“A los hermanos venezolanos les digo; no desistan, su lucha es grande, es David contra Goliat, pero ustedes tienen el arma más poderosa, ustedes tienen la razón, la verdad y la libertad de Venezuela en sus manos.”
RICARDO VALENZUELA
En Febrero de 1999, Hugo Chávez asumía la presidencia de la república de Venezuela dando inicio al calvario que hoy vive ese país hermano. Lo increíble de este evento, es que Chávez llegaba al poder por la vía democrática.
Ello sería la confirmación de lo que he venido repitiendo durante años. La democracia ha enterrado el concepto republicano para convertirse en el mandato de la plebe y el instrumento de la nueva ola de tiranos analfabetos. Es cuando recuerdo las palabras de Ames: “La democracia es un volcán que oculta las fuerzas de su propia destrucción. Siempre produce una erupción que arrasa todo a su paso. Su propensión es hacia donde los ambiciosos quieren y los ignorantes creen anida la libertad.”
La caída del muro de Berlín no fue solo el derrumbe del comunismo, fue también la derrota del sistema nación-estado y el triunfo de la eficiencia. Fue el final de esa era que se iniciara 200 años antes con la Revolución Francesa. Los eventos ocurridos en 1789 proyectaron Europa hacia los gobiernos nacionales. La caída del muro en 1989, marcaba la muerte del comunismo y la emergencia de las fuerzas del mercado. Esas revoluciones, separadas por dos siglos, definen una era en la cual el poder total residió en la nación-estado.
Los estados han sido la norma de los últimos 200 años y esto nos lleva a ciertas interrogantes ¿En realidad el final de la guerra fría arrojaba un moribundo comunismo frente a las democracias “generosas?” ¿Existen similitudes entre el socialismo y las democracias que les permitieron ser los contendientes finales por la dominación del mundo?
Después de experimentar con infinidad de sistemas como monarquías, tribus, los papas, sultanatos, ciudades-estados etc.; Mucha gente se sorprendería al saber que una compañía administradora de hospitales, con sus propias fuerzas armadas, pudo manejar países durante siglos. Los caballeros teutónicos del hospital Santa María de Jerusalén, después de 1228 administraron con eficiencia Prusia oriental y varios territorios de Europa incluyendo Lituania y Polonia. Vino entonces la revolución de las armas de fuego y fueron expulsados de sus territorios ¿Por qué?
La respuesta la encontramos comparando luchadores de sumo. Un participante sin ese tonelaje y montañas de grasa no puede competir con los gigantes. Es solo efectividad (producción total) no eficiencia (cantidad invertida vs resultado). En un mundo de creciente violencia los sistemas que predominaron durante los siguientes cinco siglos, fueron aquellos que facilitaban el mayor acceso a recursos requeridos para provocar guerras en gran escala. Se luchaba por territorio.
Democracia y Comunismo. Fraternales gemelos.
Afinando la mirada nos daremos cuenta que ambos sistemas, portando gigantescos gobiernos, establecieron draconianos controles sobre sus recursos. La diferencia ha sido que las democracias aportan más para sus gobiernos que los sistemas socialistas. En el socialismo el estado era propietario de todo, en los sistemas democráticos se emplean incentivos movilizando fuerzas que producen masivamente. Se permite que individuos ambiciosos y arriesgados adquieran propiedad para generar riqueza. Después, cuando la riqueza ha sido creada, la expropian a base de criminales impuestos y ello les permite seguir agigantando sus gobiernos. Una elegante esclavitud.
Comparado con el socialismo la democracia luce muy eficiente. Pero si la ubicamos al lado de otros sistemas de creación de riqueza como la genuina libertad de Hong Kong, estas dadivosas democracias lucen como el más pobre de los mendigos y, sobre todo, con futuros muy nebulosos. Cuando entendamos que el derrumbe del muro de Berlín no fue solo la muerte del comunismo, entenderemos tampoco fue el triunfo del estado democrático sino la muerte de su fraternal gemelo, el socialismo comunista fallecido por achaques de la vejez.
Los mismos eventos mega políticos que mataron el comunismo, serán las causas de la destrucción del sistema democrático como lo conocimos el siglo pasado.
¿Quién controla el gobierno?
Hay tres tipos de competidores por esa atractiva presa. El primero grupo lo forman los gobiernos controlados por propietarios. El caso más puro sería el de países como Brunei en donde el Sultán es eso, su propietario, o naciones como Arabia Saudita, la Cuba de los Castro y algunos aprendices en la sala de espera.
En el segundo grupo están los gobiernos controlados por sus empleados, la fatal burocracia. James Buchanan obtuvo el premio Nobel de economía con su teoría Public Choice con la cual demuestra cómo los burócratas, lejos de ser los sufridos servidores públicos, son una mafia que solamente chupa la sangre de los países sirviendo a sus amos y a empresarios estatistas mientras abultan los gobiernos.
