Wednesday, November 2, 2016

BENEDICTO XVI, EN LA LIBERTAD



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
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            Cuando el humo blanco aparecía en el cielo de Roma y las campanas iniciaban su redoble, el mundo entero se suspendía ante el inminente anuncio de la identidad del nuevo vicario de Cristo. Minutos después, emergía Joseph Ratzinger, convertido en Benedicto XVI, esbozando una cautivadora sonrisa. Pero, ¿Quién es Benedicto XVI? Y sobre todo, ¿que le espera a la iglesia y al mundo en su papado?

Los primeros decepcionados han sido los secularistas quienes consideran la fuerza moral de la iglesia una constante irritación. El siguiente termómetro lo proporciona el poderoso comunicador socialista y editor del diario Los Angeles Times, Michael Kinsley, cuando de forma irracional se dio no sólo a criticar la elección, sino a propiciar toda clase de insultos al nuevo pontífice. De inmediato se sumaron a la carga diarios del mismo perfil, como el New York Times, lo que ratifica el gran acierto de los cardenales votantes.

        
   Las reacciones preliminares ante el advenimiento de Benedicto XVI, fueron de cierta confusión cuando se concentró la atención en su labor como el gran protector de la fe, lo que inclusive, ha llevado a calificarlo como el moderno inquisidor. Sin embargo, hay algo que muy pocos han identificado, su rica y larga tradición en defensa de la libertad.

            Hace dos décadas, el nuevo pontífice inició una agresiva carga en contra de la funesta la teología de la liberación. Este movimiento había fusionado la tradicional compasión de la iglesia por los pobres, con los agresivos enunciados del marxismo llamando a la lucha armada, y la cual, había enraizado básicamente en América Latina. Este sería un golpe mortal contra esos elementos radicales. He ahí sus primeros enemigos encabezados por el comandante Samuel Ruiz. Después del triunfo de su carga, concentró su atención en contra de otro enemigo: La tiranía del relativismo.

            Una de las preocupaciones de Juan Pablo II, fue el desarrollo del escepticismo general de la humanidad, y sobre todo, la confusión del significado verdadero del hombre con sus derechos y responsabilidades. El pontífice pretendía proporcionar las herramientas para la práctica de la virtud, como el primer paso para la rehabilitación moral de la civilización cautiva de una cultura alejada de la fe. Ello, provocaba temores del regreso de la iglesia a sus viejas prácticas imponiendo su verdad a base de coercitiva legislación. Sin embargo, Juan Pablo II reaccionaba afirmando su convicción de que, las mayorías no deberían tener el derecho de imponer sus visiones religiosas a las minorías. El conservador diario, The Wanderer, publicaría un editorial alabando la afirmación libertaria del Vaticano.

            Benedicto XVI, en un famoso discurso en 1992 afirmaba que, una sociedad libre solamente puede subsistir cuando sus miembros comparten valores de una gran estatura moral. Pero también afirmaba que, estos no deben de ser impuestos ni arbitrariamente definidos. Sus argumentos emanaban de las obras de Alexis de Toqueville. Afirmaba que la magna obra de Toqueville, Democracia en América, siempre lo había impresionado profundamente. Admiraba la forma en la que el escritor francés señalaba que, para que comunidades libres evolucionen y prosperen, deben mantener convicciones morales similares a las que describía en los EU del siglo XIX, en donde el calvinismo las proporcionaba facilitando la fundación de instituciones y los mecanismos democráticos.

            En cierta ocasión, se le preguntaba si su amor por la libertad lo hacía un paladín del mercado libre, y respondía: “Toda actividad humana desarrollada en la libertad, solamente opera con eficiencia y justicia cuando sus participantes acuden portando elevadas porciones de moralidad, y los que no lo hagan, deben ser expulsados no premiados. En la libertad, el hombre es más productivo, pero es también mas propicio a exponer su naturaleza salvaje. Puede mas la fe que las cadenas” Comulga 100% con el liberalismo económico de Juan Pablo II, entiende el mérito del mercado, e inclusive, ha condenado el monstruo del estado benefactor europeo.

            Benedicto XVI, comulga también más con la corriente de la iglesia del norte de Europa que cimienta sus fundamentos en la filosofía de San Agustín, no como la del sur del continente en la que, con gran fuerza residen las enseñanzas de Santo Tomas de Aquino (ver para creer). Es gran admirador de los padres de la vibrante iglesia que, durante el siglo V, fuera la gran conciliadora del mundo. Ello, comenta el autor, Daniel Henninger, lo convierte en de gemelo ideológico del ministro de la corte de justicia, Anthony Scalia.

            Ha definido la creación, como la creativa libertad que promueve libertades aun mayores. Ello ha sido interpretado por muchos intelectuales como la afirmación de que, el cristianismo es eso, la filosofía de la libertad. El Cristianismo evoca una realidad en la cual, la libertad se cimienta en la cumbre y promueve se convierta en la estructura fundamental de todos los seres. “La libertad,” afirmaba el cardenal Retzinger, “está incrustada en lo más profundo del ser humano, el único irreducible e infinito.” El siempre la ha elevado ante la necesidad de alguna ley cósmica y natural. Afirma también el que, “la libertad de los humanos aleja al cristianismo del fanatismo o del idealismo mal entendido.”

            El nuevo pontífice argumenta que, “con libertad tenemos incalculabilidad y de esa forma, el mundo nunca puede ser reducido a lógica matemática.” En su visión, expresa claramente que lo particular es más importante que lo universal, la persona, única e irrepetible, es el objeto fundamental y supremo. Expone su desacuerdo con la visión de la antigua Grecia que, observaba a los seres humanos como individuos sujetos al polis (el estado). El Cristianismo de Benedicto XVI, considera al ser humano más como persona que sólo un individuo y, esa transformación de individuo a persona, es lo que ha liderado el cambio de la antigüedad a las doctrinas modernas del cristianismo. O como el nuevo pontífice lo expresa; “de Platón a la fe.”  

            Esperemos un corto papado, pero de grandes redefiniciones en busca de una renovación espiritual y progreso material, en medio de un orden global sirviendo a toda la humanidad. Un papado unificando el liberalismo. Pero no el liberalismo que conocemos hoy día fusión del estado y el relativismo democrático, sino el liberalismo original ubicando la esperanza en la sociedad, la fe y la libertad. Porque finalmente, libertad de conciencia es el corazón de toda clase de libertad.

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