“La reumatoide Europa, flotando en socialismo y el potaje de la bruja keynesiana, parece haber arribado a lo que Milton Friedman pronosticó en 1990 afirmando que la Unión y su Euro tendrían una vida máxima de 15 años. ¿Cómo se acerca México a esa fiesta?”
RICARDO VALENZUELA
La reumatoide Europa, flotando en socialismo y el potaje de la bruja keynesiana, parece haber arribado a lo que Milton Friedman pronosticó en 1990 afirmando que la Unión y su Euro tendrían una vida máxima de 15 años. Y es que su verdadero problema ha sido no permitir que opere la creativa destrucción de los mercados de Shumpeter dejando la quimioterapia pendiente para fechas posteriores, pero recordemos: “There is no free lunch”, y a cada santo le llega su festejo.
Pero ¿Cómo se acerca México a esa fiesta?
En Noviembre de 1993 los mexicanos iniciábamos un desconocido vía crucis. Después que la mano divina ungiera a Luis Donaldo Colosio con la candidatura a la Presidencia de la Republica, por primera vez en nuestra revolucionaria historia emanaban agresivos borbotones de inconformidad en la otrora disciplinada familia tomando a todo mundo por sorpresa, pero en especial, al mismo ejecutor de el celestial dedazo—el Presidente.
Explotaba luego un volcán de pasiones políticas que pondría a prueba nuestras raquíticas instituciones, el poder omnipotente del mandatario, la frágil estructura económica que se pretendía reformar y, como corolario, con el tiro de gracia Diciembre nos servía una devaluación que le costaría al país más de 500,000 millones de dólares y le heredaba el FOBAPROA.
Moría un candidato y moría una época, pero lo grave era que el intestado difunto no dejaba instrucciones en un país en el cual la estructura total dependía de eso; de la línea. Entre empujones el dedo ahora ungía a un oscuro funcionario de las filas de las finanzas nacionales; Ernesto Zedillo. Lo que nunca imaginaron los conspiradores fue que, con sus actos de sabotaje, abrían el zaguán de los Pinos a la sedienta oposición. El Pacto de Calles presentaba profundas grietas y los priistas tradicionales, de “todos con el Presidente,” trotaban perdidos en una manada sin caponera.
La bitácora presidencial listaba el plan iniciado por Salinas con la tercera versión del Liberalismo. La primera fue de Juárez pero se corrompía cuando, aferrándose al poder, se transformó en una visceral persecución de la Iglesia. La segunda emergía con la firma de Porfirio Díaz, que se descompusiera al abrazar el positivismo de los Científicos. Salinas zarpaba con una tercera versión pero, para no dejar sentidos, le daba también su tono personal para convertirlo en el Neoliberalismo. Tratando de atender la economía se descuidaba la política y ambas sufrirían.
En Diciembre de 1994 Salinas entregaba el poder en medio de una grave crisis. Era claro que su gestión producía el destete de la familia revolucionaria, pero, para nuestra desgracia, con más de 70 años de retraso. Por ello, en lugar de presentar un desahíje de becerros dos añeros listos para invadir los mercados mundiales en esta nueva globalización, mostraba una partida de novillones centenarios portando cornamentas que no les permitían abordar el tren de la modernidad. Ante tal dilema, esos prehistóricos cíbolos simplemente buscaron los copiosos mezquitales para amogotarse en los ramajes del partido esperando tiempos mejores.
Cuando Zedillo se aferraba al timón de un barco a punto de naufragar, los novillones celebraban su anticipada victoria y brevemente emergían de los mogotes ofreciendo su ayuda para retomar la ruta revolucionaria. Nunca imaginaron que Zedillo crecería a nivel de estadista enfrentando los problemas con galanura. Los liberales formados en las filas del priismo, eran ahora los apestados y con histeria renegaban de su filiación. Zedillo nivelaba el barco para al final de su ruta anclarlo en puerto seguro y, dejando el timón, confesaba su filiación liberal.
El mando de la nave recaía en el nuevo Rey de la mercadotecnia quien, con un guión de primera, seducía a esa avalancha de votantes desesperados por el cambio. Vicente Fox era elegido en histórico acto y la noche de su victoria, el pueblo embriagado de esperanza le gritaba: “No nos falles Vicente.” Los escasos liberales en las filas del PRI, se retiraban luego de una humillante derrota cuando presentaran un insípido candidato de presencia e ideas nebulosas—.
Pero de inmediato el ruidoso Capitán mostrando una insospechada tibieza, provocaba serias confusiones en todos los escenarios. Los cambios prometidos nunca se dieron y ya nadie apuesta se den en una segunda administración azulada, ya maneada y empalmada por Don Beltrones. Los panistas de pedigrí no encuentran cómo justificar este México aun muy enfermo. Los más fieles se consuelan enviando recordatorios de las pasadas barrabasadas del PRI, para luego invitar a conformarse con lo mediocre novedoso para no regresar a lo malo conocido.
El PAN de Clouthier en el poder, ha dejado de ser aquel partido de luchadores idealistas para mostrar ese ángulo conservador que podría hacer palidecer a los partidarios de Maximiliano. Pero si dirigimos la mirada al “nuevo PRI”, el panorama es aun más aterrador. Los novillones no sólo han emergido de los mogotes, de nuevo se han adueñado del partido y, utilizando las estrategias Foxistas, en sociedad con Televisa se alistan para tomar el campo luego que Fox y Calderon dejaran su trinchera desierta. ¿Su nueva arma? Un gobernador chapito, guapito y copetón, como lo describe Denise Dresser.
Pero no todo es tinieblas en el horizonte—Ante las elecciones, todavía a dos años de distancia, surge la esperanza de un nuevo mapa político. El escenario que años atrás me dibujara el viejo Donato Franco, puede tornarse realidad. “El PRI va a desaparecer”, me decía este sabio del arte de Maquiavelo. “Los izquierdistas del partido emigrarán hacia el PRD, los más conservadores engrosarán luego las filas del PAN. Habrá entonces un periodo de confusión y un compás de espera. Después los amantes de la libertad iniciarán un verdadero partido liberal y si bloquean sus intentos, surgirán alianzas de la sociedad civil para lanzar candidatos independientes y no los podrán detener.”
“Este movimiento,” me aseguraba Donato, “se iniciará en el norte al igual que el intento rectificador de la Revolución Mexicana cuando naciera el Plan de Agua Prieta.” Continuaba; “El último aliento liberal en nuestro país tuvo su cuna en el norte cuando Obregon retara a Carranza apoyado por los Clubes Liberales de Sonora, y por eso lo asesinaron.”
Me parece que en el escaparate político ya no tendremos solamente la alternativa de los novillones “born again” revolucionarios, los acólitos de Maximiliano o los rijosos chavistas mexicanos. El pensamiento liberal que ha rescatado a tantos pueblos de su miseria, cabalga con tibieza en México, pero cabalga y eso es lo importante. Si a los votantes se les ofrece el menú liberal que yo lo leo en la figura de Jorge Castañeda, a quien por temor le tratan de cerrar todas las puertas, se puede evitar que México caiga en una agonía similar a la que vive la Unión Europea que ya muestra signos de su desintegración.
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