“LOS EU TENDRÍAN QUE ACUDIR A LARGAS GUERRAS PARA, DE FORMA ARTIFICIAL, ACTIVAR SU ECONOMÍA. AMÉRICA LATINA SE HUNDÍA EN EL POZO DE LA ECONOMÍA MIXTA.”
RICARDO VALENZUELA
Al finalizar el primer día del coloquio nos trasladábamos al campus de la universidad en la visita regular para quienes asistían por primera vez. Al anochecer los vehículos de la universidad nos trasportaban a un elegante restaurante y disfrutar una cena con sabor guatemalteco. Larga conversación con el Director de la escuela de economía, Fritz Thomas. Antes de la cena nuestro crooner, Armando Ribas, nos deleitaba con su versión de I did it my way, ante los aplausos de la concurrencia.
Era ya sábado y puntualmente nos encontrábamos en el salón de trabajo del hotel para continuar el coloquio. El día sería largo puesto que los temas configuraban una abultada agenda a desarrollar, arribando ya a la medula de nuestros análisis: “El Monopolio en una economía de libre mercado.”
Pocos conceptos económicos crean tanta controversia como el monopolio. Originalmente en los sistemas feudales toda la actividad económica era monopólica y la competencia era el demonio. Este esquema se originaba cuando el Monarca otorgaba concesiones únicas a los señores feudales. Hay inclusive historias dramáticas como la concesión otorgada por el Rey de Francia a uno de los nobles para surtir Paris de sal. Ante los abusos del monopolista, surgió el mercado negro ofreciendo el producto más barato. Cuando el noble dueño del negocio se da cuenta, teje un macabro plan para combatir la competencia. Fingiendo ofrecer el producto en el mercado negro, mezclaba la sal con potente veneno lo que producía infinidad de muertos eliminando así la competencia.
Para cualquier persona ajena a las ideas de la economía austriaca, el desarrollo de este tema lo transportaría a un laberinto de confusión. Tradicionalmente el término competencia dibuja la noción de hombres en vigorosa batalla con otros, todos luchando para lograr resultados distintos y mejores que sus rivales. Sin embargo, en la teoría económica tradicional es usado en sentido opuesto. En la visión miope de algunos negociantes lo entienden como sus acciones para destruir la competencia. Hayek finalmente daba vida a una clara definición de la competencia dibujándola, no como situación, sino como un proceso activo que promueve y produce mejores participantes ofertando mejores alternativas. Un mercado sin competencia es como un jardín sin agua en donde las flores se marchitan. Pero Schumpeter consideraba la competencia como el proceso de creativa destrucción y dar luz al proceso competitivo del mercado.
Sin embargo, surgía luego el concepto de competencia monopólica. El nuevo potaje de competencia y monopolio mezclados y complementados nos trasportaban a campos desconocidos. Muchos de los economistas que representaban el concepto Robbinsiano de “competencia perfecta”, llegaron a odiar ese nuevo ingrediente; la competencia. Pero igualmente había que reconocer un nuevo jugador cuya actividad era puramente competitiva; el entrepreneur (emprendedor). Cuando los economistas tradicionales celebraban su “competencia perfecta” en la cual la oferta y demanda se encontraban para, según ellos, danzar armónicamente por una eternidad, aparecía un Steve Jobs creando una novedosa necesidad, la computadora personal, destruyendo esa competencia perfecta.
Para los seguidores de Robbins, representantes de la competencia perfecta tan amada en nuestros países, los participantes no desarrollan actividades diferentes a las de otros jugadores simplemente siguiendo instrucciones del gobierno como un enorme mecano, no significa que hayan adquirido inmunidad sobre presiones competitivas. Entonces ¿Qué es lo que aniquila la competencia entre los agentes de mercado? ¿Qué es lo que les da esa seguridad para no competir y continuar ofreciendo oportunidades inferiores con inmunidad?
Aquí arribamos al corazón de esta problemática. La competencia está presente cuando no existan impedimentos arbitrarios para la entrada de todo tipo de participantes. Solo cuando los “tradicionales” saben que, si alguien al tratar de ofrecer algo más atractivo, de inmediato le será vetada su incursión a determinado mercado, es cuando se sienten seguros y protegidos contra la competencia sabiendo además, que el gobierno está listo para los subsidios, precios de garantía etc. El jardín ya sediento inicia su muerte. Ante ese fellinico escenario, los participantes en estos mercados protegidos y manipulados, no producen ganancias, reciben rentas.
