segunda sucursal en importancia en el DF del Sistema Bancomer, estaba casado con una gran mujer, tenia ahora una hija que parecía un ángel, estaba a punto de terminar su maestría, tenia ya grandes amigos en la ciudad, el mundo le sonreía. Con esos pensamientos se dirigía a su trabajo ese primer día en el que ya tenía su familia a su lado. La noche anterior había sido emotiva cuando Suzette le llevó la niña a Don Epifanio. Cuando el viejito—como cariñosamente lo llamaba Ricardo—la vio, se le iluminó la cara con una sonrisa de felicidad como si fuera realmente su nieta. Sin darse cuenta había llegado ya el estacionamiento del banco.  

Se extraña de ver el auto de Toño, él no acostumbraba a llegar tan temprano. Entra a la oficina y observa a Toño en su escritorio platicando con un hombre de edad madura. Toño le hace una seña para que se aproxime. Sin rodeos le dice, te presento a Guillermo Villegas quien me substituye como gerente de la oficina, parece que esto se ha precipitado y hoy se inicia la entrega. Ricardo nota un tono frío en las palabras de Toño. Alrededor de las 10 de la mañana Toño se acerca al escritorio de Rodolfo y le dice; vamos te invito un café fuera de aquí. Minutos después estaban frente a frente en el restaurante contiguo a la oficina. Toño le dice: Se precipitaron las cosas y no me voy como subdirector de zona. Me han asignado otra subdireccion en una División Staff, y ni modo, tengo que tomarla. Ricardo nota la molestia de Toño. López Rodríguez como muchas veces era su estilo le dice con sequedad: Memo es buen hombre, van a trabajar bien con él, ayúdenlo.

Los siguientes días transcurren en forma extraña. La entrega de Toño fue muy rápida. El personal estaba desconcertado. El estilo del nuevo gerente no podía ser más diferente al de Toño. Era un hombre demasiado ceremonioso que contrastaba con la informalidad de Toño. Ricardo percibía que algún tropiezo debía de haber sufrido Toño. Esto era muy precipitado Eso sumado a la trágica muerte de Don Luis Tiburcio, ahora lo preocupaban, pues Bancomer a pesar de ser una gran organización, no dejaba de tener los vicios de los grandes conglomerados; cierta burocracia, mucha política, reglas casi inflexibles con las que se pretendía medir por igual a todo mundo. Sin duda era también una organización en la cual para progresar con rapidez, además de los atributos normales y los “resultados,” se requería de buenas relaciones en las altas esferas.

Durante los siguientes meses Ricardo se acoplaría al estilo del nuevo gerente, pero ya no se sentiría tan en su casa como con Toño, realmente extrañaba la supervisión del gachupín como lo llamaba. Sin embargo, su relación de trabajo y amistad con Teobaldo se solidificarían. Tal era la identificación que Teobaldo lo invita a ser padrino de su primer hijo que acababa de nacer. De esa forma se habían convertido en compadres. En el mes de Marzo, Teobaldo recibe la noticia de su promoción como gerente de una sucursal de tamaño mediano. Aun cuando a Ricardo le daba gusto el avance de su buen amigo, se sentía un poco triste de ver que ya nadie de los originales quedaba en la sucursal Insurgentes. Para bendición de Ricardo, el substituto de Teobaldo resulta ser Ramiro Robles, un norteño casi tan bronco como él con quien se entendería a la perfección. 

Ricardo se sentía asentado, tranquilo, finalmente se había calmado. Las parrandas eran ya esporádicas y siempre con motivo de trabajo, o en plan social con Suzette y sus amigos. Su niña crecía más hermosa cada día y más loco lo hacia sentir. Trabajaba mucho y cada día aprendía más. Sin embargo, se sentía intranquilo en la oficina, ya no era igual, el ambiente era diferente. A finales del mes de Mayo recibe una llamada del subdirector de zona Don Luis Magaña quien a boca de jarro le dice: Ricardo, te llegó la hora, te vas de gerente. Que te parece? Se había quedado sin habla. Tenía solamente poco más de un año de subgerente, y normalmente tomaba tres años para llegar a una gerencia. Estoy sin habla Don Luis responde. Si, continua Don Luis, Toño te hizo una muy buena evaluación y se te da la oportunidad. Prepárate porque en dos semanas te vas de gerente a Polanco. 

A las dos semanas y después de haber entregado su puesto, Ricardo se presenta a la nueva sucursal que de la que ahora sería el nuevo gerente. Se sorprende al ver que la persona que le haría la entrega era gerenta, es decir, era mujer, cosa inusual en esos días. Socorro Salazar que era el nombre de la mujer, lo recibe con cortesía pero con cierta frialdad. Lo presenta a todo el personal y durante los siguientes días se produce la entrega. Visitan clientes para notificarles del cambio. Finalmente llega el día del retiro de Socorro. Rodolfo se siente raro como gerente, pero cómodo y muy motivado. El personal lo había recibido bien, sobre todo las muchachas quienes ya habían investigado si era soltero o casado. El único subgerente que tenia la oficina era un muchacho joven con el que hace buena conexión.

Se sentía feliz en su nueva posición. Era gerente de una sucursal de cierta importancia. Le encantaba la zona. Quedaba a solo minutos de su casa. La clientela era de primera e inclusive algunos de Insurgentes lo habían seguido. Todo parecía marchar a la perfección. A finales de Mayo recibe una llamada de su padre para informarle que en unos días estaría en la ciudad en plan de negocios. Ricardo le dice que lo recogerá en el aeropuerto para llevarlo al hotel. Nunca se imaginó lo que ese evento cambiaría su vida. En la fecha indicada por su padre, se encontraba en la sala de espera del vuelo correspondiente en el aeropuerto. Cual es su sorpresa al ver salir a Don Ricardo acompañado de su primo Arcadio a quien no había vuelto a ver desde la reunión en la que le prometió el puesto del banco Ganadero. 

Saluda primero a su padre y voltea a ver a su primo. Que tal Ricardo como estás? Le pregunta Arcadio dándole la mano. Ricardo se la estrecha y le responde; muy bien ahora ya de papá. Si le dice Arcadio, estoy enterado y también de que estás progresando muy rápido en Bancomer. Eso si revira Ricardo, me acaban de hacer gerente de la sucursal Polanco. Vaya dice su primo, eso si no lo sabia. Si hace un mes de ello. Ricardo pregunta; Tienes como irte al hotel.? Arcadio responde, no, voy a tomar un taxi. Nosotros te llevamos. Perfecto, y todos ya con equipaje se dirigen al estacionamiento. Durante el tramo de media hora del aeropuerto al hotel platican de cosas superficiales. Al llegar al hotel Aristos a donde ambos iban. Arcadio le pregunta; tienes algo que hacer.? No responde Ricardo. Te invito un trago le dice su primo. De acuerdo dice Ricardo, y procede a estacionar el auto.

Minutos después se encontraban los tres en el bar del hotel ordenando los primeros. La mesera regresa con el pedido y brindan por el encuentro. Ricardo recibe el alcohol como siempre, con un pequeño estremecimiento que indica el inicio de su transformación. De inmediato siente la suave euforia y su vocabulario se hace más florido y elegante. Arcadio lo empieza a interrogar en relación a su trabajo, su entrenamiento, su nueva gerencia. Ricardo responde a todas las preguntas con esa gran habilidad para comunicar sus pensamientos y que el alcohol agigantaba. Ambos Arcadio y su padre se quedan no-solo sorprendidos de las respuestas de él, sino gratamente impresionados. La conversación se torna ahora a la política y economía, Ricardo muestra la misma habilidad y hace gala de los conocimientos que le daba la lectura a la cual ya era adicto.

Cuando estaban a punto de consumir el tercer trago, Arcadio sin rodeos le dice; mira Ricardo, desde hace meses he estado pensando en hablarte. Creo que tenemos una oportunidad que puede ser interesante para ti. Como sabes la familia está construyendo un gran centro comercial en Hermosillo. Es una obra realmente importante. Tenemos ya la autorización de la Secretaria de Hacienda para abrir una nueva sucursal del banco en la ciudad, y hemos decidido que sea en este centro comercial. Le queremos dar a esta oficina una fisonomía diferente, moderna, de negocios corporativos, de mucha promoción. Es un experimento que yo pienso dará resultados interesantes. Pues bien, yo he pensado que la persona adecuada para manejar esta oficina eres tú, e inclusive lo he comentado con algunos miembros del Consejo. Que te parece.?

