“En días recientes hemos sido testigos del producto que genera el nuevo socialismo estilo europeo, Grecia. ”
RICARDO VALENZUELA
En días recientes hemos sido testigos del producto que genera el nuevo socialismo estilo europeo, Grecia. El país que fuera cuna esa filosofía base de la civilización occidental, en estos momentos se encuentra sumergido en el caos, la quiebra y anarquía que producen los gobiernos socialistoides del viejo continente herederos de la Revolución Francesa. Gasto, endeudamiento y el gran estado dadivoso fueron los motivos de esta escandalosa quiebra.
Como consecuencia de la muerte del comunismo—por un momento olvidémonos del orate de Chávez—el debate es ahora entre quienes abogan por crecimientos económicos agresivos permitiendo a los mercados funcionar libremente, y los nuevos keynesianos luchando por crecimientos controlados supuestamente por miedo al fenómeno que fue el coco de los economistas; la inflación. El gasto del gobierno, emisiones de dinero, fueron las herramientas que ellos utilizaran para provocar la Stagflación.
Sin embargo, las políticas keynesianas regresan al debate público a pesar de que han sido desprestigiadas por los economistas clásicos, liberales, monetaristas y la misma realidad. En estos momentos el debate se concentra en lo siguiente: ¿pueden las economías crecer demasiado rápido? Las respuestas tradicionales siempre bordan en los siguiente: A) Si, y los bancos centrales deben adoptar políticas restrictivas para prevenir inflación. B) No, las economías, como tradicionalmente han crecido, todavía tienen mucho campo para expandirse antes de las presiones inflacionarias. C) Si, pero el reducir la inflación no justifica el precio traducido en desempleo.
El motivo de los nuevos bríos del debate es su debutante abanderado, Barack Obama con su escudero Hugo Chávez, y prueba que muchos segmentos de la sociedad y hombres en posiciones de liderazgo, permanecen esclavos del difunto economista John Maynard Keynes. Su premisa fundamental es la noción de que los planificadores gubernamentales pueden provocar aumentos en la producción y reducir el desempleo, pero a costa de provocar aumentos en los procesos inflacionarios, o, pueden provocar bajas en la producción reduciendo la inflación pero teniendo como costo un aumento en el desempleo. El letal instrumento que utilizan, son sus bancos centrales desde donde Obama ha disparado un trillón de dólares los últimos meses.
Pero tal premisa es totalmente falsa. No hay esa relación entre producción, inflación y desempleo. Lo único que los planificadores del gobierno pueden crear es caos. La producción depende del trabajo, capital, información y, más importante, depende de libertad. El empleo depende de una serie de factores institucionales incluyendo las destructivas políticas intervencionistas de los gobiernos en los mercados de trabajo. Inflación es la consecuencia de políticas monetarias irresponsables, y la intervención gubernamental distorsiona las señales del mercado impidiendo la coordinación de la actividad económica. El mundo fue Keynesiano desde finales de la segunda guerra mundial, hasta que lo envió a una espiral de inflación con resección en los años 70s y desestabilizó totalmente el mundo llevando al poder a la Thacher y a Ronald Reagan.
Entonces, ¿por qué ante el fracaso Keynesiano continúa siendo parte del debate público? Por una sencilla razón; poder, control. Los miembros del establishment, llámese mexicano, americano, chino, ruso o la nacionalidad que gustemos, lo que buscan es control a través del activismo gubernamental. Hay burócratas que si creen en la planeación gubernamental. Ellos no piensan que una sociedad virtuosa resultará cuando sus miembros tienen el campo para actuar en un ambiente libre. Pero la mayoría de los burócratas del mundo lo saben perfectamente, las políticas Keynesianas fallaron en producir prosperidad, pero no han fallado para mantenerlos en control de sus obesos gobiernos.
Para los miembros del establishment mundial, las políticas económicas liberales son como la kryptonita para Superman. No les interesa una sociedad libre, independiente y responsable porque se les terminan sus cotos de poder y las minas de corrupción. Mientras más dependiente sea la sociedad, más se justifican sus intervenciones, los subsidios, los bancos de promoción, las aduanas, las secretarías de gobierno, federales y estatales, las empresas descentralizadas, los programas de ayuda social, las miles y miles de dependencias oficiales que son solamente focos de corrupción.
En los EU cuando la economía empieza a crecer agresivamente, de inmediato se le aplica el freno vía aumento de intereses argumentando; “ahí viene la inflación.” A los gobiernos, sean republicanos o demócratas, no les interesa que la economía crezca más de lo previsto porque se les acaba la industria de la pobreza. Una tercera parte del presupuesto americano, de casi 4 Trillones de dólares, se destina a “gasto social.” Los políticos americanos jamás van a permitir que esos 1000 billones de dólares ya no tengan aplicación. Jamás van a permitir que toda esa burocracia, que chupa sangre en el proceso de “distribución de la riqueza,” se quede sin modus vivendi. Hay demasiados intereses de por medio.
La economía mexicana no solo puede crecer al 7% anual como lo exigen los escasos economistas liberales. Puede hacerlo a un 10% sin problemas inflacionarios. Son los crecimientos que han tenido Hong Kong, Chile, China y de hecho México los llegó a tener en los 60s. Pero eso es atentar contra el control absoluto de la burocracia que nos ha oprimido durante siglos, y Echeverría se encargó de darle reversa enviando a los mexicanos a una espiral de pobreza y atraso vistos sólo en la época postrevolucionaria. La economía mexicana puede crecer a los niveles que experimenta China, pero a los políticos se les acaba la mina de explotación más importante de su retórica, se les acaban los pobres. Al Peje se le acaba la chamba igual que a los curas de la teología de la liberación. No hay duda que en México la industria de la pobreza crea muchas chambas y, sobre todo, negocios muy rentables.
La clase gubernamental nunca estará nunca dispuesta a llevar el Keynesianismo a los archivos de la historia solo porque falló. Las políticas keynesianas se desarrollarán de nuevo—así como el marxismo evolucionó a la “corrección política” y el socialismo en lo que ahora elegantemente le llaman “la tercera vía”—pero no las dejarán morir.
Las causas del poder en los gobiernos son demasiado importantes para la clase de los perfectos idiotas mundiales sin otro oficio que la política, de ellas depende su sobrevivencia, el palpitar de sus corazones, su vida misma. Entonces, Keynes vive y vivirá hasta que los pueblos hartos de la opresión se rebelen contra sus verdugos. Cuando se den cuenta del poder de una sociedad civil reclamando su libertad, entonces los pueblos se habrán liberado.
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