El espectro del vil monopolio se tornaba aún más confuso ante la explosión capitalista de los EU a finales del siglo 19 y principios del siglo 20. The bully boy, Teodoro Roosevelt, dando vida a un nuevo populismo arremetía contra los famosos Trust, antecesores de la moderna corporación que, por un lado dominaban el escenario económico y, por otro, eran responsables de los grandes avances de la humanidad: El petróleo, electricidad, transporte, comunicaciones, finanzas, catapultando la revolución industrial a niveles no imaginados. Los Trust lograban aumentar la producción de forma increíble reduciendo los precios de los productos. Habían conectado el país de Atlántico al Pacifico con el ferrocarril, habían llevado electricidad a gran parte de la nación, e inclusive, JP Morgan había rescatado el gobierno de los EU de la bancarrota.
Pero el bully boy estaba ya sentado en la silla presidencial a sus 43 años de edad, y su desprecio visceral por los Trust. Era el año de 1902 cuando Teodoro Roosevelt inicia su ataque contra lo que llamaba los oligarcas financieros, Morgan, Schiff, Stillman, William Rockefeller, Harriman y Hill, llevando a cabo una demanda contra Northen Securities Company. Dese Londres le llegaba un agresivo reclamo de parte de Clinton Dawkins preguntando, ¿cómo puede conciliar su brutal asalto con su “fino lenguaje” de campaña ofreciendo no molestar esos visionarios, temerarios hombres que han provocado el éxito de la economía americana? Después de haber prometido continuar el legado libertario de McKinley.
Pero Teddy continuaba su campaña para darle vida a las odiosas intervenciones del gobierno para, según él, proteger al consumidor y abrir campo para otras empresas con interés de participar. Aparecían así las leyes anti trust privilegiando empresas ineficientes que no eran competitivas sin entender, como explicara Hayek, la competencia es un proceso en el cual, empresas en un verdadero mercado libre, a cierto punto ejercen un monopolio transitorio esperando que surjan nuevas empresas que los lleven a competir.
Así flotaban en este nuevo océano de las economías manipuladas, las primeras señales del intervencionismo que los gobiernos ejercen cada día con más intensidad. La factoría de entrepreneurs cerraba sus puertas y aparecían los empresarios estatistas. Surgía el comercio internacional manipulado, el “verdadero monopolio” que ejerce el FED sobre las monedas del mundo. Los EU tendrían que acudir a largas guerras para, de forma artificial, activar su economía. América Latina se hundía en el pozo de la economía mixta.
Al finalizar el primer día del coloquio nos trasladábamos al campus de la universidad en la visita regular para quienes asistían por primera vez. Al anochecer los vehículos de la universidad nos trasportaban a un elegante restaurante y disfrutar una cena con sabor guatemalteco. Larga conversación con el Director de la escuela de economía, Fritz Thomas. Antes de la cena nuestro crooner, Armando Ribas, nos deleitaba con su versión de I did it my way, ante los aplausos de la concurrencia.
Era ya sábado y puntualmente nos encontrábamos en el salón de trabajo del hotel para continuar el coloquio. El día sería largo puesto que los temas configuraban una abultada agenda a desarrollar, arribando ya a la medula de nuestros análisis: “El Monopolio en una economía de libre mercado.”
Pocos conceptos económicos crean tanta controversia como el monopolio. Originalmente en los sistemas feudales toda la actividad económica era monopólica y la competencia era el demonio. Este esquema se originaba cuando el Monarca otorgaba concesiones únicas a los señores feudales. Hay inclusive historias dramáticas como la concesión otorgada por el Rey de Francia a uno de los nobles para surtir Paris de sal. Ante los abusos del monopolista, surgió el mercado negro ofreciendo el producto más barato. Cuando el noble dueño del negocio se da cuenta, teje un macabro plan para combatir la competencia. Fingiendo ofrecer el producto en el mercado negro, mezclaba la sal con potente veneno lo que producía infinidad de muertos eliminando así la competencia.
Para cualquier persona ajena a las ideas de la economía austriaca, el desarrollo de este tema lo transportaría a un laberinto de confusión. Tradicionalmente el término competencia dibuja la noción de hombres en vigorosa batalla con otros, todos luchando para lograr resultados distintos y mejores que sus rivales. Sin embargo, en la teoría económica tradicional es usado en sentido opuesto. En la visión miope de algunos negociantes lo entienden como sus acciones para destruir la competencia. Hayek finalmente daba vida a una clara definición de la competencia dibujándola, no como situación, sino como un proceso activo que promueve y produce mejores participantes ofertando mejores alternativas. Un mercado sin competencia es como un jardín sin agua en donde las flores se marchitan. Pero Schumpeter consideraba la competencia como el proceso de creativa destrucción y dar luz al proceso competitivo del mercado.