Ricardo se sorprende un poco pero al mismo tiempo lo invade un entusiasmo que trata de disimular. Ese era su sueño. El Banco Ganadero, el banco de su abuelo. Pero le responde a su primo: Mira Cayo, tengo casi tres años en México y realmente me ha ido muy bien. Como te dije en el aeropuerto, me acaban de promover a gerente y estoy realmente contento en Bancomer, pero no estoy casado con ellos. Mi idea obviamente es regresar a Sonora, pero tal vez mas adelante. Sin embargo, me suena sumamente interesante y retador lo que acabas de describir. No sé que responderte. Arcadio revira, mira, no me respondas nada en estos momentos. Te propongo lo siguiente. Te invito par que vayas a Hermosillo y  conozcas el equipo de Dirección que he formado, platiquemos mas del asunto, y si después del viaje consideras que no estás listo, no hay problema y ya veremos mas adelante.

Luego de despedirse de Arcadio y acordar con su padre a que hora se verían al día siguiente; se dirigía a su casa perdido en sus pensamientos. Le seducía la idea de regresar a su tierra. Lo descrito por su primo sonaba muy interesante, pero estaba feliz en México. Al llegar a su casa Susan de inmediato nota que algo lo perturbaba. Después de recibirlo con un beso le pregunta: Que pasa? Como te fue? Ricardo procede a relatarle todo lo acontecido desde el encuentro con su primo en el aeropuerto, incluyendo por supuesto la oferta de trabajo en Hermosillo. Ella súbitamente se incomoda. No, le dice, no me gusta la idea, que vamos hacer a Hermosillo? Estamos muy bien y felices aquí. Además tú siempre has dicho que a tu primo Arcadio no le tienes confianza. Ya te falló una vez. ¿Quién te garantiza que no lo volverá hacer.? 

Su padre regresa a Hermosillo luego de arreglar sus negocios. Ricardo aunque no lo había vuelto a comentar con Suzette, seguía pensando en lo discutido con su primo. La idea cada día le gustaba más. Sin embargo, el cúmulo de trabajo en su nueva responsabilidad no le dejaba mucho tiempo para divagar. Además había otro asunto de importancia primordial que también ahora lo ocupaba. Suzette le acababa de notificar que de nuevo estaba embarazada. Al principio una vez mas se sorprendió, pero estaba encantado pensando que ahora si les llegaría el hombrecito. Pero su mente lo regresaba al panorama planteado por Arcadio. Luego recordaba las palabras de Suzette; te va entusiasmar de nuevo y como la vez anterior, no vas a volver a saber de él. No te entusiasmes. Después de unos días decide olvidar el asunto y concentrarse en su trabajo.

Sin embargo, unas semanas después recibe una llamada de su primo. Sin perder tiempo le dice: Ya he comentado tu asunto con varios miembros del Consejo y me han autorizado inclusive para hacerte una oferta. Te quiero pedir que vengas el próximo fin de semana para platicar más a fondo, y de esa forma tengas más elementos para evaluar la posibilidad. De acuerdo dice Ricardo, creo puedo volar el sábado y regresar el domingo en la tarde. Su primo le pide si le es posible regresar hasta el lunes, para que de esa forma tenga la oportunidad de asistir a una reunión del equipo de Dirección el lunes en la mañana. Ricardo le responde no tener problema puesto que había un vuelo a medio día. Al colgar el teléfono se queda confundido pues pensaba la posibilidad se había esfumado.

Esa misma noche comenta con Suzette la llamada de su primo y sus planes de viajar a Hermosillo. Ella le responde; Hay Ricardo, no me gusta nada esto, pero yo hago lo que tú decidas. Algo me dice que esto no nos conviene. Al día siguiente hace todos los arreglos para el viaje, y procede a comentarlo con su gran amigo y compadre Teobaldo. El sábado a medio día vuela a Hermosillo con gran curiosidad. Desde casa de sus padres habla por teléfono con Arcadio y quedan de verse al día siguiente domingo en el campo de golf. Ricardo llega puntualmente a la cita y ya su primo lo esperaba. Se saludan con afecto y proceden a platicar. Arcadio después de hacer casi una historia del banco y porqué había llegado a la Dirección. Sin titubeos le hace una oferta que deja a Ricardo sorprendido. Era mas del doble de lo que ganaba en Bancomer.

Disimulando su sorpresa, Ricardo procede a preguntarle mas de los planes del banco, de la nueva oficina, formas de operar, del Consejo etc. Luego de platicar durante varias horas y cuando siente que puede dar la impresión de serenidad, profundidad, le comunica a su primo el aceptar la oferta. Arcadio le sonríe con satisfacción, le tiende la mano, Ricardo se la estrecha y sellan el compromiso. Cuando puedes estar aquí para iniciar,? Le pregunta Cayo. Yo pienso que a mas tardar en un mes, responde Ricardo. Puedo renunciar de inmediato, luego tengo que entregar la oficina. Hacer todos los preparativos del viaje como empacar etc, y agarrar carretera. Perfecto dice Arcadio, que te parece si mañana nos acompañas en la reunión del equipo. Claro responde Ricardo, tengo sólo que estar en el aeropuerto a las 12.

Ricardo manejaba el auto de regreso a casa de sus padres eufórico. Su sueño de trabajar en el Banco Ganadero se hacia realidad, pero además en esas condiciones, creía estar soñando. Jamas se imaginaba la forma en que las vidas de él y su primo Arcadio se ligarían en los siguientes años. Jamas se imaginaba cómo este hombre quien era mas de 10 años mayor que él, quien había sido uno de los héroes de su niñez, se convertiría primero en su líder, gran aliado y protector, y después en uno de sus más mortales enemigos tratando textual y literalmente de destruirlo. Jamas se imaginaba la clase de sentimientos que provocaría esta nueva relación; desde admiración, afecto, tal vez amor de hermanos, hasta, rencor, envidia, celos, rechazo y tal vez odio. Pero en esos momentos su primo de nuevo se situaba en el pedestal de sus héroes, pero ya no de su niñez, ahora de su vida profesional ya como adulto. 

Al día siguiente se presenta puntualmente a las oficinas del banco en el centro de Hermosillo. La secretaria de Arcadio lo pasa a su oficina en donde ya él lo esperaba. Momentos después empiezan a llegar los miembros del equipo de Dirección. Al único que conocía era a Luis Vega con el que había tenido un par de tratos superficiales. Se saludan con afecto. Luego le presentan a Efren Pineda Subdirector de Auditoria. Jesús Treviño Subdirector de Operación. Ramiro Ruiz Subdirector de Personal y asuntos administrativos. Se inicia la reunión encabezada por Arcadio. Ricardo con ojo clínico analiza a todos y cada uno de ellos. Arcadio le pide que les dirija unas palabras exponiendo sus ideas para la nueva oficina puesto que ya había notificado la aceptación de la oferta. Ricardo lo hace con esa gran habilidad de motivador y comunicador que poseía. Su primo con satisfacción observaba los rostros de admiración de todos sus escuderos. No había duda, había impresionado.

Esa misma tarde volaba de regreso a la ciudad de México con gran entusiasmo y grandes planes. La noche anterior había llamado a Suzette para informarle haber aceptado la irresistible oferta, y su nuevo hogar estaría en Hermosillo. A ella no le entusiasmaba mucho la idea pero cuando le explica las condiciones ofrecidas, entiende el entusiasmo de su esposo. Era una tarde gris y nublada, pero el horizonte para el joven banquero era más bello que nunca. Había calibrado a los miembros del equipo de Dirección, y no veía competencia. Si quería llegar a la Dirección General del banco, y ese era su meta, el sombrío e introvertido Luis Vega sería su único obstáculo. Sin embargo, en unos cuantos meses conocería la verdadera personalidad de un hombre tan complicado y acomplejado como lo era Vega. Le pide un trago a la azafata, y empieza a soñar con su futuro.

A primera hora el día siguiente pide una cita con su subdirector de zona para presentar su renuncia. Su repentina decisión causa cierta conmoción en algunos círculos de Bancomer. Toño López Rodríguez de inmediato lo llama para preguntarle porqué lo hacia. Ricardo le explica la oferta de su primo de quien ya tanto le había hablado. Su antiguo jefe le dice entender, lo felicita y le propone una comida antes de se partida con el grupo de la sucursal Insurgentes. Ese mismo lo notifica al personal de la oficina quienes se notan decepcionados, pues estaba ya creando buen ambiente. De inmediato y al estilo de Bancomer, asignan a quien lo substituiría y de nuevo se ve involucrado en otra entrega. Inicia una serie de rondas para despedirse de clientes y amigos.

