“Somos nosotros como sociedad civil los responsables del futuro, no los políticos o sus partidos con ropajes redentores.”
RICARDO VALENZUELA
Hace unos días un buen amigo me hizo llegar un video en el que se muestra la peculiar entrevista a un hombre de edad mediana originario de Cd Obregón. Desde el inicio hasta el final del evento, este paisano, utilizando el florido lenguaje sonorense, arremete contra los pendejos del PAN, los rateros del PRI, y describe cómo todos los mexicanos hemos estado, estamos y estaremos jodidos exhibiendo, al mismo tiempo, su hartazgo así como una triste resignación.
Hay una rama de la economía bastante desconocida para los hombres que normalmente dictan los destinos de los países, ya no digamos para el ciudadano común y, sin embargo, es la que más afecta el comportamiento no solo de las economías de las naciones, sino también sus destinos; “Las expectativas Racionales.” Esta ciencia de alguna manera se complementa con los principios de economía austríaca que basa sus conceptos en una sola cosa; “la acción humana.” No son las ecuaciones de altas matemáticas, computadoras, teoremas las que cincelan el rostro de las naciones, sino en una sola cosa, la decisión del ser humano de como, cuando, y por qué actuar.
Esta teoría se empezó a discutir en los medios intelectuales de la Universidad de Indiana durante los años 60s por el Prof. John Muth, quien la utilizaba simplemente para describir cómo en muchas situaciones económicas, políticas, o sociales, los resultados de las mismas en gran parte dependen de lo que la sociedad en conjunto espera que suceda. Por ejemplo, frente a la creencia de una devaluación, los actores económicos acuden a ofertar la moneda afectada contribuyendo y promoviendo la esperada devaluación.
El mismo Lord Keynes escribió extensamente de lo que en aquella época eran las expectativas racionales y en gran parte determinaban los ciclos económicos y de negocios. Keynes se refería a las olas de “optimismo y pesimismo” que promovían el nivel de la actividad económica. Es decir, dependiendo de la actitud emocional de la gente—que finalmente es la que configura el mercado—son los resultados de la actividad económica. Una sociedad optimista, segura de su futuro y armada con buena actitud, definitivamente contribuye a que la actividad económica se fortalezca. Por el contrario, una sociedad pesimista, derrotista, llevará a la economía por los senderos del fracaso por más extraordinarias políticas económicas que un buen gobierno pueda implementar.
“Aquellos que tienen una hermosa visión y un gran ideal en su corazón, algún día lo alcanzarán.” James Allen.
Una de las responsabilidades más importantes de un buen líder político—independientemente de ser honesto y “hacer las cosas bien”—es precisamente promover que su gente se sienta optimista y motivada. Sienta que el futuro es promisorio porque, repito, las cosas se están haciendo de la manera correcta y adecuada, para que así sus acciones sean acordes a las expectativas que tiene de ese futuro. Es decir, se eduque, trabaje, ahorre, consuma, invierta; El empresario se expanda, los bancos presten su dinero, el inversionista no compre dólares para especular, los periodistas realmente orienten, los obreros no piensen que vamos a tener inflación y por lo mismo exijan salarios irresponsables etc. La misma Biblia lo dice: “Como tú piensas en el fondo de tu corazón, así es,” y el gran filosofo R. Waldo Emerson lo remachaba afirmando; “Si crees que puedes, o si crees que no puedes, de las dos formas estás bien.”
Hace unos meses Roberto Blum publicó un escrito por demás interesante. En él Roberto hacia una afirmación: “Los mexicanos ya no creen en nada ni en nadie.” Yo le agregaría; ya no creen ni en la virgen de Guadalupe y eso es muy grave. Con poderosos motivos los mexicanos hemos asumido una actitud por demás pesimista, derrotista, y yo diría casi apocalíptica que en nada beneficia el destino de nuestro país. Es cierto, los políticos han arruinado nuestra patria, nos han empobrecido, nos han endeudado, nos han aislado del mundo, han destruido nuestra moneda, nuestro orgullo y dignidad, nos han hecho retroceder generaciones, nos han expropiado y luego privatizado, nos han expatriado, pero al cuarto para las doce no podemos capitular.
Estados Unidos vivió una era muy similar en la administración de Jimmy Carter. Después de todos los desengaños y decepciones de los americanos con el asesinato de Kennedy, la guerra de Viet Nam, la renuncia de Nixon para evitar ser “corrido,” los fracasos de Ford; Llega un presidente como Carter quien le dio el tiro de gracia a el optimismo y la esperanza de los americanos, casi entregando la patria al comunismo mundial. El país cayó en una de las recesiones más graves de su historia, su reputación sufrió considerablemente pero sobre todo, el pesimismo, la poca fe, y la desesperanza se apoderaron del pueblo. Sin embargo, la sociedad civil de ese gran país tuvo la fortaleza y sabiduría para elegir a un Ronald Reagan que le vino a dar otra vez esperanza a su pueblo y, en conjunto con él, resolver su problemática y sentar las bases de la prosperidad que hoy día gozan.
México se encuentra, como diría mi tío Manuel Torres, enredado entre los mogotes de la desesperanza. Pero no debemos y no podemos asumir esa actitud derrotista de ¿para qué? El establishment siempre gana. No debemos seguir pensando que el país no tiene solución. No debemos seguir pensando que Dios nos envió a sufrir en este valle de lágrimas, porque eso es lo que tendremos. Tampoco debemos de asumir la actitud; “a mí la política no me interesa,” porque entonces el país seguirá en manos de sus verdugos, los políticos.” Y aun cuando tal vez los mismos canallas que asesinaron a mi paisano Colosio y provocaron la debacle de 1994-1995, estén ya saliendo de sus madrigueras para de nuevo tratar de, una vez más, desrielar el cambio, no debemos de capitular, es cuando con más optimismo y fortaleza debemos de luchar.
Debemos de recordar las palabras de Abraham Lincoln: “Se puede engañar a alguna gente todo el tiempo, y a toda la gente durante un tiempo, pero no se puede engañar a toda la gente, todo el tiempo y para siempre.” La mente de los mexicanos es como un jardín que debe ser cultivado o simplemente permitir que se convierta en campo salvaje—pero cultivado o abandonado ese jardín dará frutos. Si no se cultiva con semillas que produzcan lo que queremos, aspiramos y soñamos, se llenará de hierbas salvajes e inservibles. Si nosotros seguimos manteniendo en nuestras mentes la semilla del fracaso de nuestra patria, la patria fracasará. Pero si lo cultivamos con las semillas de fe y la esperanza, nuestra patria será salvada. Pero somos nosotros como sociedad civil los responsables del futuro, no los políticos o sus partidos con ropajes redentores.
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