Sin embargo, surgía luego el concepto de competencia monopólica. El nuevo potaje de competencia y monopolio mezclados y complementados nos trasportaban a campos desconocidos. Muchos de los economistas que representaban el concepto Robbinsiano de “competencia perfecta”, llegaron a odiar ese nuevo ingrediente; la competencia. Pero igualmente había que reconocer un nuevo jugador cuya actividad era puramente competitiva; el entrepreneur (emprendedor). Cuando los economistas tradicionales celebraban su “competencia perfecta” en la cual la oferta y demanda se encontraban para, según ellos, danzar armónicamente por una eternidad, aparecía un Steve Jobs creando una novedosa necesidad, la computadora personal, destruyendo esa competencia perfecta.
Para los seguidores de Robbins, representantes de la competencia perfecta tan amada en nuestros países, los participantes no desarrollan actividades diferentes a las de otros jugadores simplemente siguiendo instrucciones del gobierno como un enorme mecano, no significa que hayan adquirido inmunidad sobre presiones competitivas. Entonces ¿Qué es lo que aniquila la competencia entre los agentes de mercado? ¿Qué es lo que les da esa seguridad para no competir y continuar ofreciendo oportunidades inferiores con inmunidad?
Aquí arribamos al corazón de esta problemática. La competencia está presente cuando no existan impedimentos arbitrarios para la entrada de todo tipo de participantes. Solo cuando los “tradicionales” saben que, si alguien al tratar de ofrecer algo más atractivo, de inmediato le será vetada su incursión a determinado mercado, es cuando se sienten seguros y protegidos contra la competencia sabiendo además, que el gobierno está listo para los subsidios, precios de garantía etc. El jardín ya sediento inicia su muerte. Ante ese fellinico escenario, los participantes en estos mercados protegidos y manipulados, no producen ganancias, reciben rentas.
El espectro del vil monopolio se tornaba aún más confuso ante la explosión capitalista de los EU a finales del siglo 19 y principios del siglo 20. The bully boy, Teodoro Roosevelt, dando vida a un nuevo populismo arremetía contra los famosos Trust, antecesores de la moderna corporación que, por un lado dominaban el escenario económico y, por otro, eran responsables de los grandes avances de la humanidad: El petróleo, electricidad, transporte, comunicaciones, finanzas, catapultando la revolución industrial a niveles no imaginados. Los Trust lograban aumentar la producción de forma increíble reduciendo los precios de los productos. Habían conectado el país de Atlántico al Pacifico con el ferrocarril, habían llevado electricidad a gran parte de la nación, e inclusive, JP Morgan había rescatado el gobierno de los EU de la bancarrota.
Pero el bully boy estaba ya sentado en la silla presidencial a sus 43 años de edad, y su desprecio visceral por los Trust. Era el año de 1902 cuando Teodoro Roosevelt inicia su ataque contra lo que llamaba los oligarcas financieros, Morgan, Schiff, Stillman, William Rockefeller, Harriman y Hill, llevando a cabo una demanda contra Northen Securities Company. Dese Londres le llegaba un agresivo reclamo de parte de Clinton Dawkins preguntando, ¿cómo puede conciliar su brutal asalto con su “fino lenguaje” de campaña ofreciendo no molestar esos visionarios, temerarios hombres que han provocado el éxito de la economía americana? Después de haber prometido continuar el legado libertario de McKinley.
Pero Teddy continuaba su campaña para darle vida a las odiosas intervenciones del gobierno para, según él, proteger al consumidor y abrir campo para otras empresas con interés de participar. Aparecían así las leyes anti trust privilegiando empresas ineficientes que no eran competitivas sin entender, como explicara Hayek, la competencia es un proceso en el cual, empresas en un verdadero mercado libre, a cierto punto ejercen un monopolio transitorio esperando que surjan nuevas empresas que los lleven a competir.
Así flotaban en este nuevo océano de las economías manipuladas, las primeras señales del intervencionismo que los gobiernos ejercen cada día con más intensidad. La factoría de entrepreneurs cerraba sus puertas y aparecían los empresarios estatistas. Surgía el comercio internacional manipulado, el “verdadero monopolio” que ejerce el FED sobre las monedas del mundo. Los EU tendrían que acudir a largas guerras para, de forma artificial, activar su economía. América Latina se hundía en el pozo de la economía mixta.
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