Don Epifanio estaba inconsolable por la partida de la joven pareja y su pequeña niña. Realmente se había encariñado con ellos, y por supuesto ellos con él. Durante la entrega de la oficina de parte de Ricardo, Suzette aun con su embarazo trabaja duro empacando las cosas que tenían que enviar a Hermosillo en la mudanza. Suzette también había aprovechado para despedirse de sus familiares que tan bien se portaban con ella, sus amigas de Flintirdge, la escuela secundaria de Pasadena en donde había conocido a tantas mexicanas del DF. El personal de Insurgentes le ofrece una comida a Ricardo a donde asisten todos los subergentes con los que había trabajado. Don Luis Magaña su viejo subdirector de zona ofrece las palabras de despedida por demás emotivas. Esa noche se concentra con Suzette en su casita, pues el día siguiente partían.  

La siguiente mañana casi al rayar el sol, se da la triste despedida con Don Epifanio, nunca lo volverían a ver. Ya acomodados en el auto que Don Nubar les había regalado, le dan una última mirada a la pequeña casa en donde tan felices habían sido durante más de un año, Suzette derrama unas lágrimas y parten rumbo hacia su destino. Ricardo rápidamente toma el periférico para enfilar hacia Querétaro. La idea era hacer el recorrido en tres etapas. Pasarían la primera noche en Guadalajara para visitar a su gran amigo Pepe Casero. Al abandonar los límites de la ciudad de México, Suzette exclama: Espero en Dios que todo sea para bien. Ricardo responde; caminante no hay camino, se hace camino al andar. En esos momentos terminaba una etapa de sus vidas por demás importante, y se iniciaba otra, de la que no tenían idea.

EL VUELO DEL AGUILA

Ya enfilados hacia su primer destino; Guadalajara; Ricardo se envuelve una vez mas en sus pensamientos. Hacía menos de tres años que había abandonado Hermosillo. Desde su partida todo simplemente todo, le había resultado a la perfección. No podía creer la forma en que su vida se había transformado. Pareciera ser que alguien velaba por él, que alguien lo protegía, que alguien iluminaba su camino. Tampoco tenia idea de cómo los siguientes ocho años se desarrollarían cual si fuera un cuento de hadas, cuando menos en lo que a su actividad profesional se refería. Tenía prisa por llegar a Guadalajara para ver a uno de sus mejores amigos; Pepe González Iñiguez. El y Pepe habían sido compañeros desde la escuela primaria, hasta terminar sus carreras profesionales en el Tec. de Monterrey, en donde también habían sido compañeros cuarto. Además Pepe se había casado con su prima Conchita. 

Arriban a Guadalajara ese viernes ya anocheciendo. De inmediato Ricardo se reporta con su amigo. Las dos parejas pasan juntos el fin de semana de la forma más agradable. El domingo van todos a Chapala. Hacen recuerdos de su época de estudiantes en Monterrey. El lunes muy temprano parten ahora con la idea de pasar la noche en Mazatlán. Así lo hacen para luego proseguir a Culiacán en donde Suzette tenía familiares. En Culiacán deciden el que Suzette y la niña hagan el resto del viaje a Hermosillo en avión, pues el calor de ese mes de Julio era insoportable y el auto no tenía aire acondicionado. Ricardo prosigue el viaje solo hacia Hermosillo a donde arriba el mismo día ya anocheciendo. Llega a casa de sus padres, en donde lo reciben con gusto pero con la frialdad de siempre.

Un par de días después arriba Suzette con la niña. Ricardo aunque tenía aun unos días liberes antes de presentarse a trabajar. Se reporta de inmediato con su primo Arcadio. En equipo con Jesús Treviño quien sería su jefe, hacen el plan de involucración de Ricardo que incluía un par de visitas a oficinas fuera de Hermosillo para familiarizarse con los sistemas de operación del banco. Ricardo y Suzette deciden de inmediato comprar una casa en un nuevo fraccionamiento promovido precisamente por su primo Arcadio. Como la casa no seria entregada hasta el mes de Octubre, deciden que Suzette pase esa temporada en Nogales con sus padres. Ricardo consigue que le asignen como la primera oficina a visitar precisamente la de Nogales, por lo que resulta práctico para ellos.

Después de visitar algunas otras oficinas, Ricardo es asignado a pasar unos días en la oficina matriz del banco que se ubicaba en el primer piso del edificio de la dirección. Ese día lo recibe el gerente de la misma José Abel Guerra cortés pero fríamente. La matriz era la oficina bancaria más grande del estado de Sonora, y en ella se manejaban casi el 50% de los negocios del banco. Lo presenta con los tres subgerentes: Humberto Blanco, Rafael Pesqueira, y Aída Encinas. Los siguientes días Ricardo se convierte en la sombra del gerente puesto que ese era el plan de inducción. Abel Guerra se sorprende de la cantidad de gente que el muchacho conocía y lo saludaban constantemente. A Ricardo le agrada la actividad de la matriz y se empieza a identificar con el resto del personal, quienes no tenían buena relación con el gerente. A la raza de cartera Ricardo les había caído muy bien, pues a pesar de ser popis como ellos decían; era “a toda madre.”

Aproximadamente a la semana de estar desarrollando ese plan, Ricardo es llamado con urgencia a la oficina de Jesús Treviño. Lo recibe Jesús con cara compungida como si fuera a algún velorio. Tenemos un problema le dice con voz grave. De que se trata,? Pregunta Ricardo preocupado. Guerra, el gerente se ha enfermado y parece que es algo serio, va a requerir una operación y semanas de convalecencia. No tenemos quien lo substituya, así es que te vamos a comisionar a ti. Ricardo se sorprende y se pone un poco nervioso. Esa era una oficina como tres a cuatro veces más grande que la Insurgentes en donde había sido subgerente en México, y finalmente, él era un muchacho de solo 26 años. Que dices? Pregunta Jesús, le entras.? Claro que si, nomás dame autoridad y facultades, responde.  

Esa misma tarde se organiza una junta de personal en la oficina encabezada por Jesús Treviño para informar de la enfermedad de Abel Guerra, y que de forma indefinida Ricardo lo substituiría hasta su recuperación total. Ricardo después les dirige unas palabras y con gran sinceridad les informa que no sentía tener la experiencia para tal responsabilidad, pero lo que sí tenia era ganas de hacer las cosas bien, pero requería de la ayuda de todos. Nosotros somos un equipo les dice, y como equipo debemos funcionar. Así como ganan los juegos de béisbol partiéndose la madre, así es como espero que jueguen conmigo. Continúa su exposición con la habilidad tan conocida que tenia para comunicar y motivar. Al final de la reunión la gente estaba verdaderamente impresionada, no digamos los subgerentes, en esos momentos, se había convertido en su líder. Treviño lo reconoce y lo celebra con una discreta sonrisa.

Durante las siguientes semanas Ricardo trabaja con intensidad tratando de establecer un nuevo estilo en la oficina. Involucra a los subgerrentes y demás supervisores en la toma de decisiones importantes. Junto con sus asistentes organiza un agresivo plan de promoción con el objetivo de aumentar la penetración de la oficina en la plaza. En el transcurso de la mañana constantemente se paseaba entre los empleados operadores de los servicios en plan de motivarlos. Al Contralor de la oficina a quien Guerra casi ignoraba, lo involucra como parte del equipo gerencial. El ambiente de inmediato empieza a cambiar y se nota. El se sentía vigorizado y muy motivado ante la oportunidad, solo lo desanimaba un poco el que fuera por unas semanas, puesto que ya se sentía en dicha oficina como en su casa.

Era ya finales del mes de Octubre y Suzette seguía en Nogales puesto que no les entregaban la casa. A Ricardo le molestaba un poco el tener que viajar cada fin de semana a esa ciudad para verla y sobre todo ver a su niña. Sin embargo, se encontraba tan motivado, que el viaje se le hacia realmente corto. Finalmente a principios de Noviembre la casa queda terminada y entregada. Suzette hace el movimiento ya con muebles desde Nogales. En unos cuantos días la casa queda instalada y completa. Suzette tenía muy buen gusto y realmente había hecho un extraordinario trabajo. Sus padres la acompañan en su movilización lo que la hace mas práctica. El barrio era muy bueno y los vecinos de primera. Ramón Corral y su Merceditas por un lado. Rolando Valenzuela y su Guadalupe por otro. Juan Ramón Iñigo y su María Elena enfrente.

