RICARDO VALENZUELA
Durante muchos años, tal vez desde que tengo uso de la razón, cada vez que se aproximan las elecciones presidenciales he sido testigo cuando los mexicanos desenterramos el alcanforado dicho: “Está flaca la caballada”. Con ello, cada ciudadano expresa sus diferentes grados de frustración, ante la interminable lista de gobiernos que han puesto su grano de arena para mantener al país pobre, ignorante, explotado, subdesarrollado y ante su desesperación, miles de compatriotas abandonándolo.
Hoy día, para unos es la gran decepción ante el primer gobierno verdaderamente emanado de la voluntad popular al cual, con razones o sin ellas, los mexicanos entregaron, no solo sus sueños, sus esperanzas y su futuro, para ahora ver una magra cosecha de realidades. Para otros, el hartazgo ante los abusos, corrupción, ineptitud y arrogancia exhibidos durante casi un siglo. Otros más, añorando las migajas regadas sobre la mesa de la desesperanza en altares como el ejido, los bancos de desarrollo, los subsidios, la certidumbre del calvario.
Sin embargo, este año, previo al ritual de coronación sexenal, el pueblo mexicano ha perdido algo que lo retuerce de frustración y dolor: La ausencia del mapa señalando el camino cierto hacia la muy aceptada mediocridad el que, como los sadomasoquistas, compulsivamente exigimos con la fiereza de un animal herido. Nuestro estado de ansiedad es tal, que ya ni siquiera nos consuela el: “vale mas malo conocido que bueno por conocer”, tal vez porque de lo conocido, no llegamos siquiera a lo malo y ni siquiera a lo regular.
En el cantaleteado proceso para ungirnos con el mágico elixir de esa democracia estilo; “arrebatinga dijo la gringa”, la vieja frase, “está flaca la caballada” ha quedado inservible y con urgencia requerimos un nuevo grito de guerra. Aquellos apacibles tiempos nos han abandonado dejándonos en la orfandad, pues ni siquiera podemos hablar de la mulada, mucho menos de la burrada lo cual sería preferible. Los pesebres, los corrales y las milpas, han quedado desiertos y los equinos sólo nos heredan sus toneladas de pajoso en el cual, la maquinaria nacional se hunde lentamente y ya no avanza.
Pero si escarbamos un poco esa montaña de suciedad, veremos emerger el nuevo zoológico que en esta ocasión, ante la nueva justa democrática, luego de su presentación nos hace exclamar con horror; “está gorda la coyotera”. Pero aun gorda la mandada, se le mira todavía hambrienta y lista para devorarnos. Ya no vemos los esqueléticos caballos renqueando, con el lomo lleno de mataduras y sin fuerzas para jalar el arado nacional. Tampoco mulas locas testereando los alambres del Valle del Yaqui, ni burros amachados con el tercio de los bancos en sus resbaladizos lomos, o, devorando las pacas de los pesos amontonados en las galeras del Banco de México. Solo una feroz coyotera que se babea.
La transformación del sistema político mexicano ha sido tal, que hace lucir la teoría de Darwin tan inocente como Caperucita Roja. El origen de nuestras especies ya lo conocíamos, lo que no sabíamos era la clase de especies que nos iba a originar. De aquel diputado revolucionario portando su flamante 45 para votar en la sala del congreso, pasamos a la biafrana caballada luciendo sus costillares como marimba. Ahora esa metamorfosis, en un acto ni siquiera igualado por el Dr. Frankestain, nos entrega esa feroz y corpulenta manada de coyotes mas hambrientos que nunca, rodeando a su víctima para el ataque final.
La visión de un PRI moderno, renovado y expropiado a los verdugos de México. El del TLC, los mercados libres, se perdió entre las balas que cegaron la vida de Colosio, la de Ruiz Massieu, el Cardenal Posadas. Frente a los macheteros desfilando, las payasadas de alguien que se hace llamar Subcomandante, ante el error de Diciembre que hundió aun más al país para así, como bumerang, regresar su potestad al representante de toda aquella legendaria maldad, en la figura de Madrazo y su camarilla.
El sueño de un izquierdista honesto, como Cuauhtémoc Cárdenas, se ha perdido entre los ríos de corrupción y las altanerías de un criminal que nada tiene de común, ahora premiado con la propiedad del partido y más grave, ya en su bolsillo la candidatura a la presidencia de la república. El póster boy de las agresiones al estado de derecho, el criminal sin castigo, se perfila como el árbitro de la nación. Se perdió entre los amoríos de Rosario y la interminable fila de chantajistas en los videos de Ahumada.
El PAN de Gómez Morín y su grupo de soñadores, el de Clouthier y sus indomables bárbaros del norte avanzando por el centro de la línea, ha quedado tendido en los pasillos de Los Pinos bajo los tacones de Martita. El mago de la actuación y la mercadotecnia, encontró su triste Waterloo cuando debió abandonarla para, mirando a los ojos de los mexicanos, encontrar esa horrible realidad que lo paralizó, para luego dedicarse a nadar de muertito provocando un río revuelto, pero en lugar de ganancia de pescadores, la coyotera se alista para abonársela.
Parece ser que este sistema regresa a sus orígenes en los cuales, como el club de los chicos malos, solo admite precisamente eso, puros chicos malos y al igual que el mexicano enano, de nuevo la política no es servicio sino lucha por el poder. Ese enano espiritual que lo busca, lo persigue, lo caza, lo concentra. Porque es la única forma de ocultar la pobreza de su realidad. El único ropaje para cubrir su desnudez de actor empobrecido. Pero el poder del México actual, ya no es igual al de Calles o Echeverría, es una versión diferente sazonada por un nuevo participante que lo afila con la habilidad de un relojero, develándolo como algo fatal y de consecuencias inimaginables: El narcotráfico.
Con enorme tristeza lo afirmo; ya no podemos usar la frase: “la caballada está flaca”, puesto que ya no existe devorada por la misma coyotera. Y para mi es preferible el lomo del quijotesco cuaco, que la fila de elegantes suburbans blindadas cargando al nuevo poder. México fallece y los mexicanos no lo entendemos. La última llamada cumplió su tarea con su estruendoso ruido y no la escuchamos. La coyotera está gorda y lista para el banquete cuando nadie la enfrenta, y en palabras de Spencer: “Lo único requerido para el triunfo total de lo diabólico, es que el hombre bueno permanezca inmóvil”.
¿Ahora quien podrá ayudarnos? La sociedad sigue dormida y me parece que el chapulín colorado se ha retirado. Malos augurios para México en esta era de graves tormentas mundiales.
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