Sin embargo, poco hemos escuchado de gobiernos controlados por sus clientes. ¿Será porque ya no existen? En la antigua Venecia estructuraron un gobierno con esas características. Los comerciantes requerían de protección y pagaban por ella. Pero pagaban sin buscar beneficios económicos como monopolios o concesiones. Otros ejemplos fueron las antiguas repúblicas con franquicias limitadas como lo fueran los EU a su nacimiento. En esa época se elegía a los gobiernos a base de sufragio, pero solamente podían votar aquellos que pagaban por los servicios del gobierno. Es decir, para poder votar había que trabajar y producir.
En un juego sin cartas marcadas, los que producían riqueza elegían esos gobiernos “protectores” limitando sus funciones. Mientras más ricos emergieran, más cuantiosos eran los ingresos de los gobiernos y a los plebeyos que hacían fortuna, se les bautizó como burgueses. Eran admirados, promovidos, protegidos y la aspiración de todo plebeyo era convertirse en burgués a base de trabajo y oportunidad que, por primera vez en la historia, se les ofrecía a quienes no eran miembros de la realeza.
Pero el concepto republicano se corrompía dando vida a lo que tanto temía Jefferson, la plebecracia. Los ricos dejaron de hacer sus fortunas a base de riesgo, trabajo, sudor, para edificarlas en sociedad con esos gobiernos emanados de la plebecracia en mercados controlados y protegidos. Los empresarios ajenos al club de saqueadores, son odiados, atacados, expropiados. Los plebeyos ya no quieren ser burgueses—palabra insultante—ahora quieren ser burócratas. Los gobiernos ya no son elegidos por los que producen, ahora los elige la plebe que no aporta y tampoco le interesa pasar al nivel de los burgueses a base de trabajo.
En medio de este venenoso potaje llegó Venezuela al infierno que hoy vive. Un país controlado por Idi Amin Maduro, la plebe chavista, sus empleados y por Fidel Castro. Un país donde los rufianes acosan a la gente que produce, un país sin ley. Un país abandonado por los cobardes de la OEA, ONU y el resto de los países del mundo.
A los hermanos venezolanos les digo; no desistan, su lucha es grande, es David contra Goliat, pero ustedes tienen el arma más poderosa, ustedes tienen la razón, la verdad y la libertad de Venezuela en sus manos.
En Febrero de 1999, Hugo Chávez asumía la presidencia de la república de Venezuela dando inicio al calvario que hoy vive ese país hermano. Lo increíble de este evento, es que Chávez llegaba al poder por la vía democrática.
Ello sería la confirmación de lo que he venido repitiendo durante años. La democracia ha enterrado el concepto republicano para convertirse en el mandato de la plebe y el instrumento de la nueva ola de tiranos analfabetos. Es cuando recuerdo las palabras de Ames: “La democracia es un volcán que oculta las fuerzas de su propia destrucción. Siempre produce una erupción que arrasa todo a su paso. Su propensión es hacia donde los ambiciosos quieren y los ignorantes creen anida la libertad.”
La caída del muro de Berlín no fue solo el derrumbe del comunismo, fue también la derrota del sistema nación-estado y el triunfo de la eficiencia. Fue el final de esa era que se iniciara 200 años antes con la Revolución Francesa. Los eventos ocurridos en 1789 proyectaron Europa hacia los gobiernos nacionales. La caída del muro en 1989, marcaba la muerte del comunismo y la emergencia de las fuerzas del mercado. Esas revoluciones, separadas por dos siglos, definen una era en la cual el poder total residió en la nación-estado.
Los estados han sido la norma de los últimos 200 años y esto nos lleva a ciertas interrogantes ¿En realidad el final de la guerra fría arrojaba un moribundo comunismo frente a las democracias “generosas?” ¿Existen similitudes entre el socialismo y las democracias que les permitieron ser los contendientes finales por la dominación del mundo?
Después de experimentar con infinidad de sistemas como monarquías, tribus, los papas, sultanatos, ciudades-estados etc.; Mucha gente se sorprendería al saber que una compañía administradora de hospitales, con sus propias fuerzas armadas, pudo manejar países durante siglos. Los caballeros teutónicos del hospital Santa María de Jerusalén, después de 1228 administraron con eficiencia Prusia oriental y varios territorios de Europa incluyendo Lituania y Polonia. Vino entonces la revolución de las armas de fuego y fueron expulsados de sus territorios ¿Por qué?
