RICARDO VALEENZUELA
Hacia finales del año 2002, fui invitado a una peculiar reunión con dos hombres a quienes tengo el privilegio de llamar amigos: Eduardo Bours y Guatimoc Yberri. El propósito de dicha convocatoria, era el comunicarnos al Guaty y a mí, algo que en principio sonaba no sólo audaz, sino temerario rayando en lo intrépido. Eduardo Bours nos informaba su intención para contender por la candidatura del PRI a la gubernatura del estado. Habiendo sido Sonora, bastión de la vieja nomenclatura del partido durante los últimos casi 20 años y permaneciera aun secuestrado, su intención se podría haber tomado como el inalcanzable sueño de alguien que no estaba a tono con la realidad.
Pero el auditorio de Eduardo Bours durante esa mañana, no estaba compuesto de gentes que se forman en las filas de la normalidad por lo que, de inmediato, tanto el Guaty como yo, suscribimos el asertivo plan que el joven político nos exponía con gran decisión. Los siguientes doce meses, develaban a un Eduardo Bours que en contra de todas las apuestas, y sobre todo, con francotiradores apostados en toda la ruta de su jornada, avanzaba confidentemente hacia la dirección de su sueño. La ruta transitada por el ahora gobernador Bours, primero para arrebatar la candidatura al establishment y luego ganar la gubernatura en las urnas, deba ser una lección acorde al famoso dicho; “lo posible ya está hecho, lo imposible, lo haremos.”
En mi caso particular, después de haber sufrido la enfermedad del antipriísmo prácticamente durante toda mi vida, no me fue nada difícil el abordar la nave de Eduardo Bours puesto que, conociéndolo de toda la vida y, sobre todo, conociendo la profundidad y fortaleza de sus raíces, sabía bien del material de su constitución el cual, lo distinguía radicalmente de ese tradicional aparato destructor de México y, ante mis ojos, lo develaba como un extraordinario candidato y en su momento, un gran gobernador.
Las últimas semanas tuve que enfrentar una seria confrontación entre mis, casi sagradas, ideas liberales—distinguidas por mis actitudes agresivas hacia la mayoría de los gobiernos calificados por Buchanan en su Public Choice—y el llamado de un hombre para sumar esfuerzos en una jornada bañada de idealismo cuando sueña con un estado de Sonora próspero, libre, custodiado por un verdadero estado de derecho, un bastión de un México distinto y con oportunidades para todos. Finalmente, la visión de Eduardo Bours ha ganado esa batalla.
A dos años del inicio de su administración, Eduardo Bours y su nuevo Secretario de Economía, Ricardo Platt, en medio de ese violento remolino en que se ha convertido la política nacional, en el centro de una aldea global que se contorsiona violentamente, me invitan para unirme a su titánico esfuerzo de rescate estatal, y he aceptado la responsabilidad de representar a Sonora en los EU con residencia en la ciudad de Phoenix. He aceptado esta invitación para perder mi virginidad burocrática por varios motivos.
Primero: Porque lejos del tradicional rito que, desgraciadamente, practican infinidad de mexicanos en busca de una “chamba o hueso con el gobierno,” su invitación ha sido para unirme a la cruzada de servir al estado y de esa forma, los que hemos tenido oportunidades de privilegio con las que la mayoría de los mexicanos sólo sueñan, sirviendo de alguna manera podamos regresar algo de lo recibido, al mismo tiempo que buscamos su transformación en ese estado soñado y aspirado por todos los sonorenses.
Segundo: Porque en Eduardo Bours, veo uno de los pocos políticos valientes, honestos e idealistas que guardan una visión y un espíritu de servicio, desprovisto de los clásicos malsanos intereses personales que siempre han definido la actitud y la conducta de los “servidores públicos.” También, porque tanto el gobernador Bours como Ricardo Platt, son de los muy escasos hombres que con claridad entienden el concepto de creación de riqueza, desarrollo económico y prosperidad, basados en la fuerza de una sociedad libre custodiada por un gobierno honesto y eficiente, que abone el campo para que la cosecha sea plena.
En esta era de globalización, de capitales invadiendo y abandonando países en la fracción de segundos que toma el oprimir una tecla. En esta era en la que el mundo se encoge ante la aterradora mirada de los tibios y las visiones de los soñadores, el gobernador Bours y su Secretario de Economía, Ricardo Platt, me invitan a dibujar una nueva dimensión en la relación del estado con nuestro vecino, los EU, el país mas rico y desarrollado del mundo. A través de ella, pretendemos tender un puente y penetrar no sólo los mercados tradicionales para los productos del estado, el mercado de sus ideas, sino sus mercados de capital que representan ya más de diez trillones de dólares los cuales, permanecen como un misterio para los sonorenses.
Se nos ha confiado la responsabilidad para establecer una nueva ventana hacia ese aspirado y elusivo mundo de un desarrollo económico acelerado—pendiendo de esos mercados internacionales—que permanece como la clara visión del gobernador Bours. Una ventana para proyectar la nueva imagen de un estado revitalizado, optimista, un estado que mire hacia el futuro con seguridad y entusiasmo. Un estado listo y decidido para abordar la nave de la competencia global, con el objetivo de montarnos sobre la ola—no que nos arrope—de la cuarta etapa que vive la humanidad: la era de la tecnología, de la información, la del capital intelectual, de sociedades e individuos liberados para así, en la libertad, se puedan crear más oportunidades, valor y riqueza para los sonorenses.
He aceptado este reto, por el gran amor que le tengo al estado que me vio nacer, crecer y hacerme hombre. El estado de mis padres, de mis abuelos y antepasados, pero sobre todo, porque creo y me sumo a la visión de Eduardo Bours para transformarlo y vuelva a ser el apacible hogar de antaño que, además de refugiarnos y cobijarnos, ofrezca a sus moradores las oportunidades que se les han negado por tantos años, y una vez mas nos produzca el orgullo de ser, y llamarnos sonorenses.
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