“SIEMPRE NOS ARRODILLAMOS FRENTE AL MILAGRO DEL “DESARROLLO ESTABILIZADOR” QUE REGISTRARA CRECIMIENTOS HASTA DE UN 8%. PERO LA REVOLUCIÓN MEXICANA HABÍA DESTRUIDO MÁS DEL 50% DE LAS FUENTES GENERADORAS DEL PIB.”
RICARDO VALENZUELA
Después de un día de excelentes exposiciones, acuerdos, desacuerdos y, en especial, posibles estrategias de solución, nos reencontrábamos en otro bello lugar, la Hacienda de Los Santos, para disfrutar de una agradable cena.
Algunos participantes se extrañaban de mi buena interacción con Pedro Aspe y me preguntaban ¿Por qué? Comentaba una carta que le había dirigido hacía veinte años, en la cual le expresaba mi admiración por su labor al frente de la Secretaría de Hacienda y así se iniciara una buena amistad. Aspe había vencido la inflación, lograba estabilizar el peso que sufría devaluaciones diarias, había renegociado la monstruosa deuda, convertía un déficit del presupuesto —más del 20% del PIB— en superávit, la economía de nuevo crecía y, sobre todo, se rescataba el prestigio de México perdido en los 18 años anteriores, tanto que se hablaba de el Mexican Miracle. Seguiría el saboteo y el error de diciembre.
Era ya sábado y ahora nos aglutinábamos en el hotel Los Tesoros, para disfrutar de un sabroso desayuno en el cual, además de la machaca sonorense, como platillo de lujo se nos ofrecía la presentación del libro titulado; “Ayuda Tóxica. El colapso y recuperación de Tanzania,” autoría de Sebastián Edwards quien llevara la batuta.
El libro es verdaderamente inspirador y lo debería ser para todos los países de América Latina, en especial para México. Es la narración de cómo este país africano, durante muchos años, fuera sepultado con todas las ayudas internacionales listadas en el menú de organismos financieros y caritativos. Durante los años 70 Tanzania fue el país que más ayuda per cápita recibió en todo el mundo, mientras más se hundía en su pobreza y su miseria. A partir de los años 80 se modificaba la receta para establecer una sociedad de propietarios, activando reformas con orientación de mercado que liberalizaban su economía.
El resultado ha sido realmente asombroso y en los últimos diez años la economía de Tanzania ha crecido un promedio de 7%, su ingreso per cápita viajó de $100 dólares a más de $2,000, y se mantiene galopando a un ritmo cercano al 8% anual, su deuda transitó el camino de la sanidad para, partiendo de 100% de su PIB al inicio del programa, arribar a un 27% en la actualidad. La inflación fue totalmente controlada y, con un sistema judicial basado en la common law de Inglaterra, ha vigilado y protegido con efectividad las interacciones de la sociedad.
Aun cuando Tanzania permanece siendo un país pobre, los avances alcanzados se pueden calificar de admirables. Sin embargo, cifras como éstas pueden ser engañosas pues Tanzania, al igual que el México postrevolucionario, partiendo de cero cualquier crecimiento parece espectacular. En el caso de México, siempre nos arrodillamos frente al milagro del “Desarrollo Estabilizador” que registrara crecimientos hasta de un 8%. Pero la revolución mexicana había destruido más del 50% de las fuentes generadoras del PIB, y crecimientos provocados después del conflicto partían de una cifra de referencia engañosa y la prueba más visible ha sido nuestro raquítico ingreso per cápita, que todavía se ubica en menos del 20% de nuestro vecino del norte.
Al terminar la presentación pasábamos de nuevo a los salones del Hotel Colonial, para iniciar lo que sería la última mesa de las discusiones del programa. El tema ahora era tal vez el más candente de la convocatoria: “El Resurgimiento del Rastrero Estatismo y el Debate sobre Igualdad.”
El coordinador ahora era Ricardo López Murphy, economista y un hombre admirable, ex candidato a la presidencia y ex Ministro de Hacienda de una convulsionada Argentina.
Los expositores formaban un ramillete de mentes verdaderamente brillantes. Lugi Zingales, un italiano que abandonara el estatismo de su país para obtener un Doctorado en MIT, y ahora se desempeña como Profesor de finanzas y economía en la Universidad de Chicago. El legendario Phil Gramm, Doctor en economía, ex senador y ex presidente del Comité de Banca, Vivienda y asuntos Urbanos del Senado de EU. Sebastián Edwards, Chicago boy y profesor de Economía Internacional en UCLA.