La respuesta la encontramos comparando luchadores de sumo. Un participante sin ese tonelaje y montañas de grasa no puede competir con los gigantes. Es solo efectividad (producción total) no eficiencia (cantidad invertida vs resultado). En un mundo de creciente violencia los sistemas que predominaron durante los siguientes cinco siglos, fueron aquellos que facilitaban el mayor acceso a recursos requeridos para provocar guerras en gran escala. Se luchaba por territorio.
Democracia y Comunismo. Fraternales gemelos.
Afinando la mirada nos daremos cuenta que ambos sistemas, portando gigantescos gobiernos, establecieron draconianos controles sobre sus recursos. La diferencia ha sido que las democracias aportan más para sus gobiernos que los sistemas socialistas. En el socialismo el estado era propietario de todo, en los sistemas democráticos se emplean incentivos movilizando fuerzas que producen masivamente. Se permite que individuos ambiciosos y arriesgados adquieran propiedad para generar riqueza. Después, cuando la riqueza ha sido creada, la expropian a base de criminales impuestos y ello les permite seguir agigantando sus gobiernos. Una elegante esclavitud.
Comparado con el socialismo la democracia luce muy eficiente. Pero si la ubicamos al lado de otros sistemas de creación de riqueza como la genuina libertad de Hong Kong, estas dadivosas democracias lucen como el más pobre de los mendigos y, sobre todo, con futuros muy nebulosos. Cuando entendamos que el derrumbe del muro de Berlín no fue solo la muerte del comunismo, entenderemos tampoco fue el triunfo del estado democrático sino la muerte de su fraternal gemelo, el socialismo comunista fallecido por achaques de la vejez.
Los mismos eventos mega políticos que mataron el comunismo, serán las causas de la destrucción del sistema democrático como lo conocimos el siglo pasado.
¿Quién controla el gobierno?
Hay tres tipos de competidores por esa atractiva presa. El primero grupo lo forman los gobiernos controlados por propietarios. El caso más puro sería el de países como Brunei en donde el Sultán es eso, su propietario, o naciones como Arabia Saudita, la Cuba de los Castro y algunos aprendices en la sala de espera.
En el segundo grupo están los gobiernos controlados por sus empleados, la fatal burocracia. James Buchanan obtuvo el premio Nobel de economía con su teoría Public Choice con la cual demuestra cómo los burócratas, lejos de ser los sufridos servidores públicos, son una mafia que solamente chupa la sangre de los países sirviendo a sus amos y a empresarios estatistas mientras abultan los gobiernos.
Sin embargo, poco hemos escuchado de gobiernos controlados por sus clientes. ¿Será porque ya no existen? En la antigua Venecia estructuraron un gobierno con esas características. Los comerciantes requerían de protección y pagaban por ella. Pero pagaban sin buscar beneficios económicos como monopolios o concesiones. Otros ejemplos fueron las antiguas repúblicas con franquicias limitadas como lo fueran los EU a su nacimiento. En esa época se elegía a los gobiernos a base de sufragio, pero solamente podían votar aquellos que pagaban por los servicios del gobierno. Es decir, para poder votar había que trabajar y producir.
En un juego sin cartas marcadas, los que producían riqueza elegían esos gobiernos “protectores” limitando sus funciones. Mientras más ricos emergieran, más cuantiosos eran los ingresos de los gobiernos y a los plebeyos que hacían fortuna, se les bautizó como burgueses. Eran admirados, promovidos, protegidos y la aspiración de todo plebeyo era convertirse en burgués a base de trabajo y oportunidad que, por primera vez en la historia, se les ofrecía a quienes no eran miembros de la realeza.
Pero el concepto republicano se corrompía dando vida a lo que tanto temía Jefferson, la plebecracia. Los ricos dejaron de hacer sus fortunas a base de riesgo, trabajo, sudor, para edificarlas en sociedad con esos gobiernos emanados de la plebecracia en mercados controlados y protegidos. Los empresarios ajenos al club de saqueadores, son odiados, atacados, expropiados. Los plebeyos ya no quieren ser burgueses—palabra insultante—ahora quieren ser burócratas. Los gobiernos ya no son elegidos por los que producen, ahora los elige la plebe que no aporta y tampoco le interesa pasar al nivel de los burgueses a base de trabajo.
En medio de este venenoso potaje llegó Venezuela al infierno que hoy vive. Un país controlado por Idi Amin Maduro, la plebe chavista, sus empleados y por Fidel Castro. Un país donde los rufianes acosan a la gente que produce, un país sin ley. Un país abandonado por los cobardes de la OEA, ONU y el resto de los países del mundo.
A los hermanos venezolanos les digo; no desistan, su lucha es grande, es David contra Goliat, pero ustedes tienen el arma más poderosa, ustedes tienen la razón, la verdad y la libertad de Venezuela en sus manos.
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