Ricardo Valenzuela
Uno de los hombres mas desperdiciados en estos momentos, no digamos en el ámbito regional sino a nivel mundial, es Mike Milken. Milken es el genio de las finazas que revolucionó los mercados en los años 80 democratizando el capital con su invento de los bonos de alto rendimiento. Gran parte del comportamiento de la economía americana en su larga ola de prosperidad y crecimiento que se deslizó durante casi 20 años, con una sola moderada recesión, es obra de Milken al haber abierto la puerta de los mercados a la mediana y pequeña empresa. Fue tal la revolución de este hombre, que le dio vida a ese nuevo mercado de las finanzas corporativas para “el pueblo.”
Milken fue luego agredido por el estabishment de Wall Street. Al no poder competir con él en ese nuevo jugoso mercado, valiéndose de todo tipo de artimañas, lo enviaron a prisión con argumentos estilo Guaty Yberri VS Beltrones y de esa forma “compitieron” y le arrebataron el mercado. Milken salió de prisión y se ha dedicado a construir capital intelectual y, hace unas semanas, su Fundación promovió un encuentro de las mentes más brillantes del mundo y he aquí algunas de sus conclusiones.
Los participantes fueron Gary Becker, quien recibió el premio Nobel en 1992 por desarrollar el concepto de capital humano, y catedrático en la Universidad de Chicago. Robert Fogel, también catedrático de la Universidad de Chicago, obtuvo el premio Nobel en 1993 por aplicar el análisis cuantitativo al cambio económico e institucional. Myron Acholes, de la Universidad de Stanford, ganó el premio Nobel en 1997 por su modelo sobre el cálculo del precio de las opciones. Robert Mundell, de la Universidad de Columbia, obtuvo el premio Nobel en 1999 por su trabajo en las áreas monetarias óptimas.
Gary Becker, identifica el primer problema cuando afirma; muchos países son ricos y otros muy pobres. ¿Sabemos lo suficiente como para hacer más pequeña la brecha del nivel de vida de los países pobres y los ricos? El segundo que cita es la baja tasa de natalidad. Si contamos China (donde el control de natalidad no es completamente voluntario), cerca del 45% de la población mundial, se está reproduciendo por debajo de los niveles de sustitución. Hacía años que el mundo no vivía una situación de ese tipo, o tal vez nunca la había vivido. Y las consecuencias plantean un enorme problema.
Afirma Becker que no hay mas recetas para rescatar a esos países de la pobreza que los siguientes: Uno es liberar los mercados y en concreto, disponer de precios flexibles en la mano de obra, en los productos y en los mercados financieros. El segundo es la inversión en la gente, en su educación y formación. El tercero es establecer una verdadera economía abierta.
Robert Fogel, ve la mayor oportunidad del siglo XXI en añadir tantos años de expectativa de vida como hicimos en el XX. La esperanza de vida en los países ricos a comienzos del siglo XX era de unos 45 años. A finales era quizá de 77. A finales del siglo XXI podría acercarse a los 100. La buena salud es tan importante como la longevidad. En 1910 el 95% de todos los estadounidenses que vivían hasta los 65 años padecían afecciones crónicas graves; Hoy, menos de la mitad de quienes tienen 65 años padecen una enfermedad crónica.
El reto ahora es permitir que el cambio económico desarrolle su función de provocar crecimiento. La fuente de crecimiento económico es el cambio tecnológico, pero también es un elemento perturbador. Ahora el problema es cómo disponer de cambios tecnológicos sin provocar conflictos internacionales e internos, entre el viejo y el emergente mundo.
El segundo reto es disminuir la diferencia de longevidad entre países. Durante el siglo XX, China e India pasaron de una expectativa de vida de 30 años a 71 y 60, respectivamente. Y lo hicieron en la tercera parte del tiempo que le llevó a Europa hacer la transición. Finalmente, considero un reto la privatización de los servicios de salud para que esté disponible sin grandes listas de espera. Tenemos los recursos para conseguirlo, es cuestión de hacer que las instituciones permitan que ocurra. Myron Acholes, observa un futuro cada vez más lleno de sucesos caóticos. Eso exige flexibilidad y una necesidad siempre creciente de invertir en educación.