La ola de estatismo que, después de la emergencia de la libertad culminando en la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética, se ha venido extendiendo a nivel mundial y en especial en América Latina, es algo realmente preocupante. Desde Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua en los cuales las caretas han caído, hasta observar otros como Chile, Brasil, México los cuales ya han sido arriados al corral del estatismo, mientras los fierros se calientan para iniciar el herradero de la regresión.
Phil Gramm abría con una frase que definía todo: “Libertad e Igualdad son dos polos opuestos que no conjugan.” Demagogos como Hugo Chávez llegan a las fibras más profundas de las sociedades prometiendo igualdad. Pero ese concepto erróneo de igualdad fue lo que provocó el fracaso de la Revolución Francesa, y continúa provocando miseria en el mundo actual. En el caso de los EU, sus fundadores la definían con gran sabiduría y se convertiría en uno de los componentes más importantes en el potaje que daría vida al país más rico y poderoso del mundo; “Igualdad ante la Ley,” que se traduce en igualdad de derechos.
Igualdad de derechos significa que todos viven bajo la misma ley, que las reglas del juego se aplican a todos por igual. Cuando se elaboran las leyes, deben merecer aceptación como justas porque son generales, no discriminan a favor o en contra de algunos y no son retroactivas. Es inconcebible que tuviese general aceptación una ley que trata a unos mejor o peor que a otros.
Pero si todos viven bajo la misma ley y respetan las reglas del juego, los resultados económicos serán distintos porque todas las personas son distintas en mil maneras (altos, bajos, inteligentes, tontos, guapos, feos, habilidad deportiva, simpáticos, arrogantes, con vocación de aprender, de gustos distintos, de fuerza física diferente, lugar y fecha de nacimiento, con distinta suerte, etc.) y sería ingenuo esperar resultados iguales.
Pero cuando se insiste en igualdad económica, necesariamente obliga un trato compensatorio hacia quienes tienen menos conocimientos o menos suerte, o menos inteligencia o habilidad física. Y al mismo tiempo, implica imponer un "costo involuntario" a quienes han de pagar el beneficio de los primeros, es decir, a quienes se ven privados por la fuerza de parte de lo que han adquirido legítimamente. Eso, obviamente, no es aplicar la misma ley a todos: no es igualdad ante la ley.
Finalizando esta última mesa, nos trasportábamos a la casa del buen amigo, Hugo Camou para escuchar la presentación de Pedro Aspe. El evento fue una clara fotografía del México actual y sus perspectivas futuras, de boca de un hombre que ha vivido siendo protagonista de sucesos que hoy definen al país. Ello tal vez merezca otro escrito especial que lo quedo debiendo. Nos despedíamos haciendo votos para regresar el año entrante
Después de un día de excelentes exposiciones, acuerdos, desacuerdos y, en especial, posibles estrategias de solución, nos reencontrábamos en otro bello lugar, la Hacienda de Los Santos, para disfrutar de una agradable cena.
Algunos participantes se extrañaban de mi buena interacción con Pedro Aspe y me preguntaban ¿Por qué? Comentaba una carta que le había dirigido hacía veinte años, en la cual le expresaba mi admiración por su labor al frente de la Secretaría de Hacienda y así se iniciara una buena amistad. Aspe había vencido la inflación, lograba estabilizar el peso que sufría devaluaciones diarias, había renegociado la monstruosa deuda, convertía un déficit del presupuesto —más del 20% del PIB— en superávit, la economía de nuevo crecía y, sobre todo, se rescataba el prestigio de México perdido en los 18 años anteriores, tanto que se hablaba de el Mexican Miracle. Seguiría el saboteo y el error de diciembre.
Era ya sábado y ahora nos aglutinábamos en el hotel Los Tesoros, para disfrutar de un sabroso desayuno en el cual, además de la machaca sonorense, como platillo de lujo se nos ofrecía la presentación del libro titulado; “Ayuda Tóxica. El colapso y recuperación de Tanzania,” autoría de Sebastián Edwards quien llevara la batuta.
El libro es verdaderamente inspirador y lo debería ser para todos los países de América Latina, en especial para México. Es la narración de cómo este país africano, durante muchos años, fuera sepultado con todas las ayudas internacionales listadas en el menú de organismos financieros y caritativos. Durante los años 70 Tanzania fue el país que más ayuda per cápita recibió en todo el mundo, mientras más se hundía en su pobreza y su miseria. A partir de los años 80 se modificaba la receta para establecer una sociedad de propietarios, activando reformas con orientación de mercado que liberalizaban su economía.
El resultado ha sido realmente asombroso y en los últimos diez años la economía de Tanzania ha crecido un promedio de 7%, su ingreso per cápita viajó de $100 dólares a más de $2,000, y se mantiene galopando a un ritmo cercano al 8% anual, su deuda transitó el camino de la sanidad para, partiendo de 100% de su PIB al inicio del programa, arribar a un 27% en la actualidad. La inflación fue totalmente controlada y, con un sistema judicial basado en la common law de Inglaterra, ha vigilado y protegido con efectividad las interacciones de la sociedad.
