“En paz descanse el gran Noni Maldonado.”
Juan Francisco “Noni” Maldonado. 1924-2010.
“No es un crimen el ser ignorante en economía, pues es una complicada ciencia. Pero es peligrosamente irresponsable el emitir vociferantes y ruidosas opiniones en asuntos económicos cuando se permanece en ese estado de ignorancia.”
Murray Rothbard
RICARDO VALENZUELA
Desde que tengo uso de razón uno de los valores que más he apreciado es la amistad. Creo uno de los grandes tesoros que el ser humano pueda poseer; son sus amigos. Me jacto, aun ante las vicisitudes de la vida, el tener muy buenos amigos. Sin embargo, tuve uno que, a pesar de no haberlo frecuentarlo los últimos años, le guardaré siempre gran aprecio y, sobre todo, profunda admiración pues lo considero uno de mis maestros; Juan Francisco “Noni” Maldonado.
El Noni fue un exitoso ranchero sonorense y todo un hombre cabal. Pero lo que más le admiré fue su sabiduría e inteligencia natural. Hace algunos años discutíamos la situación económica de México. Cuando yo inicié la exposición de mis teorías aprendidas en las mejores Universidades del mundo, el Noni me interrumpe diciéndome: “Espérate, espérate; tú ya estás como el viejo rico de Baviácora.” ¿Como está eso? le pregunto. Procede entonces a narrarme la historia que hasta la fecha, no sé si es verídica o él la inventó. “Mira, inicia; había un viejo muy rico en el pueblo. Tenía su rancho con mucho ganado, sus milpas bien sembradas, varias casas, un changarro muy grande y, por supuesto, sus buenos dolaritos en el Valley Bank de Tucson.”
Continúa; “Tenía dos hijos que mandó a estudiar a esa escuela donde tú fuiste; el Tecnológico de Monterrey. Los muchachos regresaron cargados con títulos de administradores, economistas, contadores y maestrías. El viejo muy orgulloso de inmediato los pone al frente de sus negocios. A los varios días los profesionistas piden una junta con el padre. Sin aviso arremeten contra el viejo diciéndole: “Papá, tienes un desmadre en tus negocios. ¿Cómo? Pregunta el viejo. No tienes sistema de inventarios, no tienes planeación financiera, no tienes sistemas ni procedimientos, factores de capitalización.” El viejo los miraba con asombro. En cierto momento uno de los hijos le grita; “tienes tal desorden que te apostamos no sabes si ganas o pierdes.” El viejo entonces bruscamente los detiene; “momento” les dice, al tiempo que jala y aparta un saco de frijol y un bote de manteca. Los señala y afirma: “Con este inventario empecé, todo lo demás son utilidades.”
Me reí mucho con el cuento del Noni, pero fue hasta años después que capturé la gran lección que me había dado. Solamente entendí el mensaje de mi amigo años después cuando leí dos libros que han impactado mi vida: “Todo lo que necesito saber lo aprendí en parvulitos,” y “Economía en una lección.” Lo que el Noni me decía era; no importa que tengas todos los conocimientos del mundo si no los sabes usar. No es suficiente tener una buena mente, hay que usarla bien. Lo que mi amigo me decía: Conocimientos sin sentido común, sin prudencia y sin “silencio”, cuando se requiera, no sirven para nada.
Después de haber devorado todos los libros de economía y finanzas a los que tuve acceso, hace años cayó en mis manos el que provocó mi redención; “Economía en una lección.” Este es un sencillo libro escrito hace más de 60 años por Henry Hazlitt. En el periodo en el que el mundo rezaba ante el altar de Keynes y el New Deal como los salvadores de la humanidad, emergía este hombre como el más valiente promotor de los mercados libres. Como los solitarios sermones de Jesucristo, Hazlitt inició sus homilías rodeado de los progresistas adoradores de Roosevelt que lo ridiculizaban. Desde sus púlpitos en diarios y revistas vendidos al New Deal como The New York Times y The Nation, este visionario gritaba sus evangelios de libertad.
Von Mises lo llamó nuestro líder. Hayek—premio Nobel de economía 1974--le tenía igual reconocimiento. H.L. Mencken, quien era conocido por su salvaje sinceridad, lo describía así: “Uno de los pocos economistas en la historia que realmente puede escribir y con inteligencia dar su mensaje.” Pero lo curioso de esto es que Henry Hazlitt no era economista, es más, ni siquiera tenía título universitario. Algunos de sus admiradores afirman que el secreto de su gran sabiduría era ese; el no haberse contaminado con las enseñanzas económicas de la época. El libro de este gran hombre tiene su base en una de sus parábolas; la de la ventana rota y ha sido comparada con la de la Tienda de Alfileres de Adam Smith, o la petición de Plato de Bastiat.
El mensaje de la parábola y de todo el libro, es que el arte de la economía consiste en observar no solo el efecto inmediato que producen las políticas económicas, sino el largo plazo; consiste en seguir la huella de las consecuencias no solo para un grupo en especial, sino para la economía en conjunto. El leer este libro es un verdadero placer. En los términos más lúcidos y claros, el autor arremete contra los grandes dogmas económicos de esa era; pero lo hace con argumentos irrefutables y, sobre todo, con la claridad, sencillez y sentido común que solamente el viejo de la historia del Noni me había mostrado. Con admirable sencillez muestra cómo los impuestos a la producción la arruinan. Cómo el objetivo económico debe siempre ser crecimiento, producción y creación de valor en la libertad.
Hazlitt fue siempre un gran promotor de las monedas fuertes y políticas monetarias sanas. Describía la inflación como el canto de las sirenas que tanto escuchaban políticos irresponsables. En 1974 pronosticó con impresionante visión la debacle mexicana. Afirma Steve Forbes, el poderoso Editor de la revista Forbes, el que si los ineptos burócratas del FMI y del Banco Mundial hubieran leído este libro, jamás se hubieran atrevido a presionar las estúpidas políticas que impusieron en México y Rusia para devaluar sus monedas y mandarlos al abismo. Steve Forbes considera a Hazlitt el “periodista” más grande del siglo XX y, sin duda, el más odiado por los todavía dinosaurios keynesianos hoy día de regreso.
Cuando leí por primera vez este libro, me acordé mucho de mi buen amigo el Noni, pues yo siempre lo consideré un especie de Hazlitt ranchero. Pero más me he acordado de él cada vez que leo las barrabasadas que exponen la infinidad de nuevos periodistas que no saben por dónde chilló el yorihuín; no tienen la menor idea de lo que escriben, pero lo hace con bambarrias y con gran irresponsabilidad. Por eso tengo una propuesta para todos los dueños de la media: “Sugieran”—sugerir, puesto que vivimos en un mundo de libertad— que nadie escriba sus barrabasadas económicas, sin antes haber leído “Economía en una Lección. A los valientes que se atrevan, “yo les regalo el libro.” A los que no hablen inglés, yo se los traduzco, pero por el amor de Dios, ya no nos atormenten con sus barrabasadas.
El Noni falleció la semana pasada y me surge una inquietud, ahora pienso que el viejo de la historia era él. En paz descanse el gran Noni Maldonado.
No comments:
Post a Comment