Ahora si Ricardo se sentía completo. Su familia, su nueva casa, y su trabajo que lo fascinaba, lastima que solo fuera transitorio. Además de su responsabilidad como gerente de la oficina matriz, ya estaba trabajando en los planes de apertura de su oficina en el nuevo centro comercial. Supervisaba la construcción, entrevistaba personal. Sin embargo, se sentía verdaderamente en su elemento como gerente de la oficina matriz. En las semanas que tenia al frente de ella, había encontrado una serie de anormalidades que él pensaba era fundamental se resolvieran. Tenia noticias de que Guerra el gerente oficial, se encontraba prácticamente recuperado de su enfermedad, y esperaba que en cualquier momento se presentara a trabajar y así hacerle la entrega. También sabía que Guerra no tenía ya buenas relaciones con su primo Arcadio. El comentario en la ciudad era lo impresionado que estaba la gente con mi trabajo y mi juventud.

Una tarde a fines de Noviembre en que Ricardo se encontraba en una reunión con sus subgerente, recibe una llamada de la secretaria de Arcadio para que se presente a su oficina. Se disculpa y de inmediato sube las escaleras al segundo piso y se para frente a la secretaria. Pase le dice la muchacha. Al introducirse a la oficina de su primo se encuentra con Jusus Treviño y el mismo Abel Guerra sentados alrededor de la mesa de juntas. Arcadio se encontraba hablando por teléfono. Saluda a los dos y le comunica a Guerra sus buenos deseos por la recuperación. Sin embargo, se sorprende al notar las caras fúnebres de los dos invitados. Momentos después Arcadio deja el teléfono y luego de saludarlo brevemente, sin rodeos empieza su mensaje. Ricardo le dice, estamos conscientes de que has hecho una extraordinaria labor al frente de la oficina matriz, y hemos decidido el darte el nombramiento ya permanente. Lugo les dice a los espectadores, me dejan por favor solo con Ricardo.

Nota que suprimo estaba molesto, por lo que supone pudo haber tenido un enfrentamiento con Abel Guerra al notificarle su decisión. Arcadio como acostumbraba hacerlo cuando estaba molesto, suspira profundamente, y luego dibuja una sonrisa forzada. Estás encabronado le dice Ricardo, claro responde Arcadio, ya no aguanto a este pendejo—refiriéndose a Guerra. Yo no tenía idea del desmadre que tiene en la oficina hasta que llegaste tú a componerlo. Miles de clientes me han llamado para felicitarme por haberte enviado ahí, y sobre todo para quejarse de ese pendejo. Pero no te llamé para eso. Has aumentado la penetración, las utilidades, has cambiado el ambiente de trabajo; gran labor.  Te llamé para comunicarte el nombramiento, ya está comentado con el Consejo y aceptado. Estamos depositando una gran confianza en ti. Esta es la oficina más grande e importante. Pero yo sé que tu puedes con este reto. Así es que adelante y a trabajar duro como tú sabes.

Abandona la oficina de su primo sintiendo que camina sobre algodones. Se va directo a la de Jesús Treviño y sin tocar entra. Que pasó Jesús,? Le pregunta a su jefe. Treviño quien era un hombre sin personalidad, de baja estatura y algo retraído, le responde. Pues mira; ya te diste cuenta de que Abel no manejaba muy bien la oficina. Además él y Cayo ya traían enfrentamientos. Pero el motivo más importante para esta decisión es que tú la has hecho muy bien; has aumentado la penetración, las utilidades se han disparado, el personal está muy motivado, la clientela está muy contenta contigo. Te confieso que yo no estaba de acuerdo, pienso que no tienes la experiencia para esta responsabilidad tan grande, te estamos precipitando, pero la cosa está ya decidida. Mañana haremos una junta de personal para notificarlos, y ya Nacho Cadena ha avisado a los periódicos.

Ricardo baja las escaleras hacia la oficina pensando; esto es un sueño, esto es increíble, alguien me está ayudando allá arriba. Al día siguiente era el tema de moda en Hermosillo y en las principales ciudades del Estado. En todos los periódicos de la región su nombramiento aparecía en primera plana. Un chamaco de 26 años se había convertido en el gerente de la oficina bancaria más grande e importante del estado de Sonora. Durante la junta de personal para notificar su nombramiento permanente, y en la que había participado Arnaldo y todo el equipo de Dirección; como siempre Ricardo había hecho gala de sus grandes dotes de comunicador dirigiendo un mensaje que impresionó no solo a los miembros del personal de la oficina, sino a todos los directivos, y en especial a su primo Arcadio.

Llega el mes de Diciembre y el año de 1971 inicia su fallecimiento. La vida de Ricardo parecía ser casi perfecta, sin embargo, había algo que no la hacia tal. Desde su regreso de Nogales, Suzette había iniciado a mostrar un carácter explosivo del cual Ricardo no estaba consciente. Mostraba además unos celos enfermizos, un afán de controlar la vida de su esposo. Ricardo tardaría años en entender esa nueva faceta de su mujer que ya lo incomodaba sobremanera. Su nueva posición había llegado como era lógico, con una serie de compromisos sociales y de negocios. Ya formaba parte de varios consejos empresariales, el centro bancario, la Unión Ganadera etc. Sin embargo, Suzette no entendía ni aceptaba esos compromisos. No había duda que la relación entre ambos se estaba deteriorando, pero Ricardo no quería aceptar que ya se empezaba a convertir en los que seria una grave crisis.

Al asistir a la primera reunión como consejero del Centro Bancario, Ricardo de inmediato nota a la hermosa secretaria. Era una muchacha muy joven, morena, de cuerpo escultural, con una cara de ángel. Durante toda la reunión en la que ella se encarga de servir el café a los asistentes, nota que tratando de disimular le dirige miradas reveladoras. De vez en cuando él le sonríe y ella le responde. Unas semanas después y luego de uno de los enfrentamientos con Suzette—que ya se hacían habituales—ella inclusive lo ataca físicamente. Ricardo furioso abandona la casa sin saber a donde dirigirse. De pronto recuerda que era sábado y tenia una invitación para asistir a la fiesta de graduación de uno de los hijos del que había sido mayordomo de los ranchos de su abuelo. Decide que es un buen lugar para pasar esa tarde lejos de la metralla de Suzette.

Enfila su auto hacia Villa de Seris en donde se desarrollaría la fiesta. Al llegar a la casa nota una muy nutrida concurrencia, música muy alegre, y sobre todo, tragos de todas clases. Lo saluda el festejado con gran entusiasmo y le agradece su presencia. Que te tomas? le pregunta. Ando muy crudo responde Ricardo, dame una cerveza bien helada. En segundos tenia un gran tarro de cerveza de barril entre sus manos. Se lo bebe de un solo trago. Le pasan el segundo y hace lo mismo. Siempre decía que él disfrutaba mas las crudas que las borracheras, y era por lo que empezaba a sentir en esos momentos, esa euforia tan especial que le provocaba el primer trago en una cruda. Se sienta con el festejado y sus hermanos alrededor de una mesa, pues eran todos sus amigos e hijos del Chato—del quien decían era hijo ilegítimo de mi abuelo--cuando algo le llama la atención. En un grupo de muchachas al otro lado del patio, estaba nada menos que la secretaria del centro bancario.

Pasan un par de horas para que Ricardo experimente su transformación. Inicia la música y con el valor que le daba el alcohol, se dirige hacia la muchacha y la saca a bailar. Se da cuenta de que no lo reconoce, pues él vestía su indumentaria de vaquero incluyendo su sombrero. Segundos después de haber iniciado el baile, le pregunta; Que hace aquí la secretaria del Centro Bancario.? Ella sorprendida le pregunta. Me conoces? Claro le responde Ricardo, soy el gerente del Banco Ganadero. Ella pone una cara casi de pánico y le dice: Lic. Valenzuela, que pena perdóneme pero no lo conocí. Si responde él, fui al rancho en la mañana y me quedé con mi disfraz de vaquero. Continúan bailando y siente que ella se empieza a relajar. Al terminar la ronda de baile, Ricardo le pide se siente con él argumentando no conocer casi a nadie. Pasan el resto de la velada juntos.

Al terminar la fiesta, Ricardo la acompaña fuera de la casa, la conduce a un rincón y sin darle tiempo a reaccionar, la abraza y la besa apasionadamente. Ella responde al beso con agresividad. Al despedirse ella le pide la llame al centro bancario pues le gustaría volver a verlo, él asiente y de nuevo la besa. Era la madrugada cuando se dirigía a su casa pensando en Berta Velia—era el nombre de la hermosa muchacha. Los efectos del alcohol como siempre lo hacían sentirse bien ante su conquista. No entendía el porqué Suzette se portaba así con él. Era un buen esposo, era exitoso. Desde sus deslices en la ciudad de México había sido un marido ejemplar. Además Suzette nunca se había enterado de ellos, no tenia motivos para su conducta. Regresaba sus pensamientos hacia Berta Velia y se sentía entusiasmado. Sería ese un proceso que se repetiría cientos de veces en los años venideros. La búsqueda del amor.  