Aun cuando Tanzania permanece siendo un país pobre, los avances alcanzados se pueden calificar de admirables. Sin embargo, cifras como éstas pueden ser engañosas pues Tanzania, al igual que el México postrevolucionario, partiendo de cero cualquier crecimiento parece espectacular. En el caso de México, siempre nos arrodillamos frente al milagro del “Desarrollo Estabilizador” que registrara crecimientos hasta de un 8%. Pero la revolución mexicana había destruido más del 50% de las fuentes generadoras del PIB, y crecimientos provocados después del conflicto partían de una cifra de referencia engañosa y la prueba más visible ha sido nuestro raquítico ingreso per cápita, que todavía se ubica en menos del 20% de nuestro vecino del norte.
Al terminar la presentación pasábamos de nuevo a los salones del Hotel Colonial, para iniciar lo que sería la última mesa de las discusiones del programa. El tema ahora era tal vez el más candente de la convocatoria: “El Resurgimiento del Rastrero Estatismo y el Debate sobre Igualdad.”
El coordinador ahora era Ricardo López Murphy, economista y un hombre admirable, ex candidato a la presidencia y ex Ministro de Hacienda de una convulsionada Argentina.
Los expositores formaban un ramillete de mentes verdaderamente brillantes. Lugi Zingales, un italiano que abandonara el estatismo de su país para obtener un Doctorado en MIT, y ahora se desempeña como Profesor de finanzas y economía en la Universidad de Chicago. El legendario Phil Gramm, Doctor en economía, ex senador y ex presidente del Comité de Banca, Vivienda y asuntos Urbanos del Senado de EU. Sebastián Edwards, Chicago boy y profesor de Economía Internacional en UCLA.
La ola de estatismo que, después de la emergencia de la libertad culminando en la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética, se ha venido extendiendo a nivel mundial y en especial en América Latina, es algo realmente preocupante. Desde Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua en los cuales las caretas han caído, hasta observar otros como Chile, Brasil, México los cuales ya han sido arriados al corral del estatismo, mientras los fierros se calientan para iniciar el herradero de la regresión.
Phil Gramm abría con una frase que definía todo: “Libertad e Igualdad son dos polos opuestos que no conjugan.” Demagogos como Hugo Chávez llegan a las fibras más profundas de las sociedades prometiendo igualdad. Pero ese concepto erróneo de igualdad fue lo que provocó el fracaso de la Revolución Francesa, y continúa provocando miseria en el mundo actual. En el caso de los EU, sus fundadores la definían con gran sabiduría y se convertiría en uno de los componentes más importantes en el potaje que daría vida al país más rico y poderoso del mundo; “Igualdad ante la Ley,” que se traduce en igualdad de derechos.
Igualdad de derechos significa que todos viven bajo la misma ley, que las reglas del juego se aplican a todos por igual. Cuando se elaboran las leyes, deben merecer aceptación como justas porque son generales, no discriminan a favor o en contra de algunos y no son retroactivas. Es inconcebible que tuviese general aceptación una ley que trata a unos mejor o peor que a otros.
Pero si todos viven bajo la misma ley y respetan las reglas del juego, los resultados económicos serán distintos porque todas las personas son distintas en mil maneras (altos, bajos, inteligentes, tontos, guapos, feos, habilidad deportiva, simpáticos, arrogantes, con vocación de aprender, de gustos distintos, de fuerza física diferente, lugar y fecha de nacimiento, con distinta suerte, etc.) y sería ingenuo esperar resultados iguales.
Pero cuando se insiste en igualdad económica, necesariamente obliga un trato compensatorio hacia quienes tienen menos conocimientos o menos suerte, o menos inteligencia o habilidad física. Y al mismo tiempo, implica imponer un "costo involuntario" a quienes han de pagar el beneficio de los primeros, es decir, a quienes se ven privados por la fuerza de parte de lo que han adquirido legítimamente. Eso, obviamente, no es aplicar la misma ley a todos: no es igualdad ante la ley.
Finalizando esta última mesa, nos trasportábamos a la casa del buen amigo, Hugo Camou para escuchar la presentación de Pedro Aspe. El evento fue una clara fotografía del México actual y sus perspectivas futuras, de boca de un hombre que ha vivido siendo protagonista de sucesos que hoy definen al país. Ello tal vez merezca otro escrito especial que lo quedo debiendo. Nos despedíamos haciendo votos para regresar el año entrante
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