En segundo lugar, subraya la gran necesidad de capital en todo el mundo, pero con un tremendo desequilibrio en la oferta. Unir con más eficacia a los demandantes de capital con los proveedores para poner fin a estos desequilibrios es un reto que aumentará la riqueza y el valor para la sociedad. Esto supone proporcionar liquidez, pero los países demandantes requieren meter orden en sus casas para que esa oferta los abrace no los deserte como sucede en Argentina.
Otro reto en una sociedad libre es lograr la confianza en la gente y en los mercados en lugar de en el Estado. Sabemos que los mercados (y la gente) son imperfectos. Pero el Estado es caótico y lo ha demostrado hasta la saciedad.
Robert Mundell afirma el que uno de los principales problemas es el del gobierno mundial: cómo establecer un sistema que sea eficaz y compatible con la configuración del poder en la economía mundial. Tenemos a Naciones Unidas, pero nunca ha funcionado. Tenemos las decisiones de las grandes potencias, y el uní lateralismo. Gracias a Dios, la única superpotencia es EE UU y no otro país. Pero el uní lateralismo no es un sistema viable a largo plazo.
Necesitamos algo similar al Grupo de los Siete, una constelación de países que puedan abordar las grandes cuestiones de importancia. Durante la mayor parte de la historia tuvimos un tipo de sistema monetario internacional basado en uno o varios metales preciosos. Pero hace treinta años ese sistema se vino abajo y pasamos a no disponer de ninguno. En la actualidad carecemos de sistema monetario internacional. Y por primera vez en 2.500 años no tenemos una unidad global para contabilizar el dinero.
Esta realidad no es evidente para los estadounidenses porque EE UU representa el 25% de la producción mundial y tiene una única moneda. Tiene un sistema monetario funcional para todo su comercio interior. El dólar se usa también internacionalmente, algo que salva al mundo de problemas potenciales muy graves. Pero seguimos sin ser un sistema monetario internacional, y hay que establecerlo.
La falta de sistema monetario internacional se percibe en la inestabilidad de los tipos de cambio y no reflejan las diferencias en los niveles de precios ni en la inflación. Hace tres años vimos el nacimiento del euro, que es genial para Europa. Pero se ha depreciado ya en un 25%.
Gary Becker, identifica el primer problema cuando afirma; muchos países son ricos y otros muy pobres. ¿Sabemos lo suficiente como para hacer más pequeña la brecha del nivel de vida de los países pobres y los ricos? El segundo que cita es la baja tasa de natalidad. Si contamos China (donde el control de natalidad no es completamente voluntario), cerca del 45% de la población mundial, se está reproduciendo por debajo de los niveles de sustitución. Hacía años que el mundo no vivía una situación de ese tipo, o tal vez nunca la había vivido. Y las consecuencias plantean un enorme problema.
Afirma Becker que no hay mas recetas para rescatar a esos países de la pobreza que los siguientes: Uno es liberar los mercados y en concreto, disponer de precios flexibles en la mano de obra, en los productos y en los mercados financieros. El segundo es la inversión en la gente, en su educación y formación. El tercero es establecer una verdadera economía abierta.
Robert Fogel, ve la mayor oportunidad del siglo XXI en añadir tantos años de expectativa de vida como hicimos en el XX. La esperanza de vida en los países ricos a comienzos del siglo XX era de unos 45 años. A finales era quizá de 77. A finales del siglo XXI podría acercarse a los 100. La buena salud es tan importante como la longevidad. En 1910 el 95% de todos los estadounidenses que vivían hasta los 65 años padecían afecciones crónicas graves; Hoy, menos de la mitad de quienes tienen 65 años padecen una enfermedad crónica.
El reto ahora es permitir que el cambio económico desarrolle su función de provocar crecimiento. La fuente de crecimiento económico es el cambio tecnológico, pero también es un elemento perturbador. Ahora el problema es cómo disponer de cambios tecnológicos sin provocar conflictos internacionales e internos, entre el viejo y el emergente mundo.
El segundo reto es disminuir la diferencia de longevidad entre países. Durante el siglo XX, China e India pasaron de una expectativa de vida de 30 años a 71 y 60, respectivamente. Y lo hicieron en la tercera parte del tiempo que le llevó a Europa hacer la transición. Finalmente, considero un reto la privatización de los servicios de salud para que esté disponible sin grandes listas de espera. Tenemos los recursos para conseguirlo, es cuestión de hacer que las instituciones permitan que ocurra. Myron Acholes, observa un futuro cada vez más lleno de sucesos caóticos. Eso exige flexibilidad y una necesidad siempre creciente de invertir en educación.