Al día siguiente se presenta a su oficina muy temprano sintiendo que se moría de la cruda. Tiene como todos los lunes una mañana sumamente agitada. A eso de las 11 A.M. aproximadamente, se le aproxima un tipo que conocía puesto que había trabajado para su tío Manuel, hermano de su madre. Le dice Bay—que era el nombre de él—te veo muy mal, parece que estás muy crudo. Así es le responde, me estoy muriendo. Le dice Bay, al rato te traigo un remedio que te va a curar muy pronto. Ricardo se queda pensando que tal vez a este loco se le ocurriera aparecerse con un trago en el banco. Minutos después reaparece Bay y le entrega una pequeña botella. Tomate media pastilla, le dice al tiempo que sale de la oficina. Ricardo observa la botellita y se da cuenta por la etiqueta de que era Valium. Algo había escuchado de esa medicina, pero no sabía que exactamente que era, y para que servia.  

Se introduce a su privado y luego al baño. Temblaba de pies a cabeza, tenia palpitaciones, sudaba frío. Súbitamente saca una pastilla de la botella, observa que es de color azul, lo duda unos segundos, pero era tal su malestar, que finalmente se la toma con un vaso de agua. Se sienta unos instantes en el sillón de su privado; y magia. A los pocos momentos sus horrorosos síntomas empiezan a desaparecer. La respiración se normaliza, el pulso igual, deja de sudar y de temblar. Pero lo mejor, empieza a sentir una suave euforia similar a la de sus famosas “curadas de cruda.” En esos momentos había nacido lo que sería otra de sus  graves adiciones que por poco le cuesta la vida. Sale ágilmente de su privado transformado al tiempo que su secretaria le dice; le hablan del centro bancario, sonríe y toma la llamada.

Berta Velia Cota Torres dice Ricardo a manera de contestar el teléfono. Escucha luego la risa de la muchacha. Como sabias que era yo? Pregunta ella con cierta coquetería. Es que soy mago responde él. Luego de cruzar algunas palabras, se ponen de acuerdo para verse esa noche. Durante el resto del día y gracias a Bay, Ricardo se sintió no solo bien, super bien. Poco después de las 6 de la tarde, pasa por Berta Velia y la recoge a una cuadra de la oficina del Centro Bancario. Era Diciembre y para esas horas ya estaba obscuro, así es que no se siente nervioso. Berta Velia estaba en una esquina y con agilidad se monta en el auto. Como amaneciste? Le pregunta ella. Bien le dice él mientras acelera. Sin preguntarle, dirige el auto hacia la carretera. A donde vamos? Pregunta ella. A ver la luna llena responde Ricardo, está hermosa. 

Efectivamente era una bella noche de luna llena y brillantes estrellas. Minutos después se encontraban en un solitario paraje a las afueras de la ciudad. Bajan del auto, Ricardo la abraza y empieza a besarla con pasión. Ella tiembla y regresa el beso con la misma intensidad. La dirige hacia la parte trasera del auto, abre la puerta y la acomoda en el asiento. Lentamente la empieza a desvestir hasta dejarla completamente desnuda. No podía creer la belleza de la muchacha, tenía un cuerpo que se podía describir como perfecto. Se introduce luego él también a la parte del asiento trasero del auto. Segundos después se envuelven en un abrazo de sexo que a Rodolfo le parece sublime. Repiten el acto innumerables veces. Luego platican de sus vidas. Es cuando ella le confiesa tener solamente 17 años de edad. El se queda estupefacto.

Llega la Navidad y la noche de fin de año de ese 1971, y a Ricardo le traen sentimientos mezclados. Se siente feliz con la ya muy próxima avenida de su segundo hijo. Está feliz y realizado en su nueva responsabilidad en el banco. Mantiene el entusiasmo de su nueva aventura con Berta. Pero su relación con Suzette sigue deteriorándose. En algunas ocasiones la trata de disculparla pensando que es el embarazo lo que le produce esos arrebatos de ira incontrolables. Pasan esos días en Nogales y él se regresa después del año nuevo. Se moría por ver a Berta. Soñaba con los encuentros apasionados con ella que se habían movido ahora a un hotel. A veces se preocupaba de mantener ese tipo de relación con una muchachita de 17 años. Pero en cuanto la tenía entre sus brazos, todo se le olvidaba. Nada le preocupaba.

Durante el mes de Enero de ese nuevo 1972, sucederían dos acontecimientos de gran impacto en la vida de Ricardo. El primero le daría gran felicidad con el nacimiento de su segunda hija los primeros días del mes. El segundo le produciría una gran pena con el fallecimiento de su abuelo materno. Ricardo prácticamente se había creado con él. Casi toda su niñez y adolescencia las había pasado con ese hombre que tanta importancia tenia en su vida. Goza en grande el nacimiento de su hija, y llora con gran dolor la muerte de su abuelo. Pero la vida sigue su curso. Suzette regresa a Hermosillo a fines del mes ahora con las dos preciosas cargas. Deciden bautizar a la segunda niña y darle el nombre de la abuela paterna de Suzette; Virkine. Ricardo seguía trabajando como nunca, y su relación con Berta continuaba igual; salvaje y apasionada.

El año de 1772 transcurre con celeridad para Ricardo. Cada día daba mas muestras de sus habilidades como banquero. Había solicitado como subgerente a su buen amigo Alejandro Camou, quien había terminado un entrenamiento en el banco después de haberse graduado como Contador Público. Ricardo y Alejandro hacían una gran pareja. La oficina seguía ganando penetración en la ciudad. A él cada vez se le identificaba como el banquero con más futuro en el Estado. Dentro del mismo banco ya se identificaba también como líder. Sin embargo, había ya también nacido una rivalidad con otro prospecto; Luis Vega. Pero si había dos seres humanos diferentes, eran Ricardo y Luis. Ambos eran mas o menos de la misma edad—siendo Luis mayor. Ambos eran muy inteligentes. Ambos eran altos. Hasta ahí llegaban las similitudes.

Ricardo era un muchacho de tez muy blanca, de apariencia atlética y distinguida, muy bien parecido. Era miembro de dos de las familias mas conocidas, queridas y respetadas del Estado. Había siempre estudiado en colegios y Universidades privadas. Extrovertido y de muchos amigos. Muy sincero y a veces hasta un poco ingenuo, sin malicia. Luis por otro lado era de clase muy humilde. De tez muy morena, tanto que sus amigos le decían el indio. Antisocial y muy introvertido. Un muchacho que había hecho sus estudios con muchos sacrificios y en escuelas públicas. Como años después Rodolfo se daría cuenta, era un hombre con muchas telarañas en su mente. Un hombre atormentado por su origen, lo que provocaba fuera rudo, maleducado y patán. En ciertos momentos se le notaba cierto afán de venganza contra…………el mundo.  

1972 era el último año de la primera administración de Nixon en los EU y el segundo de la administración de Echeverría en México. La guerra fría abrazaba al globo y a toda la humanidad. Nixon en los EU enfrentaba una economía con graves problemas; inflación sin crecimiento, lo que después se bautizó como stagflacion. En México Echeverría ya había iniciado el desarrollo de sus políticas populistas y colocaba en la Secretaria de Hacienda a uno de sus incondicionales; José López Portillo. El retiro de Hugo Margain de Hacienda, causaba gran preocupación en los círculos financieros internacionales, puesto que la emisión monetaria desmedida del Banco de México, ya era un secreto a voces. Nixon en los EU enfrentaba los problemas con recetas keynesianas como el congelamiento de precios y salarios, y ese mismo año renegaría de los acuerdos de Bretton Woods, para enviar al mundo entero en una espiral de inflación sin crecimiento.

Ricardo como responsable de la oficina más grande del Estado, sentía en carne propia la debacle que el nuevo gobierno estaba provocando. El trabajar ahora en un banco regional en donde tenia oportunidad de una visión más completa de la banca mexicana, le había abierto los ojos ante una realidad que aborrecería durante el resto de su vida. La forma tan opresiva en la que el gobierno controlaba las vidas de sus ciudadanos. No entendía ni aceptaba la forma tan estúpida que llamaban encaje legal, mediante la cual el gobierno dictaba a los bancos que hacer con sus captaciones. A veces él sólo se preguntaba; ¿que el gobierno piensa que somos tan pendejos que no sabemos como invertir nuestras captaciones? Después con tristeza se daría cuenta de los verdaderos motivos del gobierno para aplicar esas técnicas. Ahí nacería su espíritu rebelde y se sembrarían las semillas de su liberalismo.

