“Era 1933 y mi padre describía ya una Europa hirviendo. La Gran Depresión abrazaba al mundo y era aprovechada por demagogos para identificarse como mesías prestos a la salvación de las desesperadas masas. El objetivo de Wilson se había logrado; destruir las monarquías y darle paso a la “democracia.””
RICARDO VALENZUELA
Era 1933 y mi padre describía ya una Europa hirviendo. La Gran Depresión abrazaba al mundo y era aprovechada por demagogos para identificarse como mesías prestos a la salvación de las desesperadas masas. El objetivo de Wilson se había logrado; destruir las monarquías y darle paso a la “democracia.”
Wilson olvidaba las palabras de Madison: “Las democracias siempre han sido espectáculos de turbulencia, incompatibles con la libertad, la seguridad y los derechos de propiedad; han tendido corta vida y han muerto violentamente.”
El derrumbe de las monarquías europeas daba paso a los bolcheviques y a dos hombres que harían temblar al mundo: Hitler en Alemania con su Nacionalismo Socialista, y Mussolini en Italia con su fascismo. Ambos construían un todopoderoso estado frente a un sumiso individuo, pieza del nuevo rompecabezas que lo incrustaba en un aparato controlado por un tirano con ropajes más letales que lo que abandonaban.
La pesadilla mundial se hacía realidad cuando, en 1933, Hitler, por vía democrática, tomara control de una Alemania resentida por los resultados de la guerra. En sus cartas Don Gilberto expresaba su rechazo a cualquier tipo de dictadura. Afirmaba que naciones libres con saludables sociedades civiles, era la única alternativa frente al comunismo, el fascismo o el intervencionismo que se cocinaba en México.
La era de Coolidge definida cuando afirmaba: “Gobierno y empresa deben permanecer separados, uno dirigido desde Washington y el otro desde Nueva York. Los hombres sabios deben evitar usurpar sus campos cuando los estúpidos en ambos bandos lo pretenden. Los negocios deben buscar una ganancia, pero tienen también un propósito moral: El esfuerzo organizado de la sociedad de contribuir para lograr los requerimientos económicos de la civilización. Debe apoyarse en pilares como la verdad, la fe y la justicia. Ese debe ser su significado y contribución al progreso moral y material de la humanidad. Es por ello que el gobierno debe promover su éxito estableciendo condiciones de competencia en un marco de justicia y seguridad.”
“La tarea del gobierno y la ley es suprimir privilegios y proteger la propiedad: El elemento más importante en el valor de cualquier activo, es la seguridad de que su pacifica utilización será públicamente defendida. Sin esa protección, el valor de esos activos caería en un abismo sin fondo. Mientras más capacidad adquieran los negocios para autoregularse, habrá menos necesidad de intervención del gobierno para asegurar una competencia limpia. De esa forma puede concentrar su tarea en mejorar la estructura nacional en la cual los negocios incrementen sus ganancias, sus inversiones, los salarios, sus investigaciones, proveyendo los mejores productos y servicios a los mejores precios, en una cascada interminable de creación de valor”….. ESTABA FALLECIENDO.
Keynes pincelaba ya un cuadro el cual, las autoridades centrales pretendían acelerar el desarrollo a través de ingeniería social. El estado sería la entidad moralmente responsable de provocar progreso. Para ese propósito se recostaba firmemente en la empresa privada, pero en un acuerdo en el cual esta debería girar su alrededor convirtiéndolo en el repartidor de los dulces escogiendo ganadores y perdedores. El positivismo se extendería en toda América Latina subastando membresías de los grupos de ganadores (políticos, líderes sindicales y empresarios estatistas).
Así Keynes emergía como el gran arquitecto de la economía mundial. El tomaría las ideas del positivismo de Comnte para darle vida a las teorías que, conocidas como Keynesianismo, arroparan el quehacer de los países de Europa y los EU. El concepto Laissez—Faire, de gobierno fuera de la economía, era ahora atacado en todos los frentes. Con un campo fértil, cortesía de las guerras, las ideas de Keynes florecían como el hestafiate en los veranos lluviosos.
A este punto del intercambio, don Gilberto establecía una postura muy especial. Aceptaba que la avenida liberal se había desrielado, pero luego aclaraba, sucedía a falta de las estructuras legales que lejos de afinar los mercados, dolosamente los encadenaban al capricho del estado. Expresaba luego su preocupación por ese nuevo activismo gubernamental que desplazaba al individuo, y señalaba las graves consecuencias asechando en el largo plazo.
Nadie visualizaba los letales efectos que traería consigo una segunda guerra mundial que ya se cocinaba. Las preocupaciones de don Gilberto se harían realidad cuando, en 1945, como corolario de ese conflicto, Keynes cerrara la pinza opresora dándole vida a los acuerdos de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el antecedente de la OMC que, en sociedad con el FED, cerraban las rejas de la prisión financiera global que, hasta el día de hoy, sigue oprimiendo al mundo.
Era ya la post guerra de Roosevelt y su New Deal. Curiosamente, mientras los países vencedores se sumían en el colectivismo, los vencidos y devastados, Japón y Alemania, de la mano de McArthur y William Ropke se entregaban al liberalismo original para, en solo 20 años, emerger como las economías # 2 y 3 del mundo. En ese periodo sus economías crecían al 15% anual.
Surgía un México diferente y dividido. A finales de la revolución, Emiliano Zapata había declarado que después de asegurar el control del país, expulsaría a todos los extranjeros, destruiría las vías ferroviarias y demás símbolos de modernidad, para regresar a la vida primitiva. Parecía dibujar una sociedad Amish pero, no ubicada en los valles de Pensilvania, sino en la edad de piedra. Sin embargo, sus ideas no eran compartidas por los revolucionarios norteños que interpretaban el grito de “tierra y libertad” de forma muy diferente. Libres de opresivos gobiernos y el derecho a la propiedad privada como fruto del trabajo individual.
Madero era liberal coahuilense y Obregón emergía de Sonora, estado bien integrado con EU y lo demostraba en el genio científico de sus batallas. Pancho Villa nunca simpatizo con el ejido y, con ideas similares a las de Henry George, promoviera un impuesto único y repartir la tierra bajo el régimen de propiedad privada. Sin embargo, la doctrina de Zapata prevalecían para construir el México cavernario que hoy nos devora.
Los Zapatistas se multiplicarían por toda América Latina bajo mutaciones como el Peronismo, Sandinismo, Castrismo, el priísmo mexicano, arribando luego, cortesía de la plebecracia, a la grotesca modernidad del nuevo Fabricante de Miseria, Hugo Chávez cabalgando sobre su Socialismo siglo XXI.
Largo camino recorrido para arribar a lo que afirma Armando Ribas: “La falacia democrática imperante en América Latina, lo que Jefferson calificara de despotismos electivos, ha dado lugar a la siguiente estupidez: Los “electos lideres” violando la constitución son demócratas, pero los que impiden que se viole, son golpistas.” Es el mandato de la plebe contra el mandato de la ley ¿Hacia dónde iremos?
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