En segundo lugar, subraya la gran necesidad de capital en todo el mundo, pero con un tremendo desequilibrio en la oferta. Unir con más eficacia a los demandantes de capital con los proveedores para poner fin a estos desequilibrios es un reto que aumentará la riqueza y el valor para la sociedad. Esto supone proporcionar liquidez, pero los países demandantes requieren meter orden en sus casas para que esa oferta los abrace no los deserte como sucede en Argentina.
Otro reto en una sociedad libre es lograr la confianza en la gente y en los mercados en lugar de en el Estado. Sabemos que los mercados (y la gente) son imperfectos. Pero el Estado es caótico y lo ha demostrado hasta la saciedad.
Robert Mundell afirma el que uno de los principales problemas es el del gobierno mundial: cómo establecer un sistema que sea eficaz y compatible con la configuración del poder en la economía mundial. Tenemos a Naciones Unidas, pero nunca ha funcionado. Tenemos las decisiones de las grandes potencias, y el uní lateralismo. Gracias a Dios, la única superpotencia es EE UU y no otro país. Pero el uní lateralismo no es un sistema viable a largo plazo.
Necesitamos algo similar al Grupo de los Siete, una constelación de países que puedan abordar las grandes cuestiones de importancia. Durante la mayor parte de la historia tuvimos un tipo de sistema monetario internacional basado en uno o varios metales preciosos. Pero hace treinta años ese sistema se vino abajo y pasamos a no disponer de ninguno. En la actualidad carecemos de sistema monetario internacional. Y por primera vez en 2.500 años no tenemos una unidad global para contabilizar el dinero.
Esta realidad no es evidente para los estadounidenses porque EE UU representa el 25% de la producción mundial y tiene una única moneda. Tiene un sistema monetario funcional para todo su comercio interior. El dólar se usa también internacionalmente, algo que salva al mundo de problemas potenciales muy graves. Pero seguimos sin ser un sistema monetario internacional, y hay que establecerlo.
La falta de sistema monetario internacional se percibe en la inestabilidad de los tipos de cambio y no reflejan las diferencias en los niveles de precios ni en la inflación. Hace tres años vimos el nacimiento del euro, que es genial para Europa. Pero se ha depreciado ya en un 25%.
Si observamos la historia del tipo de cambio marco-dólar o yen-dólar, veremos duplicaciones y triplicaciones del valor relativo de las divisas. La crisis asiática fue activada por la repentina revalorización del dólar frente al yen: de abril de 1995 a junio de 1998, el dólar pasó de 78 a 148 yenes. Esto no sólo hizo disminuir las inversiones japonesas en el sureste de Asia
y frenó el crecimiento de esos países, sino que causó problemas devastadores a los exportadores asiáticos que habían vinculado sus monedas al dólar.
Europa ha resuelto ahora su problema fundiendo 12 monedas en el euro. Pero otros países se encuentran totalmente perdidos y no hay un liderazgo en el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial. Esto explica los devastadores problemas de pobreza que en gran medida han sido provocados por la mala gestión de las políticas macroeconómicas de los gobiernos.
Después de la II Guerra Mundial, se construyó el sistema de Bretton Woods basado en el oro y en el dólar. Los países que se estaban recuperando de la guerra podían amoldarse a un sistema, lo cual les daba un marco de política macroeconómica ya confeccionado. Y eso funcionó durante 20 o 30 años. Ahora ha desaparecido y las instituciones no tienen nada equivalente que ofrecer a las 35 economías en transición nacidas del hundimiento del comunismo. Cinco años después del fin de la Guerra Fría, su producción era un 40% más baja que cuando empezaron a recibir asesoramiento del FMI y el Banco Mundial.
En cuanto a la economía estadounidense, ha ido bien. Sin embargo, si la recuperación se retrasa, se va a encontrar con dos problemas desagradables. Uno es el déficit por cuenta corriente que el año pasado fue del 4% del PIB. Esa cantidad se añade cada año a la posición de deudor neto de EE UU. Ese no es un problema inmediato, pero llegará a serlo algún día. Y necesariamente va a conducir a una depreciación considerable del dólar.
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