Durante el desarrollo de ese año su relación matrimonial llega ya a crisis. Suzette estaba incontrolable. El inclusive evitaba estar en su casa. Solamente tenía dos refugios; su trabajo y Berta Velia. Trabajaba hasta horas avanzadas de la noche para después tener sus encuentros con su amante. Ocasionalmente se embarcaba en alguna parranda con sus amigos, pero más seguido lo hacia con sus vecinos con los que había establecido muy buena amistad. Era la única forma que soportaba ya estar con Suzette, en grupo y con sus vecinos quienes muy seguido organizaban reuniones para asar carne, o simplemente para tomarse unas copas y escuchar los chistes de algunos de ellos. Su crisis matrimonial llega a tal grado que durante ese verano después de un altercado en que mujer le dio varias cachetadas, él en medio de su frustración y sin saber a quien acudir, habló con sus padres para comunicarles que se pensaba divorciar.

En esa ocasión fue disuadido por su madre. Pero la realidad era que no encontraba a la fortaleza para consumar el divorcio pensando separarse de sus niñas, el escándalo, y definitivamente la pérdida del objetivo que cada día seguía visualizando; la Dirección General del banco. Para él cada día se acercaba mas a ese objetivo, y sabía que un divorcio seria su tumba profesional. Se sumergía cada vez mas en su trabajo, leía y se preparaba. Había establecido una muy buena relación con su primo Arcadio, mejor de la que originalmente havia iniciado siendo él un niño tomando clases de box junto con su primo. Ricardo sabía que cuando el momento llegara, Cayo sería pieza clave en la toma de esa importante decisión. La prensa lo trataba muy bien, se hacia de muy buena reputación. A la gente parecía habérsele olvidado su borrascosa juventud.  

La familia Valenzuela desde que la primera generación encabezada por Federico, el padre de Arcadio, habían llegado a Hermosillo de su pueblo de origen Sahuaripa, se habían establecido como pilares de la sociedad y eran muy exitosos en los negocios. De hecho, Don Federico junto con el abuelo materno de Ricardo; Don Manuel P. Torres habían sido de los socios fundadores del banco. Sin embargo, la figura de Arcadio cada día destacaba y se encumbraba. A pesar de que sólo era un joven que no llegaba a los 40s, ya encabezaba un grupo empresarial de importancia casi nacional. Era el empresario y líder más prestigiado del Estado. Un hombre sumamente inquieto, ambicioso, inteligente, carismático, y al cual todo mundo pensaba el banco ya le estaba quedando chico. Con eso en mente, Ricardo establecía sus estrategias. Un divorcio definitivamente no era parte de ellas.

Arcadio encabezaba un conglomerado de negocios que incluía obviamente el banco, una operación agropecuaria de gran magnitud, una cadena de tiendas departamentales, y la aventura más reciente y tal vez la más exitosa; una compañía constructora y desarrolladora de todo tipo de proyectos inmobiliarios. Cada división tenía su responsable quienes cuidadosamente habían sido reclutados por él mismo. Sus hermanos mayores además controlaban otros grupos de negocios de igual magnitud incluyendo engorda de ganado, agricultura a gran escala, cría de puercos, gallinas etc. La adquisición más reciente de Arcadio había sido Luis Coppel quien era también graduado del Tec. de Monterrey en Administración y Contabilidad. Él sería el responsable de la nueva división Inmobiliaria. Arcadio no tenia idea del error que cometía.

Luis Coppel era muy amigo de Ricardo. Habían sido compañeros de carrera, compañeros de casa en Monterrey, de parrandas, y se conocían prácticamente de toda la vida. Ricardo lo consideraba extraordinariamente inteligente, sin embargo, conocía también sus telarañas mentales—o eso creía. Cosa que después comprobaría no tenia la mínima idea hasta donde estas llegaban. Coppel al igual que Luis Vega, contrastaba frenéticamente con Ricardo. Era un tipo de estatura muy baja—tal vez no llegaba al 1.70 Mts. Muy pasado de peso lo que lo hacia verse casi grotesco, y desde muy joven se había quedado calvo. Ese conjunto era motivo de crueles burlas de todos sus compañeros en el Tec. a quien apodaban “El Sapo.” Cuando Ricardo lo vio esa mañana en la oficina de Arcadio, nunca se imaginó tampoco el impacto que tendría en su vida en los años venideros.

Coppel admiraba a Ricardo, y después se daría cuenta que también lo resentía y le llegaría a tener una envidia enfermiza. Le había tocado atestiguar la mayor parte de las aventuras del famoso Chero, como apodaban a Ricardo en el Tec. Sus legendarios pleitos que siempre ganaba de forma contundente. Sus conquistas, su pegue con las muchachas popis de Monterrey. Le había tocado presenciar el famoso affair de Ricardo con la Chata Garza T, en esa época tal vez la muchacha más famosa y codiciada de Monterrey. Ahora lo veía escalando las alturas de la escalera corporativa a una velocidad que a todo mundo impresionaba. Años después y de una forma sorprendente, Ricardo finalmente se daría cuenta de que ese resentimiento había crecido a través de los años como los tumores malignos, para destruir esa amistad que nunca se recuperaría. 

Esa mañana en que Ricardo como seguido lo hacia, visitaba a su primo en su oficina cuando se encuentra con Luis Coppel y Arcadio de inmediato le informa de su involucración al grupo. Coppel se despide argumentando tener un compromiso, y se retira. Arcadio pregunta; ¿que te parece.? Excelente reclutación responde. Coppel es un tipo muy inteligente y responsable. Arcadio cambia el tema de la conversación bruscamente para decirle. Parece que finalmente Jusus Treviño se nos va. Treviño nunca había estado a gusto en Hermosillo y tampoco su esposa, y desde hacia tiempo se quería reintegrar a Banamex de donde había llegado prestado. Que lastima responde Ricardo, es un hombre competente. No tengo con quien substituirlo y estoy pensando en ti. Ricardo se sorprende. Es solo un pensamiento continua su primo, pero piénsalo tú también.

Ricardo baja lentamente las escaleras que conducían a la oficina matriz sumamente pensativo.  El ya había considerado esa posibilidad, pero no tan rápido. Solamente había sido gerente de la oficina durante poco mas de un año. Sin embargo, no lo asustaba el reto. Podía dejar a su buen amigo Alejandro Camou como gerente en su lugar. La oficina había ganado casi 10 puntos de penetración y marchaba como reloj. Aun cuando había prometido a su primo no comentar el asunto con nadie, no aguanta la tentación, y le notifica el detalle a Alejandro. A su amigo le brillan los ojos del entusiasmo. Después le dice; mira Cani, aunque esto es solo una posibilidad, hay que prepararnos. Yo pienso que Treviño está tan harto que no dura para fin de año. Si yo me voy en su lugar, me estaciono en la mejor posición apuntando a la Dirección General.

Se sienta en el cómodo sillón y se recarga hacia atrás pensando. El año se había ido volando, pero había sido uno definitivamente muy bueno. Aun cuando su relación con Suzette seguía de mal en peor, sus dos hermosas niñas alegraban su vida de forma especial. Se relación con Berta Velia continuaba aunque a su estilo ya lo empezaba a aburrir. Ahora tenía frente a él la posibilidad de convertirse en el responsable de la operación de todo el banco. El más de un año en que había desarrollado la responsabilidad de gerente de la oficina bancaria más grande del Estado, le había agigantado su experiencia, le había alimentado su ego y auto estima, su imagen, le había dado gran seguridad y una perspectiva diferente, lo había hecho madurar enormemente. Y algo muy importante, le había permitido conocer a fondo gente que él pensaba conocía, pero en los compromisos de honor, ahí es donde se sabía quien era quien. Eso le abría lo ojos a una nueva realidad.  

Había en particular un detalle que avalaba esa nueva dimensión que él le daba a su conocimiento de la naturaleza humana. Al tomar control de la gerencia, uno de los problemas que encontró era un crédito que se había “descompuesto” debido a que el proyecto que lo había generado era un fracaso. Se trataba del hospital privado que se promovió a principios de los 70s. Como consecuencia de los movimientos financieros para capitalizar tal proyecto, quedaba un documento firmado por tres de los pilares empresariales de la ciudad: Enrique Mazon, Roberto Molina—consejero del banco—Enrique Cubillas. El pagaré tenia meses de vencido y nadie se animaba a cobrarlo. Ricardo los llama, y en conjunto piden renovar el mismo. El joven banquero asiente y envía uno de los empleados con el nuevo documento para su firma y renovación. Es ahí cuando se inicia esa lección que nunca olvidaría.

En los trámites de firma y cambio del nuevo documento por el viejo, por un error del empleado se hace entrega del documento original antes de la firma del nuevo. Al darse cuenta Ricardo, de inmediato llama a Don Enrique Mazon para informarle del error y pedir su ayuda para dejar la operación regularizada. Después de semanas de evasivas hace lo mismo con Don Roberto Molina con los mismos resultados. Con Enrique Cubillas no habla puesto que en esa época de hecho casi vivía en el DF. Después de todos los intentos le dice al empleado quien estaba ya en pánico. No te preocupes, al vencimiento les presentamos el documento aunque no tenga firmas y lo pagan. Seis meses después y con el documento vencido, Ricardo llama de nuevo al Sr. Mazon. No hay problema dice Don Enrique, envíamelo para pagarlo. El Sr. Molina afirma lo mismo.

Un par de horas después el enviado se presenta con cara de espanto en la oficina de Ricardo. ¿Que te pasa Bartolo? le pregunta, tienes cara de que viste un espanto. Algo peor Licenciado responde el muchacho. Le presenté el documento a Don Enrique primero y al examinarlo me dice; este pagaré no tiene mi firma y no tengo porque pagarlo, retirándose de inmediato. Pasé después a la oficina de Don Roberto Molina, y me sucedió exactamente lo mismo. Ricardo monta en cólera y toma el teléfono para llamar a Don  Enrique quien lo evita por varios días. La historia se repite con Don Roberto Molina. Finalmente y ya desesperado hace un intento para hablar con Enrique Cubillas que por suerte se encontraba en la ciudad. Le explica el problema. Le dice Don Enrique; vente ahorita para acá y trae el documento. Se presenta con Don Enrique y le muestra el pagaré con un anexo incluyendo intereses penales. Don Enrique sin decir palabra le entrega un cheque por la cantidad requerida y cambia de plática. Ese era un hombre de honor y de palabra.

Ese sería el primer incidente que le abriría los ojos ante una realidad muy diferente a la que él había idealizado en la figura de su abuelo a quien consideraba la personificación de la palabra, compromiso y honor. Una realidad que años después se mezclaría en una fatal poción con sus valores, sus creencias, pero sobre todo, con sus sentimientos de culpa, inseguridades y temores. Continuaba pensando recargado en su cómodo sillón. La fisonomía del banco estaba cambiando. Arcadio había sustituido a Ramiro Ruiz en la División de Personal con un joven brillante; Jorge Saenz. Jorge estaba iniciando un plan de reclutación de los mejores prospectos que producía la Universidad de Sonora para estructurar un programa similar al que manejaban los grandes bancos, y al cual Ricardo había pertenecido en Bancomer. Había también contratado a un buen elemento para formar una División Agropecuaria, él era un Ingeniero reclutado de las filas de FIRA; Axayacatl Arias. 

Continúa mentalmente repasando el desarrollo del año que ya apuntaba hacia su final. Cada día lo impresionaba mas su primo Arcadio. De nuevo se había convertido en su héroe como en los años de su niñez, pero ahora en otra dimensión. Lo admiraba profundamente, sin embargo, había algo de él que no le gustaba, es mas, lo detestaba. Era un hombre sumamente explosivo. Había ocasiones en que realmente le daban ataques de una rabia incontrolable. Cuando eso sucedía, tendía a ofender y dolorosamente lastimar a mucha gente. Eso había provocado que en el banco y también en sus negocios personales—se respirara un aire si, de gran liderazgo, pero con un ingrediente de temor que en nada contribuía a la verdadera formación de equipos. Le preocupaba también un enfrentamiento que cada día era más obvio entre Arcadio y su hermano Agustín quien siendo medico, era su socio en todos los negocios.

A pesar de la problemática económica de los EU y en general la de un mundo ya sufriendo los efectos del keynesianismo que lo había abrazado durante mas de 40 años, Richard Nixon acaba de ser reelecto presidente de esa gran nación. En México Echeverría ya descaradamente enfrentaba a la clase empresarial, a través del Banco de México emitía cantidades irresponsables de pesos sin respaldo, provocaba déficits en el presupuesto federal, y la inflación se disparaba a niveles nunca vistos en el país. El comunismo y socialismo seguían avanzando su toma por asalto del mundo entero. El mensaje social y político del partido que había monopolizado el poder durante todo el siglo, a Ricardo no le gustaba nada. Sin embargo, él había notado un rayo de esperanza que casi nadie mas lo veía. El premio Nobel de economía acababa de ser concedido a un profesor de Harvard que simpatizaba con los mercados; Kenneth Arrow.

La década de los 70s que apenas iniciaba su desarrollo, seria una de graves problemas y dolorosas frustraciones para ambos; México y los E.U. Sería también la década que sentaría las bases para los importantes cambios que se provocarían no solo en nuestros países, sino a nivel mundial. Ricardo se sentía frustrado con el panorama que observaba. No era lo que había aprendido en el Tecnológico y para nada se asemejaba al mundo descrito por Von Mises en el maravilloso libro que el Dr. Berni la había regalado allá en 1967; “La Acción Humana.” El capitalismo que él había aprendido, no existía, era un mito. Los mercados eran 100% controlados por el gobierno, pero además a los empresarios aparentemente eso les agradaba. En México todo mundo se quejaba de ese ser fantasmal al mismo tiempo que imploraban su ayuda y bendición: El Gobierno. México era una patética sociedad organizada alrededor del gobierno. La agricultura de Sonora era el caso tal vez más vergonzoso.

En unos meses Ricardo cumpliría tres años de casado con Suzette, y habían sido tres años en los que se sentía prisionero. Ella cada vez mas controlaba su vida, sus celos cada día eran peores, sus arranques de rabia incontrolables. En una ocasión había llegado a la exageración de a sacarlo de un restaurante en el que se celebraba una cena del Centro Bancario. Esa era la parte de su vida que lo entristecía, pero sus dos muñecas eran el paliativo ante el serio problema. Finalmente llega Diciembre, y durante sus primeros días Suzette lo sorprende con una noticia por demás inesperada. Le notifica que de nuevo estaba embarazada y esperaba el bebé para el mes de Agosto de año entrante. Ricardo se queda boquiabierto, pero de inmediato lo invade una gran alegría. Un hijo siempre era una bendición y muy inocentemente piensa; tal vez esta sea la solución para todos los problemas que el y su mujer estaban teniendo. 

Como era la costumbre, pasan la Navidad y el año nuevo con sus suegros en Nogales. El mismo día dos de Enero se regresan a Hermosillo, era ya 1973. Sonora había recibido una noticia que sorprendía a gran parte de la comunidad. El partido monopólico el PRI, había elegido como su candidato a la gubernatura del Estado el joven político Carlos Armando Biebrich. La sorpresa mas que otra cosa era provocada por la juventud del candidato, quien solo contaba con 34 años de edad. Sin embargo, tenia buen ambiente en el Estado, no era alguien que cargara con equipaje de antecedentes negativos. Además todo mundo sabía que era de los grandes consentidos del Presidente Echeverría, y como era lógico—en la lógica política de ese tiempo—se pensaba que eso beneficiaria de gran forma a Sonora. Ricardo pensaba que la única ventaja era que lo conocía, y era del mismo pueblo de la familia; Sahuaripa.

Ricardo finalmente había terminado la relación con Berta. La sucedía lo de siempre, esas aventuras después de unos meses lo aburrían y esa no sería la excepción. Ahora se concentraba 100% en su trabajo. Su buen amigo Alejandro ya había asumido responsabilidades importantes que él le delegaba. La oficina sin duda presentaba una fisonomía diferente a la que encontró cuando se hizo cargo de ella año y medio atrás. Jusus Treviño cada día presionaba más a Arcadio para implementar su regreso a Banamex. Sin duda la oportunidad tocaba de nuevo a su puerta, tenia que jugar bien sus cartas. Se dedica a trabajar y estar en contacto con los consejeros más influyentes. Los resultados generales de la oficina eran impresionantes. Su reputación se había solidificado, su relación con Arcadio era de primera. Él sabía inclusive que se expresaba de la con gran admiración. Lo consideraba un gran realizador y sobre todo un gran promotor; alguien que muy digna y elegantemente podía representar al banco en cualquier parte.

Finalmente en medio del caliente verano de Hermosillo le llega la noticia. Treviño se marcha y Arcadio al día siguiente lo propondría al Consejo del Banco para substituirlo como Subdirector de Operaciones. Se lo había notificado Cayo en una reunión informal en la que participaba Jesús. Se ponen de acuerdo en los detalles para la junta del día siguiente, y Ricardo abandona la oficina del Director del banco. Esa noche duerma mal. Se presenta a su oficina como siempre muy temprano. Decide tener una reunión con su equipo de manejo de la oficina para prepararlos y concientisarlos del cambio. El ya le había propuesto a Cayo que Alejandro Camou lo substituyera como gerente. A media mañana los consejeros empiezan a arribar para la junta. Todos lo veían y le sonreían. Al final del desfile llega Ignacio Elias tal vez el más influyente. Va directo a su escritorio y le dice: Felicidades Ricardo. ¿Por qué finge él? Ya lo sabes no te hagas.

Unos minutos después de la hora de cierre al público de la oficina, recibe una llamada de la secretaia de Arcadio solicitando su presencia en la junta de Consejo. Se siente sumamente nervioso y lentamente inicia su camino hacia el segundo piso del edificio. La secretaria le dice que puede pasar. Abre la puerta de la sala de juntas y se introduce. Todos los miembros de la junta le sonreían, unos mas que otros. Federico Valenzuela presidente del Consejo, hermano de Arcadio y también su primo; le pide tome asiento. Procede Federico con lo ceremonioso que era a notificarle su nombramiento, para después a nombre de todo el máximo organismo del banco, felicitarlo. Sin embargo Ricardo siente algo raro en el ambiente. No era la acogida que él esperaba. Aun así responde a las palabras de Federico agradeciendo la oportunidad. Como siempre, su gran habilidad de comunicador impresiona. 

Esa misma tarde y después de una comida con todo el consejo para celebrar su nombramiento, Ricardo pide hablar con Arcadio. Ya sentado frente a él le participa el raro ambiente que había percibido durante su notificación. Arcadio sin rodeos le dice: Mira, hay en el consejo del banco—cuando menos en cierto grupo—la creencia de que ya hay muchos miembros de la familia en puestos de importancia. Primero fue mi padre, luego Federico mi hermano, después yo y ahora tu. Creo que es una situación que hay que considerar, pero tampoco hay que darle una dimensión que no merece. Lo que sí te puedo decir, es que él llamarte Valenzuela en lugar de ayudarte, se ha convertido en una desventaja. Ya todos los consejeros perciben mi intención de a corto plazo dejar la Dirección y no hay mas que tres alternativas: Luis Vega, tu, o de plano reclutar a alguien de fuera, idea que yo no comparto.

La entrega de la oficina matriz a su buen amigo Alejandro es rápida puesto que ya se habían preparado. La de Treviño a Ricardo es aun más rápida pues Jesús tenia prisa por abandonar Hermosillo en donde nunca se había encontrado. Sus enfrentamientos con Luis Vega habían sido dramáticos para él. Luis nunca había dejado escapar la oportunidad para agredirlo y ofenderlo de forma cruel y a su estilo; bárbaro y salvaje. Era ya finales del verano y Ricardo a sus 28 años se convertía en el responsable de la operación de negocios del banco. Sentado orgullosamente en su nueva oficina, jamás se imaginaba la trama que se tejería durante los siguientes tres años para finalmente decidir quien ocuparía la Dirección General del banco al retiro de Arcadio. Los equipos entre los ejecutivos y gerentes de las oficinas ya se empezaban a formar. Unos a favor de Luis Vega, otros en su favor. Sin embargo, el voto más importante sería el de Arcadio, y eso Ricardo lo entendía perfectamente.

Unos días después de su nombramiento, finalmente recibe la llamada de Nogales en donde se encontraba Suzette, para informarle que se acababa de convertir en padre de una tercera niña. Al principio se desconcierta pues estaba ahora si seguro del arribo de un hijo hombre. Pero a los pocos minutos lo invade la felicidad. En esos momentos hace una reflexión. No cabe duda piensa, que Dios me ha enviado a estas niñas con su pan bajo el brazo. Al nacer la primera me ofrecen el cambio al Banco Ganadero. Al nacer la segunda de inmediato me convierto en gerente de la oficina matriz. Ahora al nacer la tercera me he convertido en Subdirector. Mentalmente da gracias a Dios por sus envíos, pero lo invade un poco de tristeza, pues con el deterioro de su matrimonio, sabia que ya no habría mas hijos. Lo sabe y lo resiente, no tendré un hijo hombre.

Ricardo asume su nueva responsabilidad con el entusiasmo de siempre y grandes planes. Unos días después Arcadio lo llama a su oficina y luego del clásico preámbulo le dice: Te voy a asignar un proyecto de gran importancia para el banco. Ricardo se sorprende. Continua su primo; nos han autorizado lo que será la primera oficina fuera del Estado y es Tijuana. Quiero que te encargues 100% del proyecto, desde ir a conseguir local para la oficina, conseguir gerente, gente de confianza, personal etc, en fin, todo. La oficina la tenemos que abrir antes de fin de año. ¿Que te parece? Pues es poco tiempo responde Ricardo, pero creo que lo podemos hacer. Mañana mismo me voy primero a conocer la ciudad, pues no tengo ni idea. Tengo muchos amigos del TEC que siento me pueden ayudar. Bien dice Arcadio, llévate a Nacho Cadena contigo, creo que Nacho te puede ayudar mucho. De acuerdo.  

Ignacio Cadena era hermano de la esposa de Arcadio—su cuñado, y alguien que mantenía una influencia casi sobrenatural sobre él. Nacho, como todo mundo le llamaba, era Lic. En Administración de la Iberoamericana, y después de fracasar en una serie de aventuras empresariales, había establecido una agencia de publicidad que como era obvio, tenia como clientes cautivos todos los negocios y organizaciones controlados por Arcadio. Nacho era un hombre de una personalidad muy afable, de mente creativa, sumamente informal y a veces hasta irresponsable. Ricardo tenía una buena relación con él, se entendían, y sobre todo, sabía de su influencia tan especial sobre su primo. Ricardo sale de la oficina de Arcadio y de inmediato llama a Nacho y le dice; alístate Licenciado porque mañana nos vamos a Tijuana. Vámonos responde Nacho.  

Al día siguiente ambos volaban a Tijuana con gran excitación. Era la primera vez que Ricardo visitaba Baja California. La responsabilidad de la apertura de la oficina lo abrumaba. Tijuana era una plaza bancaria muy importante y complicada; no sería un trabajo fácil. Algo que le entusiasmaba de su nueva responsabilidad como Subdirector, era la posibilidad que ahora tenía de viajar y de esa forma escaparse-- cuando menos a ratos-- del infierno en el que se convertía su casa. Su relación con su mujer aun después del nacimiento de la tercera niña, seguía en un descenso vertiginoso. Al arribar al aeropuerto deciden rentar un auto y así se dirigen al hotel en que habían reservado. Desde el aire Ricardo se había dado cuenta de que era una ciudad muy grande, pero ahora que la atravesaban, estaba impresionado. Al bajar la loma en la que se ubica el aeropuerto, entran de lleno en la zona llamada del Río y no lo podían creer. Era una mar de casas armadas de cartón. La pobreza nacional. 

Después de registrarse en el hotel, Ricardo procede a contactar algunos de sus amigos del Tec. para pedirles ayuda y orientación en esta importante aventura. Uno de ellos Arturo Pompa, lo invita a desayunar al día siguiente para profundizar en el plan. Esa tarde él y Nacho la dedican a recorrer la ciudad en el auto rentado, puesto que Nacho la conocía bien, y de esa forma tener una idea mas clara de la posible ubicación de la sucursal. Ya anocheciendo Nacho le propone ir a cenar a San Diego, ritual que repetirían durante los siguientes meses y años. Aunque Ricardo ya conocía esa bella ciudad, en esta ocasión lo impresiona de forma muy especial. En esos momentos nacería un idilio entre el joven banquero y esa hermosa ciudad. Ya tarde después de la cena y unos cuantos tragos, regresando a Tijuana deciden que la oficina debería de ubicarse en el centro de la ciudad, ese era el distrito financiero. 

Al día siguiente Arturo Pompa llega puntual a su cita para desayunar en el hotel, se saludan con el afecto de buenos amigos que no se habían visto en largo tiempo, Ricardo le presenta a Nacho. Luego de las introducciones clásicas de los triviales temas, entran de lleno al asunto que los reunía. Arturo les comunica su acuerdo en que la oficina debería de estar ubicada en el centro, sin embargo, les aclara el problema de espacios disponibles en el área. Acto seguido les informa que su suegro tenía un terreno baldío en esa zona, y él como su apoderado en esos negocios, estaría interesado en construir un local especial para el banco. Al terminar el desayuno se trasladan al sitio para evaluarlo. La ubicación era perfecta por lo que Nacho asiste y Ricardo de inmediato invita a su amigo a iniciar la negociación. Pasan el resto del día con Arturo ya en plan de negociación y además recabando su ayuda para otros requerimientos.



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